HE AMADO AL TIEMPO
He amado al tiempo por miedo a perder mi vida,
he dormido en sus agujas
aun sin comprender el porqué de sus actos
irreversibles y egoístas.
He aprendido que el tiempo es un arma
que a poco mata,
pero que jamás podrá matar mi memoria
ni la inmensidad del cielo.
He contemplado en soledad
las estrellas en el eterno cielo,
siendo el tiempo mi única compañía,
y me ha enseñado con el tiempo
que venimos a este mundo únicamente a aprender.
Que las verdaderas amistades
perduran como la estadía del tiempo en el mundo,
como el movimiento de las nubes
y el extenso cuerpo del inalcanzable horizonte.
Que al amor, aunque duela,
jamás se lo abandona por miedo a la soledad.
Y a veces, por costumbre, a amar
uno se termina aferrando a una irrealidad.
Que la palabra es el comienzo
de un nuevo camino
y nuestro andar, el anhelo de lograr
lo propuesto.
Que la felicidad perdura
al igual que la tristeza y la sabiduría nace
después haber vivido
la estadía que el tiempo nos ha ofrecido.
Y, aunque el tiempo
se adueñe de mi juventud como la oscuridad de la luz,
me confesó que el futuro no existe,
tan solo es un nuevo presente.
AMIGA SOLEDAD
Amiga soledad,
de tanto andar y andar,
he soltado tu mano.
Ya lejos de mis lágrimas sobre el vino
y la inmensidad del cielo,
abrigando mi demacrado cuerpo sobre el olvido,
encontré el camino
al descubrir la esencia de mi alma, su sonrisa.
En el amanecer
de su belleza, me vi renacer.
La calidez de sus labios
desnudaron mi boca
de aquellas desconsoladas frases
que tú escuchabas
cuando vagaba ebrio de tristeza
junto al sufrimiento.
Tú, amiga de siempre,
oyente de mis penas.
Hubo veces que me he reflejado en el mundo,
no en su grandeza, sino en su angustia,
porque, aunque viva
rodeado de visitantes,
aún siente aquella soledad
que, desde que abrió los ojos, quiso borrar.
Amiga soledad,
mi presente es amar,
sonreír, pero no olvidar.
Siempre te recordaré
cuando contemple
las hojas marchitas,
caer de los árboles
muertas de esperanzas.
ENCIERRO
La que grita es mi alma,
desde mis ojos expresa su dolor,
y aquellas lagrimas
que siento caer sobre mis mejillas
son parte de su desesperación
de no poder sentir ya las radiantes caricias
del sol sobre su cansado rostro.
Nadie sabe
lo que es el encierro,
ni el tiempo que mata mi vida,
ni la oscuridad que cegó mi esperanza.
Nadie le dijo a Dios
que mi vida sin ella
es un continuo silencio.
Aquella felicidad
que, desnuda frente a mí,
despertó en mi jovial edad
aquel bello amanecer
pintado por los cantos de su boca,
que antes fue
un paisaje frío y callado.
Ahora es solo un recuerdo,
un vacío sin final,
donde me encuentro impotente,
consumido por la locura y el llanto,
abrazado al sufrimiento,
añorándola entre cada respiro,
deseando volver a sentirla.
A veces pienso
que, aunque vivamos
rodeados de personas,
el mal más grande
es la soledad,
y es tanto dolor
que se rinden antes de aprender a amar.
Yo supe qué es amar,
amé, sentí y viví.
Pero tuve que
aprender, en contra
de mi voluntad,
a soltarla, a perderla,
pero jamás olvidarla.
DESPEDIDA
El cielo que nos contemplo callará,
y el viento que sentía
sobre mi rostro se olvidará de mí
para seguir siendo el consuelo de otra soledad.
Miraré los arboles ya marchitos,
esos en donde tú te escondías, hijo mío,
y los comprenderé, me reflejaré en ellos,
tal vez porque ya sea viejo y esté solo.
Solo, nostálgico, recordando
con el tiempo que se escapa de mis manos.
Me consolarán y reiremos
para olvidar por un momento las lágrimas
que fueron un desahogo en el silencio
y no admitir que ya ninguno se puede oír.
Contemplaré la luna,
y me sentiré cada vez
más ínfimo en el mundo.
Pero ya no importa,
porque aquella luna
vio el mundo sobre mis manos,
la felicidad recostada en mis brazos,
aquel nuevo comienzo,
un tibio y eterno amanecer,
tu nacimiento, hijo mío.
Caminaré por las calles
y daré la vuelta en aquella plaza
vacía de verde y sonrisas,
donde diste tus primeros pasos hacia mí
creciendo en la ingenuidad,
brindándome tantas alegrías
sin pedir nada a cambio.
Me sentaré sobre aquel banco arruinado
y dormiré recordando
el suave sonido de tu voz cantándome.
El dolor atormentará mi alma
cuando le hable a mi sombra
de nuestra primera discusión.
Ya ni recuerdo por qué,
pero tus gritos se reflejaban en mis lágrimas
que, a escondidas, huían de mis ojos,
para no ser menos ante ti.
Sentía tu dolor,
veía las dudas cargadas sobre tus hombros.
Eras un adolescente
perdido en una sociedad ya perdida, sin rumbo,
de caminantes que se rendían
antes descubrir su camino.
Las últimas fotos que veré
serán las del casamiento con tu primera novia,
porque luego el destino te arrancará de mi vida
sin pedir permiso y sin sentir lástima
de un alma que aún pide a gritos el amor de su hijo.
Tanto tiempo brindando amor
para luego descubrir que es solo un recuerdo.
Hijo mío,
cuando leas esto,
por favor, no llores
no brindes tu tristeza
a lo que ocurre porque debe ocurrir,
y, aunque el dolor oscurezca tus ojos,
no permitas que ciegue tu razón.
Yo estaré volando más allá de tus ojos,
seré la energía que te despierte cada día.
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