oclín es otro de esos pueblos andaluces
de gente alegre y trabajadora,
hospitalaria y sencilla, que no deja
indiferente al curioso viajero que gusta
del tipismo y la belleza natural. Sus
calles estrechas y el blanco de sus
casas destilan ese añejo sabor morisco
que se repite machaconamente en estas
poblaciones que se derraman a sus anchas
por nuestro sur peninsular. Situado al
N.O. de la provincia de Granada, en la
zona que hoy ha dado en llamarse los
Montes Orientales, por su valle discurre
plácidamente el río Velillos (también
llamado Frailes), fiel a su prometido
encuentro con el Genil. Aunque cuenta
tan sólo con 4200 habitantes, tiene el
título de villa y es un pueblo rico en
historia. En tiempos pasados, su
situación abrupta y escarpada, y a 1065
metros de altitud, propició en la
Antigüedad la construcción de un fuerte
cuya ubicación hacía de la fortaleza un
faro desde el se dominaba toda la vega
granadina. Esta estratégica situación
del baluarte sería luego de gran
importantísima en la defensa del reino
nazarí de Granada, ya que fue utilizado
de cierre fronterizo al paso de las
tropas cristianas. En este periodo de la
Reconquista, Moclín fue también Corte
real, la Corte más diminuta para la
reina más grande que ha tenido España,
pues allí vivió con su séquito Isabel la
Católica durante gran parte del tiempo
que duró el cerco de Granada, mientras
el rey Fernando hostigaba, con sus bien
pertrechadas tropas, las huestes de la
morisma andalusí.
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Moclín (Granada) |
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Cuenta la tradición que, cuando Moclín
cayó en manos cristianas el 26 de julio
de 1486, sus moradores se volcaron de
tal manera en atenciones y agasajos con
los Reyes Católicos que, una vez
hubieron de partir estos para la
ocupación de Granada, no solo la
ennoblecieron con privilegios y
distinciones reales, sino que la reina
Isabel, agradecida por el entrañable
cariño que le habían profesado aquellas
gentes, hizo depositaria a la villa de
una pequeña escultura de la Virgen de la
Victoria, de la que la reina era tan
devota, y de un hermosísimo lienzo con
la imagen Jesús Nazareno.
Según queda constancia en antiguos
manuscritos de Moclín que todavía se
conservan, este lienzo de Jesús Nazareno
había acompañado al Rey Católico en sus
campañas como estandarte y había
presidido la tienda real todo ese tiempo
de guerra. Parece avalar lo dicho la
manera como la pintura impregna el
lienzo todo, de manera que puede
enrollarse sin que la imagen sufra
deterioro alguno.
La imagen representa a un Jesús de
estatura natural, en el momento en que,
con la cruz a cuestas, va camino del
Calvario hacia su destino final en la
tierra. Con la mano derecha sostiene la
pesada cruz, que descansa sobre el mismo
hombro, y, como señal inequívoca del
terrible cansancio que debía aquejarle
en ese trance, con la mano izquierda se
apoya sobre el tocón de un árbol que ha
sido cortado, haciendo ademán de
levantar la rodilla de la pierna
derecha, que sugiere haber sufrido una
terrible caída en el suelo. Quedan al
descubierto las dos manos, el pie
izquierdo y el rostro, poblado de negra
y espesa barba. Una cabellera larga y
abundante cae sobre sus espaldas. La
mirada es, al mismo tiempo, dulce e
indagadora: penetra en el fondo del
alma. Atada al cuello, lleva una cuerda.
Todas las restantes partes del cuerpo
quedan cubiertas por la túnica
inconsútil, que después echarían a
suerte los soldados romanos.
Las descripciones críticas llevada a
cabo de la representación, aunque
ninguna concluyente, son bastante
objetivas y fieles a la realidad
pictórica, y las opiniones que se han
emitido al respecto son coincidentes en
destacar lo sorprendente que resulta el
realismo y expresividad de la sagrada
imagen del lienzo, si se tiene en cuenta
la época en que, según la tradición,
hubo de ser pintado.
De igual manera, los estudios a que ha
sido sometida la pintura han reconocido
que, a pesar de faltarle los últimos
retoques pictóricos, la imagen es, sin
embargo, tan singularmente hermosa como
amablemente severa. Asimismo, y a falta
de documentos fidedignos, han puesto de
manifiesto la imposibilidad de desvelar
la identidad del autor, así como datar
con exactitud la fecha en que fue
pintada esta devota imagen. Sí han
dejado constancia de que se trata de una
pintura al óleo sobre lienzo, cuyo autor
pudo haberse inspirado en la
impresionante obra de Tiziano que se
guarda en el monasterio de El Escorial y
que representa a Jesús y al Cirineo,
opinión que, de confirmarse, pondría en
tela de juicio la histórica donación de
los Reyes Católicos. El lienzo se halla
encuadrado en un marco de plata que mide
2,64 m de largo por 2,21 m de ancho, y
en él aparece grabada la fecha de 1779.
