n busca del
tiempo
perdido
es la obra
principal de
Marcel
Proust, de
cuyas pocas
otras obras
daremos
cumplida
reseña en
las líneas
que siguen.
La razón
principal de
que este
autor haya
escrito tan
pocos
títulos hay
que buscarla
en la
brevedad de
su
existencia.
Por otra
parte,
Proust no
llegó a ver
publicada la
totalidad de
sus escritos
en su
redacción
definitiva;
fue su
hermano, el
doctor
Robert
Proust y sus
editores,
tanto los
actuales en
el momento
de su deceso
como los
iniciales,
los
responsables
de que
circularan
dos
versiones de
esta vasta
obra.
Andan
circulando,
en efecto,
por ahí,
sobre todo
en formato
electrónico,
obras suyas
que no
guardan el
orden
cronológico
que
estableció
el autor y
que pueden
ser motivo
de despiste
a los
lectores.
Arreglar
este
desajuste es
lo que nos
ha motivado
a escribir
estas
líneas, amén
de informar
al lector,
previamente
a la lectura
de sus
obras, de
todo lo que
rodeaba a
Marcel
Proust.
Como primer
paso y guía
para los
lectores,
vamos a
establecer
el orden
cronológico
exacto de la
mencionada
obra En
busca del
tiempo
perdido,
que
apareció,
como es
sabido, en
ocho tomos
consecutivos:
I: Por el
camino de
Swann.
II tomo:
A la sombra
de las
muchachas en
flor.
II tomo:
El mundo de
Guermantes.
IV tomo:
Sodoma y
Gomorra.
V tomo:
La
prisionera.
VI tomo:
Albertina
desaparecida.
VII tomo:
La fugitiva.
VIII tomo:
El tiempo
recobrado.
Este último
título, el
octavo, es
el tomo con
el que se
cierra la
serie.
Planteamiento
del problema
No estamos
totalmente
de acuerdo
con las
traducciones
de los
títulos de
los tomos I
y III, pero
eso es lo
que hay y
nos tenemos
que atener a
la
traducción
hecha por
los editores
en español,
por más que
no sea
exactamente
la más
adecuada.
|
|
|
|
|
Marcel Proust (Auteuil, 1871 - París, 1922) |
|
|
Las
disparidades
a que hemos
hecho
referencia
al inicio,
son las
siguientes:
Circula como
tomo I uno
titulado
Un amor de
Swann,
cuando, en
realidad, el
contenido de
éste, no es
más que una
parte del
tomo I
original,
Por el
camino de
Swann.
De hecho, en
la versión
digitalizada
que ofrece
Librodot,
figura en la
página 158.
Por otra
parte, se
cierra en
falso el V
tomo, La
Fugitiva,
al que le
faltan 55
páginas, que
se publican
como el VI
con el
título
Albertina
desaparecida,
nombre bajo
el cual se
editó
primitivamente
y que, con
posterioridad,
y sin saber
las causas,
se desgajó
del
principal y
cambió de
nombre en
una de las
versiones al
español, por
los motivos
que fueran,
en la cual,
más que
cerrarse en
falso el
tomo V, se
mutiló el
principio
del VI. No
obstante,
dejamos al
buen sentido
del lector
la propuesta
de los
criterios y
conclusiones
pertinentes,
siempre que
respete el
orden que
aquí
establecemos.
Al objeto de
corroborar
lo que
antecede,
reproducimos
la
advertencia
a una de las
ediciones en
español en
la que se
advierte de
lo
siguiente:
«La presente
edición
reproduce el
texto del
ejemplar
mecanografiado
de
Albertine
disparue,
parcialmente
corregido
por Marcel
Proust. El
texto
mecanografiado
se ha
cotejado con
los
cuadernos
manuscritos
“en limpio”,
a partir de
los cuales
había sido
fijado
(fundamentalmente
el cuaderno
XII y
algunas
páginas del
XV). La
secretaria
de Marcel
Proust,
Yvonne
Albaret,
reproduce
las
indicaciones
a veces
confusas del
escritor,
cuando, en
el cuaderno
manuscrito,
éste vacila
sobre la
ordenación
de
determinados
pasajes.
