a Sierra de Mijas es un cadena de
pronunciadas elevaciones que forma parte
del Cordón Montañoso Litoral que
discurre paralelo a la Costa del Sol,
nombre con que se conoce universalmente
a esta franja costera de la provincia de
Málaga, bañada por el mar Mediterráneo y
situada en una de las zonas más
luminosas y soleadas del Sur de España.
El punto más alto de este enclave
orográfico es el Pico de Mijas, con
1.110 m, al cual se accede a través de
un empinado sendero, punto en el que se
desarrolla el sorprendente
acontecimiento que voy a narraros. Las
poblaciones más cercanas a esta
elevación natural son dos pueblos,
Alhaurín de la Torre y Alhaurín el
Grande, a 18 y 29 km, respectivamente,
de la capital de la provincia a la cual
pertenecen, Málaga.
El sendero en el que tiene lugar el
relato va de la Fuente del Acebuche al
Pico de Mijas, a su paso por Alhaurín el
Grande en dirección a Alhaurín de la
Torre, a lo largo de cuyo recorrido
serpentea por la ladera noroeste de la
Sierra de Mijas. El bosque que lo
acompaña en este peregrinaje es uno de
esos parajes, hermoso y enigmático a la
vez, que a uno le gustaría descubrir.
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Sendero
que va de la Fuente del Acebuche al
Pico de Mijas. |
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La primera vez que anduve por este
camino experimenté la sensación de estar
recorriendo los pasos de antiguos
caminantes. Me dio la impresión de estar
marcando con mis huellas una de esas
veredas que se nos presentan adheridas
como la hiedra a la piel de una montaña
para adentrarnos furtivamente en un
denso bosque, en el que la piedra y el
musgo se funden íntimamente para liberar
perfumes de umbría que embriagan al
viajero y le hacen olvidar su destino.
Al andar por estas trochas que se nos
antojan milenarias, el caminante parece
revivir historias del pasado, historias
escondidas en cada recoveco, en cada
giro de curva, algunas más afortunadas
que otras.
Dicen quienes conocen bien aquellos
parajes que, en estos perdidos caminos
de montaña, justo a la vereda, es
habitual encontrarse con una gran piedra
cuya función es indicar la existencia de
una población cercana. Y así parece ser.
Según cuentan las gentes que han pasado
por el sitio alguna vez, a un lado del
sendero del que os hablo hay una gran
piedra que, aunque es difícil de
localizar por hallarse casi oculta por
la maleza, anuncia la cercanía de
Alhaurín de la Torre.
Yo he visitado aquella zona en una sola
ocasión. Fui acompañada hasta ella por
un senderista inglés que conoce bien la
Sierra de Mijas y sabe también algunas
de sus leyendas. Sin embargo, una vez
que está uno cerca del lugar en el que
se halla la roca, resulta muy difícil
sustraerse a la extraña sensación de
estar a merced de una energía singular.
En primer lugar, porque la roca se
encuentra situada en un lugar
estratégico, en una curva del camino en
la que todos los elementos del paisaje
logran orientarse hacia ella, como si
estuviese situada en la escena de un
auditorio; y, además, porque la
vegetación de su alrededor parece estar
seca y con las ramas dirigidas, de forma
poco natural, hacia la enigmática roca.
El espectáculo es fascinante. Es como si
la piedra fuese capaz de atraer la
energía del bosque por una impensable
fuerza de gravedad.
Pero en los caminos de montaña no solo
hay piedras que anuncian poblaciones
cercanas; también hay magia y en ellos
suceden cosas fantásticas. A las gentes
que viven cerca de bosques les he
escuchado muchas veces asegurar que en
cada uno de ellos habita un espíritu que
lo protege y lo mantiene en equilibrio:
ese espíritu es un ente de energía, puro
de sentimiento, que gusta de ayudar a
los viajeros que andan por sus caminos.
Sin embargo, estas hadas y ninfas son
seres delicados y sensibles que pueden
asustarse fácilmente y huir si son
molestadas, dejando secos y estériles de
vida los frondosos rincones que habitan.
Las hadas de los bosques tienen por
costumbre elegir una piedra especial.
