a verdad, para no haber dormido lo suficiente, la
mañana no comenzaba mal.
Era uno de esos días de irremediable agobio. Se
acercaba la fecha para casi todo, y, como ocurre en
estos casos, la ansiedad estaba de nuevo presente,
como siempre, inexcusable a su cita a los momentos
‘previos de’. El ‘de’ no importa, ella siempre
acude. De todos modos, la mañana comenzaba para ella
como un nuevo capítulo de un libro, de su nueva
vida, platónico y entusiástico futuro que tal vez no
conociese nunca, pero que a ella le inyectaba en
mañanas como ésa la adrenalina suficiente para
desperezarse de sus desafiantes miedos y vencer la
mordaz batalla interna con dilucidadas estrategias.
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"Mujer pensativa" (1912)
(Karl Schmitt-Rottluff) |
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Es difícil planear cómo será la semana siguiente sin
saber cómo acabará el día. Se lo pregunta una y otra
vez porque está tan acostumbrada a que su destino
cambie en cinco minutos que lo único que ya puede
planear en su vida son sus sueños. A veces también
planea las pesadillas. Para verlas venir. Es mejor
estar precavida, y así, no dormirse en los laureles.
Porque llegar, llegan seguro.
El trabajo era como siempre, rutinario, como casi
todos. Pero entre tanto, se puede dejar llevar, más
allá del horizonte, añil, sepia o azul del mar.
Nunca supo describirlo muy bien, porque nunca anheló
el mar. Su mente estaba más allá de él. Como la de
los Conquistadores de otros mundos, que sueñan con
tierras lejanas, más allá del de los Océanos. Eso le
ocurría a ella. Nunca amó el mar porque no lo
comprendió, ni lo anheló. Y para amar las cosas hay
que anhelarlas, aunque estén cerca, cuando amas,
anhelas, al menos el sentimiento recíproco de
lo-quien amas. La tierra firme es distinta. Sabes
dónde tienes los pies, y así, aunque no sepas dónde
está tu mente, tienes un punto de apoyo que te une a
tan cálidos y apacibles mundos, como inhóspitos a
veces. La tempestad, claro, también es viable en
tierra firme, inhóspitos recuerdos y las mareas,
vagos pensamientos que algún día se quedarán en un
lejano arrecife. Pero está firme. Segura de sí
misma. La tierra, porque ella no tiene claro lo que
significa esta palabra. Porque lo único que sabe es
lo que no quiere. Lo que quiere, no lo anhela; por
eso, no lo sabe.
Mientras continúa su vida. Pasa por ella sin dejar
casi trazas de su vida. Tan sólo es un eslabón más
de los muchos que componen la vida.
Sin embargo, al final de la mañana presentía que hoy
su vida no buscaba en sus sueños. Ahora si,
comenzaba a divisar una nueva perspectiva. Hoy, ya
pisaba más firme, la vida la sonreía. |