DELICADA DIOSA
Es mi niña de altares una diosa.
Rubor de rosas orla sus mejillas,
cuando el río, meciendo las orillas,
salta y besa su risa deliciosa.
Chiquita, sol, en pétalos de rosa,
baña su frente en ondas amarillas;
dos óvalos de verdes almendrillas
son sus ojos de luna misteriosa.
Es el alba y la aurora matinal,
jardín de mariposas, prado en flor,
sirena de arrecife virginal.
En su rostro de luz, nace el candor,
el nardo de fragancia celestial,
y el agua cristalina del amor.
AHORA
Ahora, dejando todo ya cumplido
y sin las penas que te son lesivas,
puedo quedar en tus nostalgias vivas
para sentirme siempre por ti querida.
Con gusto, libremente he sufrido
todas las culpas para ti nocivas;
y las ofensas, por tu error activas,
las he borrado de mi pecho herido.
Me voy tranquila, sin ningún quebranto,
viendo la muerte en la mayor templanza
dando el perdón, secando todo llanto.
Luego vendrá larga y feliz bonanza
para gozar juntos, en lindo encanto,
la nueva vida de cordial holganza.
ANDO PERDIDO
Sin ella, ya no sé vivir realmente,
mi propio yo en el tú se ha
sustanciado,
la siento junto a mí tan inmanente,
que, sin su aliento, vago desquiciado.
Sé que la agobio, a veces insistente,
que egoísta le exijo demasiado,
y que vive en la oferta deferente,
mientras deja lo suyo descuidado.
Hoy desdeñado y solo en la distancia,
tras su pérdida, muero en mi extravío,
contrito en el dolor de mi inconstancia.
¡Cuánto quise salir de mi vacío
y pedirle perdón por mi arrogancia
y, en abrazos, diluir su olvido frío¡
AXARQUÍA, EDÉN FERAZ
Lirios esbeltos visten su hermosura
de diosa con la luz del mediodía
y sueñan en su rostro de tersura.
Bajo pobladas cejas de hidalguía,
sus verdes ojos muestran la finura
de un alma grande llena de nobleza
que dulcemente otorga con franqueza.
Sus cabellos ondulan gallardía
en los rizos henchidos de majeza;
y sus manos repletas de empatía
donan azules brisas de lindeza.
Luce blancas sonrisas de laureles
y campiñas celestes de alelíes;
danzan los mirtos, sueñan los claveles
en lomas con racimos de rubíes
y en playas onduladas y turquíes.
Tierra noble de dulce miel y vino
es el edén feraz, huerto genuino.
Quien la logra, se anega en puro goce;
quien la acaricia, viene a su amistad;
quien la huele, se deleita y la conoce,
se desvanece en su alma virginal,
e, imbuido de la brisa azul del roce,
se aturde en su regazo sensorial,
por ella amado y en ella ya entroncado.
Es que, cordial, en alma, se ha entregado.
Y sus pechos ubérrimos destilan
aromáticos, dulces y recios vinos;
en sienes de oro, gráciles rutilan
sabrosas frutas, robles y altos pinos;
por sus arterias, luz y sol perfilan
ríos de rica miel y aceites finos;
tenaz, su corazón celeste luce
rojas rosas, jazmines y alhelíes.
Su voz abre caricias y seduce
con requiebros en cielos de rubíes. |