«Porque eso,
tu toque,
Diego, tu
toque,
era como un
fino
cuchillo
que, con
desgarrada
fuerza,
abriendo un
surco en el
pecho,
hasta el
corazón
penetra.»
EL POETA DE
ALCALÁ
n todas las
facetas del
arte hay
figuras que,
por su obra
y por su
personalidad,
pasan a
convertirse
en mitos.
Así ocurrió
con Camarón
o Antonio
Mairena en
el cante y
con Niño
Ricardo o
Diego del
Gastor en el
toque. En el
mundo de la
guitarra
flamenca,
cuando
alguien dice
Diego,
tampoco hace
falta añadir
más, todos
entienden
que se
refiere a
Diego del
Gastor.
Diego del
Gastor tenía
una
personalidad
tan especial
que hace que
no podamos
encasillarlo
en ningún
grupo; la
independencia
de su toque
era tal que,
al igual que
su guitarra,
le hace
marginarse
de su propia
voluntad del
mundo
comercial
del
flamenco.
Diego del
Gastor fue
un tocaor
pa cantar.
Uno de los
mejores
tocaores pa
cantar
que se ha
dado en toda
la historia
del
flamenco. Y,
por supuesto
y sin
discusión,
el más
personal, el
que más
sello propio
tenía.
Infancia y juventud
Diego Flores
Amaya,
conocido
como ‘Diego
del Gastor’,
nació en el
malagueño
pueblo de
Arriate un
15 de marzo
de 1908, en
una
posada que
existía en
la calle
Ronda,
número 22,
frente a la
antigua
plaza de San
Juan
Bautista,
conocida
popularmente
como La
Plazoleta, y
hoy llamada
plaza de
José Díaz
Mena.
Solía decir
que su
madre,
Bárbara,
empezó el
parto en
«caravana
bajo las
estrellas»,
y es que su
padre, Juan,
era tratante
de ganado,
oficio que
le obligaba
a ir con la
familia de
feria en
feria, y, de
camino a la
feria de
Ronda,
pernoctando
precisamente
en Arriate,
tuvo lugar
el natalicio
del pequeño
Diego.
Según
contaría
luego el
propio
Diego, lo
bautizaron
en Ronda y
su bautizo
duró cinco
días,
pasados los
cuales, y
tras
inscribir al
niño en el
registro
civil de la
‘Ciudad del
Tajo’ (por
eso que en
su DNI
aparezca
Ronda como
su lugar de
nacimiento),
la familia
Flores
regresa a
Arriate,
donde vivía
realmente.
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Diego del Gastor y Joselero de Morón en una de sus intervenciones. |
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Hacia 1912,
cuando el
pequeño
Diego
contaba aún
4 años de
edad, la
familia se
traslada a
vivir a El
Gastor,
pueblo
enclavado en
la Serranía
de Ronda
pero
perteneciente
a la
provincia de
Cádiz, que,
por su
estratégico
emplazamiento
en un
altozano, es
conocido
como el
‘Balcón de
los Pueblos
Blancos’.
Aquí residen
hasta que,
en 1923, se
mudan a
Morón de la
Frontera, en
la provincia
de Sevilla.
El padre era
un tratante
que se había
ganado a
pulso la
buena
reputación
que tenía en
la zona y su
influencia
en este tipo
de mercadeo
era de todos
conocida por
sus negocios
siempre
honestos, lo
que, sin
lugar a
dudas,
redundó a
favor del
bienestar de
la familia,
que gozaba
de una buena
posición
económica.
Sus inicios
con la
guitarra
Durante la
etapa de
principios
de los años
20, Diego,
al igual que
sus dos
hermanos,
vive
dedicado a
ayudar al
padre en el
negocio
familiar.
Fueron su
padre y su
hermano Pepe
quienes lo
inician en
el mundillo
de la
guitarra,
dándole
durante tres
años
nociones de
solfeo,
pero, al
final,
abandona los
estudios y
continúa el
aprendizaje
de forma
autodidacta.
