EL AJEDREZ ES UN JUEGO de ingenio que goza de enorme popularidad en
algunas culturas orientales y que se diferencia de otros muchos, de una
parte, por que su ejercicio requiere un importante esfuerzo intelectual
y, de otra, por que en su desarrollo no interviene en absoluto el azar.
El ajedrez, tal como hoy lo conocemos, tiene su origen en una variante
del ‘chaturanga’ [1], y, aunque sus orígenes geográfico y cronológico resultan un tanto
controvertidos, hay razones para pensar que empezó a jugarse en la India
desde tiempo muy antiguo; de aquí pasó a Persia, de donde fue
difundiéndose por el norte de África y la Europa oriental, conforme los
musulmanes expandían su imperio por tierras de Occidente. No son ajenos
a esta difusión los movimientos de población que suponía el retorno de
los cruzados a sus países de origen a vuelta de Tierra Santa.
LA ESENCIA DEL JUEGO
En el ajedrez se enfrentan dos jugadores, cada uno de los cuales dispone
de dieciséis piezas, que son de diferente color, negras o blancas; un
jugador juega con las piezas blancas y otro con las negras. Cada grupo
de piezas consta de un rey, una reina (o dama), dos alfiles, dos
caballos, dos torres (o roques) y ocho peones. Se juega sobre un tablero
dividido en 64 casillas (o escaques) de colores alternados (normalmente
blanco y negro). El tablero se coloca ante los jugadores de tal modo que
la casilla de la esquina situada a la derecha de cada uno de ellos sea
blanca.
Al igual que el juego del chaturanga, el ajedrez simboliza la guerra
entre dos reinos (como veremos, este simbolismo tiene una razón
histórica que lo explica), por ello que el objetivo de cada jugador sea
capturar (dar «jaque mate») al rey del adversario.
Las reglas y los principios básicos del ajedrez son fáciles de dominar,
pero las sutilezas del juego exigen un estudio detenido de las
posibilidades estratégicas y un alto grado de concentración. A pesar de
sus exigencias, el ajedrez es un juego que gusta a todo el mundo, y,
así, los jugadores inexpertos pueden disfrutar del juego tanto como dos
maestros ajedrecistas en un torneo, si procuran competir con otros
jugadores de su mismo nivel.
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Dibujo del
chaturanga indio, según un dibujante moderno. |
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LAS PIEZAS
Las piezas del ajedrez se han fabricado con materiales muy diversos a lo
largo de los siglos, y pueden ser figurativas o abstractas. La madera,
la piedra, el marfil, el hueso, la plata, el oro, el bronce, el
alabastro, el cristal, el ónix o la porcelana son algunos de los
materiales empleados por los maestros artesanos para elaborar sus juegos
de ajedrez, muchos de ellos de belleza y valor incomparables. El ajedrez
moderno es, generalmente, de madera o plástico, y el diseño de sus
figuras responde al modelo conocido por ‘estilo Staunton’ [2], inventado
en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y ya estandarizado.
La gran popularidad de que goza el ajedrez ha dado lugar a que incluso
se fabriquen equipos de bolsillo para echar un buen rato de distracción
durante los viajes en tren o en avión. A finales de la década de 1970,
las modernas tecnologías hicieron realidad el ajedrez electrónico, que
permite a los jugadores enfrentarse en la distancia a través del
ordenador.
EL AJEDREZ EN LA LEYENDA
Las leyendas que se cuentan sobre el ajedrez han tenido su origen en las
diferentes civilizaciones —casi todas ellas ya extinguidas— que
estuvieron localizadas en el Medio Oriente. Esas narraciones habían ido
transmitiéndose de forma oral de unas generaciones a otras en cada
territorio en particular, pero una vez tiene lugar la anexión de la zona
indo-persa al imperio musulmán (s. VII), los árabes, al tiempo que iban
islamizando a sus pobladores, también fueron incorporando a su cultura
la miscelánea de sus tradiciones, y, entre ellas, muchísimas en número,
las referentes al ajedrez, que ellos fueron adaptando a su
idiosincrasia.
Bastantes son las leyendas que circulan por la red digital con el juego
del ajedrez como centro de interés. Unas refieren su origen, otras
relatan anécdotas que han acaecido a sus jugadores, algunas otras
refieren hipotéticos sucesos vinculados a su invento... y todas ellas,
lamentablemente, un calco de las otras, con el consiguiente lastre de
idénticos errores onomásticos, localizaciones geográficas no
coincidentes y las mismas imprecisiones lexicográficas.
