N.º 77

JULIO-SEPTIEMBRE 2012

6

  

  

   

   

   

   

   

HE AMADO AL TIEMPO

   

Por Maximiliano Brasla

   

   

   

HE AMADO AL TIEMPO

     He amado al tiempo por miedo a perder mi vida,

he dormido en sus agujas

aun sin comprender el porqué de sus actos

irreversibles y egoístas.

 

     He aprendido que el tiempo es un arma

que a poco mata,

pero que jamás podrá matar mi memoria

ni la inmensidad del cielo.

  

     He contemplado en soledad

las estrellas en el eterno cielo,

siendo el tiempo mi única compañía,

y me ha enseñado con el tiempo

que venimos a este mundo únicamente a aprender.

 

     Que las verdaderas amistades

perduran como la estadía del tiempo en el mundo,

como el movimiento de las nubes

y el extenso cuerpo del inalcanzable horizonte.

  

     Que al amor, aunque duela,

jamás se lo abandona por miedo a la soledad.

Y a veces, por costumbre, a amar

uno se termina aferrando a una irrealidad.

  

     Que la palabra es el comienzo

de un nuevo camino

y nuestro andar, el anhelo de lograr

lo propuesto.

  

     Que la felicidad perdura

al igual que la tristeza y la sabiduría nace

después haber vivido

la estadía que el tiempo nos ha ofrecido.

  

     Y, aunque el tiempo

se adueñe de mi juventud como la oscuridad de la luz,

me confesó que el futuro no existe,

tan solo es un nuevo presente.

  

   

                    

                    

   

  

AMIGA SOLEDAD

     Amiga soledad,

de tanto andar y andar,

he soltado tu mano.

Ya lejos de mis lágrimas sobre el vino

y la inmensidad del cielo,

abrigando mi demacrado cuerpo sobre el olvido,

encontré el camino

al descubrir la esencia de mi alma, su sonrisa.

  

     En el amanecer

de su belleza, me vi renacer.

La calidez de sus labios

desnudaron mi boca

de aquellas desconsoladas frases

que tú escuchabas

cuando vagaba ebrio de tristeza

junto al sufrimiento.

  

     Tú, amiga de siempre,

oyente de mis penas.

Hubo veces que me he reflejado en el mundo,

no en su grandeza, sino en su angustia,

porque, aunque viva

rodeado de visitantes,

aún siente aquella soledad

que, desde que abrió los ojos, quiso borrar.

  

     Amiga soledad,

mi presente es amar,

sonreír, pero no olvidar.

Siempre te recordaré

cuando contemple

las hojas marchitas,

caer de los árboles

muertas de esperanzas.

  

   

                    

                    

   

  

ENCIERRO

     La que grita es mi alma,

desde mis ojos expresa su dolor,

y aquellas lagrimas

que siento caer sobre mis mejillas

son parte de su desesperación

de no poder sentir ya las radiantes caricias

del sol sobre su cansado rostro.

  

     Nadie sabe

lo que es el encierro,

ni el tiempo que mata mi vida,

ni la oscuridad que cegó mi esperanza.

Nadie le dijo a Dios

que mi vida sin ella

es un continuo silencio.

  

     Aquella felicidad

que, desnuda frente a mí,

despertó en mi jovial edad

aquel bello amanecer

pintado por los cantos de su boca,

que antes fue

un paisaje frío y callado.

  

     Ahora es solo un recuerdo,

un vacío sin final,

donde me encuentro impotente,

consumido por la locura y el llanto,

abrazado al sufrimiento,

añorándola entre cada respiro,

deseando volver a sentirla.

  

     A veces pienso

que, aunque vivamos

rodeados de personas,

el mal más grande

es la soledad,

y es tanto dolor

que se rinden antes de aprender a amar.

  

     Yo supe qué es amar,

amé, sentí y viví.

Pero tuve que

aprender, en contra

de mi voluntad,

a soltarla, a perderla,

pero jamás olvidarla.

  

   

                    

                    

   

  

DESPEDIDA

     El cielo que nos contemplo callará,

y el viento que sentía

sobre mi rostro se olvidará de mí

para seguir siendo el consuelo de otra soledad.

  

     Miraré los arboles ya marchitos,

esos en donde tú te escondías, hijo mío,

y los comprenderé, me reflejaré en ellos,

tal vez porque ya sea viejo y esté solo.

Solo, nostálgico, recordando

con el tiempo que se escapa de mis manos.

     Me consolarán y reiremos

para olvidar por un momento las lágrimas

que fueron un desahogo en el silencio

y no admitir que ya ninguno se puede oír.

  

     Contemplaré la luna,

y me sentiré cada vez

más ínfimo en el mundo.

     Pero ya no importa,

porque aquella luna

vio el mundo sobre mis manos,

la felicidad recostada en mis brazos,

aquel nuevo comienzo,

un tibio y eterno amanecer,

tu nacimiento, hijo mío.

  

     Caminaré por las calles

y daré la vuelta en aquella plaza

vacía de verde y sonrisas,

donde diste tus primeros pasos hacia mí

creciendo en la ingenuidad,

brindándome tantas alegrías

sin pedir nada a cambio.

     Me sentaré sobre aquel banco arruinado

y dormiré recordando

el suave sonido de tu voz cantándome.

  

     El dolor atormentará mi alma

cuando le hable a mi sombra

de nuestra primera discusión.

     Ya ni recuerdo por qué,

pero tus gritos se reflejaban en mis lágrimas

que, a escondidas, huían de mis ojos,

para no ser menos ante ti.

     Sentía tu dolor,

veía las dudas cargadas sobre tus hombros.

     Eras un adolescente

perdido en una sociedad ya perdida, sin rumbo,

de caminantes que se rendían

antes descubrir su camino.

  

     Las últimas fotos que veré

serán las del casamiento con tu primera novia,

porque luego el destino te arrancará de mi vida

sin pedir permiso y sin sentir lástima

de un alma que aún pide a gritos el amor de su hijo.

     Tanto tiempo brindando amor

para luego descubrir que es solo un recuerdo.

  

     Hijo mío,

cuando leas esto,

por favor, no llores

no brindes tu tristeza

a lo que ocurre porque debe ocurrir,

y, aunque el dolor oscurezca tus ojos,

no permitas que ciegue tu razón.

     Yo estaré volando más allá de tus ojos,

seré la energía que te despierte cada día.

   

   

   

   

     

Maximiliano Gastón Braslavsky (Buenos Aires, 1992). Visitador médico de profesión y entusiasta  de los relatos y poesías.

Como medio propio de divulgación de su obra creativa, ha creado el blogspot titulado «TRANSITANDO RECUERDOS», escaparte al mundo de sus creaciones más recientes.

Su creación lírica ha sido reconocida con la concesión del Premio a su poema Sobreviviendo al Recuerdo en el «V Concurso Literario Scholem Aleijem 2010 - Bicentenario».

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año XI. II Época. Número 77. Julio-Septiembre 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 Maximiliano Gastón Braslavsky. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.