En una
entrevista
que le
hicieron en
la serie
televisiva
Rito y
Geografía
del Cante,
que TVE
emitió entre
los años
1971-1973,
el ya
prestigioso
guitarrista
reconocía
que esos
estudios le
sirvieron
mucho, pero
que el tocar
flamenco iba
por dentro,
que la
guitarra
había que
sentirla en
el cuerpo y
el alma, y
eso no se
adquiría con
estudios.
En 1928, su
padre le
pudo costear
el permiso
que le
libraría de
la
prestación
del servicio
militar
obligatorio.
Por los años
30, ya
establecido
definitivamente
en Morón,
empieza a
introducirse
de lleno en
el mundo del
flamenco de
la mano del
guitarrista
José Naranjo
como maestro
y gracias a
su amistad
con
cantaores
reconocidos,
como Perrate
de Utrera y
Joselero de
Morón,
casado este
último con
su hermana
Amparo, a
los que
llega a
tocarles en
muchas
ocasiones.
Es evidente
que la
tradición
guitarrista
que había en
Morón,
dejada por
‘tocaores’
como José
María
Álvarez
(Niño de
Morón), Pepe
Mesa y Pepe
Naranjo,
ejercieron
una notable
influencia
en Diego del
Gastor. Esta
tradición,
enriquecida
con el
natural
talento
musical que
aportaba
Diego, daría
lugar a la
llamada
«Escuela de
Morón», que
se
caracterizó
por la
simpleza
técnica de
su toque,
basada en el
pulgar y el
alzapúas.
Cuando tiene
lugar el
Alzamiento
Nacional
protagonizado
por el
general
Franco en
1936, el
joven
guitarrista
es detenido
por las
fuerzas
nacionales,
si bien es
puesto en
libertad sin
cargos a los
veinte días.
Con
posterioridad
a este
incidente,
Diego estuvo
haciendo una
pequeña gira
artística
con Manuel
Vallejo,
pero las
continuas
discusiones
entre ambos
desembocaron
en su
interrupción.
Trayectoria
artística
Desde los
primeros
años de su
vida
artística,
Diego seguía
las
actuaciones
de los
grandes
guitarristas
de la época;
en especial,
seguía con
adoración a
dos figuras:
Niño Ricardo
y Ramón
Montoya eran
sus ídolos
en el manejo
artísticos
de la
guitarra.
Los
escuchaba
con
adoración, y
se empapaba
como una
esponja de
los acordes
de sus
guitarras.
Sin
embargo, y
paradójicamente,
nunca se
atrevió a
dirigirse a
ellos: tal
era su
timidez y
tal era la
adoración
que sentía
por el arte
de estos
guitarristas.
La
trayectoria
artística de
Diego del
Gastor no la
encontramos
en grandes
festivales
ni en
grandes
teatros. Su
arte se
desarrolla
principalmente
en reuniones
de cabales,
y sus
actuaciones
en público
son
esporádicas
y por
razones de
compromiso.
Sin embargo,
todos los
que se
acercaron a
su obra
coinciden en
señalar que
creó una
escuela de
toque
profundamente
jonda,
intuitiva y
personalísima;
ciertamente
un poco
limitada en
su
repertorio,
pero siempre
pletórica de
desbordante
inspiración.
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Diego no tocaba para bailar en un típico cuadro flamenco de local y, menos, para dar un recital de una hora. Lo que a él le gustaba era esa intimidad de los cabales, donde la magia del arte flamenco florece espontáneamente. |
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Diego no
tocaba
para bailar
en un típico
cuadro
flamenco de
local y,
menos, para
dar un
recital de
una hora. Lo
que a él le
gustaba era
esa
intimidad de
los cabales,
donde la
magia del
arte
flamenco
florece
espontáneamente,
donde el
olor a
puchero y a
mosto se
impregnaba
en la ropa y
donde
pasaban dos
noches
enteras
antes de
salir. En
ese ambiente
no cabe el
engaño; solo
la entrega,
el toque, el
cante y el
baile por
derecho.
