LA CARNE DE LA POESÍA
«Poesía,
perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras.»
ROQUE DALTON
La esperanza es a la poesía
lo que el músculo estriado al movimiento de un
cuerpo.
La esperanza es, pues, la carne de la poesía…
El problema se plantea cuando se la
reparten
como pescuezo, pernil o chicha,
y la doran en el aceite de las elucubraciones.
Nunca falta quien presuma de fiel
devoto
y se le antoje la esperanza con marca
registrada,
y se le antoje levantar un dedo autosantificado
que señala,
y alza polvaredas de rumor,
entonces vienen los derrumbes:
se devastan las alas al sistema nervioso
central.
Entre los escombros de mi vida:
un mendrugo de humor acuoso,
una catarata,
tres pelos de ceja constreñida.
Desmoronados el bulbo raquídeo,
el cerebelo, el nervio sural.
Y pasa la migra,
y el niño retiene el aliento,
le aplastan con la bota en el desprecio su
corazón sin documentos.
Y siguen impunemente despojándonos de la
tierra, del alimento.
Entre los cascajos de mi vida:
las sobras de un tímpano descaminado,
desencajado el hueso temporal,
el caracol del oído polvoriento,
raídos entre mucosas y sangre, dos ventrículos,
el núcleo estriado, el hipocampo,
la corteza cerebral.
Y las plantas de una niña en el fango
áspero del exilio
van susurrando la endecha de su primavera.
Y siguen impunemente despojándonos del
alimento, de la tierra.
Entre las ruinas de mi vida:
intacta la oquedad para escarbarle lo pútrido a
la ceniza,
las válvulas cardiacas sedientas se retuercen en
el umbral,
completos, liados en el retazo de lo que fue el
tendón,
los botones sensibles a lo amargo.
Entre las ruinas y el agua fría:
harapo de beso,
jirón de tres membranas,
el guiñapo de lo que fue cartílago
y los nervios que sacuden de dolor mi cuerpo.
Entre las ruinas y el niño y la niña…
Entre los escombros y los cascajos y el agua
fría,
¿Dónde? ¿Dónde quedó el embrión?
¿Dónde la carne de la poesía?
BARRICADA DE AMOR
«Hermosa encuentra la vida
quien la construye hermosa.
Por eso amo en ti
lo que tú amas en mí:
La lucha por la construcción
hermosa de nuestro planeta.»
Otto René Castillo
A flor de piel se nos desnudan los
sueños,
la lujuria tierna construye en el mar,
que sudor ha sido de mi sangre,
un irisado arrecife de coral.
Hemos fecundado las entrañas de la
tierra,
fundimos las humedades,
fulguramos los poros por las hojas de los lirios
y la pasión se desplaza silenciosa
entre los cardos de los caminos.
Mariposas carne de la noche nos
arrullan,
brasas salmodian nuestra trova al firmamento,
entreveran bajo la lluvia las sensualidades:
en el corazón de la selva copulamos dos
yaguares.
Himplamos, nos complacemos,
una caricia se ancla con sus alas a los cuernos
de la luna,
mis lágrimas germinan mirasoles
y los besos danzan el erotismo en la laguna.
Entre zarpazos de nube, tejemos las
caderas,
los roces serpentean,
tu lengua explora grutas, montañas y huecos,
y frente a la ignominia,
entrelazas con mis manos los dedos.
Rugiendo, encendemos un tatuaje de
fuego al cerro,
la palabra abre brecha entre la hiedra
y, como una barricada de amor,
dejamos nuestras huellas de esperanza entre las
piedras.
Si pudiera…
«¡Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en
la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos.»
César Vallejo
Quisiera hacerles el viento,
de ese silbido, que les explota la carne de
maíz.
Quisiera hacerlas resbalar y juguetear
entre la hierba,
de ese desplome, contra las piedras.
Quisiera hacerles de guacamaya de
fuego el vuelo,
de ese calor, que calcinante recorre los huesos.
Quisiera hacerles de flor de amaranto
un beso.
Pero no es el viento, ni la hierba, ni
el calor de un equinoccio…
Es fuego nutrido, tiro en la nuca, incendio.
Tierra arrasada. De la muerte el beso.
Ha vuelto el paramilitar.
Ha vuelto.
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