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Cuadro del Cristo del
Paño, lienzo con el que
Isabel la Católica
quiso agradecer las
atenciones que recibió de
parte de los moradores de
Moclín durante su
estancia en la villa. |
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La primera misa que se celebró en el
Moclín cristiano la ofició fray Hernando
de Talavera, obispo de Ávila y confesor
de la reina, en el edificio de una
mezquita, después de haber sido
purificada. En 1501, el edificio, en su
construcción original, fue consagrado
como iglesia de la villa y se puso bajo
la advocación de Santa María de la
Concepción por Diego
Hurtado de Mendoza, arzobispo de
Sevilla. La antigua mezquita que había
sido utilizada como templo cristiano fue
derruida medio siglo más tarde para
edificar sobre el solar una iglesia,
cuya construcción comenzaría en 1551, en
las postrimerías del reinado del
emperador Carlos V.
Para el culto del Cristo se fundó en
1695 una Hermandad con 72 hermanos,
número fijado en conmemoración de los
otros discípulos que Jesús designó y
envió, de dos en dos, para que lo
precedieran en todas las ciudades y
sitios adonde él debía ir.
Pero fue durante el siglo XVII cuando
empezó a florecer el culto popular a la
imagen del Cristo del lienzo, a
consecuencia, según se dice, de la
milagrosa curación de un sacristán que
padecía cataratas, mal por aquellos
tiempos era conocido por «enfermedad del
paño». A raíz de tan insólito prodigio,
el Cristo de Moclín empezó a ser
conocido como el «Santo Cristo del
Paño».
Durante la Guerra Civil, Moclín quedó en
plena zona de vanguardia. Para evitar
que sufriese algún deterioro o su
posible extravío, el lienzo del Cristo
del Paño fue extraído de su marco y,
enrollado, se escondió en el ático del
mismo templo. Sin embargo, al objeto de
evitar la eventualidad de que cayese en
manos adversas al hecho religioso y
quemado o de ser destrozado por los
efectos de la artillería, y de someterlo
a un retoque en las partes que habían
sufrido daños al recortarlo del marco,
el arzobispo de Granada ordenó que fuese
llevado a la capital, concretamente a la
Santa Iglesia Catedral, en donde
permaneció expuesto al culto en una de
las capillas laterales los tres años que
duró la contienda.
Fue tal la devoción y el fervor que
despertó la imagen en los ciudadanos
granadinos, que muchos no quisieron que
el lienzo retornase a Moclín, pero la
demanda de la villa fue tan extrema que
el obispado granadino decidió el encargo
de una copia lo más fiel y exacta
posible para su veneración en el templo
catedralicio, copia que hoy se puede
contemplar en el templo metropolitano de
Granada.
Esta devota rivalidad por la posesión
del lienzo quedó zanjada definitivamente
el 28 de septiembre de 1939, cuando el
cuadro del Santo Cristo del Paño fue
trasladado de la catedral de Granada a
la iglesia del pueblo que lo tenía como
propio. Con todo, no mucho después de
esa fecha, empezó a circular un rumor de
origen anónimo pero que nadie ha sabido
acallar, asegurando que la verdadera
imagen del Cristo del Paño es la que se
custodia en la catedral y no la que se
venera en Moclín.
Por desgracia, el excesivo fervor
religioso de los moclineños ha dejado en
el lienzo una impronta lamentable que
todavía aqueja al cuadro. Todo se
originó en el momento mismo en que hizo
su entrada en el pueblo el
acompañamiento del Señor del Paño
procedente de Granada. El otoño no había
hecho más que empezar y el cielo
presagiaba una pronta tormenta. Por más
empeño que se puso, no pudo evitarse que
aquella multitud de gente, enardecida de
su amor hacia a aquel Cristo tanto años
ausente, desliase el lienzo y lo llevase
extendido horizontalmente y hacia arriba
en medio de una lluvia torrencial. Al no
haberse restaurado el lienzo, aún puede
percibirse a simple vista el daño que
causó la precipitación del agua sobre el
cuadro, cuya imagen se vio afectada con
mucha pérdida de pintura en sus partes
más significativas, particularmente en
el rostro, las manos, los pies y la
túnica.
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Procesión que tiene lugar durante la
fiesta en honor del Santo
Cristo del Paño, de
Moclín, a la que acuden
todos los años una ingente
cantidad de devotos de todas
partes. |
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Unos días más tarde, el 5 de octubre de
1939, se celebraron en Moclín unas
fiestas en conmemoración del retorno y
en honor del Señor del Paño, a las que
asistió una nutrida representación de
las autoridades granadinas en todos los
órdenes y una cantidad de peregrinos
realmente extraordinaria. Desde aquella
fecha, la fiesta continúa celebrándose
como culto al Señor del Paño y cada año
cuenta con la presencia de miles de
personas. |