CUERPO DE CARBÓN
Un estruendo espanta a la madrugada,
el niño mira dolorido hacia la boca,
las mujeres corren hacia ella angustiadas.
Estaba dentro,
dentro estaba.
La anciana da un paso y reza,
otro paso y reza,
y los ojos miran hacia abajo,
¡regrésamelo, madre tierra!
Cae la lágrima de una niña,
el hermano empieza a arañar
los polvos del derrumbe,
una mujer implora al cielo,
el hombre busca desesperado
al que nació de su semilla.
Manos solidarias se acercan.
Pico, pala y carreta.
Consuela con un abrazo,
cubre el cuerpo de la niña con su cobija.
Las veladoras alumbran
las profundas ojeras a la madre.
Los reflectores de televisión
sólo iluminan el discurso oficialista,
y dejan en las sombras las manos
sucias del funcionario,
y los garfios hambreadores del capitalista.
Y pasan los días,
y los reflectores se marchan,
se cambia de ropa el gobernador,
el patrón se desayuna,
cuenta entre risas sus millones,
otras son las principales noticias,
las ojeras de una madre se profundizan
entre flores que van perdiendo sus colores.
Fugas de gas metano,
aire caliente,
no hubo tiros de ventilación,
ni cuerdas de vida.
65 mineros sepultados.
Febrero 19, 2006.
Pasta de Conchos, Coahuila.
Por un pedazo de carbón
quieren cambiarnos los cuerpos
que no rescataron.
Y a la niña se le deposita el dolor en el pecho,
y al trabajador de la mina,
la hulla se le esparce en el pulmón.
Pero no culpes a la tierra,
hermana, hijo, madre, anciana…
No fue ella quien se los tragó.
No culpes a la tierra,
esposa, hija, padre, anciano…
No fue ella quien los devoró:
su cuerpo quedó sepultado
en la tumba siniestra de la explotación.
EL
CORAZÓN DE LA POESÍA
«Y me
llamarán el escrutador.
El más
apto para ser odiado.»
ROQUE
DALTON
El corazón de la poesía es el fuego,
donde la llamarada fuertes ligaduras
de alma apareja;
la palabra que, aunque parezca,
nunca solitaria late.
Sobre un roquedal, la iguana,
de boca a boca compartida,
lengua de volcán bramante.
A ras de tierra, el corazón de la poesía es
el amor, no la conquista.
El agua es el
corazón.
Néctar que bosquejó en las rocas sus caprichos.
Tierna y apacible, manantial;
excitada y colérica, tormenta;
menstruo de la tierra, cenote;
esperma de montaña, cascada.
Cellisca contra el acantilado, Tulum,
río subterráneo.
A ras de tierra el corazón de la poesía es
sudores, no esclavitud.
El viento corazón es
cuando acaricia de la noche el rostro,
si mariposas traslada en la membrana.
Canto de cenzontle en la revuelta,
flor, susurro y profundidad del caracol,
una congoera que dibuja el sonreír de la mañana.
A ras de tierra el corazón de la poesía es
caricia, no propiedad privada.
Corazón, la tierra es
sinuosa, plagada de rugosidades y desvelos.
Cuando de maíz el vientre le crece;
selva, fascinación y misterio es;
si el arco iris sobre su faz las huellas deja;
la sierra que reverdece la alegría,
tendón, barro, colores.
A ras de tierra el corazón de la poesía es
entraña, no una mercancía.
La sangre es
derramada en dolorosos partos,
para despeñar lo que arriba anda sin ser por naturaleza ave;
donde no es alimento de dioses y mortales es,
si a la historia fecundiza,
aferrada a la vida con ansia.
Sangre a ras de tierra, incluso la muerte,
el corazón de la poesía es
hacer el amor con la esperanza.
PARTO INCONCLUSO
Una noche quise medir sílabas…
Juro que intenté: una, dos, tres, cuatro…
y luego…
Tropecé con cordilleras,
y estaban emponzoñadas con campos
de entrenamiento para asesinos
De tu miseria se alimentaron, Honduras,
oligarcas artillados, ejecuciones selectivas,
torturas
sistemáticas…
y tus fértiles llanuras, acorazado del terror.
¿Cómo hacer un verso?
Sí, arrasaron tu tierra ardores y desolación;
alas de quetzal mutilado eres, Guatemala.
Agua Fría, Panzós, Río Negro, Xeatzán.
Tortura y alarido y cuerpo desfigurado y violación…
etnocidio.
¿Un verso? ¿Cómo?
Si la carne se incrustaba entre púas de alambre.
Es tu corazón río ametrallado, El Salvador.
Mozote, Sumpul…
y la entraña de mujer cercenada y los lamentos
y triturada la lengua de hombre… y la impunidad.
¿Se podrán rimar los endecasílabos?
Cuando azotaban a manera de escalpelos voraces,
te caminaba esperanza entre la hemorragia, Nicaragua.
“contras”, boicot a las cooperativas,
atabales y sonajas saqueadas,
cuerda de ñambar hecha carbón…
Apuñalaron por la espalda a la alegría.
Intenté contar, ¡lo juro!
Una noche quise del amor hacer soneto,
ni siquiera esperaba que fuera demasiado hermoso,
demasiado
bueno,
pero las selvas… flageladas, sangrantes.
Una noche quise...
Y la montaña zaherida, moribundo el bosque.
Lo intenté, ¡juro que quise hacerlo!
Pero… la habilidad malograda.
Nunca concluí.
Y las brasas estaban ardiendo,
y no faltaba el amor.
Lo impidieron las lágrimas por el dolor
de las páginas que de la historia ojeaba,
hablaban del río sanguinolento
agredido
por tierra y aire;
de la cérvix de una niña violentada
por
un escuadrón de muerte,
de la arboleda que destrozó el paso
de
la extrema crueldad,
de la selva devastada, entristecida.
De la expoliación,
del mar destripado para quitarle el agua al pez,
del maíz que no germina en tierra
podrida
por «boinas verdes»,
del manantial envenenado,
de la ráfaga crepuscular…
de la noche.
Han sido las lágrimas,
y una habilidad que nació imperfecta…
o que no ha terminado de nacer…
como
nuestra alegría.
Eso es lo que lacera:
las contracciones tormentosas de un parto inconcluso.
Una noche quise hacerlo, ¡juro que intenté!,
un soneto de amor.
Pero se complicó el alumbramiento
y me despedacé contra algo
que
no puede medirse en sílabas,
sino en atrocidades:
“Operación
Centroamérica”. Made in USA.
SI PUDIERA…
«¡Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos.»
CÉSAR VALLEJO.
Quisiera hacerles el viento
de ese silbido que les explota la carne de maíz.
Quisiera hacerlas resbalar y juguetear entre la hierba
de ese desplome contra las piedras.
Quisiera hacerles de guacamaya de fuego el vuelo
de ese calor que, calcinante, recorre los huesos.
Quisiera hacerles de flor de amaranto un beso.
Pero no es el viento, ni la hierba, ni el calor de un equinoccio…
Es fuego nutrido, tiro en la nuca, incendio,
tierra arrasada.
De la muerte el beso.
Ha vuelto el paramilitar.
Ha vuelto.
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