l basilisco es un animal fabuloso de la
mitología griega que tiene forma de una
serpiente de no gran tamaño y está dotado de la
capacidad de matar mediante la inoculación de un
veneno mortífero o la proyección de su mirada
sobre la víctima. Su nombre procede de la voz
griega
basiliskoz,
‘basiliscos’, que significa «reyezuelo», así
llamado por una macha blanca que adoraba su
cabeza como si se tratase de una corona; las
gentes lo consideraban el “rey de las
serpientes” y su hábitat natural era el
desierto. La creencia en este letal reptil fue
divulgada por la Europa occidental a medida que
Roma expandía su imperio.
|
|
|
|
|
El
basilisco es un
animal fabuloso de la mitología
griega
que
tiene una larga
historia entre los mitos y su
importancia radica no sólo en la
abundancia de atributos de que está
dotado y de circunstancias de todo
tipo que se le atribuyen, sino en el
hecho de que su tradición está
presente en culturas y pueblos tan
diferentes como lejanos, y entronca
en casi todas las creencias y
religiones. |
|
|
El basilisco tiene una larga historia entre los
mitos y su importancia radica no sólo en la
abundancia de atributos de que está dotado y de
circunstancias de todo tipo que se le atribuyen,
sino en el hecho de que su tradición está
presente en culturas y pueblos tan diferentes
como lejanos, y entronca en casi todas las
creencias y religiones. Así, por ejemplo, se
atribuye a San Trifón el logro de haber
domesticado a esta bestia y, por su parte,
Isaías, cuando se dirige a los pecadores, afirma
que tales bestias «incuban huevos de víbora,
tejen telas de araña y el que come de sus huevos
muere, y, si se aplastan, salen basiliscos» (Libro,
59:5).
En Europa, desde su difusión en la Antigüedad
hasta el momento actual, este portentoso animal
se ha ido metamorfoseando a su paso por las
diferentes etapas de la historia, hasta el punto
de que hoy en día se nos presenta de una forma
muy distinta a la de sus inicios. Sea como
fuere, en su descripción anatómica se deja notar
una gran influencia del legado de la tradición,
según la cual, el basilisco tuvo su origen en un
huevo de serpiente incubado por un gallo viejo.
También aparece en la heráldica, que lo
representa con una forma mixta de ave y
serpiente.
El basilisco en el Mundo Antiguo
Como suele ocurrir con las bestias mitológicas,
el origen del basilisco se pierde en el tiempo.
Aunque las antiguas culturas nos han legado su
creencia a través de leyendas o mediante
manifestaciones artísticas, es gracias a la
tradición escrita como mejor han podido
rastrearse su evolución morfológica y
trayectoria histórica.
Así, para los antiguos egipcios, el basilisco
nacía de los huevos del ibis y en del Antiguo
Testamento pueden encontrarse referencias al
basilisco en cuatro libros. En general, ya en
los umbrales del s. I d. C., el animal es
descrito como una forma de serpiente
excepcionalmente dañina, concepto que han
logrado perpetuarse hasta bien entrado el s.
XVIII debido a su inclusión durante la Edad
Media en los tratados naturalistas.
Para los griegos, este animal era muy temido por
sus efectos nocivos sobre el hombre. De esta
época data ya lo que de él se dice de
terrorífico, pues exhalaba por la boca grandes
llamaradas de fuego ocasionando que las plantas
se marchitasen, se quemasen los pastos, se
resquebrajasen las rocas y las aguas se
impregnasen de letal ponzoña.
Sin embargo, la característica que lo hacía más
temible es su capacidad para matar a un hombre o
animal con sólo dirigir su mirada hacia él. Su
similitud con las Gorgonas de la mitología
clásica griega es inexcusable. Cuentan muchas
leyendas que el basilisco tomaba un rincón de la
casa en que penetraba como guarida para
esconderse y, desde su penumbra, daba muerte a
toda persona que lo miraba. En este hecho tiene
su origen la antigua creencia de que, para
limpiar una casa de su presencia, la medida más
eficaz consistía en llenar la casa de espejos,
para que él mismo se causara la muerte al ver
reflejada su propia imagen. Precisamente, del
mundo heleno nos ha venido una leyenda que
refiere que Alejandro el Magno llegó a dar
muerte a uno, valiéndose del ardid de que este
se viera a sí mismo reflejado en su escudo, cuyo
metal había hecho limpiar en extremo
previamente.