No obstante, de ellas hemos seleccionado una, la que nos ha parecido
más atractiva y se ha prestado más que otras a una comprobación de los
datos históricos que maneja; además, es también una de las más conocidas
en nuestro contexto occidental.
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Tablero y
figuras del chaturanga. Modelo actual.
(Imagen: Blog
"El Doble Uno"). |
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LEYENDA DEL TRIBUTO
Las fabulaciones más conocidas sobre el ajedrez nos han llegado a
Occidente a través del poeta persa Firdawsi [3]. En los fantasiosos
relatos que recoge en su obra, en los que el poeta se esmera en hilvanar
con datos históricos relacionados con los antiguos monarcas de la Persia
imperial, Firdawsi se refiere, en unos casos, a los orígenes del
chaturanga [4] y a las diferentes maneras en que fue derivando con el
transcurso del tiempo y, en otros, como el que paso a relataros, relata
con detalle exóticos desafíos de ocurrencia histórica más que dudosa.
En esta historia, que, como ya sugiere el título que le hemos dado,
guarda relación con la exigencia de un tributo,
el poeta atestigua una de las transformaciones que iba a experimentar el
chaturanga indio al ser llevado a Persia, adonde pasó con la
denominación de ‘chatrang’.
Firdawsi, en su obra titulada Libro de los Reyes, cuenta que el
chatrang fue enviado al emperador Cosroes I [5] por Harsha Vandhana,
rajá de Karnauj. La forma como tuvo lugar tal evento fue recogida en el
libro mencionado por el poeta, quien dice que, en cierta ocasión, el
emperador persa aceptó recibir en su salón del trono de palacio una
embajada del soberano indio, por entonces tributario del gran imperio
sasánida.
En homenaje a su soberanía, el embajador depositó a sus pies un tablero
de ajedrez primorosamente construido, junto con un determinado número de
figuritas de marfil y ébano artísticamente fabricadas. El tablero venía
acompañado de una carta escrita de puño y letra del monarca indio. En
dicha carta podía leerse:
«Carta del rajá de Karnauj a Cosroes I Anurschirawan, el Justo y el
Grande.
¡Oh, Poderosa Majestad, dueño y señor de muchos pueblos y muchas
tierras! Es nuestro deseo que viváis tanto tiempo como las estrellas
continúen dando vueltas.
Pedimos a Vuestra Imperial Majestad que examine este tablero y que lo
presente a las personas de su reino más distinguidas por sus
conocimientos, sus destrezas y su sabiduría. Haga luego que deliberen
con cuidado unos con otros y oblígueles a que adivinen el uso de las
diversas piezas: cómo debe moverse cada una de ellas y en qué casilla
deben colocarse; asimismo, que procuren descubrir las leyes que rigen
las evoluciones de este ejército mímico, y las reglas aplicables a los
peones, elefantes, guerreros, caballos, al general y al rey en ellas
representados.
Si lograsen descubrir los principios e interpretar la práctica del
juego, otórgueles el derecho a ser contados en el número de los sabios,
y, como justa contrapartida, por la presente Nos quedaríamos
comprometido a reconocernos, como hasta aquí, tributario perpetuo de
Vuestra Imperial Majestad.
Pero, de acontecer lo contrario, si todos los sabios del Imperio juntos
no acertasen a descubrir la naturaleza y los principios del juego, ello
será una prueba evidente de que no son nuestros iguales en sabiduría, y,
por consiguiente, Vuestra Imperial Majestad no tendrá, de aquí en
adelante, ningún derecho a exigirnos tributo ni contribuciones.
Asimismo, consideraremos justo exigiros a Vos el mismo tributo que hasta
ahora estamos rindiendo, pues la verdadera grandeza del hombre consiste
en la sabiduría y no en su mayor o menor número de territorios, tropas y
riquezas, porque todo esto está expuesto a perderse».
Cuando Cosroes I hubo leído la carta del soberano indio, meditó
seriamente el sentido de aquel escrito. Examinó con cuidado el tablero y
las piezas, y, acto seguido, dirigió algunas preguntas al enviado en
relación con el uso y la naturaleza de ellas.