Comoquiera
que el
ejemplar
mecanografiado
no fue
ordenado por
él, hemos
tratado de
ceñirnos al
máximo a sus
instrucciones.
A veces, los
resultados
difieren
bastante de
los
obtenidos
por A. Ferré
para La
Bibliothèque
de la
Pléïade
(cfr. pp.
73-77 y
458-461).
Como
nuestros
predecesores,
nos hemos
visto
obligados a
decidir
incorporar
añadidos
marginales,
a
restablecer
o suplir
construcciones,
a modificar
determinados
casos de
puntuación.
Cuando la
lectura
errónea se
produce en
un pasaje
que Proust,
al ponerlo
“en limpio”,
había vuelto
a copiar o
dictado
textualmente
de un
cuaderno de
apuntes, a
veces hemos
logrado
localizar la
primera
versión y
sustituir el
texto
erróneo.
El “Fondo
Proust” de
la
Bibliothèque
Nationale de
France nos
fue
generosamente
abierto por
Madame
Florence
Callu,
conservadora
en la
sección de
manuscritos,
y se nos
brindó toda
clase de
facilidades
para nuestro
trabajo en
el Institut
des Textes
et
Manuscrits
Modernes,
dirigido por
Bernard
Brun.
Reciban
ambos
nuestro más
sincero
agradecimiento.»
Todo este
galimatías
no causa más
que la
confusión en
el lector,
lo que nos
ha llevado a
las
siguientes
conclusiones:
Los editores
franceses
son los
principales
culpables de
la
trasgresión
de que ha
sido objeto
la obra
proustiana,
modificando
su
concepción
original.
Incluso hay
editores de
otros países
que
mantienen
fielmente
dicha
concepción
cronológica,
como, por
ejemplo,
Italia. En
las
versiones
españolas se
mantiene un
guirigay
similar al
francés, lo
que obliga
al lector a
tener que
hacer
verdaderos
equilibrios
mentales
para seguir
el hilo de
la trama
urdida por
el genial
Proust. No
obstante, y
como fruto
de las
investigaciones
a fondo que
hemos
realizado,
exponemos el
siguiente
documento
hallado en
el
transcurso
de las
mismas:
«Durante el
verano y
otoño de
1922, Proust
llevó a cabo
modificaciones
finales en
el
manuscrito
de
Albertine
disparue.
Excepto para
los contados
contemporáneos,
como su
hermano
Robert,
Jacques
Rivière y
Jean Paulhan,
este hecho
había
quedado
ignorado.
Gracias a un
providencial
concurso de
circunstancias,
fue posible
redescubrirlo
en 1986.
Claude
Mauriac,
casado con
una sobrina
de Proust,
descubrió un
texto
mecanografiado,
todo lleno
de
tachaduras y
adicciones,
así como las
páginas
manuscritas
por él. Todo
esto
cambiaba
radicalmente
su obra. Su
nieta,
Nathalie
Mauriac, se
ocupó de la
edición del
manuscrito.
Los
proustianos
constatarán
con emoción
que el
propio
Proust
deseaba que
la última
versión de
Albertina
desaparecida
fuera más
breve, más
densa de lo
que era la
que se
disponía
hasta la
fecha.
Mediante
ciertos
retoques,
añadidos y
supresiones,
variaba el
sentido del
libro,
inyectándole
esos “átomos
de verdad”
que
acrecentaban
el rigor de
su
composición
y le
proporcionaban
su perfil
definitivo.
Si en 1925
no le fue
posible al
profesor
Robert
Proust
editar la
“verdadera
Albertine
disparue”,
ahora ya es
posible leer
la última
versión de
la obra
maestra.»
Gracias a lo
que
antecede,
podemos
confirmar
nuestras
aseveraciones
iniciales,
de las que
el mundillo
de los
editores no
se entera,
no quiere
enterarse y
va a lo suyo
(a vender),
a pesar de
que, con
ello,
comentan una
auténtica
tropelía, un
delito de
lesa
infidelidad
al espíritu
proustiano,
toda vez que
estos datos
fueron
hechos
públicos,
pero ellos
lo
ignoraron.