Suele ser una piedra grande junto a la
que crece un árbol y que, a menudo, se
sitúa al lado de un camino. Eligen estas
piedras para sentarse a dar la
bienvenida a aquellas almas nobles que
se adentran en las espesuras del bosque
y que son capaces de ver las energías
puras.
Pues bien, en ese rincón del bosque del
que os hablo hay una piedra que cumple
con todos estos requisitos. Una gran
piedra a un lado del camino junto a la
cual crece un árbol poco común en estas
tierras, el sauce, pero que, por sus
propiedades curativas, suelen elegir las
hadas para proteger a sus viajeros.
Cuenta una leyenda que, cierto día,
andaba por el lugar un fotógrafo ávido
de imágenes para emplearlas en un nuevo
proyecto. De repente, le llamó la
atención un pequeño sauce junto a la
piedra e imaginó que podrían conformar
el bello encuadre de una fotografía.
Tomó la imagen y, al rebelarla, apareció
sobre la roca una extraña criatura que
hubiera jurado no estaba allí en el
momento de la toma.
Desconcertado, volvió al lugar donde
ocurrieron tan insólitos hechos para
fotografiar otra vez a la criatura, pero
no lo consiguió. Frustrado tras el
fallido intento, decidió hacer una
inscripción en la piedra para poder
distinguirla la próxima vez que volviera
por el lugar para intentarlo. Pensó que
tendría que hacerle alguna marca o
señal, de modo que la reconociera
claramente. Y así lo hizo, pero, para
evitar que algún curioso viajero pudiese
descubrir aquel maravilloso secreto,
grabó en la piedra unos símbolos tan
extraños que hasta el día de hoy nadie
ha conseguido descifrar.
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Frustrado tras el fallido intento, decidió hacer una inscripción en la piedra para poder distinguirla la próxima vez que volviera por el lugar para intentarlo. |
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No esperaba el fotógrafo el episodio del
que iba a ser testigo inmediato. Tan
pronto como terminó de tallar los signos
en la roca, se levantó un fuerte viento
y el día se ensombreció. Un escalofrío
le recorrió el cuerpo y, de repente, oyó
el chasquido de las ramas cerca de sí.
Diríase que los árboles de su alrededor
cobraban vida, porque, en aquel preciso
momento, fueron curvándose y dirigiendo
sus ramas hacia la roca. Cada árbol,
desde la cima de la montaña hasta su
falda, aparecía ahora con esa extraña
curvatura, y no pasó mucho tiempo hasta
que la vegetación comenzó a secarse y
perder sus hojas. El pequeño sauce junto
a la roca dejó de crecer. ¡El espíritu,
la maravillosa hada que habitaba el
lugar, se alejaba llevándose consigo la
fuerza del bosque! Lo que no sabía el
fotógrafo era que las rocas elegidas por
las hadas tienen un vínculo sobrenatural
con ellas: un vínculo que los humanos no
podemos comprender. Es por ello por lo
que dañar tales rocas sagradas puede
provocar el enfado y la aflicción de
estos seres fantásticos y su partida
hacia otro lugar.
Desde que el hada se marchó de este
rincón del bosque de Alhaurín, no hay
viajero que pase por aquel lugar sin
percibir una extraña sensación de
abandono. Es curioso, pero, en aquella
zona, el silencio se hace tan denso que
resulta estremecedor. Y parece altamente
sorprendente que sean muy pocas las
personas que han advertido esa roca
tallada.
Llevada de la curiosidad, en más de una
ocasión me he propuesto ahondar en la
veracidad de los hechos, y así, he
preguntado a muchos vecinos del pueblo
qué había de realidad en todo lo
referente a la leyenda del hada, pero
ninguno ha sabido responderme algo
concreto. Aunque nadie niega nada en
absoluto, solo se me han dado datos
imprecisos y plagados de dudas.
Así que, si un día vas caminando por una
vereda de montaña y te encuentras con
una gran roca junto a un árbol en un
rincón frondoso del bosque, mira con
atención: puede que el espíritu del
bosque te esté dando la bienvenida en
forma de hermosa y sutil hada, y te deje
verla.
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Noelia, autora de la
redacción de esta leyenda,
junto a la gran roca en la que
se halla grabada la extraña
inscripción. |
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