|
|
|
|
Sin embargo, la característica que
lo hacía más temible es su capacidad
para matar a un hombre o animal con
sólo dirigir su mirada hacia él. Su
similitud con las Gorgonas de la
mitología clásica griega es
inexcusable. |
|
|
|
En la tradición grecolatina se diferencia
netamente el basilisco del
catoblepas, fabuloso
animal que se desplazaba sobre cuatro patas,
tenía una pesada cabeza y mataba con la mirada.
Esta exótica bestia aparece citada, entre otros,
por los autores griegos Elieno, Ateneo y
Arquéalo.
Entre los romanos, son también varios los
autores que hablan del basilisco, entre ellos,
Plinio, Solino y Pomponio Mela. Plinio el Viejo
(siglo I d. C.) lo describe en su Historia
Natural como un híbrido resultante de la
unión de una serpiente con un gallo, el cual, al
cumplir los siete años, ponía un huevo deforme y
veteado que era incubado por un sapo durante
otros nueve y que, al nacer, presentaba
aglutinadas las características de sus
progenitores: cabeza de gallo, cuerpo de sapo y
cola de serpiente; su tamaño no rebasaba los
doce dedos de longitud y su debilidad era el
olor de la comadreja, que podría llegar a
matarlo.
Con posterioridad, ya en el s. III de nuestra
era, lo mencionan también Lucano, Dioscórides,
Solino y Aeliano, tradición que se remonta hasta
Arnobio y Aecio, ya en el s. V. Por esta época,
Aeliano incorpora esta bestia a la mitología
latina, con lo que la creencia en este
legendario y letal gallo o culebra logra
penetrar en la Edad Media.
El basilisco y su presencia en los ‘bestiarios’
medievales
Durante la Edad Media, los bestiarios con fines
moralizadores son comunes en toda Europa. En
realidad, se trataba de burdas copias o torpes
versiones del clásico Physiólogus,
bestiario griego consistente en una compilación
de narraciones con fines moralizadores, en las
que aparecen unos animales confundidos con
otros, como es el caso de identificar un
rinoceronte con un unicornio.
|
|
|
|
|
Es durante el Medioevo cuando esta
criatura experimenta un cambio en su
morfología, pasando a ser una suerte
gallo de cuatro patas, plumas
amarillas, grandes alas espinosas y
cola de serpiente terminada en
garfio. |
|
|
Es durante el Medioevo cuando esta criatura
experimenta un cambio en su morfología, pasando
a ser una suerte gallo de cuatro patas, plumas
amarillas, grandes alas espinosas y cola de
serpiente terminada en garfio. Se ha constatado
otra versión de este tipo de gallo, que lo
describe con cabeza de serpiente, dotado de ocho
patas y cubierto de escamas en vez de plumas.
El obispo San Isidoro de Sevilla (556-636),
inspirándose en Plinio el Viejo, describe al
basilisco en un apartado de su grandiosa obra
las Etimologías (634) como el rey de las
serpientes, y llega a afirmar de él que, además
de estar capacitado para inocular un veneno
mortal, los reptiles se someten a él por efecto
de su peligrosa mirada, que asesina a quien lo
mira directamente a los ojos.
Pierre de Beauvais, en su Bestiario,
redactado hacia el 1206, basándose probablemente
en un bestiario latino o en alguna de las
descripciones que contiene el Physiólogus,
nos describe la génesis de esta maléfica
criatura de una forma diferente a la anterior,
muy próxima también a la descrita por Plinio.
Al lado de esa creencia, durante la Edad Media
circulaba también otra explicación con respecto
a su origen, según la cual, el basilisco nacía
al eclosionar un huevo puesto por un gallo e
incubado por una serpiente y tenía cuerpo de
gallo, lengua de serpiente y cresta. Esta otra
versión del origen de la bestia mitológica es
consecuencia de esa tendencia medieval, muy
llevada a la práctica en esta época, de plagiar
‘libremente’ los escritos de los clásicos, lo
que trajo como consecuencia que todo el saber
grecolatino quedase diluido durante siglos en un
confuso revoltijo de fuentes secundarias y malas
copias.