Prosiguiendo
nuestras
investigaciones,
hemos podido
constatar
que,
dependiendo
del editor
de que se
trate,
adjudican
unos a
Albertine
como una
tercera
parte de
Sodome et
Gomorrhe
o indican en
sus portadas
Albertine
disparue ou
La Fugitive.
Queda claro,
por tanto,
que el orden
de volúmenes
que
indicamos al
inicio es el
planificado
por Proust y
modificado
luego por
Claude y
Nathalie
Mauriac, y
lleva una
ilación
lógica y
verdadera de
su obra. En
ediciones de
otros países
se siguen
manteniendo
las premisas
iniciales,
sin haber
introducido
modificación
alguna.
Nos
complace,
por todo
ello, poder
presentar a
los amantes
de la
literatura
proustiana
esa relación
que les
permitirá
degustar su
obra tal
como la
concibió el
maestro.
Respecto a
la «Nota»
publicada al
inicio de la
verdadera
Albertina
desaparecida,
tenemos la
impresión de
que lo que
han hecho es
recoger
parte de la
información
facilitada
en su día
por Nathalie
Mauriac,
que,
desgraciadamente,
nos ha sido
imposible
localizar.
No obstante,
no podemos
negar su
contribución
a la
claridad de
la
localización
exacta de la
obra, sea
cual fuere
la forma
como la
obtuvieron.
Somera
biografía
Marcel
Proust nació
en Auteuil,
París, fruto
del
matrimonio
entre Adrien
Proust y
Jeanne Weil
el 10 de
julio de
1871, en
casa de su
tío-abuelo
materno
Louis Weil,
sita en el
96 de la
calle de la
Fontaine.
Casi dos
años más
tarde, el 24
de mayo de
1873, nace
su hermano
Robert.
Entre abril
y mayo de
1881,
padeció su
primera
crisis de
asma estando
en los
Campos
Elíseos, en
París,
enfermedad
que le marcó
toda su vida
y que
culminó
haciéndose
crónica al
pasar de la
treintena,
obligándole
a estar casi
todo el
tiempo
recluido en
una
habitación
revestida de
corcho en la
cual
desarrolló
su obra
maestra. Con
posterioridad,
y gracias a
los avances
de la
ciencia, ha
podido
constatarse
que no era
asma lo que
padecía,
sino la
famosa EPOC,
siglas del
síndrome
conocido
como
‘enfermedad
pulmonar
obstructiva
crónica’,
que tanto
daño está
causando
entre
nuestros
contemporáneos,
sobre todo a
los
fumadores.
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El conde Robert de Montesquiou-Fézesanc (1855 - 1921). |
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|
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En octubre
del año
siguiente,
se matricula
en el Liceo
Condorcet,
en el que
permanece
hasta 1889,
en el cual,
en julio de
ese año,
obtiene el
Bachillerato
en la
sección de
Letras. Ese
mismo año,
el 15 de
noviembre,
se incorpora
como
voluntario
al 76
Regimiento
de
Infantería
de Orleans.
En Noviembre
de 1890, se
inscribe en
la Escuela
de Ciencias
Políticas y
en la
Facultad de
Derecho. Es
asiduo,
costumbre de
la época, de
los salones
de Mme.
Strauss y
Mme. Armand
de Caillavet.
Obtiene el
título de
Diplomado en
Derecho el 5
noviembre de
1892. Inicia
sus
colaboraciones
en las
revistas
Banquet
y Revue
Blanche.
En marzo de
1893, se
encuentra
con el conde
Robert de
Montesquiou,
quien le
introduce en
la alta
sociedad
parisina.
Los meses de
agosto y
septiembre
de ese año
los pasa en
Saint-Moritz
y Trouville,
imaginamos
que a causa
de su
enfermedad.
Dos años más
tarde, en
marzo de
1895,
obtiene la
Licenciatura
en Letras.
En
septiembre
de 1895,
marcha a Beg-Meil
con Reynaldo
Hahn y da
comienzo a
su primera
obra,
Jean
Santeuil,
que no se
publicó
hasta 1952.
