De tus tres heridas
fluyó la total resignación.
Salvaje
el horizonte se tiñó rojo,
todo fue diluvio,
insomnio, adversidad.
Tu madre ya no llora.
Cada año la cruz espera,
los tres clavos también.
* * *
Nadie grita
como grita el poeta.
Gritar como la madre
del ausente,
como la noche
sobre el mendigo,
como un ave rapaz
devorando a la presa
y como la presa
con su voz de muerte.
Gritar de éxtasis,
también de júbilo
como lo hace
el árbol en primavera,
como un niño
si le cortan el cordón,
como un Dios
cuando le mienten.
Si el poeta no es grito
es un famélico fantasma sobremuriendo.
* * *
Pacientemente,
las hormigas
llevan
deshechos al centro de la tierra.
Ya
en el hormiguero,
no puedo escapar.
* * *
Se escuchaba en la casa de al lado
súplicas traspasando el silencio.
Ruidos de cajones, árboles sin color,
serpientes en los patios,
aullidos de bestias nocturnas.
Y aunque de muros
se vestía la dama,
un quejido era el viento,
música fúnebre,
premonición.
En la casa de al lado, dicen,
habitaba el dolor.
No podemos afirmarlo.
Acostumbrados los vecinos quedamos
sordos
—o quisimos serlo—
y nunca más, escuchamos nada.
* * *
Amarte hasta que culminen los vientos
desde la raíz/fuego que nos da la
tierra
hasta la cima
donde enarbolo tu bandera.
Amarte invierno y verano,
que el sendero sea círculo
donde siempre retorne a vos,
retornes a mí.
Amarte en tus espacios vacíos
y en el tumulto,
en tu valentía y en tus flaquezas,
en el recóndito de tus pasillos.
Amarte desde otras épocas,
sin barreras ni tiempos.
Que el destino sea
tener tus ojos, llevar tu sombra. |