EL MERCADER
Listos a prescindir están mis cuerpos, que en la
memoria han debido nacer y yacen solos, a merced
de los mundos, como bestias de cambio.
Pero es uno el corazón, el resto espejos que
dibujarán la muerte si son desconocidos.
Venga el tajo...
Pobre mercader si el corazón no canta.
APRENDIZ
Sorbo a sorbo la vida me descubre
el último traspiés como un espejo:
heridas que a mi espalda envejecieron
se avecinan al rostro como un lunes.
Sin fe vuelvo a morir en la emboscada
que advirtiera la víspera mi olfato;
me postro al cazador, tenso yo el arco
decidido a ser rostro de la diana.
Pero apunta a mi cuerpo no la flecha:
sangro para mi sed, aunque me duela;
donde la cicatriz silba el camino.
Y al espejo que torpe me descuido,
con el tajo celoso del cuchillo
invoco la disculpa de la mueca.
EL NÁUFRAGO O EL INGENUO
En el pellizco de tierra donde anclara la
suerte,
cultivó un huerto grande como un sueño
y conoció cada acre como su piel.
Había envejecido contra la hierba
y creía que la floración
era una prueba de amor irrenunciable.
NOCTURNO Y ORACIÓN
La noche se deshace en finas hebras
que trenzan con el polvo sus descuidos,
yo las calzo al pasar y, de algún modo,
soy penumbra y mantel, tierra de nadie.
No sabré si me aguarda la tormenta
hasta que el rayo duela en mi costado,
paciencia del futuro: sangre y luz
que habrán de poseerme sin lascivia.
Noche mía que escampa en el desvelo:
expulsa a los bufones, alza el puente,
no sea que proscriban tus palabras
y yo no pueda más que desearte,
lodo y salutación: cuerpo deforme,
indigno de tu abrazo y tu memoria.
AMANTES
Deportados a oscuros menesteres de ofidio.
En la sombra del aire;
como pulpos erráticos de absorbida violencia.
Voluntarios.
Ciegos.
De una sed.
*De su poemario Estación de las sombras (2001).