—Señor —respondió respetuosamente el mensajero, aunque de manera vaga e
imprecisa—, lo que Vuestra Imperial Majestad desea saber solamente puede
aprenderlo jugando el juego. Lo único que puedo decir es que el tablero
representa un campo de batalla y que las piezas son las fuerzas de los
rivales empeñados en la contienda.
Quedó pensativo el monarca al oír tan singular contestación; sin
embargo, considerando un desafío una propuesta en tales términos,
repuso:
—Sea tal como propone el rey, tu señor. Pido, sin embargo, la mediación
de un plazo de siete días completos con sus noches para la averiguación
del enigma que parece regir este juego; llegado el octavo día, quedamos
comprometidos a celebrar una partida con tu señor, y, si la ventura nos
fuese adversa en el pleito y no descubriésemos el secreto, fijamos por
juramento reconocer nuestra inferioridad intelectual y aceptar, en su
consecuencia, las condiciones interpuestas.
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El "Libro de
los Juegos", de Alfonso X el Sabio.
(Imagen: Blog
"La Nación", Buenos Aires, Argentina). |
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Considerado el plazo como admisible, el embajador indio rindió su
obediencia al jerarca persa y se retiró con su séquito a los aposentos
que tenían preparados.
Sin más dilación, el emperador mandó comparecer a su presencia a todos
los hombres sabios e inteligentes de su corte. Expuso ante ellos el
tablero y las piezas y les explicó el contenido de la carta que le había
escrito el soberano indio. La respuesta del cortejo de sabios fue
unánime: todos ignoraban de manera absoluta el mecanismo de aquel juego
tan extraño.
—Si nada sabéis, pues, de este raro juego del que jamás he tenido
noticias, entregad vuestro tiempo y vuestros saberes a desentrañar las
reglas a que obedecen los movimientos de sus figuras —ordenó
tajantemente el monarca.
Cada uno de los sabios trató de descubrir, según sus conocimientos, el
misterio de aquel enigma que, por momentos, parecía irresoluble: unos
proponían una cosa, otros otra completamente distinta, y todos hicieron
numerosos ensayos con las piezas moviéndolas en todos los sentidos
posibles.
Los días del plazo acordado pasaban inclementes y el esfuerzo de los
sabios no arrojaba un resultado positivo. Cuando el enigma parecía ya
imposible de ser resuelto y estaban a punto de extinguirse los momentos
del día sexto, Buzurjmihr, primer consejero imperial, que hasta ese
instante había permanecido apartado, se ofreció a resolver el misterio.
—¡Oh, gran Señor digno de toda alabanza!, yo me empeño en descubrir, en
el espacio de una noche y un día, el secreto de este extraño y admirable
juego.
—Tal será mi encargo —ordenó el rey con evidente alegría—, pues
conozco bien que superas a todos en claridad de talento y en penetración
de juicio. El rey de Karnauj, en un acto de soberbia inadmisible, ha
supuesto que en nuestros dominios no contamos con ningún hombre capaz de
descubrir el misterio de este juego, y si nos viésemos obligados a
reconocer nuestra inferioridad, mancillaríamos con un eterno borrón la
gloria de nuestro imperio. Confío, pues, en ti, noble y fiel Buzurjmihr.
Buzurjmihr se llevó entonces el tablero y las piezas a una cámara
reservada. Allí, apartado del ruido cortesano y sentado en una silla de
duro asiento un día y una noche, aplicó el poder de su penetrante
inteligencia a investigar los principios y la práctica del juego.
Examinó cuidadosamente el tablero, escrutó con sumo cuidado la situación
probable de cada pieza y se adentró en las posibilidades de su
funcionamiento.
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Piezas de un
juego de ajedrez modelo Stauton.
(Imagen: Blog
"El Doble Uno"). |
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Las horas pasaban... Por fin, toda la verdad se reveló tan nítida a sus
ojos como un amanecer. Lamentablemente, los siete días acordados estaban
a punto de expirar. Buzurjmihr salió entonces precipitadamente de su
solitaria estancia y se dirigió a la presencia del monarca.
