a expresión «Es de Lope»
no está en
el uso
corriente
actual de
nuestra
lengua.
Recuerdo
haberla oído
una vez en
un programa
de ‘Radio 5.
Todo
Noticias’,
en el que la
voz de una
amable
locutora
puso un
encomiable
empeño en
explicar su
sentido y
uso, todo
bien adobado
con
suficientes
ejemplos
ilustrativos.
También
recuerdo
haberme
tropezado
con ella en
algún libro
de nuestros
clásicos,
pero de esto
no sé daros
ahora
noticia
alguna. Supe
entonces que
el nombre
“Lope”
aludía a
Lope de Vega
y que la
expresión se
empleaba
para
“ponderar
que algo es
excelente,
notable o
superior”.
En efecto,
fue tanta la
popularidad
que Lope de
Vega gozó
durante su
vida en el
mundo de la
cultura y
eran tantas
las
excelencias
que se le
atribuían,
que sus
obras
alcanzaron
una mítica
reputación,
hasta el
punto de que
empezó a
generalizarse
el uso de la
expresión
«Es de Lope»
para
ponderar que
algo era
excelente y,
por tanto,
de calidad
indiscutible,
expresión
que, durante
el siglo
XVII y,
probablemente,
algunos de
los
siguientes,
la lengua
continuó
utilizando
en ese mismo
sentido.
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Félix
Lope
de
Vega
y
Carpio
(1562-1635),
con
razón
llamado
"Fénix
de
los
Ingenios".
Ma-lévolamente
quizá,
Cervantes lo
llamó
también "Monstruo
de la
Naturaleza".
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Ejemplifiquemos
ahora un
caso de este
uso.
Supongamos
que leemos
en algún
periódico
que “Zamora
rindió ayer
un homenaje
al
compositor
Albéniz, en
el año del
centenario
de su
muerte, con
un recital
que incluyó
cinco
visiones
diferentes
de su
música. Los
interpretes
han sido
Diego
Fernández
Magdaleno,
Guillermo
González y
Juan Manuel
Consuegra,
quienes, con
intervenciones
«de Lope»,
supieron
estar a la
altura de la
conmemoración”.
Llegado el caso, habríamos de entender que la audición de música
clásica en
cuestión
fue, en su
conjunto, de
extraordinaria
calidad por
la magnifica
actuación de
los
cantantes
que
intervinieron,
la acertada
selección de
las
composiciones
y la
perfecta
realización
musical de
la orquesta.
Procedamos
ahora a
justificar
históricamente el uso de
esta
expresión.
De Félix
Lope de Vega
y Carpio
sabemos que
nació en
Madrid
el
25 de
noviembre
1562
y que la
literatura
universal lo
considera
uno de los
más
importantes
poetas
y
dramaturgos
de nuestro
Siglo de Oro.
Por la
extensión de
su obra se
le puede
considerar
como uno de
los autores
más
prolíficos
de la
literatura
universal.
En lo
referente a
sus
relaciones
literarias,
fue amigo de Quevedo y enemigo
acérrimo de Alarcón, Cervantes y Góngora.
La vida y
obra de Lope
de Vega
fueron de
una
exuberancia
extrema, lo
que le valió
que muchos
lo llamaran
el “Fénix de
los
Ingenios”, y
Miguel de
Cervantes, a
pesar de la
antipatía
que sentía
contra él,
lo llamó el
“Monstruo de
Naturaleza”
por su
fecundidad
literaria,
aunque
también pudo
haberlo
hecho por
tratarse de
alguien que
se
malquistaba
con gran
facilidad,
quizá sin
proponérselo,
los celos y
envidias de
los
contemporáneos
que, como
él, se
dedicaron a
la creación
literaria.
A Lope de
Vega se le
debe la
creación de
la
fórmula
(o canon)
del
teatro
clásico
español del
Barroco
y, en la
actualidad,
sus obras
continúan
representándose
en
festivales
de teatro
clásico.
Entre ellas,
Peribáñez y
el
comendador
de Ocaña
(1610),
Fuenteovejuna
(1612-1614),
La dama boba
(1613),
Amar sin
saber a
quién
(1620-1622),
El mejor
alcalde, el
rey
(1620-1623),
El caballero
de Olmedo
(1620-1625)
y
El castigo
sin venganza
(1631) son
de una
calidad
dramática
extraordinaria.
Es también
uno de los
grandes
líricos
de la
lengua
castellana
y su huella
en la
cultura
española
continúa
viva.
Fue autor de
3.000
sonetos,
3
novelas,
4
novelas
cortas,
9
epopeyas,
3
poemas
didácticos,
y varios
centenares
de
comedias
(1.800 según
Juan Pérez
de Montalbán),
y cultivó
todos los
géneros
literarios,
a excepción
de la
novela
picaresca.
Su muerte,
acaecida en
Madrid el
27 de agosto
de
1635,
fue muy
sentida por
la mayoría
de los
españoles
del mundo de
la cultura y
de la
política. Se
ha
constatado
que unos
doscientos
autores, en
Madrid y
Venecia, le
escribieron
y publicaron
elocuentes
elogios,
tanto a su
persona como
a su obra.
