Lolita,
Vladimir
Nabokov
«Lolita, luz
de mi vida,
fuego de mis
entrañas.
Pecado mío,
alma mía.
Lo-li-ta:
la punta de
la lengua
emprende un
viaje de
tres pasos
desde el
borde del
paladar para
apoyarse, en
el tercero,
en el borde
de los
dientes. Lo.
Li. Ta.»
VLADIMIR NABOKOV
(Lolita,
1955)
ra LO, sencillamente LO, por la
mañana, un
metro
cuarenta y
ocho de
estatura con
pies
descalzos.
Era Lola con
pantalones.
Era Dolly en
la escuela.
Era Dolores
cuando
firmaba.
Pero en mis
brazos fue
siempre
Lolita”.
“Lolita, luz
de mi vida,
fuego de mis
entrañas.
Pecado mío,
alma mía”.
Pecado mío
y, sin
embargo,
alma mía.
Alma como
hermana de
Annabel,
como una
especial
Annabel que
hace real el
vívido y
lejano
recuerdo de
aquel primer
(y único)
amor anclado
en el pasado
y, al mismo
tiempo, tan
presente. Y
único amor,
Annabel,
pues Lolita
es pecado,
fuego que
arde en las
entrañas,
pues “el mal
nínfeo que
respiraba
por cada
poro de ese
niña
predestinada
para mi
secreto
goce, haría
imposible el
secreto y
letal el
goce”. ¿No
resumen
estas
palabras la
esencia de
la relación
entre Lolita
y Humbert?
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Vladimir Nabokov (San Pe-tersburgo, 1899 - Montreux, Suiza, 1977),
famoso por
su novela
Lolita,
fue un escritor de origen
ruso,
nacionalizado
estadounidense. |
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La historia narrada es una “mentira
siniestra”
acerca de la
esencia de
esta
relación,
donde se
trata de
explicar y
hacer que
los miembros
del jurado a
quienes van
dirigidas
estas
memorias
entiendan al
que las
escribe y su
comportamiento:
desde su
infantil e
inicial
aventura
amorosa-sexual
con la joven
Annabel y su
prematura
muerte a la
tortuosa
relación con
una nínfula
que adoraba
el cine cuya
edad no era
equivalente
a su
“inocencia”,
pasando por
un fracasado
matrimonio
en Francia,
tierra de
origen de
Humbert, y
el proceso
de
seducción,
conquista y
semiaccidentado
fin de la
madre de
Lolita, a
quien
Humbert
detesta
únicamente
por ser
madura y con
quien sólo
se casó por
acercarse al
malvado
ángel
pelirrojo
que era su
hija.
Si Humbert odiaba a aquellas
estrellas de
Hollywood
adoradas por
Dolly o Lo o
Lolita, era
por algo:
nunca
conseguirían
una
actuación
tan
brillante
como las que
representó
él mismo en
estas
circunstancias
concretamente.
Y Lolita a
él nunca lo
admiró del
mismo modo.
Lástima que
la pobre
mujer
estuviera
tan
enamorada de
él, y
lástima que
encontrara
los febriles
escritos de
Humbert.
Pero, sin su
muerte,
Humbert
Humbert
nunca
habrían
comenzado su
viaje. Y
nosotros no
hubiésemos
leído sus
memorias.
¿Es Humbert Humbert un maniático que
privó a
Dolores Haze
de su niñez?
Sí, H. H. es
un maniático
enamorado de
un sueño que
murió con
Annabel,
pero un
hombre
enfermo al
fin y al
cabo. Pero,
en ningún
momento,
robó la
inocencia de
Lolita,
trató de
darle una
infancia
normal,
salvo,
claro, en
aquel
aspecto...
Humbert Humbert es una mente enferma
con un
triste final
y un triste
recuerdo,
que no duda
en ayudar a
la sombra de
su Lolita,
con la que
se encuentra
pasados los
años y no
duda tampoco
en
prometerlo
(“un nuevo
Dios”) sólo
para ella y
agradecerle
“con gritos
desgarradores
si me das
una
esperanza
microscópica”
algún día de
vivir con
él, otra
vez... (¿en
un pasado
mejor?).
Pues para esa impertinente,
caprichosa
“y
desamparada
ante el
espejo del
cuarto de
baño de
algún
hostal” y
pelirroja
niña, para
ese “dulce,
inmortal,
desaparecido
amor
norteamericano”,
está escrito
Lolita, pues
“ésta es la
única
inmortalidad
que tú y yo
podemos
compartir”.
La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón
¿Qué es La sombra del viento?
A grandes
rasgos,
podríamos
decir que no
es más que
el título de
la novela
escrita por
un tal
Julián Cárax,
cuya fatal
historia es
revivida por
un lector
ávido y
soñador de
sus novelas,
Daniel,
dándole, eso
sí, un fatal
desenlace.
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Portada
de
la
novela
La sombra del viento,
de
Carlos
Ruiz
Zafón.
(Ed. Planeta, Barcelona, 2004). |
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No es la historia que se nos cuenta
lo que te
impide
levantar los
ojos del
libro,
aunque
huelga decir
que ni una
pega puede
atribuírsele
a la misma
por lo
perfectamente
hilvanada
que está. No
son los
personajes
que desfilan
por sus
páginas y
que
evolucionan
delante de
nuestros
ojos,
haciéndonos
dudar, en
ocasiones,
si son
personajes
ficticios o
son personas
con las que
hemos
convivido en
nuestro día
a día; tal
es la
caracterización
de sus
almas. No
son estos
personajes,
decíamos,
los que nos
invitan a
viajar por
las páginas
del libro,
pues es
mucho lo que
nos agrada
su compañía.
En un momento en el que el mundo
editorial se
halla
(lamentablemente)
invadido de
best-sellers
monotemáticos
carentes de
originalidad
alguna,
surge
inesperablemente
La sombra
del viento,
irrumpiendo
en este
panorama
desolador
con una
prosa bella
y una
musicalidad
narrativa a
la que poco
o nada nos
tenían
acostumbrados
libros como
el Código
Da Vinci,
al que, por
otro lado,
hemos de
agradecerle
que haya
rescatado a
cierto
público
lector
atraído por
la facilidad
de su
lectura y lo
adictivo de
su historia.
Es, precisamente, la manera de
escribir lo
que hace de
ésta una
novela
“completa”,
pues su
misma
belleza
reside en lo
sencillo de
sus
palabras.
Una
reflexión
mínima
Lo más maravilloso de encontrar un
libro que te
guste no es
solamente el
placer que
encuentras
mientras
estás
perdido en
sus páginas,
ni las ganas
que sientes
de cogerlo
para seguir
disfrutando
de él, sino
que, con el
tiempo,
tienes la
sensación de
que esa
historia te
ha regalado
uno de los
instantes
más felices
de tu vida. |