—¡Oh, gran rey de victorioso destino!, he examinado minuciosamente el
tablero y sus piezas y, para gloria de Vos y vuestro Imperio, he llegado
a descubrir la naturaleza de este juego. Sabed que es la más astuta y
fiel representación de un campo de batalla, cosa que conviene sea
conocida por Vuestra Imperial Majestad. Al mismo tiempo, y puesto que
estamos en el día octavo, mandad que el embajador indio comparezca ante
Vos con los más distinguidos de su séquito, así como también varios de
los sabios y expertos de vuestra corte, para que sean testigos
fidedignos de que hemos sabido desentrañar la naturaleza del juego en el
plazo fijado y tal como nos propuso el rajá de Karnauj.
Cosroes se alegró mucho al oír las palabras de su sabio e ingenioso
ministro, y lo abrazó como a la más preciada joya de su corte. Luego,
mandó una diputación de nobles para traer a su presencia al enviado del
rey de la India. Llegado el embajador, Buzurjmihr le pidió que dijese en
público el mensaje que le había confiado su soberano. El embajador
repitió detalladamente el contenido de la carta dirigida al monarca
persa, y, cuando hubo acabado, Buzurjmihr colocó el tablero y las piezas
ante el monarca y los sabios allí convocados.
—Todos habéis oído las palabras de Harsha Vandhana, señor de Karnauj y
Gran Rey de las Cinco Indias. Fijaos ahora en lo que voy a deciros.
Y, en presencia de aquella asamblea multitudinaria, Buzurjmihr fue
exponiendo detalladamente el valor estratégico de aquel tablero de
sesenta y cuatro casillas, el sentido de sus colores y el ordenamiento
de las piezas y sus movimientos.
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Tablero y
piezas de ajedrez según el diseño Stauton.
(Imagen: Blog
"El Doble Uno"). |
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Cuando el consejero persa hubo explicado las posibilidades de las piezas
y las estrategias de sus evoluciones, toda la asamblea quedó muda de
admiración y sorpresa. El embajador indio, perplejo ante la
clarividencia de la exposición de la que había sido testigo, consideró a
Buzurjmihr un hombre de inteligencia superior a la de los simples
mortales, y se retiró a su tierra, asumiendo, en nombre del monarca al
que representaba, las condiciones acordadas.
Firdawsi concluye su narración, afirmando que Cosroes I reconoció
públicamente la sin par sabiduría de su primer consejero, a quien
regaló, como muestra de agradecimiento, el más precioso vaso de su
palacio lleno con las joyas más raras, juntamente con un caballo de
guerra ricamente enjaezado y una bolsa llena de monedas de oro [6].
CONSIDERACIÓN FINAL: LLEGADA DEL AJEDREZ A EUROPA
El juego de ajedrez se introduce en Europa entre los siglos VIII y XIII,
a través de dos vías de penetración: una, desde al-Ándalus, una vez los
árabes se adueñan del ya muy debilitado Reino Visigodo de la Península
Ibérica (711), y otra, por medio de los contingentes militares de
cruzados que retornaban a sus países desde Tierra Santa.
Iniciado en España el proceso de la Reconquista y creados los reinos
cristianos peninsulares, el juego no cae en el olvido entre los
musulmanes andalusíes; antes bien, traspasa fronteras y se instala en
los incipientes reinos cristianos de Asturias, Navarra y Aragón, en
donde su práctica fue muy del gusto de los nobles y clérigos. Por otra
parte, se tiene constancia de que los normandos que habían intervenido
en las Cruzadas eran conocedores del juego a su regreso de Tierra Santa,
ya que en la excavación de una sepultura normada hallada en la costa sur
de la península de Bretaña se encontró un juego de ajedrez junto a los
restos del difunto, y en la región francesa de los Vosgos se
descubrieron unas piezas de origen escandinavo correspondientes al s. X,
que respondían al modelo árabe tradicional.
Durante la Edad Media, España e Italia fueron los países en los que más
se practicó el ajedrez. En España se jugaba de acuerdo con las normas
árabes descritas en los diversos tratados de que fue traductor y
adaptador Alfonso X el Sabio [7], según las cuales la reina y el alfil
son piezas relativamente débiles, que solo pueden avanzar de casilla en
casilla. Durante los siglos XVI y XVII, el ajedrez experimentó un
importante cambio, convirtiéndose la reina en la pieza más poderosa, en
cuanto a su movimiento se refiere, del tablero. Fue entonces cuando se
permitió a los peones avanzar dos casillas en su primer movimiento y se
introdujo la regla conocida como en passant (‘al paso’), que
permite capturar el peón que sigue su marcha y no come la ficha que se
le ha ofrecido por una determinada estrategia.
