Memorias anacrónicas
A través de aquellos lapsos tan perpetuos
deambulaba sin ti mi esencia.
Soñaba, otra vez, la imaginación despierta,
y mientras… mis pensamientos más esenciales
se batían en duelos de desafíos casi eternos.
Y desde allí, mi ser, en tu ausencia,
dibujaba con retales olvidados imprecisos recuerdos,
y mi cuerpo inquiría insaciable perdurables presencias
de aquellas… nuestras memorias anacrónicas que nunca existieron.
Y ahora, desde esta estúpida realidad,
me rebelo al abrir los ojos cada mañana,
porque no sé ya sentir más allá de ti y de mí
y no te encuentro cada maldita aburrida tarde,
allá donde el crepúsculo no alcanza…
Porque, sin saberlo, te soñé tan cerca
entre aquellos desdibujados trazos,
entre aquellos ya sin-recuerdos vividos,
entre aquella no-memoria olvidada.
Y fue entonces cuando aprecié
que ya no me faltaba el valor
y sentí que mi lucha interior había ganado
luchando apuestamente en aquella quimérica batalla,
desafiando así los empeños de aquel inesperado destino.
A veces
A veces, solo a veces, cuando pienso en ti y no estás,
me gustaría unirme a un vuelo de ánades,
esas veces surcaría llanuras y cerros,
pueblos castizos, suburbios de grandes ciudades,
ensanches de urbes, emporios de grandes capitales…
todo ese nuestro mundo, con tal de encontrarte.
Pero si de repente no te hallase,
desde esa mi alevosa soledad,
te juro que no huiría,
porque prefiero vivir buscándote
que resistir al cautiverio de estos sentimientos
de nostalgia de ser amado resentido…
Otras veces…
se apodera de mí un dolor poco inteligente,
porque no me deja existir y me oprime ahí,
donde no corresponde a un dolor cualquiera…
pero, a veces, cuando no me mata, sobrevivo a él.
Y es esas veces…
cuando me mata la añoranza,
deseos de anhelo de eso que tal vez nunca llegará…
eso que se sugiere a veces,
y otras… claramente se deja entrever.
Esas veces, sobrevivo por una pasión subliminal
que me alimenta como fugaz consuelo
siempre inesperada, enaltecida y fresca,
por esa, tu-mi pasión,
que sin elegirla, como no se elige el amor,
y no solo a veces,
hoy por ti siento.
Ardiente deseo
Tersa dulzura la que infundas,
al paseo de mis dedos por tu dulce piel
que dibuja caricias tornándose en recurrentes besos
arrinconando en el camino casuales dudas.
Antorcha del pensamiento
que hace prender la silenciosa hoguera…
Y donde al alba no quedan cenizas,
se mantiene ardiente tu calor,
férvido en mi recuerdo,
ardiente poder de mi consuelo
y manantial de este amor.
Sublime bálsamo si al atardecer te tengo
llama incandescente…
Origen en mis sueños de mi vigor y celo,
cuando cada noche te sueño presente
y al frío despertar no te encuentro…
No me arrepiento
(Acróstico)
Nunca me gustó invertir en quimeras,
Olvidando mis razones entonces
Me adentré en el mundo de los sueños
Encontrando un camino perfecto
Al que nos llevaba aquellas insólitas circunstancias…
Rompí sin pensar todos los moldes y
Respetando caprichos del tiempo…
Esperé día tras día una señal
Pidiendo que también fuese un deseo…
Intenté por todos los medios
Encontrar la puerta que lleva al olvido.
No entiendo por qué la cerraste, pero
Tus razones hicieron entonces
Olvidar que no hay historias imposibles…
Soria
Pardas llanuras sin sombra
las que un día distinguieron
atravesar legendario Caballero.
Su camino ahora inhóspito si llega el crepúsculo,
sombras desdichadas en la noche
desde que el Hidalgo Caballero sufrió su destierro.
Milenarias piedras descubriendo el Duero,
imperturbable invierno y ardiente verano soriano,
arcos y piedras milenarios…
Meseta de vientre trigueño
y otoños largos…
Soria, tierra de poetas enamorados.
Pueblos casi desiertos,
y esquinas con nostalgias
de besos robados un verano,
de piedras con tanta pena
de que el agua no roce su rostro cansado.
Estepa soriana,
caminos solitarios donde no quiere sucumbir la muerte,
de cañones que A-Soman en tonos rojizos al sol
de auroras con niebla enrarecida;
soplos del cierzo que lustran tus vetustas piedras.
Soria, donde los originarios atesoran
infinidad de costumbres calladas
al áspero rocío en la mañana,
mientras avisa el reloj al tañer las campanas,
cuando apenas hay un halo de luz deshilachada.
Así despierta Soria alborada…
sin tristeza en los ojos,
porque, durante la noche,
el dolor de sus amores colmaron su alma.
Y tanto anhelo persiste en su ser,
rivalidad de todas las damas,
porque si Soria fuese mujer,
siempre sería amada.
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