a moderna Antropología nos dice que las
creencias mágicas o religiosas
tienen su origen en los deseos, temores,
pasiones y esperanzas de los hombres, y
que los mitos constituyen un
recurso de canalizar estos sentimientos
por medio de cosas concretas e
inteligibles. Rastreando, pues, la
historia de la Humanidad, puede
constatarse que no ha existido
civilización o pueblo primitivo que no
se haya interesado, de alguna manera,
por el control de algunas especies
animales, no sólo para emplearlos como
elementos de ayuda en las faenas
laborales pesadas, sino también por
pensar que estos están dotados de
ciertas cualidades esotéricas o mágicas
que resultan beneficiosas para el
hombre.
Una forma de ese interés por los
animales la encontramos, por ejemplo, en
el uso de amuletos elaborados con
figuras de estos o con algún trozo de su
anatomía (hueso, cuerno, diente...) para
la consecución de un bien o prevención
de algún mal. Y, en la actualidad, en
muchas tribus o pueblos que viven ajenos
a la civilización, aún pervive la
creencia de las virtudes que tienen los
mechones de pelo de rata, de ahí el uso
ornamental que de ellos hacen
frecuentemente los guerreros, con la
esperanza de que les proporcione mayor
vigor y más agilidad para la caza o el
combate.
Los ratones y la agricultura
Frecuentemente se vincula al ratón con
el hombre del mundo agrario. Existen
exorcismos cuyo fin es el de preservar
los campos de los ratones. Un tratado
romano de agricultura da la siguiente
fórmula con el fin citado anteriormente:
«Yo os conjuro, ratones aquí presentes,
para que no me hagáis daño ni consintáis
que ningún ratón me lo haga. Os doy un
campo allí, pero si agarro a alguno de
vosotros aquí otra vez, por la madre de
los dioses que le rajaré en siete
pedazos».
Un ejemplo más actual. En la isla de
Bali (una provincia de Indonesia), para
acabar con los ratones que destruyen las
cosechas de arroz, existe la costumbre
de aplicar este procedimiento: primero
se da caza a un buen número de ellos
para luego arrojarlos al fuego y
quemarlos; para mayor efectividad de la
advertencia, se dejan en libertad dos de
los ratones capturados y, mientras estos
roedores liberados huyen, los campesinos
se inclinan ante ellos, deseando que
hayan aprendido la lección y que
recuerden lo que les espera si vuelven.
El Ratoncito Pérez y otros roedores
similares
En muchas zonas del mundo se tiene la
creencia de que existe un ratón, un
ratón con apellido propio, que se nos
presenta como un ser dadivoso, si bien
su nombre difiere, e incluso también su
forma, de unos sitios a otros, tal como
ocurre en las culturas del ámbito
mediterráneo. Así, en España y muchos
países de su influencia cultural en
América, ese roedor que recoge los
dientes de leche que han sido
depositados por su infantil propietario
bajo la almohada y deja en su lugar algo
de dinero, es conocido como el Ratoncito
Pérez.
En Francia, por el contrario, el mítico
roedor que cumple las mismas funciones
que el Ratón Pérez hispano recibe el
nombre de Petite Souris. Sin embargo, en
otros países, como es el caso de Suiza,
Perú, Venezuela, Polonia, México o la
India, esta tradición leyendaria tiene
por protagonistas a ratones anónimos
(entiéndase, que no tienen nombre).
El mito, de Alemania a Filipinas
Por su parte, en Alemania, cuando se
caen los dientes de leche, se tiene por
costumbre decir: «Ratón, déme su diente
de hierro; yo le daré el mío de hueso».
Y en una isla del Pacífico Sur llamada
Rarotonga, perteneciente a las islas
Cook (archipiélago libremente asociado a
Nueva Zelanda), cuando se le extraía un
diente a un pequeño, había que decir:
«Gran rata, pequeña rata, aquí está mi
viejo diente; os ruego que me deis otro
nuevo».
En cambio, en los países de cultura
anglosajona, como EE UU, Inglaterra,
Australia y Filipinas, entre otros, la
función de este peculiar roedor es
llevada a cabo por el Hada de los
Dientes (Tooth Fairy), mientras que en
otros, como Bulgaria, esta tarea es
responsabilidad de las abuelas.
El mito y sus posibles efectos
Como hemos tenido ocasión de constatar,
en muchas partes del mundo existe la
costumbre de colocar los dientes que se
caen naturalmente en determinados
lugares, a fin de que puedan ser
encontrados por un ratón o rata, u otra
entidad, con la esperanza de que, por
esa conexión que existe entre el diente
y su propietario, el resto de sus
dientes adquieran la firmeza de la
dentadura de los roedores.
En el caso del ratón Pérez, algunos
investigadores creen ver en ello una
fórmula ritual iniciática, por el hecho
de que se produce a una edad temprana,
pero, aun así, en nuestra cultura ha
perdido ya por completo tal
significación. Sin embargo, es preciso
dejar constancia de que, aunque se trate
de una simple creencia, tiene un efecto
liberador de la posible ansiedad que
pueda generar en el pequeño la caída del
diente.
Los sueños y la caída de los dientes
Desde hace bastante tiempo, entre las
gentes sencillas ha existido la
tendencia casi generalizada a
interpretar los sueños relacionados con
la caída de las piezas dentales. Así,
soñar que se te caen los dientes es
señal de mala suerte; si sueñas que se
te caen las muelas y te duelen, es que
se va a morir alguien de tu familia;
soñar que no te duelen, es presagio de
enfermedad o la muerte de algún
conocido; según qué diente se caiga,
presagia pérdida de amigo o muerte de
algún ser querido; soñar que se te caen
las muelas o dientes y soñar con carne y
sangre, significa muerte, entre muchas
otras.
En su fundamental obra La
interpretación de los sueños,
Sigmund Freud afirma que los sueños
relacionados con los dientes tienen
siempre el mismo sentido. Freud opina
que «en los sujetos masculinos, era el
placer onanista de la pubertad lo que
constituía la fuerza provocadora de
estos sueños». Nótese que, en alemán,
arrancarse una, aparte de significar
extracción dental, puede traducirse como
masturbarse.
Existe también la opinión de que los
sueños que tienen las mujeres
relacionados con los dientes son indicio
de que va a tener lugar un nacimiento.
El ratoncito Pérez y el padre Coloma
Al margen de todo esto, cabe destacar
que el autor del cuento del Ratoncito
Pérez es el jerezano padre Luis
Coloma, su primera edición data de 1902
y su manuscrito se conserva, desde 1894,
en la biblioteca del Palacio Real.
En cuanto al origen de este libro, hoy
se sabe que la reina Cristina encomendó
al padre Coloma la labor de escribir un
cuento como regalo al pequeño Alfonso
XIII por la caída de un diente a los
ocho años. El cuento trata del viaje que
llevan a cabo el pequeño Rey Buby (en
realidad se trata del apelativo que la
Reina Madre daba a su hijo) y el Ratón
Pérez, transformado en un pequeño
ratoncito, para descubrir cómo vivían
sus pequeños súbditos. En se viaje Buby
aprende valores como el buen gobierno de
sus súbditos, la generosidad y la
valentía.
Según el padre Luis Coloma, el Ratón
Pérez es pequeño, con sombrero de paja,
lentes de oro, zapatos de lienzo y una
cartera roja, terciada a la espalda.
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