enía la palma de la mano transparente, reflejaba el
atardecer de tonos brillantes entre violetas y
rosados. Mi vida de ficción no tenía cronología, iba
flotando entre fantasmas y entre sueños. Para mí,
constituía lo normal el no ser vista, el no ser
tocada, el no ser acariciada. Me escondía tras las
cortinas y me gustaba susurrar tras las espaldas de
los humanos cuando estaban despiertos e introducirme
en el sueño cuando dormían. Y me enamoré de aquella
criatura que tenía el cabello ensortijado.
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Tenía la palma de la mano transpa,
reflejaba el atardecer de tonos brillantes entre violetas y rosados. |
Y me enamoré de sus labios carnosos y vitales y de
sus hombros varoniles. Quería sumergirme en ese mar
de amor que yo soñara. Quería conocer el sabor de
sus besos y probar el calor de sus brazos, de su
cuerpo, de su piel, aunque ya me había encendido con
el sabor que tenían las perlas de agua que mojaban
sus cabellos y recorrían la extensión de su cuerpo
cuando se bañaba por las mañanas.
─¡Calla!
No digas nada.
─Me
dijo una noche en que me metí entre sus sueños. Y
recalcó este pedido, apoyando uno de sus dedos sobre
mis labios ávidos de cariño─.
Te amo porque eres así, etérea, liviana,
transparente... Te amo porque, cuando me despierto,
siempre estás a mi lado. Te amo porque no sé tu
nombre...
Entonces pude mirar mis manos, que se volvieron
mariposas para acariciarlo, y mi mente se posesionó
de un corazón, y mis palabras pronunciaron un mantra
color de los rubíes para que Róderic, el hombre de
mis sueños, continuase conmigo, soñando eternamente.
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