N.º 66

MARZO-ABRIL 2010

7

   

   

   

   

   

   

   

"LA INGENUA" Y OTROS POEMAS

   

Por  Luis Benítez

   

     

  

LA INGENUA

     Ella creía que la reflejaban los espejos

que era esos dedos que hurgaban en el rostro

las lentas mutaciones

que era su pulóver sus zapatos

lo que recordaba y lo olvidado

que era una guirnalda detrás suyo

     que era su cabeza

que era sus amigas sus trabajos

un hombre en una esquina. Una mañana.

     Las casas que habitó sus cuatro barrios

que era las que era tras el portón borroso de los sueños

que alcanzaba para ella el gentilicio

y la historia de un país incierto

el hambre la sed

     o lo que amaba.

  

  

JOHN  KEATS

     Caen sobre él los actos inútiles del día.

John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:

humillaciones, rostros y palabras

hacen de un pozo la noche repetida.

     “Fanny Brawne me has alejado,

tú me has acercado a Keats y era lo mismo”.

     Suena tan distante el Mar del Norte

para ser cada segundo todos los mares,

pero si lo que fue y será mañana brilla

en su oscura hora presente, ese hombre pequeño,

inclinado sobre el verso, lo adivina.

     Presiente que será uno y va a ser todos

cuando es tan caro el precio de eso múltiple:

ya  no lo amparará el primer fervor por las palabras,

no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo

ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido;

nada lo salvará de tanto

que es, en su medida, tan un poco.

     John Keats será John Keats, será nosotros.

  

  

JUBILO Y CAIDA

     Armonía primera allí te vi, no era necesario

mirar las partes de tu reino entero, pero allí te vi

y no quise detenerme en tu orilla, tu orilla

que está en las simples cosas llenas de tu ondulante sombra.

     Qué delicadamente, luz en la luz, centro del día,

te corporizas o elijes una sencilla

     forma cuando nos prestas tus ojos

y cómo un eterno amor nos lleva de la mano

a tus criaturas, allí donde eres sí,

en lo animado, la infinita danza,

la queja misma de cuanto existe.

     Alta serenidad todo es tu vaso y cada uno

declara tuyo un color nuevo. Es abril

de un año que para ti no cuenta y sin embargo

un dulce calor te trajo aquí a mi lado. Era yo apenas

una certeza esta mañana y la espuma del sueño

y los lados del día se apagaban en mí.

     Bastó pedir, correr a tu contagio,

para que un soplo sobre las cenizas

que empolvaban las cosas

encendiera de nuevo el mundo de carbunclos,

las amatistas del aire... ¿las múltiples facetas

de tus brillantes vidrieras, de dónde vienen,

de qué sima profunda o de qué cima pública y expuesta,

de qué otro tiempo apenas visitado,

apenas entrevisto en el fuego del fuego?

 

     Peor ayuno no hay, que el que hay de ti.

  

  

DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE

     De las tantas cosas que no puede

mostrar ciertamente la palabra,

la primera imposible es el olor

tan propio y exacto de las cosas.

 

     La poesía también es como el aroma.

 

     Así quedan sin nombre

el olor definitivo de la lluvia

y el efímero matiz que se respira

al asomarse a las sombras de un aljibe;

el olor del primer mar, a los seis años,

la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,

y el olor a comida de una casa

               que nos fue querida.

     La memoria tal vez sea

sólo visión de olores olvidados,

como este papel a donde llamo

a la presencia ardiente de unas hojas quemadas

y a la clave del enigma de la rosa;

al olor de las sangres

que no vi derramarse,

al olor del incienso y al del alcanfor,

                 un olor que resplandece;

al de las jóvenes mujeres en los baños públicos,

al de las monedas, que abandonan la mano

y que retornan, al de la tierra de Pinzón

una mañana de octubre, al de los gatos,

al olor milagroso de las cosas vulgares,

de las que apenas se comprende

que emanan la noche poderosa,

al de un río que corre lejos

y al que sin razón evoco,

al de la palabra marisma, al de retablo,

                            a los de esta mañana

que partieron a un país sin dónde,

al de una muchacha que se fue,

el 2 de noviembre de 1982,

                          para que mis palabras

pidieran el perfume de unos versos

y me quedaran la fecha y la balada,

el de las ballenas que tiñen

la espuma de aceite y de tamaño,

el de un hombre que hablaba del origen del día,

                                        al de las tantas cosas

a las que no pude acercarme y que me esperan.

     Son otro mundo más sobre este mundo,

veo el bosque y entre el bosque

                   la selva del aroma.

     Yo me voy de los hombres y las cosas

como un salvaje que marcha a las ciudades

y dice adiós a su mundo de olores;

también a mí ellos vuelven

bellos y pesados como un remordimiento.

     Serán desde estos versos mi memoria,

seguirán sobre el mundo

cuando me haya muerto.

  

  

ENTONCES, EL CANTO...

     Cruza tu voz los círculos del sueño,

como si un dios antiguo te cerrara la boca,

¿detrás de qué otros cantos

sin estela en qué aguas?

     Es de día en tu sueño bajo un sol  diferente,

sonámbula a la vez en la orilla y el centro.

     Oh, no despierten a la elegida

en las profundas gargantas de las cosas,

que nadie, cruzando la habitación,

salte dentro del sueño

por caer en sus huellas sobre cuáles caminos;

nadie, ni los sonidos ni mi mano,

que existen en donde existe el tiempo,

agreguen sus llaves al enigma;

no cantas, eres tú la cantada.

     En la mañana ardiente de los ojos cerrados,

escucha los susurros, las vetas minerales,

acaricia las sombras, reclama otra estatura,

                            la trae hasta los hombres.

  

  

POEMA DEL NUMERO CERO

     Cuando la muerte señala la fibra luminosa que somos,

cómo tiembla su luz, cómo parpadea con el viento repentino,

cómo se aterra al pensar en la oscuridad, el silencio,

el dedo que elige antes, mientras las luces corren ardiendo

hacia el casi supremo resplandor, que es el número 1,

                                                                      antes del cero.

  

  

CONVERSACIONES

          La historia de las constelaciones

grabada en el brillo de una hoja:

                              quisiera leer la hoja

y recordar aquella forma

de donde nos desprendimos

los seres y las cosas.

Y antes de que nos devore la Gran Noche

          oír su nombre,

por empañar la orgullosa oscuridad

con el ardiente sonido de la luz, al quebrantarse.

   

   

                             

   

   

 

    

 

 

Luis Benítez (Buenos Aires,  Argentina, 1956) es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, USA, con sede en la Columbia University. Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poetes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores y de la Fundación Argentina para la Poesía, su labor creadora ha sido reconocida con galardones como Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991), Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996), Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996), Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996) y Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003), entre otros. Autor de más de una docena de libros de ensayo literario, poesía y narrativa, entre sus últimos títulos se cuentan El Horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure (ensayo, Ed. de la Universidad de los Andes, Venezuela, 1996), La Yegua de la Noche (poesía, Ed. Ediciones Del Castillo, Santiago de Chile, Chile, 2001), Tango del Mudo (novela, Ed. de la Plaza, Montevideo, Uruguay, 1997. Ed. Piel de Leopardo/Wordtheque, Bs. As., 2003) y Jorge Luis Borges: La tiniebla y la gloria (ensayo, Ed. Lea, Buenos Aires, 2004).

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año IX. II Época. Número 66. Marzo-Abril 2010. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2010 Luis Benítez. © 2002-2010 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

    

    

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