NUNCA EL MAR ES EL MISMO
I
Nunca el mar es el mismo:
como ojos de mujer,
se viste de distintas inquietudes,
tiene la memoria de los rostros,
los momentos,
los idilios
tiene el ritmo de los cuerpos,
de las barcas,
de las boyas,
la complicidad de las gaviotas,
la seguridad de los faros...
Arrebujado entre nubes crepusculares,
un estudio flotante en alta mar…
en la orilla se contorsionan olas de encaje
y un manojo de lilas ha teñido las aguas.
Amantes a la deriva somos,
reinventada soy ante tus ojos
en atardeceres prófugos colmados de caricias.
Tu provocativa mirada tras los pinceles
hace que de mis manos huyan
las hojas del libro rojo
y resbalen en mi falda las cantutas silvestres.
II
De tu boca en besos
transito esta desnudez azul como las aguas:
me atrevo contigo,
trázame con tus pinceles, la trayectoria
del fuego, sobre la espalda
tus brazos hilan de miel mi pensamiento
y se destejen en mi cuerpo
hasta hilvanar el universo entre mis piernas;
no cedo al mar la caricia abismal
ni el placer puro. ¡Bienvenida, lujuria,
que nos tatúas en el cuerpo tu danza!
Por amor y por eso nunca el mar es el mismo;
como ojos de mujer,
fractura dulcemente el alma…
EXILIO
Exilio de tu boca,
de tu tránsito por la robusta dimensión de mi
recuerdo.
Me acordona una espera carente de trombas y
violines.
Un sin saber de ti a la medianoche
contra el cielo deambulado de estrellas,
contra la almohada urdida de odiseas,
contra el ventanal barroco de tristezas.
Exilio que no exige mi agonía. Me quiere viva.
Me comparte un café, un placard, un lecho,
un aroma, un estante, un níveo campo
con cada uno de nuestros sueños,
pero mis manos anhelan hurgar en tus espacios
y hallar tibieza en cada abrazo. Sienten
cuándo tus manos desnudan la teórica
concepción alada de mis pájaros,
cuándo tus ojos descubren la tórrida
inquietud apasionada de mi espera.
Lo que de mí te anhela, ha quedado intacto
y este exilio te mantiene vivo.
Un Cupido sonriente lanza flechas a mi pecho
y te siento refugiado en mi mente,
desprotegido a mi tacto,
vagabundo en mi suerte,
presente en íntimo arrebato.
Estoy al sur, en el hemisferio más poético
de mis violines,
froto las cuatro cuerdas de este corazón de
arce,
escucha entre cejilla y puente,
vibran con el arco como mi canto,
tiendo al norte mis brazos. ¡No tardes!
POESÍA
Poesía,
no hay un solo lugar desde donde se te mire
que no muestre tus arcos de estrellas,
tus cristales,
tu puerta palaciega,
tus senderos surcados de esplendores,
tus mástiles, flameando tus banderas.
Eres Poesía,
hogar donde el Hombre no teme morir a solas,
la puerta siempre abierta,
la gloria bendita de la aldea.
Una ciudad volcán que habita el alma
y guarda celosa la quimera
de ese único habitante del planeta
que puede llorar contra los muros,
que puede quebrarse el alma entera,
que puede renacer de sus cenizas,
y puede fundar sobre tu pecho
el ritual de los versos que lo alientan.
LA PIEL DE UN SUEÑO
De noche en noche descubriéndose mujer
frente al espejo,
libre de ese pesado atavío
que le ha cubierto toda la jornada,
un bretel que no ha elegido rama
más hermosa que parta de su espalda,
un pliegue de seda que cae tibiamente
un hombro al desnudo,
un seno turgente
la preciosa hidalguía del cuello
y el rostro como nido de aves,
un refugio para otra locura.
Hace falta un hombre que hoy aliente
una mirada nueva al cerezo abierto
de su boca anhelante.
Si hoy sucediera
y su respiración de placer se entrecortara,
si en su piel el beso de otra piel
ardiente se posara
si la amaran en su alcoba de mieles
hasta que su vientre de manzana
tiemble bajo dos manos cálidas...
cosería cupidos a ese cuerpo
todas las noches y todas las mañanas,
la mano haría sobre el deseo en permanencia,
de fuego las puntadas.
TRAS LAS PUERTAS, MUJER, SAL QUE TE DERRAMAS
La mujer de Lot desobedeció:
ha mirado para atrás,
fue tentación mirar Sodoma
cuando debía mirar hacia Zoar,
Yaveh cumplió el castigo
y fue convertida en sal.
Juana, bella y valiente,
amó hasta la obsesión
a Felipe el Hermoso, débil y rey,
amor y celos, tentación de su alma,
le negaron el poder,
encarcelada por fuga de razón
con la pequeña Catalina,
terminó sus días de soledad
plegando gastados lutos de locura.
Ocho mujeres desobedecieron,
quisieron vivir y amar
y les colgaron pabilos del cuello
frente a los ojos inocentes de sus hijos
aquel que decía amarlas
a las Fátimas, a las Juanas
a las pequeñas aves temblorosas
de sus almas.
Con tiranas manos, impiadoso,
arrojó el alcohol contra el pergamino
de seda de sus cuerpos
y encendió los fuegos, los más crueles
ellas, aves o mariposas quemadas
quebradas de su vuelo,
heridas por su espalda,
retorcidas de penas en fogata,
gritaron acusador su nombre
y el tirano solo entibió sus manos
y se quemó las palmas !
ni las lágrimas ni el grito
conmovieron sus entrañas ....
la mujer agoniza , purpúrea su nota
se pierde como una hoja exhausta.
La hilandera ha truncado el hilo
y la vida se escapa y en las aldeas
la talega del juez recibe una moneda parda
y la justicia se tapa los ojos, con dolor,
porque es mujer
y es, esa frase que acusa, que le colma la boca
ese grito de hermana, de madre, que alguien
acalla.
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