tu ausencia inspira mi tristeza
Estoy llamando al llanto
usando como cebo tu ausencia.
Le tiento con el dolor del vacío,
con recuerdos que nunca se repetirán,
con la añoranza y el deseo de hacerte el amor;
le llamo a gritos de nostalgia,
con músicas lastimeras,
encerrándome tras los párpados,
volviendo al pasado contigo
y negándome a regresar.
Le ruego al llanto que se presente,
que se precipite por mis lagrimales,
que me ensope,
que atente contra la equivocada hombría,
que me bañe de humanidad
y me anegue de rabia.
Le pido al llanto,
quizás el dios equivocado,
que te atraiga y te traiga,
a mi lado tan huérfano de ti.
pañuelo de papel
Estos folios que preño de palabras
son mi confesor más cercano.
Como no preguntan,
ni censuran,
y me dejan desparramar en ellos
mis quejas atrasadas,
mis penas actuales,
y el lamento por el futuro,
recurro a ellos con más asiduidad
que al psicólogo.
Tengo a mano el pañuelo,
el freno de latidos desbocados,
la nostalgia desbordándome,
el nudo en la garganta,
y un poco de esperanza.
Insólita amalgama.
Lloraré,
sin duda.
Tu recuerdo no merece menos,
pero lo haré cuando acabe de escribir,
para no emborronar las palabras,
y no inundar el poema.
redolor
Podría repetir las últimas palabras que te dije,
y darte de nuevo todos los últimos besos,
pero nunca podría amarte de nuevo con aquella
inocencia,
ni con las mismas ganas incansables,
ni con el corazón tan abierto.
Me has matado más de una y mil veces.
Lo que queda de mí es una fachada
que en su interior cobija desolación,
fragmentos de amor desperdigados,
un recuerdo apagado de la felicidad,
el cadáver de aquel enamorado que fui,
y un pasado que encarcela al futuro.
Lo porvenir no se atreve a hacerme propuestas:
teme que le rechace todo.
Ya sé que tendré que seguir vivo,
porque cualquier otra opción depende de la
muerte,
que aún no me quiere en su destierro.
Respiraré, a mi pesar.
Latiré, con un corazón desganado.
Viviré, aunque no estaré vivo.
más cerca o más lejos de ti
Pensar en ti es un desatino continuo,
porque no sé cómo añorarte,
si con nostalgia
por lo irreparable,
o con ilusión
por si volvieras.
No sé si llamar en tu corazón
con mi vocación de enamorado,
si llamar con ilusión,
si llamar con susurros atronadores,
con gritos íntimos,
con latidos alterados,
o con la promesa de mi amor.
No sé si presentarme
con mis sentimientos abiertos,
el corazón por bandera,
el pasado ya cicatrizado,
y el futuro como música.
O si he de ir a tu encuentro
desarrapado y triste,
o muerto,
que es como me encuentro.
No sé si condenarme a un lamento infinito,
cercenar mis emociones,
y convertir en piedra los latidos
que se alteren con tu recuerdo.
No sé si podré derribar el muro
tras el que me escondí asustado;
no sé si sabré amarte sin morir de miedo;
no sé dónde tengo la valentía,
la fuerza indestructible,
la seguridad incuestionable
y el espíritu guerrero
que me lleven a tu puerta,
ante tus ojos y tus oídos,
y me resuciten de este invierno,
de este caos trapacero...
Hasta aquí, esto es o quiere ser una poesía,
pero ahora seguiré yo, el que escribe, para
decir que...
quiero que me saquen de este caparazón
del que no se atreve a salir el escritor
que se esconde en un personaje,
y le presta sus sentimientos,
para que naufrague en el papel,
mientras que yo, el humano,
obstinado cobarde,
salgo indemne,
pero con el corazón muerto.
tengo el alma sensible
Me recorren los hormigueos de los sentimientos.
Siento pequeños terremotos en todo el cuerpo.
En cualquier momento entraré en erupción,
y el volcán de mis emociones
arrojará un llanto que anegará el mundo.
Si no hubiera permitido que me invadiera la luz,
si me hubiera negado de pleno a oír la música,
si hubiera cerrado el paso a tu recuerdo,
ahora no estaría sintiendo lo que sufro.
Pero sería el vegetal de dos patas,
la piedra que cuando es arrojada cree que sabe
volar,
el camino, confundido,
que no acepta ser nada más que suelo,
el árbol que nunca, jamás, se escapará de sus
raíces,
o el águila de escayola que no conoce el cielo.
Sería el muerto que se olvidó de parar de
respirar,
el preso que niega los barrotes,
la mentira, engañada por quien la emitió.
Prefiero estar vivo, aun entre dolores;
prefiero sentir, aunque me destroce lo que
siento;
prefiero que nazcan mis lágrimas y luego me
abandonen,
aunque se lleven con ellas mi hombría de hombre
entero.
Prefiero ser zarandeado antes que ser
circunspecto;
prefiero la zozobra emocional antes que la
frialdad del intelecto,
prefiero vivir mis congojas antes que el vacío,
cómodo pero muerto,
y mis ojos a veces tristes,
antes que unos ojos secos. |