A las puertas del primer milenio, en una Europa
plagada reinos feudales encontramos ya leyendas
en las que aparecen basiliscos. Por su parte, y
aunque en una proporción menor, en el mundo
musulmán también se observa la presencia de
muchos de estos animales procedentes del
clasicismo griego.
En el s. XIII español, Bartolomé Glavilla,
conocido por Anglico (1190-1250), escribe los 19
libros que componen su De Propietatibus Rerum,
una de las historias naturales posteriormente
más conocidas durante el Renacimiento, en el que
aparece configurado, en toda su plenitud, el
antiguo mito del basilisco: desde su nacimiento,
evolución y propiedades hasta la formas posibles
de darle muerte.
El basilisco y la alquimia medieval
|
|
|
|
Alberto Magno (1193-1206), teólogo, filósofo y
figura representativa de las Ciencias durante la
Edad Media, en su obra titulada De animalibus
despliega toda una tesis en la que
intenta dar una explicación de cómo
el basilisco mata con la mirada fija. |
|
|
|
Pero lo que probablemente haya contribuido de
una manera notable al desarrollo de la fama que
envuelve al basilisco se deba a la alquimia,
pues no pocos fueron los físicos, naturalistas y
otros expertos en el trato de los metales, como
es el caso de Theophilus Presbyter (1070-1125),
monje benedictino austriaco, al que se le
atribuye la idea de una compleja receta (hoy no
conservada) en la que explica cómo criar un
basilisco y dotarlo de la capacidad de convertir
el cobre en oro.
El académico y docente inglés Alexander Neckham
(1157-1217), autor de un gran número de libros
de la más variada temática, llegó a afirmar que
el arma asesina del basilisco no radicaba en su
mirada asesina, sino en su capacidad de
corromper el aire que respiramos. Esta absurda
teoría sería desarrollada un siglo más tarde por
Pietro d’Abano, quien justificó tal corrupción a
su poder de trocar el gas natural que respiramos
en otro altamente nocivo para los seres vivos.
Alberto Magno (1193-1206), teólogo, filósofo y
figura representativa de las Ciencias durante la
Edad Media, en su obra titulada De animalibus
despliega toda una tesis en la que intenta dar
una explicación de cómo el basilisco mata con la
mirada fija; en este mismo escrito, desmonta con
argumentos muchas de las leyendas que atribuidas
a este animal, como la de que procedía de un
huevo de serpiente incubado por un gallo viejo,
la más divulgada.
Precisamente es también Alberto Magno el que
atribuye el origen de todas estas fabulaciones
relacionadas con el animal a Hermes Trismegisto,
de quien afirma que se trata tan solo de un
simple nombre griego atribuido a un personaje
irreal, del que, no teniéndose pruebas
fehacientes de su existencia ni de lo contrario,
su figura histórica se fue construyendo
ficticiamente durante la Edad Media. De este
inexistente personaje se decía que había
trabajado en la alquimia y que había logrado
transformar grandes cantidades de plata en oro,
valiéndose de las cenizas de un basilisco.
El basilisco a lo largo del Renacimiento
Con las nuevas formas de ver y entender el mundo
que imponen las nuevas ideas del Renacimiento,
las primeras luces de la razón comienzan a
iluminar las Ciencias Naturales, que contemplan
ahora con un espíritu más científico los
fenómenos de la naturaleza, al tiempo que los
conocimientos se ven sometidos a una actitud
crítica más severa: nada se admite a la primera.
|
|
|
|
|
El
padre Benito Jerónimo
Feijoo (1676-1764), eminente
ensayista y polígrafo español,
llevado de un vigoroso afán por
acabar con toda clase de
superstición, que él llamaba
‘errores comunes’, y empeñado en
divulgar toda suerte de novedad
científica, empieza ya a negar que
un animal pudiese estar capacitado
para causar la muerte con la vista,
afirmación que suscitó no pocas
ampollas entre las anquilosadas
neuronas de muchos naturalistas de
la época. |
|
|
Y mientras las ciencias empiezan a abrirse paso
en el mundo del saber gracias a la proliferación
de las universidades, todavía en el s. XVI
continúa admitiéndose la existencia de un animal
maldito llamado basilisco y lo referente a sus
capacidades mortíferas. No sorprende, pues, que
no pocos físicos y médicos se entregasen al
estudio de la singularidad de su nacimiento y de
capacidad letal de su veneno.
