N.º 56

JULIO-AGOSTO 2008

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EN CUALQUIER ANAQUEL

Santiago Gallego Franco

  

  

L

a Biblioteca de Babel representa para mí, al igual que Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el cuento de Borges que reúne la mayoría de elementos enigmáticos que aún no logro entender cabalmente en su obra y a los que sólo puedo acceder de forma remota pensándolos una y otra vez. De aquí puede inferirse que esta nota no pretende explicar la totalidad del cuento, sino dar algunas aproximaciones parciales a pensamientos expuestos en él. Espero que esta combinación de los veinticinco símbolos ortográficos no resulte del todo desafortunada. En algún anaquel, sin duda, habrá una mejor.

   
    

 

Jorge Luis Borges

(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986)

   

Veo en La Biblioteca de Babel la misma idea que se trata en el cuento El inmortal, aunque desarrollada de forma distinta: la especulación sobre lo posible dentro de un espacio-tiempo infinito. Al final se llega al mismo punto: al cabo de mucho tiempo, las cosas se repiten. La biblioteca contiene todos los libros posibles; la vida de un hombre inmortal llega a un punto en que ya se pensó todo, se habló todo, se ejecutó todo. Sólo nos queda el silencio.

  

Consideraciones iniciales

Sabemos que Umberto Eco incorporó la biblioteca trazada por Borges en su libro El nombre de la rosa. Sabemos también que el cuento fue escrito cuando Borges trabajaba en la Biblioteca Municipal en el año de 1941 y se sentía como un eterno subordinado, imprimiéndole al relato la misma atmósfera de opresión y monotonía que él vivía en carne propia. Sin embargo, a tales datos no debemos concederles mayor importancia: constituyen material exógeno que poco o nada nos dice de la narración.

La Biblioteca de Babel: el título es ya inquietante; a Babel, icono del caos y el desentendimiento se antepone, con mayúscula, la palabra ‘Biblioteca’, figura que evoca la parsimonia y quietud de un gran recinto atestado de libros. Podemos pensar un secreto vínculo entre la Biblioteca y la torre de Babel: ambas son empresas humanas donde se reúnen los esfuerzos por alcanzar la verdad. Podemos pensar la figura contraria desde el texto: la Biblioteca y la torre son construcciones divinas que entretienen a los hombres en un quimérico propósito: ver la luz, conocer el verbo, entender el mundo.

El comienzo de la narración es memorable. “El universo (que otros llaman la Biblioteca)...”. Comparado usualmente con el inicio de La metamorfosis de Kafka y de Cien años de soledad de García Márquez por su calidad literaria, la frase nos sugiere de principio la enormidad que será descrita en líneas posteriores; el universo con minúscula no alcanza esa fuerza y soledad sugerida por la inmensa “Biblioteca”.

Más adelante, Borges insinúa la irrealidad pensada tantas veces por los idealistas. “En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias”. Somos apariencias; estamos hechos del mismo material que los sueños. La duplicación en el espejo es motivo de discusión en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius; el problema del doble aparecerá también en Borges y yo, y, de una u otra forma, en Las ruinas circulares.

Claudio Salpeter ha descrito una interpretación matemática de todo el cuento. Podemos recurrir a tal ejercicio para explicar esa búsqueda posterior del autor: “...he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos...”. El intento y la búsqueda son fútiles. Supongamos que el conjunto A es el catálogo de catálogos y A1, A2, A3 son todos catálogos existentes en la Biblioteca. Simbólicamente tenemos A = {A1, A2, A3}. Nos encontramos entonces con un catálogo que no está catalogado, el A. Deberíamos armar un catálogo B que lo incluyera. Ahora no está el catálogo B, y así indefinidamente.

La inexistencia del catálogo no anula su persecución: ya advertía Cortázar en su correspondencia que “la vida es siempre un poco eso, buscar cosas que no existen”.

  

Los axiomas

Podemos enumerar los principios que rigen la existencia de la Biblioteca para detenernos en cada uno de ellos:

1. La Biblioteca está compuesta por galerías hexagonales. Si se pretende llenar un plano por medio de polígonos regulares, sólo tres figuras pueden ser consideradas: los triángulos, los cuadrados y los hexágonos. Estos últimos son además la forma que poseen las celdas de los panales de las abejas: la figura sugiere cierta perfección arquitectónica; no deja la posibilidad para que hayan “huecos” en el plano. Así se constituye la Biblioteca como una construcción completa y absoluta.

2. La Biblioteca existe desde siempre (ab aeterno). Existe, por tanto, para siempre. En el texto Borges plantea, posterior al axioma, que la Biblioteca prefigura la existencia de un dios; el hombre (el imperfecto bibliotecario), sin embargo, puede ser obra del azar. Pensemos que el hombre muere pero la Biblioteca permanece: se contraponen la fugacidad del hombre, lo efímero en él, y la inmutabilidad del universo, su eternidad.