Con el tiempo, los jugadores italianos comenzaron a dominar el
conocimiento del juego, arrebatándoles la supremacía a los españoles.
Los italianos, a su vez, fueron desbancados por los franceses y los
ingleses durante los siglos XVIII y XIX, cuando el ajedrez, que había
sido hasta entonces el juego predilecto de la nobleza y la aristocracia,
pasa a los cafés y a las universidades [8].
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Encuentro de
ajedrez entre alumnos de la institución educativa Attendis.
(Imagen: Web
Attendis.com). |
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A partir de esas fechas, la afición por el ajedrez ha ido creciendo
extraordinariamente y el nivel del juego mejorando de manera notable, al
tiempo que comenzaron a crearse escuelas de aprendizaje y, con ello, a
organizarse partidas y torneos cada vez con mayor frecuencia.
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NOTAS de AUTOR
1
El ‘chaturanga’ es un antiguo juego originario de la India, del cual
parece provenir el ajedrez tal como se conoce hoy en día, así como otros
juegos, como el ‘shogi’, el ‘janggi’ y el ‘makruk’. La referencia más
antigua del chaturanga se encuentra en el Mahabharata (texto
épico-mitológico de origen indio del siglo III a. C.). El término
‘chaturanga’ se acuñó a partir del vocablo sánscrito ‘chatur’ (que
significa ‘cuatro’) y ‘anga’ (‘miembros’), es decir, los cuatro miembros
que integran un ejército: caballería, infantería, elefantes y carruajes.
Por otra parte, en el Harsha-Charita, una biografía de Harsha
Vandhana (606-647), rajá de Karnauj, renombrado “Gran Rey de las Cinco
Indias”, escrita por Baná Bhatta hacia el 640, se encuentra otra mención
del chaturanga, cuando el autor se refiere a un poco habitual periodo de
paz que da comienzo con Harsha, durante el cual las guerras solo se
realizaban sobre un tablero de ajedrez. El chaturanga, por tanto, era
una suerte de enfrentamiento pacífico entre dos facciones opuestas en el
que los contrincantes daban rienda suelta a sus instintos bélicos pero
sin consecuencias cruentas. El chaturanga es el antecesor directo del ‘shatranj’,
una variante del juego bajo cuya forma el ajedrez llegó a la Europa
medieval.
2
Las piezas de ajedrez Staunton (más sencillamente, “piezas Staunton”)
responden a un estilo particular de elaborar las piezas de este juego
cuyo diseño se atribuye al inglés Nathaniel Cook. Curiosamente, las
piezas llevan el nombre de un maestro ajedrecista del siglo XIX, también
inglés, llamado Howard Staunton, a cuya iniciativa se debe la
elaboración de los primeros quinientos juegos, muchos de los cuales
fueron firmados y numerados por el propio Staunton. Este estilo de
piezas empezó a fabricarse, de manera comercial, a partir de 1849 por
Jaques of London y, rápidamente, se convirtió en el diseño estándar; es
el que se ha utilizado y se utiliza en todo el mundo desde entonces.
3
Firdawsi “el Paradisíaco”, nombre por el que era conocido el poeta de
origen persa Abdu’l Kasim Mansur (c. 940-1020), fue el autor de
Xwaday Namag o Shahnamah (Libro de los Reyes), un
poema épico, compuesto por cerca de 50.000 versos, cuyo manuscrito se
conserva aún. Según nos cuenta el mismo Firdawsi, empleó 35 años en
componer su poema, cuya tarea terminó a la edad de 71 años, justamente
el día 25 de febrero de 1010. La obra contiene las viejas tradiciones y
los legendarios anales de los antiguos monarcas de Persia hasta la
invasión árabe en el 651, y su redacción se debe al príncipe Mahmond,
hijo del califa Sebekieghin, de la dinastía abasida, quien convocó al
efecto a los principales poetas de su reino, entre los cuales eligió a
Firdawsi por ser el único que reunía las condiciones necesarias para
llevar aquella obra a cabo.
