El hombre cansado de amar
El hombre cansado de amar
a quien no le corresponde
decide ahogarse en el mar acrecentado por sus lágrimas
que desconocen la clave del olvido
sobre un amor que jamás fue compartido
y se lamentan en el anhelo
de querer ser amado en un pasado ya muerto.
En su infortunio una mujer
se escabulle en el osco recoveco de su lánguida alma
que padece de temor ante su llegada.
Sus ojos atónitos resaltan sobre su marchito rostro
y sus coléricos labios vociferan:
«Eres
tú a quien siempre he amado
y por el hecho de decidir caminar
ciego a tu lado desconocí tu identidad.
Fuiste tan deseada por mis labios
que si besarte hubiese sido un castigo,
mil azotes hubiese recibido.
Fuiste de mis lánguidas piernas
el recorrido más extenuante
y, a su vez, de mayor satisfacción;
pero fuiste de mi mente una interrogación
que me carcomía en las noches oscas,
penetradas por tu perturbadora y silenciosa mirada,
que dilataban aquella duda.
¿Realmente tu imagen de perfecta Venus
era captada por los transeúntes,
o solo era mi imaginación que en los desvelos te creo
a partir de mi desesperación
y el anhelo de asesinar los pensamientos,
que acrecentaron la fealdad
por sobre el sentimentalismo en mi interior?
Y la respuesta al verte, querida mía,
conlleva a otra pregunta de mis tantos desvaríos:
¿quién, bajo el dominio de su sensatez,
podría creer que mi primera mujer fuese la soledad?»
La duda
Ya lejos de mi casa
la nostalgia me sucumbe,
me penetra como la duda
que anhela saber si el camino elegido es el correcto
o tal vez solo se aferra a un deseo que no es suyo;
como el aire que dejo de acariciarme la nuca,
y aquella sonrisa que murió cuando partí
dejando solamente el rastro de lo que fue
en aquellos fríos y muertos labios que alguna vez bese.
La duda, la costumbre, el miedo y el recuerdo
me impiden ver más allá, y lo sé,
sé que hay un mundo más grande que el mundo mismo,
donde habitan los sueños,
aquel que solo muere por la cobardía
y la falta de fe en uno mismo.
¿Por qué dudo de mis palabras
y mato el anhelo de mi futuro,
huyendo del presente que deseo vivir,
siendo solo un alma muerta, errante,
en un cuerpo que ya no me pertenece
sino que es solo el abrigo de un fracaso?
Hice mi elección,
dormir sin tener sueño,
sin un propósito que me despierte al día siguiente,
en la oscuridad que intenta calmar mi llanto
el cual ya no diferencio de la lluvia
que jamás acabara,
que jamás vera en mí la vida,
solo sentirá el vació de alguien
que alguna vez se sintió tan inmenso y profundo como el cielo
e intenta alcanzar lo que alguna vez tuvo la oportunidad de tocar.
Dejaré mi cielo en tus manos
Dejaré mi cielo en tus manos
aquella confianza
que nos brindo el tiempo y la vida,
siendo tu mi lápiz y enseñanza
donde nacen mis ideas y duerme mi alma.
Caminaré por tu camino
pensando en nuestro presente;
pero asimismo en la primera vez que abrí los ojos
y decidí existir para descubrir la felicidad,
en aquel sublime beso
que alumbro la oscuridad en donde me refugiaba
y solía ser el esclavo de mi propia frustración.
Sabré que tu alma pura,
ave que nunca cesa de volar
y de regalarme la felicidad con tanta simpleza
me reinvento,
logrando convertir mis gritos en la sonrisa que desconocía
y ahogando el odio que llegue a tenerme
en la alegría de poder crear mi presente.
(Tanto tuve que lo lamía de mis labios golpeados
para que no escapara. Me había acostumbrado a sufrir
conocía hasta su gusto amargo
y su apariencia rojiza y muerta,
al igual que su creador.)
Nunca dudare de mi amor hacia ti
porque en las mañanas
al despertar lo primero que oigo
es el viento susurrar tu nombre al pasar por mis oídos,
y contemplo el mar que nace en tus ojos al sollozar de risa
mientras me pierdo en el más bello camino, tu sonrisa.
Poesía
Poesía, universo no descubierto
alma perdida, embriagada, una errante
buscando inspiración en los restos de alcohol
siendo observada por indiferentes a la inspiración.
El cielo calla y la luna murmulla tu nombre
Poesía
―replica
sollozante―.
Conoce lo que el ojo humano desconoce,
tus palabras, la mágica sensación de crear
desde un puñado de letras
lo que Dios creo, poesía.
Los árboles aun duermen
tan sabios que no les hace falta andar
para ver más allá,
para comprender la soledad del horizonte
que derrama una lágrima
perdida en el llanto del cielo
y para saber escribirte.
El mar embriaga la arena,
con sus caricias que huyen indecisas;
pero regresan porque la anhelan,
la necesitan tanto como yo a ti poesía
como una sonrisa después de tanta angustia.
Poesía,
quien te sabe escribir
aguarda pensante,
con el tiempo en sus manos,
a que las justas palabras
puedan crear un pensamiento
que muchos desconocen,
pero que, al entender,
conocen el alma del que lo escribió.
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