N.º 73

AGOSTO-OCTUBRE 2011

15

  

   

  

  

  

  

  

LA DONCELLA DE FRIGILIANA

  

  

Por José Antonio Molero

   

   

   

E

nclavado en la parte sur de la sierra de Tejeda, a unos 56 km de Málaga ciudad, Frigiliana es uno de esos bellos pueblos blancos que se encuentran en la malagueña comarca de la Axarquía.

Como es costumbre muy antigua en cualquier parte de esta Andalucía nuestra, los vecinos de Frigiliana también ha sabido preservar del olvido su patrimonio mítico, preocupándose de transmitir, de generación en generación, con el simple procedimiento de la narración oral, todas esas leyendas, cuentecillos y sucedidos que, aunque puedan parecer disparatados a los ojos de quienes vivimos en estos tiempos modernos, forman parte de la memoria colectiva de los frigilianenses.

Evocadas hoy con nostalgia por quienes ya pintamos canas y  arraigadas en lo más íntimo de las entrañas de quienes un día hubieron de abandonar su casita del pueblo por la falta de expectativas en aquel pueblo de entonces, pero sentidas todavía profundamente, estas narraciones, todas ellas curiosas, simples y atractivas, sirvieron en su tiempo para el recreo de la imaginación de las gentes sin distinción de edad, cuando, reunidos en torno a un brasero o al fuego del hogar, los abuelos se entregaban de lleno al ejercicio de contar lo que a su vez a ellos les habían contado los suyos.

Desde luego, esta costumbre de relatar cuentos al amor de la lumbre no la tiene Andalucía en exclusiva: en muchas zonas de España y de otros países también se ha dado y se da. Lo que sí parece ser muy típico de nuestra región es la temática (muertos que se aparecen, sombras parlantes desde otra dimensión, amores imposibles con fin trágico) y el contexto situacional en que tales hechos tienen lugar (normalmente, en noches oscuras y en lugares apartados). Es probable que esta tradición sea herencia de nuestra pasada dominación árabe y hunda sus raíces en los contadores islámicos de cuentos fantásticos que tanto abundaban en los zocos y plazuelas de la España musulmana.

Por otra parte, esa costumbre de narrativa oral, llevada a la práctica ya en época cristiana, halló también una fuente inagotable en la virtuosidad de la mujer, pero, sobre todo, en las historias de amoríos ocultos, pasiones traidoras y noviazgos frustrados, temas preferentes de los chismosos, a los que eran ajenos los mismos enamorados, que no se percataban de cuanto ocurría en su entorno, popularizando así la palabra «novio» (de ‘no vio’), que, al decir del pueblo, no veían nada de cuanto se decía de ellos, de lo enamorados que estaban.

Los novios solían ser centro de la maledicencia pueblerina, provocada, principalmente, por celos y odios. Si la pareja rompía, la mujer era siempre la que quedaba peor parada. Este fue el caso de una joven de Frigiliana, que, tras una discusión con su novio, se vio envuelta en tantas habladurías que la hicieron enfermar seriamente.

     
     

  

La madre, desesperada, buscó los servicios de una curandera, la cual, tras una ojeada a la enferma, aseveró con toda contun-dencia que lo que padecía la doncella era «mal de amores».

   

Cuenta la gente del lugar que el mal que se adueñó del cuerpo de aquella inocente doncella se ponía de manifiesto con unos síntomas tan extraños y desconocidos hasta entonces, que no había médico en la zona capaz de dar un diagnóstico acertado ni se atreviese a proporcionarle algún preparado que la aliviase, a lo que se añadía el que ella no hacía nada para remediarlo.

La joven empeoraba cada día. La madre, desesperada, buscó los servicios de una curandera, la cual, tras una ojeada a la enferma, aseveró con toda contundencia que lo que padecía la doncella era «mal de amores».

Fuese o no ese su mal, lo cierto es que su vida se fue apagando como una lamparita, hasta que un día murió. La doncella fue enterrada por sus familiares en el cementerio del pueblo.

Se dice que, a los cinco años, hubo de ser trasladada al osario, como era norma. Fue entonces cuando tuvo lugar lo que de portentoso y extraño tiene el relato: sacada la tierra que lo cubría, sorprendentemente el ataúd permanecía entero, y, al abrirlo para la extracción de los restos mortales, el asombro hizo presa de los familiares y demás personas allí presentes cuando vieron que el cuerpo de la joven estaba intacto.

Los familiares avisaron al párroco, al que llamaban el cura Blanca, el cual, dada la singularidad del fenómeno, consideró la conveniencia de trasladar aquel cuerpo prodigiosamente incorrupto al convento de las Carmelitas de Vélez-Málaga, un pueblo vecino, situado también en la comarca de la Axarquía.

La leyenda sitúa el acontecimiento a mediados del siglo XIX, época en que las comunicaciones eran tan pobres en estas tierras que el acarreo de mercancías de una a otra villa había que llevarlo a cabo a lomos de una caballería. Así las cosas, los padres encargaron el transporte del ataúd a un sobrino suyo, que era arriero. A fin de evitar la contingencia de una negativa de su parte, consideraron conveniente no avisarle del contenido de la carga.

Se afirma entre los lugareños que, durante el camino, el inadvertido primo de la difunta oyó unas voces que parecían provenir del ataúd, aconsejándole que se apresurara porque el tiempo amenazaba con fuerte lluvia y se iban a mojar.

Una vez llegado a Vélez-Málaga, contó la rareza de las voces al capellán del convento, quien le pidió que le mostrara lo que había transportado. El arriero le obedeció y, cuando lo abrió, sufrió tal impresión al ver el cuerpo de su prima que cayó desplomado al suelo.

Agrega la leyenda que el cuerpo de la doncella se mantuvo preservado de la natural corrupción de los cadáveres y que así fue conservado en una urna durante muchos años, hasta que unos acontecimientos, de los que nadie sabe cuándo tuvieron lugar, lo hicieron desaparecer para siempre.

   

   

     

     

  

 

JOSÉ ANTONIO MOLERO BENAVIDES (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección digital en web de GIBRALFARO, revista de publicación bimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga, en la que colabora con aportaciones varias.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año X. II Época. Número 73. Agosto-Octube 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 José Antonio Molero Benavides. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

  

  

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