En junio del
1896, logra
publicar
Plaisirs et
les jours
con el
editor
Calmann-Lévy.
En
septiembre
de 1899,
pasa un
tiempo en el
Balneario de
Evian. No
vuelve a
desplazarse
hasta mayo
del año
siguiente,
ya en 1900,
en el que
está un
tiempo en
Venecia. No
se le
registra
otro viaje
hasta 1902,
cuando se
traslada a
Holanda, en
donde
residirá
desde el día
2 al 20 del
mes de
octubre.
El 26 de
noviembre
del año
siguiente
fallece su
padre Adrien.
Durante ese
año y hasta
1905,
publica en
el periódico
Le Figaro
unas
crónicas
sobre los
salones de
moda de esa
época en la
capital
francesa. En
febrero de
1904,
publica
La Biblia de
Amiens,
del autor
John Ruskin,
al que
dedicó parte
de su
tiempo, en
la revista Mercure
de France.
El 26 de
septiembre
de 1905
fallece su
madre. En
diciembre, a
causa de un
agravamiento
de su
enfermedad,
tiene que ir
a la clínica
del Dr.
Sollier, en
Boulogne-Billancourt.
En mayo de
1906 se le
publica
Sésame et
les lys
en la ya
mencionada
revista
Mercure de
France.
Huyendo del
agobio
capitalino,
y en busca
de un
ambiente más
benigno para
su
enfermedad,
se establece
en
Versailles,
donde
permanecerá
de agosto a
diciembre.
En este mes,
el día 27,
establece su
domicilio en
el 102 del
Boulevard
Haussmann.
Al año
siguiente se
marcha al
Gran Hotel,
de Cabourg,
y realiza
excursiones
en automóvil
por
Normandía
con Alfred
Agostinelli
y Odilon
Albaret.
En 1908
refleja en
Le Figaro
unos
comentarios
sobre el
asunto
Lemoine. En
otoño inicia
su obra
Contre
Sainte-Beuve,
que, a
partir del
año
siguiente,
se va
transformando
poco a poco
en una
novela, y
que, en
agosto,
Mercure de
France
rechaza
publicársela.
Ya no se le
conoce nada
destacable
hasta los
meses de
agosto y
septiembre,
que,
curiosamente,
parecen
fijos en sus
vacaciones,
en los que
vuelve al
Gran Hotel,
en Cabourg.
Curiosamente
también,
hasta
entonces,
toda su obra
había sido
manuscrita
de la forma
que
relataremos
en otro
apartado.
Durante esta
estancia, la
secretaria
del hotel,
Cecilia
Hayward, le
mecanografía
el primer
capítulo de
la obra que
estaba
desarrollando
a la sazón.
Durante todo
este tiempo
ha ido dando
forma a su
obra
maestra,
aunque, en
diciembre de
1912, la
Editorial
Fasquelle y
la Nouvelle
Revue
Française
rechazan la
publicación
de la misma.
En la
primavera de
1913, Alfred
Agostinelli
es
contratado
por el
maestro como
secretario.
En noviembre
se publica
el primer
tomo de su
gran obra,
Du côté
de chez
Swann,
que aparece
en los
registros de
autores del
editor
Bernard
Grasset. En
diciembre,
Agostinelli
huye hacia
la Costa
Azul. En
mayo del año
siguiente
muere éste
en accidente
de aviación,
con gran
pesar para
Proust, pues
eran amigos
desde 1907.
El mes de
agosto se
paraliza
cualquier
actividad
editorial
por causa de
la I Guerra
Mundial y la
movilización
general.
En 1915,
establece la
redacción
definitiva
de las
últimas
partes de su
gran obra.
En marzo de
1916, rompe
el contrato
con Grasset
y se
aproxima a
la NRF,
aproximación
que se
refleja en
la
publicación
por ésta del
segundo
tomo, A
l'ombre des
jeunes
filles en
fleurs.
