ómo
olvidarme de Xiara...? Sería como quedar atrapado
eternamente en la cima del magno Aconcagua. Sería
una utopía. Utopía de aquellos que aún se resisten
a creer en el olvido. Imposible abstraerse ante
ella. Su sola presencia todo lo invade y todo lo
torna supremo.
Es
como si una ráfaga de aire fresco, mezcla de pino
y hierba fresca, te insuflara los pulmones, te
despertara el alma, te convirtiera en alguien
mejor, y, a la vez, otra ráfaga de calor intenso,
denso, te lleva a desearla más que a nada en el
Universo. A desear su infierno, si existiera un
infierno, o más de uno, según el gran Dante.
Su
figura felina logra encender hasta el deseo de
aquellos que creen que el deseo es algo que ya no
lograrían desear, ni encender. Ésa
es Xiara. Mi Xiara.
¿Cómo
olvidarla después de que haya posado sus ojos en
mí? Esa mirada de fuego, fuego de lava. Lava de
incontrolable volcán. Corriente infernal que te
hace sentir vivo, pleno, átomo repleto de
energía.
|
|
|
|
|
¿Cómo
olvidarla después de que haya posado sus ojos en
mí? Esa mirada de fuego, fuego de lava. Lava de
incontrolable volcán. Corriente infernal que te
hace sentir vivo, pleno, átomo repleto de
energía. |
|
|
Ni
el faro de Alejandría o el coloso de Rodas, ni el
templo de Artemisa o la estatua de Zeus, ni los
jardines colgantes de Babilonia o el mausoleo de
Halicarnaso... ni siquiera las pirámides de
Guiza... nada es comparable a mis días con
Xiara.
Un
inmenso torbellino me envuelve en su fragancia sin
permiso ni descanso. Y me devuelve a la realidad
de manera injusta, insensata. Cruel y arrogante.
Castigo excesivo a mi testaruda ignorancia
sobrecargada de hormonas.
Como
arrojarse sin ataduras desde las cataratas del
Niágara y sentir esa sensación que nace en el
estómago, explota en el pecho y estalla en el
cerebro, tan intensa y compleja como la muerte
misma, tan llena de adrenalina como la vida
misma.
Respirar
junto a ella era conocer a las Parcas en un
instante... como si Nona, Décima y Morta se
convirtieran en solo una, y, poderosas, decidieran
embriagarme con el destello de Xiara hasta dejarme
satisfecho. O más insatisfecho aún.
Pero
decidí saltar, saltar hacia la duda. Como si me
arrojase desde la cima de los Cárpatos
Occidentales, desde los Alpes de Transilvania,
como si lo nuevo fuese bueno, sólo por nuevo, sólo
por aventura, por violar las reglas. Sin
necesidad, sólo porque sí.
Saltar
hacia la nada y a la vez saltar al todo. Saltar
sin parapente ni paracaídas. Saltar. Cuando no se
conoce hacia dónde se salta pero creyendo
firmemente en que vale la pena.
Y
sin embargo, mi interior me lo imploraba. Como una
voz que te martilla y martilla los oídos desde la
mañana hasta la noche. Y vuelta a comenzar. Y al
término del día me encontraba extenuado, extenuado
y más confuso que el interior del mismísimo
Kafka.
Hoy,
el despertar sin ella es como despertar en un
tórrido desierto. Con la garganta reseca y las
arterias palpitantes. Con la mente confusa y el
corazón casi inerte. Músculo convertido casi en
fibra. Fibra sin calor.
Despertar
sin Xiara es como no llegar a despertar nunca.
Como no poder volver a soñar, y sólo tener acceso
a pesadillas constantes. Como si estuviera en el
árido Sahara, cuidándome de oasis y nómadas
tuaregs. Como si estuviera en el reseco sur del
Kalahari, huyendo de bosquimanos.
Un
presagio me ha invadido: estoy comenzando a
olvidar a Xiara. Olvidar es comenzar a recordar un
poco menos.
Como
comenzar a desandar el camino. A ovillar la
madeja. Y, poco a poco, se obtiene la nada. Xiara
es el todo. Yo equivoqué mi camino y hoy soy
lamento sin muro. Creí que tras el muro estaba la
vida plagada de dicha y escapar a la calle sería
sólo una aventura. Aventura con retorno. Retorno y
regreso. O no. Después de todo... eso es la
aventura.
Mi
anterior hogar era un chalet antiguo, ventilado y
soleado. Con eco de risas de niños, perfume a
rosas y jazmines cultivados. Con aroma a alegría,
dicha, calma. Mi nueva casa es gris, oscura y
húmeda, aroma a incienso repulsivo, a hiedra y
malva.
De
ellos sólo distingo sus zapatos. No son muy
cariñosos ni considerados. Hace algunos días, o
semanas, como saberlo, me llevaron ante un
profesional de la salud, según ellos. Dijeron que
era por mi bien, que estaría más calmo.
Hoy,
mi voz es apenas un eco desgarrado en la
distancia... Una implosión que me destroza... un
destello de lo que fuera... si acaso fui... o pude
ser.
Extraño
mi antigua casa... aunque cada vez el recuerdo
brote más tenue. Extraño mi anterior nombre...
aunque “Xum” ya no me resulte tan interesante,
jamás me acostumbraré al de “Rodríguez”.
Sí...
¡Extraño tanto a Xiara...! Paradójico... Aunque
recientemente haya comenzado a olvidarla... aun a
pesar de no desearlo... pero es inevitable... aquí
en el sillón, frente al televisor, todo es hastío
y sueño sin sueños... como queriendo no ser.
¿Porqué
habré escapado...? ¿Comprenderán algún día los
humanos lo que siente un gato
esterilizado...?
El
frío de esta casa es mi necrópolis; sin duda, sin
Xiara, es tan fría como la cima del magno
Aconcagua.
_______________
*Cuento
finalista del “XIII Certamen Internacional de
Poesía y Narrativa” y seleccionado para participar
en la “Antología de Poetas y Narradores
Contemporáneos 2007”, editada con el patrocinio de
‘De Los Cuatro Vientos Ediciones’, Buenos
Aires, Argentina. |