LA METÁFORA DEL MAR
En el eclipse de la medianoche
se enciende la metáfora del mar.
Mar Muerto, Mar de Cortés, Mar Negro,
Mar Mediterráneo, sólo Mar…
Desde las rompientes marinas,
me despojo de la espuma,
en la cotidiana meditación
de las profundidades.
Más allá de los perfiles de la luna,
mido la existencia y me hundo
en el abismo azul turquesa.
Entre los pliegues de las rocas
para alcanzar los abismos náuticos
insospechados por el hombre,
en el jardín de la conciencia marina.
Una leve brisa,
bañada de gaviotas se derrama
sobre las tenues arenas.
La metáfora del mar
se hace presente.
EL BUCEADOR DE PALABRAS
La migración de la memoria,
infinita puerta de los adentros.
Memoria fluente, memoria perforada,
en la latencia de lo efímero
se agazapan
versos trasnochados.
La palabra,
materia huidiza.
Palabras que hierven.
Un cementerio de letras
poderío y soberbia,
esperando resucitar.
La ciudad de los vientos
lanza un alarido que se pierde
en el intrigante universo
que el hombre quiere desnudar,
de la frenética ruta del olvido.
Campanadas de poesía,
un rumor sordo, apenas audible,
penetra un trozo de la noche
donde se elevan cantos a Eolo.
Los versos sin libro todavía,
pasan de boca en boca.
Un aluvión arrastra al buceador
de palabras.
Va al garete, seducido por el lenguaje.
Hay que desnacer y renacer.
LÁGRIMAS DEL MAR
Un mar amargo
oscuro, verde, profundo,
formado por gotas
de dolores humanos.
Los peces lloran
lágrimas salobres.
Todo es agua.
Sus escamas como cáscaras,
piel marina endurecida
entre escuadras, compases
y astrolabios.
El grito voluptuoso
de los espíritus martirizados.
Restos de batallas libradas
contra olas indomables,
lejos de muelles gastados.
Solamente la noche espera
entre fuegos y sombras,
hay que temer al irascible
Poseidón.
PESCADOR DE VERSOS
Una bandada de gaviotas
se precipita,
arañando el mar.
La inmensidad verde azulada es éxtasis.
Hay restos de botes durmiendo en las rocas,
historias de naufragios
de pescadores y poetas
que compartieron las aguas
pobladas de peces esquivos
y versos a la deriva.
Pasión marina que atormenta
la conciencia del hombre sublevada
buscando la liberación
en la brisa marinera
que acaricia el velamen suavemente.
Mientras,
las horas caducan
las estrellas guían la escritura
y la palabra terca
deja huellas sobre el agua.
PIRATAS
La brisa suave del Golfo
pronto mudará en tempestad.
Hay un intenso olor a salitre
aroma de los recuerdos,
trepando
los áridos riscos del pasado.
Los ecos largamente reprimidos
desenmascaran el silencio marino.
Una luz presagiadora
nos enseña espinas sin rosas
en el camino náutico.
El color blanco se disipa,
rojo sangre se presenta.
Ya va a empezar la función
un teatro de violencia se asoma
las olas elevarán pronto el telón.
Miradas sin esperanzas
dolor en el corazón
plegarias nunca escuchadas
signos de interrogación.
Un verso marinero anuncia
entre las líneas de espuma
y el arqueo de las gaviotas
la vuelta de los piratas.
SOMOS NÁUFRAGOS
«Escucha el rumor los elementos,
fuego, tierra, aire, agua…
Esencias de la vida, sutil sombra del alma.»
ORÁCULO DE DELFOS
Somos nosotros los mortales,
no los dioses al azar que ya se fueron,
buscando nuevas tierras que bendecir y amar.
Somos nosotros, quienes movemos,
este mundo acongojado
de escaldaduras y sollozos.
Somos el prodigioso cuerpo de
una terrible máquina destructora,
sin dioses,
ni leyes.
El sol implacable de los días,
pesa sobre nosotros,
devora cabezas, ideas, ilusiones.
Golpeamos piedra con piedra.
Con tecnología, golpeamos,
pero sólo obtenemos lágrimas
de la carne de la piedra.
Abiertas ya las llagas de la tierra.
Descreído por torrentes hacia el mar.
En que entretiempos nado en la barranca,
como un naufrago sin amar.
El saliente de la orilla se desprende,
sigue la corriente
que rige el viento
yo me apoyo en el árbol,
el árbol es mi mástil,
yo, navego y navego.
El nivel del agua
lo marca la altura de los ojos,
pero los recuerdos se hunden
en la profundidad de la mirada.
Y desgarrado mi corazón,
se aleja de la orilla
naufragando.
TRAGEDIA MARINA
Gritos ahogados
fósiles bajo las olas.
Un mar que ruge
o enmudece,
que siempre será
sinónimo de poesía
o tragedia.
Luego de soltar amarras
levar anclas y zarpar
con el corazón hecho barco
y el velamen desplegado.
Rebeldes arrecifes,
ruta de muerte,
oceánica voracidad.
Una afilada espada,
un surco entreabierto
rompe la efímera existencia.
¡Naufragio!
Restos que flotan
en agua lapislázuli
noche de plenilunio.
Trocitos apenas perceptibles de luz.
Al horizonte,
sobre el temblor callado de las aguas
asoma el ojo parpadeante de un faro.
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