En esas
reuniones le
tocaría a
muchos
cantaores,
como a
Perrate y
Joselero, o
a su gran
amiga
Fernanda de
Utrera, la
cual, en el
número 72 de
la revista
El Candil,
diría de él
que «Diego y
yo
formábamos
la pareja
que mejor se
han
compenetrado
en el
flamenco.
Cada uno
estaba
enamorado
del arte del
otro. Yo era
las cuerdas
de su
guitarra y
él la queja
de mi voz.
Nadie ha
sabido
arrancar lo
que yo llevo
dentro como
Diego el del
Gastor.
¡Viva Dios y
Diego del
Gastor!».
El arte
jondo que
nacía de sus
dedos
El toque de
Diego no se
basaba en la
rapidez, su
toque no era
comercial;
era un toque
primitivo
que
expresaba lo
jondo que
nacía de sus
dedos de
manera
espontánea y
que
acompañaba
al cantaor
convirtiéndose
ambos en una
sola cosa.
Así lo
detalla el
flamencólogo
Francisco
Ayala: «El
toque de
Diego
contiene más
alma —más
duende— que
el toque de
cualquier
otro
guitarrista
flamenco hoy
día. Diego
no se
adhiere a la
corriente
moderna de
la velocidad
y el
lucimiento
personal,
admitidamente
necesario
para
aquellos que
deben
competir en
el ambiente
comercial
del
flamenco.
Por el
contrario,
retiene
tenazmente
la sencillez
de los
tiempos
pasados,
antes de que
la guitarra
flamenca se
convirtiera
en un
instrumento
de
virtuosismo,
cuando
todavía era
fundamentalmente
un medio
genuino y
primitivo de
expresar lo
hondo […].
Otras
facetas que
contribuyen
a la
grandeza del
toque de
Diego son su
exquisito
talento para
acompañar el
cante y el
hecho de que
mucho del
material que
toca es de
su propia
creación, el
cual, en la
actualidad,
forma el
núcleo de
una
auténtica
escuela y
estilo […].
Diego posee
el corazón y
el talento
de
convertir,
incluso la
falseta más
anodina, en
una red que
va tejiendo,
hasta
capturar la
más pura
expresión de
un arte, que
no es
simplemente
un aluvión
de notas,
sino una
expresiva
combinación
de música y
alma».
Se cuenta de
él que ese
carácter
tímido que
lo
caracterizaba
afloraba
irremediablemente
cuando, al
final de las
pocas
actuaciones
en público
que hizo,
todo el
público
asistente se
levantaba
para
aplaudir;
como siempre
ocurría,
daba la
impresión de
que se
ocultaba
detrás de su
guitarra,
como
queriendo
dar a
entender que
él solo
hacía lo que
la guitarra
le decía.
Su
personalidad
Sin embargo,
esa especial
timidez suya
contrastaba
con un
carácter
fuerte, muy
personal, de
tal manera
que si
alguien o
algo no le
agradaba en
alguna
ocasión,
simplemente
se iba y no
tocaba.
Diego no era
un hombre de
negocios. Él
solo
necesitaba
lo
imprescindible
para la
comida, el
vino y el
flamenco.
Así, cuando
en 1941
muere el
padre, es
Diego quien
queda
encargado de
cuidar de la
hacienda
familiar.
Pero su poca
habilidad
para el
negocio hace
que el
dinero de la
familia
empiece a
menguar y
solo puedan
ser salvados
mediante la
venta de
algunas
propiedades
inmobiliarias
de la
familia.
Grabaciones
Desde sus
comienzos,
Diego no
gustaba del
aplauso y
del ruido;
él y su arte
solo
pertenecían
al silencio;
no le
seducían los
estudios de
grabación y
la
servidumbre
que
suponían, de
ahí que en
España no se
disponga de
una
discografía
catalogada,
como
corresponde
a un artista
de su
sensibilidad.
Con todo, al
final, el
ruido pudo
más y se
impuso sobre
aquel tímido
artista, y
son
incalculables
las cintas
que se
grabaron
durante sus
intervenciones
en reuniones
privadas,
realizadas
principalmente
durante la
época en que
colaboró con
el
norteamericano
Pohren, como
veremos más
adelante.