Pocos meses
después
publica
Pastiches et
Mélanges
y el
prefacio de
Propos de
peintre,
de
Jacques-Emile
Blanche. El
10 de
diciembre de
1919 recibe
el
prestigioso
premio
Goncourt por
el segundo
tomo de su
obra arriba
mencionado y
es nombrado
Caballero de
la Legión de
Honor el 25
de
septiembre
de 1920.
Al mes
siguiente se
le publica
la primera
parte del
tercer tomo,
Côté de
Guermantes.
En marzo
redacta el
prefacio de
una obra de
Paul Morand
y,
seguidamente,
se publican
el tomo II
de
Guermantes
y el primero
de Sodoma
y Gomorra.
Casi un año
después
aparece el
II de ésta
última,
postrer
escrito que
vio su autor
publicado,
pues fallece
el 18 de
noviembre de
1922 en su
domicilio
parisino de
la calle
Hamelin,
número 44.
En noviembre
de 1923 se
publica
La
prisionera;
dos años
después,
Albertina
desaparecida.
Con el
último tomo,
El tiempo
recobrado,
culminará la
publicación
de gran
obra. Corría
el mes de
septiembre
de 1927. En
apartados
siguientes
se tratarán
otros
aspectos de
la vida de
este autor
no
esenciales
en esta
sinopsis
biográfica
básica.
El proyecto
proustiano
Después de
haber
renunciado,
en 1908, a
seguir
traduciendo
las obras
del escritor
inglés John
Ruskin,
Proust
decide
escribir un
ensayo
dirigido
contra
Sainte-Beuve,
denunciando
métodos de
crítica
literaria
opuestos a
los suyos.
Durante el
otoño de ese
mismo año,
comienza a
preparar su
estudio, que
decidió
finalmente
incluirlo en
un recital
matutino. Ya
en la
primavera
del año
siguiente,
el proyecto
inicial
queda
convertido
en una
novela sobre
la memoria
involuntaria,
movimiento
filosófico-literario
que tomó
cuerpo en el
siglo XIX
propiciado
por Henri
Bergson y
Charles
Baudelaire y
del que
Proust fue
su máxima
expresión,
así como la
del
Modernismo.
Las causas
de esta
conversión
en novela
fueron las
paulatinas
incorporaciones
de su
primera
novela
Jean
Santeuil,
la cual
había
abandonado
en 1899.
|
|
|
|
|
El crítico y escritor Charles-Augustin Sainte-Beuve. (1804 - 1869) |
|
|
En agosto,
considera
tenerlo ya
lo
suficientemente
avanzado
como para
proponerle
su edición
al director
de ediciones
del
Mercure de
France,
pese a su
título
provisional,
Contre
Sainte-Beuve.
Las
sucesivas
negativas de
Vallette y,
posteriormente,
del director
de Le
Figaro,
Gaston
Calmette, no
le
desanimaron,
sino, más
bien, todo
lo
contrario,
impulsaron
al escritor
a darle una
nueva
dimensión a
la obra que
había
emprendido.
A partir de
1910, Proust
retoma los
fragmentos
de escritos
contenidos
en los diez
cuadernos
escolares
que
componían
Contre
Sainte-Beuve,
modificándolos
y
desarrollándolos.
En otoño de
1912,
termina una
novela
titulada
Les
Intermitences
du Coeur,
dividida en
dos partes:
El tiempo
perdido
y El
tiempo
recobrado.
Por
desgracia,
Fasquelle y
la NRF no
aceptan
publicársela.
Las fuentes
consultadas
dicen «por
desgracia»,
pero
nosotros,
desde el
punto de
vista
literario,
diríamos que
«por suerte
para la
posterioridad».
Se ve
obligado a
establecer
una cuenta
de autor con
el editor
Bernard
Grasset para
publicarla
y, en
noviembre de
1913,
aparece À
la recherche
du temps
perdu. Du
côté de chez
Swann.
Su
continuación,
ya compuesta
en imprenta
para
pruebas,
debería
haber salido
a las
librerías en
1914, pero
la
movilización
general
motivada por
la guerra
interrumpió
toda
actividad
editorial.
Proust va a
aprovechar
los cuatro
años de
guerra para
rehacer en
profundidad
la
estructura
de su obra y
aumentarla
considerablemente.