Relacionado
con esto
último, su
discípulo
Juan Pérez
de Montalbán
(Madrid,
1602-1638),
teólogo y
escritor,
nos cuenta
en su
impreso
Fama póstuma
a la vida y
muerte del
doctor frey
Lope de Vega
Carpio,
compuesto y
publicado en
Madrid en
1636 para
enaltecer la
memoria del
“Fénix”, que
una anciana
vio pasar un
entierro
magnífico
diciendo que
“era de
Lope”, a lo
cual
apostilló
Montalbán
que “acertó
dos veces”,
en alusión a
que en el
féretro iba
realmente
Lope de Vega
y a la
grandiosa y
multitudinaria
concurrencia
del cortejo
fúnebre.
El relato de
cómo
aconteció
este hecho
lo refiere,
con todo
lujo de
detalles,
José Moreno
Montilla (vid.
infra),
que
transcribimos
aquí como
sigue.
Moreno
Montilla
escribe: «En
1635, el 27
de agosto,
Lope llevaba
varios días
enfermo de
suma
gravedad, y
había pasado
muy inquieto
la noche del
domingo 26
al lunes 27.
Cuando el
nuevo día
amanece y,
según cuenta
el escritor
Juan Pérez
de
Montalbán,
amigo
fidelísimo
de Lope,
éste se
encuentra
tan
extremadamente
débil que
apenas puede
ya hablar y
su fin se
percibe muy
próximo. Le
acompañan en
esos
momentos
algunos
amigos: el
duque de
Sessa, el
Maestro José
de
Valdivieso,
don
Francisco de
Aguilar,
varios
religiosos,
don Alonso y
don Juan
Pérez de
Montalbán...
Algunos
rezan, otros
hablan
sigilosamente,
un silencio
hecho de
respeto y de
dolor se
extiende:
Lope ya está
en la
verdad.
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Representación teatral en
el patio
de
una
casa
de
vecinos. |
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El entierro se efectúa al
día
siguiente.
El cadáver
del escritor
ha sido
vestido con
el hábito de
caballero de
San Juan y
su rostro
aparece
descubierto.
A las once
de la mañana
empieza a
caminar el
numerosísimo
cortejo que
acompañará a
los mortales
restos de
Lope de Vega
hasta su
sepultura.
En Madrid
pocas veces
se habían
unido tantas
personas en
un entierro.
No se ha
sacado aún
el féretro
de la casa
mortuoria
cuando la
cabeza del
cortejo está
llegando a
la iglesia
parroquial
de San
Sebastián.
El
itinerario
de la
fúnebre
comitiva
principia en
la calle de
Francos (la
que se
llamará de
Cervantes a
partir del
siglo XIX),
desde la
casa que ha
sido hogar
del escritor
y donde éste
ha
fallecido, y
sigue por
las calles
del Niño (de
Quevedo
después), de
Cantarranas
(de Lope de
Vega más
tarde, donde
se encuentra
el convento
de monjas
trinitarias
descalzas,
una de ellas
sor Marcela
de San
Félix, la
hija de Lope
y de Micaela
Luján, que
ha rogado
que el
féretro se
detenga unos
instantes,
ante la reja
de la
clausura,
para poder
así
contemplar,
por vez
postrera, el
rostro de su
padre, lo
cual se hará
en escena de
desgarrada
emoción);
del León,
por la
plazuela de
Antón
Martín, y,
por último,
por la calle
de Atocha
para ir al
templo de
San
Sebastián,
en el que se
celebra la
misa de
réquiem.
Concluidos
los oficios
religiosos
el escultor
Antonio
Herrera hace
un vaciado
en cera de
la cabeza
del
escritor. Y,
por fin, el
cuerpo del
escritor es
enterrado en
uno de los
nichos de la
bóveda del
presbiterio
de la
iglesia de
San
Sebastián,
muy cerca de
los nichos
donde yacen
los restos
de Marta de
Nevares
—último amor
del “Fénix”—
y de otro
autor de
comedias,
Juan Ruiz de
Alarcón.
Una anciana que ha visto
pasar el
cortejo que
acompañaba
al muerto e
ignora quién
es éste,
sorprendida
por tan
notable
entierro, lo
pondera con
la frase
habitual
entonces
para
destacar la
calidad de
algo, y
exclama:
«¡Es de
Lope...!».
Y, sin
saberlo,
acierta con
la verdad.»
En original de Moreno
Montilla nos
hemos
decidido por
sustituir el
verbo
en forma
personal «parece»,
que él
propone, por
la de «es»,
ya que esta
última es la
que aparece
en todas las
referencias
que he
encontrado
en Internet
sobre el
curioso
acontecimiento.
Esta
decisión mía
se ha
consolidado
al leer que
el lema de
la XXXII
edición del
Festival de
Teatro
Clásico,
celebrado
este año en
Almagro
(Castilla-La Mancha),
ha sido
precisamente
«Es de Lope»
y no «Parece
de Lope», lo
que nos da
pie a pensar
que
«¡Es de
Lope...!» es
la expresión
que debe
consagrarse
para la
historia. |