Estas
grabaciones
realizadas
con
magnetófonos
particulares
traspasaron
nuestras
fronteras y
se
esparcieron
por todo el
mundo en
forma de
copias
ilegales,
las más
veces de
poca
calidad, y
vendidas a
precios
desorbitados,
ya que eran
consideradas
como únicas.
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En la ‘Finca El Espartero’, además de hospedaje, se daban clases de guitarra y, de camino, se abría el paso a continuas fiestas flamencas para amigos, compañeros y paisanos suyos. |
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Con Diego
del Gastor
ocurrió,
pues, lo que
con muchos
otros
españoles de
cualquier
época. Se
dio la
paradoja de
que mientras
en Estados
Unidos se
escuchaban
con
adoración
los ecos de
su guitarra,
en España
era un
desconocido
para el gran
público.
No obstante,
y aunque no
existe una
compilación
antológica
cuidadamente
fiel de su
arte, en
España se ha
realizado
relativamente
reciente una
edición de
su toque,
con una
selección de
intervenciones
recogidas de
un disco
sencillo de
vinilo
publicado
anteriormente
con el
título de
Evocaciones,
y lo que se
ha podido
recuperar de
sus
actuaciones
gracias a
las
grabaciones
caseras
esparcidas
por medio
mundo. Hay
que citar
igualmente
su inclusión
en los dos
discos de
flamenco de
Fernanda y
Bernarda de
Utrera,
publicados
en el año
2000 con
título de
Cantes
Inéditos.
Un maestro
de
guitarristas
Desde 1953,
la base
aérea de
Morón de la
Frontera es
base militar
compartida
por el
Ejército del
Aire de
España y por
la Fuerza
Aérea de
Estados
Unidos. La
gran
proximidad
entre la
población y
el recinto
militar,
bien adobada
con la
natural
simpatía y
hospitalidad
de ser
andaluz,
propició que
muchos
estadounidenses
se
establecieran
y habitaran
en el pueblo
sevillano.
Uno de
ellos, Don
E. Pohren,
que
trabajaba
como
administrativo
en la base,
sintió arder
en sus
adentros la
llama del
flamenco la
primera vez
que tuvo la
oportunidad
de escuchar
una copla,
y, sin saber
cómo, se
dejó
arrastrar
pletórico de
entusiasmo
hacia ese
mundo.
Llevado por
una avidez
extrema de
conocer y
palpar la
esencia
misma del
flamenco,
leyó todo
cuanto caía
en sus
manos,
asistía a
todas
reuniones
flamencas
que pudo e
incluso se
inició en el
arte,
aprendiendo
a tocar, y
bien, la
guitarra.
En 1961,
tiene lugar
un hecho
decisivo en
la vida de
nuestro
biografiado:
el encuentro
entre Diego
y Pohren, un
encuentro
que marcaría
la vida del
guitarrista
andaluz y
que sería la
causa
inmediata de
que fuese
conocido
universalmente.
El evento
tuvo lugar
como sigue:
Pohren,
atraído por
la magia del
flamenco,
acudió a la
celebración
del «V
Potaje de
Utrera».
Allí, Diego
acompañaba
en el toque
los cantes
de Fernanda
y Bernarda
de Utrera.
La soleá de
Fernanda,
acompañada
por los
acordes de
Diego, en
esa
simbiosis
que los
convertían
en un solo
ser,
impresionó
tanto al
norteamericano
que, dos
días
después, fue
a buscarlo a
Morón.
La afición
de Pohren
por el
flamenco era
singular,
tanto que,
en 1964, le
había
llevado a
fundar en
Madrid el
‘Club de
Estudios
Flamencos’,
que
funcionaba
en los bajos
de ‘Los
Gabrieles’.
Y,
en 1965,
contando con
el aplauso
amistoso de
Diego y
otros
artistas,
decide
abrir, a las
afueras de
Morón, una
pensión a la
que puso el
típico
nombre de
‘Finca El
Espartero’,
donde,
además de
hospedaje,
se daban
clases de
guitarra y,
de camino,
se abría el
paso a
continuas
fiestas
flamencas
para amigos,
compañeros y
paisanos
suyos.