Prueba de
ello es que
cuenta con
acabar siete
novelas, en
lugar de las
dos
previstas
inicialmente.
El escritor
se
reconcilió
con André
Gide y la
NRF, que le
reportó como
consecuencia
la
publicación
en esa casa
del resto de
su obra.
Ejemplo de
ello son: en
1918,
aparece À
l'ombre des
jeunes
filles en
fleur,
que obtiene
el Goncourt.
Le siguen
Le côté de
Guermantes
(I), en
1920; el
tomo II
de este
título y
Sodome et
Gomorrhe (I),
en 1921, y
el tomo
II de
esta última,
en 1922.
La muerte le
sorprende en
1922,
mientras
corregía la
versión
mecanografiada
de La
prisionera.
A partir de
entonces,
son su
hermano
Robert y
Jacques
Rivière
quienes se
aseguraron
de la
publicación
de este
tomo, en
1923, y, con
posterioridad,
en 1925,
Albertina
desaparecida,
y,
finalmente,
en 1927,
El tiempo
recobrado.
Proust y la
BNF
Por fortuna,
el escritor
había
conservado
la totalidad
de sus
manuscritos.
Cuando
acaeció su
muerte, su
hermano
Robert
heredó este
preciado
depósito,
asegurando
la
publicación
de los tres
últimos
volúmenes de
En busca
del tiempo
perdido.
Tras el
fallecimiento
de éste, su
única hija,
Suzy Mante
Proust, le
tomó el
relevo en
esa labor,
facilitando
las tareas
de los
investigadores,
con el
objetivo de
asegurar la
conservación
de los
documentos
originales y
darles una
mayor
difusión.
Gracias a
esto, en
1962 se
crearon los
Fondos
Proust en la
Biblioteca
Nacional de
Francia.
Estos fondos
estaban
compuestos
en su mayor
parte por
los
manuscritos
de su tío,
sus papeles
escolares y
sus obras de
juventud
(Les
plaisirs et
les jours,
Jean
Santeuil),
sus
artículos
críticos y
las
traducciones
de las obras
de Ruskin,
así como la
obra
completa de
En busca
del tiempo
perdido.
En 1984, dos
nuevas
adquisiciones
permitieron
completar
este
prestigioso
Fondo.
Una vez
abiertos los
Fondos a los
investigadores,
los
documentos
proustianos
no han
dejado de
ser objeto
de estudios
en
profundidad,
al objeto de
fechar e
identificar
las
innumerables
notas,
añadidos y
versiones
definitivas,
a partir de
las cuales
se
establecieron
las pruebas
mecanográficas
y las
pruebas de
ediciones
anteriores
de
diferentes
partes de la
obra.
Para plasmar
su obra,
Proust
utilizó un
único
soporte, el
cuaderno
escolar. Por
todo ello,
se han
podido
estructurar
los archivos
de la
siguiente
manera: 4
cuadernillos
de notas
preparatorias
de 1908 a
1918; 75
cuadernos de
borradores
de cada
parte de la
novela, en
los
diferentes
estadios de
su
evolución;
20 cuadernos
conteniendo
el pasado a
limpio de
las 4
últimas
obras,
enriquecidos
con las
famosas ‘paperoles’,
bandas de
papel
pegado,
precursoras
de las
modernas y
oficinescas
hojas
adhesivas de
distintos
nombres; 18
volúmenes
mecanografiados
y corregidos
parcialmente,
y 14
volúmenes de
planchas y
de pruebas
de imprenta
que incluían
numerosas
variantes y
añadidos
autográficos.
Estos
documentos
son testigos
irreemplazables
de la
génesis de
En busca
del tiempo
perdido,
y son
excepcionales
gracias a la
riqueza de
su contenido
y a la
calidad de
la
información
que se
encierra en
ellos acerca
del proceso
creador de
uno de los
más grandes
escritores
del siglo XX.
La memoria
involuntaria
En un
apartado
anterior ya
hemos dado
cuenta de la
génesis de
la «memoria
involuntaria»,
sus
creadores y
desarrollo
en el
Modernismo.