El basilisco de la
Enciclopedia de Aldrovandi
Ya en los últimos tramos renacentistas, por toda
Europa no dejan de contarse sucesos de personas
que han sufrido un desgraciado encuentro con una
de estas criaturas y de sus funestas
consecuencias. Incluso en la afamada
Enciclopedia de Aldrovandi, redactada por el
prestigioso científico naturista boloñés Ulisse
Aldrovandi (1522-1605) y cuya consulta era
imprescindible por quien pretendiese darse por
entendido en el campo de las Ciencias, se deja
constancia de su existencia mediante el grabado
de un basilisco disecado (hoy se sabe que se
trata de una burda falsificación montada con los
cuerpos de un pez ángel y una raya).
El basilisco y el Siglo de Oro
No obstante los avances alcanzados por las
Ciencias, la presencia de esta ficción, rodeada
de toda una nutrida parafernalia de eventos a
cual más disparatado, logra pervivir a lo largo
del Siglo de Oro español, cuya producción
literaria se halla salpicada de referencias a
esta bestia: Cervantes, Lope de Vega y Quevedo
son notables ejemplos de autores que recurrieron
a su figura en sus escritos, normalmente
empleada como comparación con la mirada de la
mujer amada.
Como puede apreciarse, la figura del basilisco,
junto a la de otros muchos seres fantásticos,
estaba firmemente arraigada en el saber popular
y sólidamente integrada en las creencias de las
clases más refinadas.
El basilisco durante la Ilustración
|
|
|
|
El
basilisco es un
animal fabuloso de la mitología
griega que tiene forma de una
serpiente de no gran tamaño y está
dotado de la capacidad de matar
mediante la inoculación de un veneno
mortífero o la proyección de su
mirada sobre la víctima. |
|
|
|
Probablemente, el último naturalista que llegó a
mezclar animales reales y ficticios fue Jan
Johnston en su obra Historiae Naturalis,
porque un tiempo después, en 1728, ya iniciado
ese periodo histórico de la cultura humana
conocido con el nombre de Ilustración, el padre
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), eminente
ensayista y polígrafo español, llevado de un
vigoroso afán por acabar con toda clase de
superstición, que él llamaba ‘errores comunes’,
y empeñado en divulgar toda suerte de novedad
científica, empieza ya a negar que un animal
pudiese estar capacitado para causar la muerte
con la vista, afirmación que suscitó no pocas
ampollas entre las anquilosadas neuronas de
muchos naturalistas de la época; sin embargo, y
paralelamente, el pueblo llano continuaba
creyendo en la real existencia de esta terrible
criatura y en sus apocalípticos poderes.
La presencia del basilisco en los viajes de
aventuras
Hasta hace no muchos siglos, la creencia en la
existencia de esta fantástica bestia era tal que
incluso algunos viajeros contaban historias
como, por ejemplo, esa que comentaba que alguien
había visto a unas mujeres que mataban a los
hombres con la mirada «al igual que el
basilisco», solía apostillarse, u aquellas otras
que daban a conocer las debilidades de esta
bestia, una de las cuales aseguraba que la fiera
moría cuando oía el canto de un gallo o se
encontraba con una comadreja. Por eso que, entre
los aventureros que tuviesen planeado llevar a
cabo un viaje por algún desierto africano,
existiese la costumbre de tomar la precaución de
llevar consigo un gallo para protegerse de tan
temible animal.