Muchos
fueron los
jóvenes
americanos
que se
dejaron ver
por aquella
pensión,
atraídos por
el tipismo
andaluz que
allí se
respiraba.
De la
organización
de estas
‘reuniones’
se encargó,
en muchas
ocasiones,
Diego, con
ayuda de sus
sobrinos
Juan y Paco.
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La soleá de
Fernanda,
acompañada
por los
acordes de
Diego, en
esa
simbiosis
que los
convertían
en un solo
ser,
impresionó
tanto al
norteamericano
que, dos
días
después, fue
a buscarlo a
Morón. |
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Es en esas
fiestas
de amigos en
las que se
hicieron las
grabaciones
privadas de
las que
antes hemos
hablado.
Desde luego,
mucho
contribuyó a
ello Pohren,
quien,
eclipsado
por Diego y
el flamenco,
escribe dos
libros sobre
el tema; el
primero,
The Art of
Flamenco,
no solo tuvo
un gran
éxito en
Estados
Unidos, sino
también en
Canadá,
Australia,
Nueva
Zelanda,
Japón,
Inglaterra y
Francia; y
el segundo,
Lives and
Legends of
Flamenco,
tuvo aún más
repercusión.
Tal fue el
fervor que
se suscitó
por lo
flamenco
que, a
finales de
los 60,
venían a
Morón
guitarristas
de todas
partes para
aprender la
magia de la
guitarra de
Diego. Sus
grabaciones
eran
comercializadas
a precio de
coleccionista.
Con este
reconocimiento
universal,
el toque de
Diego
empieza a
influir en
el mundo de
la música,
no solo en
el flamenco,
sino que
músicos
especialistas
en otras
modalidades
musicales
beberán del
arte de
Diego; sobre
todo, de su
capacidad de
improvisación.
En 1971,
tenía lugar
su aparición
quizás más
mediática en
la serie
televisiva
Rito y
Geografías
del Cante,
donde se
recogería en
vivo al
guitarrista
y donde
también el
propio Diego
habló de su
vida.
Conviene
saber que en
los
conservatorios
de música de
Japón se
estudia el
estilo de
Diego del
Gastor como
paradigma
del buen
toque y que,
en Nueva
York, existe
una escuela
de guitarra
que estudia
sus formas y
modelos
artísticos.
Muerte de
Diego del
Gastor
El 7 de
julio del
año 1973,
cuando se le
preparaba un
homenaje en
el «XI
Gazpacho
Andaluz» de
Morón de la
Frontera,
festival
flamenco en
el que
participó en
todas sus
ediciones,
quizás
porque en
Morón se
sentía como
en casa,
Diego del
Gastor se
pone malo,
siente que
se le va la
vida, y
fallece. La
comisión
organizadora
decide
suspender la
celebración
del festival
en señal de
duelo.
Precisamente,
ese mismo
año, la
Cátedra de
Flamencología
y Estudios
Folclóricos
Andaluces de
Jerez de la
Frontera le
había
otorgado el
Premio
Nacional de
Flamenco en
reconocimiento
de sus
enseñanzas y
maestría,
pero él no
acudió a
recogerlo.
Quizá Diego
presentía ya
que la
muerte lo
estaba
aguardando
con letal
avidez.
Su
fallecimiento
conmocionó
el mundo del
flamenco, en
su Morón de
la Frontera
se rotuló
una calle
con su
nombre y el
16 de julio
de ese mismo
año, en la
Alameda, se
inauguró un
monumento
con su
nombre, acto
que contó
con la
presencia de
muchísimos
cantaores y
representante
de peñas
flamencas.
Dicen que la
noche antes
de su muerte
estuvo
tocando
hasta las
tres de la
madrugada en
el barrio de
Santa María,
simplemente
porque una
vecina se lo
había
pedido:
«Diego de mi
alma, tócame
un poquito».
Así era
Diego del
Gastor. |