4
Firdawsi, al referir en su Libro de los Reyes el origen del ‘chaturanga’,
se basa en una de las tradiciones del momento, según la cual el juego se
creó con motivo de una polémica victoria (o derrota) surgida entre dos
hermanos, tras una guerra de sucesión al trono. Para arrojar luz sobre
la cuestión, un grupo de sabios decidió reproducir dicha batalla
colocando, en un suelo de escaques labrados con madera de teca oscura y
marfil blanco, las estatuillas que representaban dos grupos de infantes
en fila, detrás del grupo de infantes se colocaron ordenadamente el rey,
su general, dos elefantes, dos carruajes y dos caballeros con sus
respectivos equinos. A cada estatuilla le fue atribuido el papel que
había jugado en la batalla, cuyos embates ellos representaron mediante
diferentes movimientos sobre las casillas. Así, el general no se podía
mantener alejado de su rey más de una casilla, el elefante se desplazaba
verticalmente tres casillas, el caballero podía desplazarse tres
casillas en diagonal y los soldados de infantería se desplazaban una
sola casilla hacia adelante.
5
Cosroes I Anurschirawan (537-579) fue uno de los monarcas más
importantes de la dinastía sasánida del segundo Imperio persa. Fue el
artífice de la expansión del Imperio hasta el mar Rojo por el Este y el
río Indo por el Oeste, y, en su avance hacia el Mediterráneo, llegó a
enfrentarse al Imperio bizantino por el control del Oriente Próximo. Sus
acometidas fueron tan contundentes que el emperador bizantino Justiniano
tuvo que comprar la paz mediante el pago de un tributo de 3000 piezas
anuales.
6
La misma antigüedad de los escritos de Firdawsi (el siglo XI) ha
propiciado que la duda germine en torno a la veracidad histórica de los
acontecimientos en que el poeta afirma que están basados los hechos
bélicos que se representan en el juego. Así, muy pocos son los
historiadores que conceden alguna fiabilidad histórica a este relato de
Firdawsi, toda vez que el rajá Harsha Vandhana (606-647) no pudo jamás
haberle enviado embajada alguna a Cosroes I (537-579), proponiéndole el
enigma del juego del ajedrez, ni Cosroes I volverle la pelota, porque
hacía 27 años que el monarca persa había dejado de existir cuando Harsha
Vandhana subió al trono del reino de Karnauj. El relato no tiene otro
sentido que confirmar la opinión que los persas tenían de sí mismos con
respecto a la inferioridad de la inteligencia de los indios, opinión
ratificada por todos los historiadores y viajeros de la época. Sea como
fuere, lo que importa es que hace muchos siglos en la India se manejaba
un juego que representaba una guerra en un tablero.
7
Nos referimos aquí al Libro de los juegos, o Libro del axedrez,
dados e tablas, obra que se debe a la grandiosa labor de Alfonso X
“el Sabio” (1221-1284), quien, aparte de su labor política y económica,
y de haber continuado la empresa reconquistadora, llevó a cabo una
activa y beneficiosa labor literaria, científica, histórica y jurídica,
merced a su mecenazgo de sabios de las tres culturas de la España
medieval (cristiana, árabe y judía), que se culminó en los valiosísimos
trabajos de traducción y redacción de la Escuela de Traductores de
Toledo. El Libro de los juegos fue redactado entre los años 1251
y 1283, consta de 98 páginas ilustradas con 150 miniaturas que muestran
las posiciones de los juegos, y es el tratado de ajedrez más antiguo que
se conserva en Europa. El libro es, sin duda, uno de los documentos más
importantes para la investigación de los juegos de mesa antiguos, y el
único original conocido se encuentra en la biblioteca del Monasterio de
El Escorial, cerca de Madrid. Una copia de 1334 se conserva en la
biblioteca de la Real Academia de la Historia. El libro documenta el
estado y las reglas del ajedrez medieval en la época en que se introduce
en los reinos cristianos procedente del islam. Básicamente, el ajedrez
del siglo XIII es distinto del actual; por esa época se trataba de un
juego más lento, con menos posibilidades de obtener una victoria por
jaque mate.
8
Durante la Edad Media se escribieron al menos cuatro obras sobre el
ajedrez, todas ellas atribuidas a autores judíos. El más interesante de
ellos es el Poema de ajedrez, atribuido a un rabino sefardí
Abraham ibn Ezrah (1092-1167). El ajedrez era considerado juego de
nobles y su práctica estuvo prohibida al pueblo.
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