3. En los hexágonos hay veinte anaqueles, cinco por lado (los lados sobrantes cumplen otras funciones). Cada anaquel tiene treinta y dos libros; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página de cuarenta renglones; cada renglón de ochenta letras (la sentencia correcta sería “de ochenta símbolos ortográficos”). El número de símbolos ortográficos es veinticinco (coma, punto, espacio y veintidós letras del alfabeto). En este párrafo se consigna la clave para entender el cuento. Esta distribución, a la luz del libro descifrado en un hexágono y que Borges copia así: “nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada”, nos permite determinar la naturaleza de los libros.

El análisis combinatorio o, simplemente, la combinatoria, es una parte de las técnicas de conteo. Suele describírsele como el arte de contar sin enumerar (esta vaga noción puede estar presente en Funes, el memorioso). Aplicando sus leyes al texto, podemos enunciar la fórmula: si tenemos una cantidad n de casilleros y podemos utilizar m letras, la cantidad total de posibilidades es mn.

Así, cada libro tiene 410 páginas (al revés, 014, número recurrente en Borges. ¿Casualidad? Cada página tiene 40 renglones, es decir, 164.000 renglones en un libro. Cada renglón tiene 80 letras, esto es, hay 1.312.000 letras en un libro. Ya que sólo pueden utilizarse 25 símbolos, el número total de posibilidades es de 251.312.000 (número, aunque vastísimo, no infinito).

De esta forma queda expresada la razón de ser de la narración: en la biblioteca está contenida “toda” la expresión lingüística posible. Cualquier combinación de letras quiere decir algo en algún lugar; lo que puede estar escrito ya lo está, aguarda pacientemente en un anaquel de un hexágono cualquiera.

4. No hay, en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. Permite que la distribución de los anaqueles y los hexágonos tengan una razón de ser, que la Biblioteca de una u otra forma sea un cosmos (en medio de los millones de frases aparentemente inútiles) y no un caos.

5. La Biblioteca es ilimitada y periódica. Junto al axioma anterior, por fin podemos dilucidar una explicación para la enigmática sentencia del principio: “Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente, ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito”. PROMETEN el infinito. Si pensamos en un libro de la Biblioteca como una figura análoga al hombre, podemos intuir que un espejo promete un infinito (es decir, la duplicación en la Biblioteca adyacente). La cita final quizás ayude en algo a esclarecer el problema: “Si un eterno viajero la atravesara [la Biblioteca] en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)”. Es la idea del eterno retorno de Nietzsche: promesa y amenaza de eternidad.

  

   
    

 

Biblioteca Nacional de España

   

¿Qué pasa en la Biblioteca?

Los suicidios han ido aumentando por la incapacidad para obtener el libro, tal vez la página, total. La melancolía es inevitable en los hombres que habitan la Biblioteca y saben que la verdad puede ser conocida a través del lenguaje encerrado en un libro. Esta situación es posterior a la conjetura de Borges: el bibliotecario que encuentra el libro compendio de los demás es análogo a dios; el destino de los hombres está justificado en algún libro.

La idea de la palabra que contiene la divinidad está referida en La escritura del Dios; la del destino que debe ser cumplido a cabalidad se puede intuir en Tres versiones de Judas y en Deutsches Réquiem.

Ahora, la idea del destino de un hombre vindicado en un libro es asombrosa. Y lo que es más terrible: de un destino posible, porque los libros hablan de hombres futuros: “Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero”.

Más adelante, la voz de Borges pareciera hablar más nítidamente. Dice: “Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno”. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme biblioteca se justifique”. En Deutsche Réquiem reza al final: “Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno”. En todo caso, ese “yo sea ultrajado y aniquilado” hace referencia, creo, al Borges escritor. Parece un alto en la narración para hablarnos de frente y sentenciar un olvido de sí y una recomendación al lector: que no pase en vano su vida, que la biblioteca se justifique.

Es necesario advertir que nada es fortuito en la Biblioteca y que en ella figuran las diferentes caras de la realidad (esto significa que la realidad no es única). “Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción [...]. Esas palabras, que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia”. De esta forma se deduce que ningún acto ocurre porque sí. En algún cuento o poema decía Borges que un acto es el resultado de los millones de actos que lo precedieron. Causalidad llevada a sus últimas consecuencias.

  

La Biblioteca (que algunos llaman Universo)…

“...La Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.

Aplicando los axiomas propuestos, La Biblioteca de Babel es una insignificante hoja ocupada en un libro de algún anaquel de algún hexágono.

Borges no lo escribió, el cuento siempre estuvo allí.

  

  

Santiago Gallego Franco (Medellín, Colombia) ha cursado estudios de Comunicación Social y Periodismo, y actualmente está preparando su graduación como Licenciado en Filosofía y Literatura, para lo cual prepara una monografía sobre ‘las melancolías de Occidente en la literatura y la filosofía’. Imparte clases en la Corporación Universitaria Remington y en la Colegiatura de Diseño de Colombia.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 56. Julio-Agosto 2008. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides.  Copyright © 2008 Santiago Gallego Franco. © 2002-2008 Departamento De Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

   

   

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