renas es un
municipio
andaluz de la
provincia de
Málaga enclavado
en la comarca de
La Axarquía. Se
trata de una
pequeña
localidad muy
próxima a la
Costa del Sol y
a las playas
mediterráneas de
formas
típicamente
andaluzas, con
un turismo rural
y residencial
que está
empezando a
desarrollarse.
Desde el punto
de vista
histórico, el
pueblo actual
tuvo su
fundación
durante la
dominación
árabe. En la
etapa del reino
nazarí de
Granada, Arenas
era una alquería
del distrito (o
ta'a) de
Bentomiz,
fortaleza que
actualmente se
encuentra enclavada en el término
municipal de
Arenas.
Con la toma de
la fortaleza de Bentomiz y la
ocupación de los
pueblos de su
distrito en abril de 1487,
las tropas
cristianas se
apoderaron de
toda la comarca.
Antes de la
caída de La
Axarquía, los
musulmanes de
Bentomiz habían
enviado al real
del rey Fernando
unos
comisionados
para pactar con
él la rendición
del castillo.
Como resultas del acuerdo alcanzado, el
monarca les
confió su
custodia y
defensa para que
lo mantuvieran
en su nombre.
Desde ese
momento, sus
habitantes
pasaron a
llamarse
mudéjares, es decir, musulmanes con
derecho a
conservar sus
mezquitas, practicar su
religión y sus
costumbres y poseer como dueños sus casas y sus tierras, además
de seguir siendo juzgados por sus
propios jueces (o cadíes).
En el siglo XVI,
durante el
reinado de
Felipe II, la
zona se vio
sacudida por la
revuelta de la
población
morisca, nombre
con el ya habían
empezado a ser
conocidos los
primitivos
mudéjares
conforme iban
convirtiéndose,
con el paso del
tiempo, al
cristianismo,
cierto es que
muchos de ellos
más por las
ventajas económicas y
la consideración social que ello les
reportaba que
por convicción
religiosa. Tras
la derrota de
éstos, la
población
arenusca, prácticamente morisca, fue
expulsada casi
en su totalidad
y fue conducida
fundamentalmente
a la localidad
de Segura de
León (Badajoz),
repoblándose
Arenas con
familias que
vinieron de
otros puntos de
la Península,
fundamentalmente
de dos pueblos
de Jaén:
Santiago de
Calatrava y La
Higuera de
Calatrava.
Aunque la
leyenda que voy
a relataros
carece de
unanimidad en lo
que respecta a
su ubicación
histórica, todo
hace pensar que,
de haberse
tratado de un
suceso real,
hubo de
acontecer en los
años que
sucedieron a la
sublevación
morisca. Sí hay
coincidencia de
opiniones en lo
que respecta al
personaje de
misma, uno de
los pocos
moriscos que
lograron evitar
su deportación a
otras tierras,
quizá por
haberse visto en
él una conversión
sincera.
Sea como fuere,
cuenta la
tradición que
vivía en Arenas
un vecino de
ascendencia
morisca llamado
Alí que ganaba
su diario
sustento
dedicado al
comercio de seda
y otros
productos de la
zona, como
aceite, higos,
pasas o uvas. La
actividad de Alí
abarcaba todos
los pueblos de
La Axarquía hasta
la ciudad del
Generalife, lo
cual, para
salvar los
montes de
Málaga, veíase
obligado a pasar
casi a diario
por los
inhóspitos altos
de Zafarraya.
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El
hoy
llamado
"Boquete
de
Zafarraya",
en
los
límites
de
las
provincias
de
Málaga
y
Granada,
da
una
idea
del
penoso
camino
que
había
de
recorrer
el
personaje
de
la
leyenda. |
Habitualmente,
viajaba junto a
su recua de
mulas a través
de caminos
abruptos y
difíciles de
transitar. Al
llegar al puerto
de Zafarraya, el
viaje se hacía
aún más difícil
y lento, en unos
sitios a causa
el hielo del
suelo y en otros
por lo quebrado
del terreno.
Como
consecuencia de
las
circunstancias
de aquella zona, no sólo
perdía gran
parte de las
mercancías, sino
que muchas
bestias de carga
resbalan y
algunas morían por la caída; en una
ocasión, el
resbalón de una
de las mulas le
provocó tal caída que estuvo
a punto de
costarle la vida
al sufrido
arriero.
Cierto día,
cuando se hallaba entregado al
paso de estos
caminos, Alí
encontró a un
anciano en el
suelo, junto a
unas piedras,
casi
inconsciente a causa del frío.
Alí le vendó las heridas, lo cuidó y le proporcionó alimento y calor
hasta que el
anciano estaba en disposición de continuar su
camino.
Agradecido aquel
hombre, le pidió que permitiese darle un consejo
que habría de
serle de gran utilidad y mucho provecho,
y él accedió a la
buena voluntad
del anciano. A
sabiendas de que
Alí provenía de
la localidad de
Arenas, donde se
extraía una
arena muy
utilizada en la
construcción, le
comentó:
—La próxima vez
que viajes por este sitio,
carga una de
tus bestias con
arena,
deposítala sobre
la nieve del
camino y
comprobarás que,
de esta manera,
las mulas no se
resbalarán.
Alí cargó una
de sus mulas con
dos sacos de
arena y, en su
viaje siguiente, hizo lo que le
había indicado
el anciano. El
resultado fue
sorprendente:
había logrado
convertir aquel
peligroso camino
en un sendero
transitable y
mucho más
seguro.
El morisco
comprendió de
inmediato que
aquel
descubrimiento iba a servir de mucha ayuda a
los viajeros que
por allí
transitaban, así
que cambió de
oficio y se
convirtió en
arenero. A
partir de ahora,
su trabajo
consistía en
llevar arena en
sus mulas y
depositarla en
lugares nevados
para que lo
viajeros no
resbalaran.
El cambio de oficio no sólo
fue provechoso para Alí, pues, al tiempo que él obtenía beneficios más
seguros y
rentables, facilitaba la
comunicación
entre aquellas
zonas. Desde
entonces, fue
conocido como
Alí , ‘el
Arenero’.
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