o sentía las piernas y le dolía muchísimo la cabeza.
Aquello había sido una locura, pero no le importaba,
había valido la pena. Le había salvado la vida a él.
¿De qué? No sabía... tal vez de una muerte segura.
El impacto del coche había sido tremendo, pocas
posibilidades había de sobrevivir. Ella misma no
sabía dónde estaba, quizá en el cielo. Sentía que
estaba en movimiento y oía voces. La conciencia se
le escapaba por momentos. No podía retenerla por
mucho que lo intentara. Se desmayó.
|
|
|
|
|
No sabía... tal vez de una muerte segura. El
impacto del coche había sido tremendo, pocas
posibilidades había de sobrevivir. |
|
|
Horas más tarde, despertó en una habitación blanca.
Tenía una ventana que daba a la calle con unas
cortinas color azul cielo. Cerca había una triste
mesilla y un pequeño sofá. Se llevó una mano a la
cabeza. No sabía con total seguridad qué había sucedido.
Alguien llamó a la puerta y la abrió. No era posible, era él, la última persona a la que esperaba ver allí.
—¿Puedo pasar? —preguntó él—. ¿Cómo estás?
—Déjame en paz, Iván —respondió ella.
—Sólo venía a darte las gracias, Sara; has arriesgado tu vida por mí. —El chico no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla.
Ella se volvió hacia él como movida por un resorte,
no esperaba que reaccionara así. Siempre lo había
sentido frío, a pesar
de
llevarse bastante bien con él.
Era lo último que se podía imaginar.
Apenas unas horas antes, habían estado discutiendo.
Pasaron por una carretera y un coche venía a toda
velocidad… directo a él.
Fue tal vez un acto reflejo, no sabía ahora cómo
explicarlo, pero Sara no pudo evitar darle un
empujón y quitarlo de en medio.
Se llevan más o menos un año de edad, pero ella, a
sus quince años, sabía bien por qué hacía las cosas.
—¿Por qué lloras? —preguntó la chica.
—Tranquila, no es por nada.
Él iba a salir de la habitación cuando Sara le
preguntó algo que él hubiera deseado ignorar. Pero
era demasiado importante como para hacer que no lo
había escuchado.
—¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo mover las piernas?
—Bueno… verás —dijo el joven, aclarándose la
garganta. Se situó a su lado y le cogió la mano.
—Has tenido una lesión en la médula y, por ahora, no
puedes andar. Pero no te preocupes —se apresuró a
decir—, los médicos dicen que vas a curarte, con el
tiempo.
Ella se desasió del contacto de su mano. No era
posible, aquello era una pesadilla de la que
despertaría pronto. Pero nada más tocó con sus pies
el suelo para incorporarse, volvió a caer como un
fardo sobre la cama. Iván corrió a ayudarla y la
abrazó con todas sus fuerzas intentando infundirle
ánimos. Los ojos azules de ella se llenaron de
lágrimas y no pudo evitar llorar.
—No te preocupes —dijo él—. Yo estaré contigo y te
ayudaré todo el tiempo que haga falta. |