La idea
esencial de
la memoria
involuntaria
es que está
causada por
las
experiencias
vividas.
Toda aquello
que queda en
la memoria y
no ha sido
causado por
dichas
experiencias
vividas es
llamado
«memoria
pura».
Proust
incorporó
esto al
conjunto de
su obra,
toda vez que
inició la
aplicación
de esta
teoría en su
escrito
Contre
Sainte-Beuve,
al que
achacaba su
criticismo a
la memoria
involuntaria.
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Proust, el hombre, el escritor,
fallece el 18 de noviembre de 1922 en el número 44 de su domicilio parisino de la calle Hamelin. |
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El tema hace
aparición en
el cuadro
del
‘despertar
del
narrador’:
al salir del
profundo
sueño
nocturno,
las
sensaciones
físicas que
experimenta
le hacen
rememorar
los lugares
donde durmió
otras veces.
A partir de
este
momento, se
va
desarrollando
y dará lugar
al
nacimiento
de la novela
de la que
surgirá la
futura En
busca del
tiempo
perdido.
El autor
continuará,
efectivamente,
haciendo uso
de esta
técnica en
el famoso
episodio de
la magdalena
mojada en el
té por el
narrador,
rememorando
asimismo
Combray y
sus
alrededores
y, a través
de este
motivo, toda
su infancia.
En el último
libro de la
serie, los
recuerdos
ligados a la
memoria
involuntaria
juegan un
papel
determinante
en la
vocación del
narrador. De
vuelta a
París tras
la guerra,
revivirá su
pasado
gracias a
una serie de
reminiscencias
de este
tipo, lejos
de las
veladas
matinales en
casa de la
Princesa de
Guermantes.
La siguiente
experiencia
la tiene en
Venecia, y
nuestras
fuentes
consultadas
las relatan
muy
detalladamente,
así como
otras
sucesivas,
pero
nosotros
consideramos
más útil
para el
lector irlas
descubriendo
paulatinamente
a medida que
se producen.
Lugares
especiales
En la vida y
obra del
autor hay
tres lugares
especiales,
en los que
pasó parte
de su vida y
narró en sus
obras:
Combray,
Balbec y
París. Los
dos primeros
quedan
ampliamente
reflejados
en las
mismas, y
hablando de
ellas, no
haríamos
sino quitar
encanto a la
trama al
evitar que
el lector
los descubra
por sí
mismo. Sí
hablaremos
de París,
pero,
simplemente,
para
especificar
los
distintos
lugares de
residencia
de Proust.
El resto ya
está
suficientemente
descrito en
las obras,
por lo que
nos
abstenemos
por las
mismas
razones
expuestas
anteriormente.
París fue,
en efecto,
la
residencia
habitual
durante toda
su vida, y,
más
particularmente,
en el
distrito
VIII, en el
corazón de
la explanada
Monceau.
Efectivamente,
en vida de
sus padres,
dividió su
residencia
entre el
número 9 del
Boulevard
Malesherbes
y el 45 de
la calle
Courcelles.
Una vez
desaparecidos,
pasó al
número 102
del
Boulevard
Haussmann,
en donde
concibió y
desarrolló
su obra
principal en
la famosa
habitación
forrada de
corcho. En
1919, Proust
se mudó al
distrito XVI,
algunos
meses al
número 8-bis
de la calle
Laurent
Pichay y,
poco
después, al
que iba a
ser su
último
domicilio,
en la calle
Hamelin,
número 44,
donde Marcel
Proust
fallecería
la fecha ya
mencionada.
Otros
aspectos
En la vida
del autor
hay otros
aspectos de
sobra
conocidos en
los que no
entramos, no
por pudor ni
desacuerdo,
sino simple
y llanamente
porque este
escrito está
dirigido a
los aspectos
de su vida
literaria y
las
repercusiones
que tuvo en
el mundo,
además de
arrojar un
poco de luz
sobre un
entuerto
editorial.
La vida
privada es
—así lo
estimamos
nosotros—
coto privado
de cada uno,
y somos de
la opinión
que no se
debe entrar
en el mismo
y juzgar el
decurso de
toda una
vida.
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