IRSE
«Cada vez que te vayas de vos misma,
no olvides que te espero
en tres o cuatro puntos cardinales.
Siempre habrá un sitio dondequiera
con un montón de bienvenidas.
Todas te reconocen desde lejos
y aprontan una fiesta tan discreta
sin cantos, sin fulgor, sin tamboriles
que solo vos sabrás que es para vos.
Cada vez que te vayas de vos misma,
procura que tu vida no se rompa
y tu otro vos no sufra el abandono.
Y por favor no olvides que te espero
con este corazón recién comprado
en la mejor feria del domingo.
Cada vez que te vayas de vos misma,
no destruyas la vía del regreso:
volver es una forma de encontrarse
y así verás que allí también te espero.»
(Mario
Benedetti, 1920-2009)
uizá cuando los recuerdos se van sosegando y
afincando en el corazón, estos se vuelven
memoria. Quizá también la memoria sea el mejor
recuerdo con el que podemos obsequiar a las
vivencias que nos hacen estremecer al ser
recordadas, ¿verdad? Con el paso de los días, te
recuerdo y estás en mi memoria de un modo tan
presente, que parece que los momentos vividos a
tu lado se van repitiendo paulatinamente uno
tras otros.
Tarde noche y alborada se unen en el tiempo de
un modo tan dulce que, si cierro los ojos, te
siento, te huelo; si los abro, me acompañas esté
donde esté. Todo pasó y, sin embargo, todo está
detenido en mi piel y en mis sentimientos. El
recorrer de tus manos por mi piel, el mirar de
mis ojos hacia los tuyos, el querer acariciar
cada rinconcito de ti se van haciendo tangibles
a medida que el pensamiento los va ubicando en
el tiempo.
Un tiempo que se hizo grato, un tiempo en que
compartimos cuerpos, sensaciones, mano, pieles y
ese navegar sin rumbo, pero sabiendo siempre que
más allá nos esperaría una brújula, que fue
marcando el camino que había de seguir para
alcanzar la dicha de la unión deseada y
encontrada.
Huelgan las palabras cuando dos cuerpos se
quieren, se buscan y se desean; cuando dos
cuerpos van sintiendo el calor de la pasión;
cuando dos cuerpos van sintiendo que la ternura
y la calidez tienen que dar paso a las
sensaciones que produce la pasión; sensaciones
de querer quemarse, de querer también sofocar en
otras manos toda la fuerza del volcán, que ya no
hay modo ni ganas de detener.
Y tras esa explosión de sensaciones, qué bueno
es sentir a tu lado y en tus brazos ese remanso
de sosiego, ese mirar sin decir, ese callar
diciendo…
Por todo ello, gracias por compartir conmigo una
tarde, una noche y una mejor alborada, cargado
de las buenas sensaciones, tibieza, pasión,
cariño, ternura, deseo, miradas, palabras y esos
besos que me hacen estremecer cuando mis labios
y todo mi cuerpo lo rememora.
Ahora queda la espera; una espera que se torna
alegre pero también en pura añoranza. Nada ni
nadie se va si uno lo atesora en su corazón y en
su piel. Por ello, a pesar de la distancia, no
te fuiste, ya que sigues en mí del mismo modo
que te sentí la noche en que nos amamos, en que
me cubriste de pasión, ternura, de besos… Y me
sentía arcilla en tus manos. Manos de alfarero
que iban torneando una sinfonía de sensaciones
que ya no podré olvidar. |