El basilisco en la tradición española
En la tradición cultural española se han
recogido diferentes variantes de esta bestia de
fábula, según las regiones. Una de ellas se
localiza en las montañas cántabras, en donde se
contaba que, cada siglo, los milanos ponían un
huevo de color rojo, del cual salía una pájara
blanquinegra, que, tras cincuenta años cabales
de vida, moría y, de su cuerpo ya putrefacto,
salía un gusano que iba mutando de forma hasta
convertirse en el negro ‘Gallo de la Muerte’.
Otra la hallamos en el Pirineo catalán, en donde
se aseguraba que el basilisco era una bestia que
se encontraba sólo en las sepulturas de quienes
se llevaban al féretro sus riquezas, de cuya
custodia se encargaba con gran celo este temido
animal.
Han existido otras variantes de este animal, y,
en definitiva, todas ellas coinciden en
describirlo como un ser terrorífico e infernal,
muy en consonancia con el ya comentado mito de
las Gorgonas por el efecto letal y maléfico de
su mirada, al que, en algunos casos, se le ha
asociado el carácter de fiel guardián de esos
tesoros ocultos en grutas, tan recurrentes en
las leyendas. Las historias que se cuentan sobre
esta bestia la incluyen dentro de la misma
familia de la cocatriz (o ‘cockatrice’), otro
animal fabuloso del que el basilisco tan solo se
diferencia por el hecho de que esta nace de un
huevo de gallina incubado en un nido de
serpientes. En la actualidad, la sociología nos
pone de manifiesto que el mito del basilisco y
sus maleficios ha desaparecido de nuestra
sociedad, salvo cuando el lenguaje figurado y
coloquial lo emplea (tal es el caso de España)
para referirse a una «persona furiosa y dañina».
|
|
|
|
|
En muchas zonas del altiplano
colombiano es común la creencia en
una extraña bestia que muchos dicen
haber oído pero que muy pocos han
logrado ver, a la que en unas partes
llaman el “Pollo Malo” y en otras
conocen como el “Pollo del Diablo”. |
|
|
Sin embargo, el recuerdo de este animal de
fábula parece pervivir aún subliminalmente en
forma en otros animales reales, desprovistos ya
de su fascinadora mirada mortal, pero
considerados muy perniciosos por las gentes por
su gran capacidad venenosa. Como ejemplos pueden
citarse el ‘tiro’, muy temido entre los hombres
de ciertos pueblos de la provincia de Toledo a
causa de la terrible eficacia de su veneno, que,
al final, no es más que un reptil con aspecto de
lombriz de tierra, sin patas y ciego, y
totalmente inofensivo. Otros casos los
constituyen el ‘alicante’ que, según se cuenta,
parecía habitar la Cueva del Gato de Benaoján
(Málaga), el cual se ha descrito como una
culebra cuya peligrosidad era extrema, y el
‘can’, una culebra de escasa longitud, que
cacarea agresivamente como un gallo en época de
celo, pero, por las comprobaciones llevadas a
efecto, ambos casos no son más que un reptil
inofensivo.
El basilisco, en América
En la llamada América latina, particularmente en
el folclore de los países que conforman el cono
sur continental, existen también leyendas sobre
el basilisco, que, aunque hunden sus raíces en
la superstición europea, en la actualidad
presentan aspectos sincréticos con las creencias
aborígenes.
Así, por ejemplo, la tradición de los gauchos
argentinos creía en un basilisco semejante a una
especie de gusano gigante que, a pesar de tener
un solo ojo, causaba la muerte al mirarlo; a
este animal sólo se le podía eliminar haciéndole
ver su rostro mediante un espejo u otra
superficie reflectante.
En muchas zonas del altiplano colombiano es
común la creencia en una extraña bestia que
muchos dicen haber oído pero que muy pocos han
logrado ver, a la que en unas partes llaman el
“Pollo Malo” y en otras conocen como el “Pollo
del Diablo”. En ambos casos, del animal se
afirma que su canto es presagio de una muerte
inminente y que, en general, trae desgracias a
quien tenga contacto con él.
Por último, en la mitología de los habitantes
del archipiélago de Chiloé, Sur de Chile, existe
la creencia en el ‘basilisco chilote’, una
criatura mitad gallo y mitad culebra, que se
caracteriza por beber su propia saliva y al que
solo se le puede matar quemándolo.
|