as estrellas brillaban en el cielo
como siempre lo habían hecho. Sin
embargo, una de ellas tenía un
aspecto distinto que apenas la
diferenciaba de sus compañeras.
Magui se quedó contemplándola, con
sus fauces semisumergidas en las
frías aguas del lago Ness, donde
cuidaba con recelo a Dino. La
pequeña cría ensayaba sus primeras
zambullidas. Dino crecía feliz en
medio de una verde pradera donde
compartía su existencia con otros
grandes reptiles. En dos
oportunidades había peligrado su
vida: una, cuando lo atacó un gran
pájaro poco después de haber nacido,
y otra, cuando su madre había salido
a la búsqueda de alimento y él fue
descubierto por un animal de gran
cornamenta y duro caparazón, que lo
persiguió por todo le valle, sin
alcanzarlo.
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Un día, un gran temblor
sacudió la tierra con un
ruido ensordecedor. |
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Aquella estrella que llamara la
atención de Magui había crecido
tanto que casi parecía otra luna,
pero, a diferencia de ésta, tenía un
color amarillo-anaranjado brillante,
que empezó a reflejarse en la
superficie del agua, matizando con
diferentes tonos las olas que
bañaban las costas bajas.
Un día, un gran temblor sacudió la
tierra con un ruido ensordecedor. La
confusión fue enorme y los gritos
lastimosos de dolor provenientes de
regiones distantes comenzaron a
escucharse, mientras grandes piedras
rodaban de un lado a otro en alocado
baile. Fueron cayendo los árboles,
transformando en desierto el
frondoso bosque que crecía en las
laderas de los montes, próximos al
estuario donde muchos siglos después
se levantaría la ciudad de
Edimburgo, dando origen a sus
famosos yacimientos de hulla.
El celo se cerró amenazador y el sol
ya no volvió a salir. La temperatura
descendió bruscamente y la
superficie del lago empezó a
escarcharse formando en poco tiempo
una espesa capa de hielo, trampa
mortal que marcó para muchos seres
el final de su período sobre la faz
de la Tierra.
Magui buscó desesperada a su cría
internándose por los diferentes
canales a medida que los mismos se
iban helando, pero le resultaba cada
vez más difícil mantener la
respiración. Un ligero sueño se
apoderó del gran reptil, que se dejó
vencer, casi desvanecido, y quedó
atrapado en el interior de un gran
bloque de hielo, en el fondo del
lago.
Dino, por su parte, sorprendido por
el trueno, mayor que los que había
escuchado en las noches de tormenta,
trató de regresar a su cueva para
protegerse, pero la misma ya no se
encontraba en su lugar. Todo estaba
cambiado.
Llamó a su madre, sin obtener
respuesta, y el miedo comenzó a
inmovilizarlo. Una gran piedra que
venía rodando hacia él lo hizo
reaccionar. Logró escapar apenas y
se sumergió en el gran mar. Nado y
nadó sin descanso hasta que sus
pequeñas aletas se congelaron y,
exhausto, se introdujo en una cueva
marina, donde quedó dormido mientras
delgadas capas de hielo se fueron
depositando sobre su escamoso
cuerpo.
Transcurrieron los días y las noches
como si fuera una sola noche y los
años se sucedieron en interminable
secuencia, como un largo camino sin
final...
Pero una mañana se abrió la nube, el
sol mostró nuevamente su rostro y
acarició las flores que se asomaban
entre los quebradizos hielos. Había
pasado mucho tiempo desde aquella
época glacial, provocada por la
caída de aquel meteoro, y el mundo
adquirió, una vez más, su perfil
verde, sus mares azules y sus
tierras arcillosas.
Los científicos buscaron sin éxito a
la bestia que había emergido de las
aguas y que fuera observada y hasta
fotografiada por varios turistas,
pero ninguna de las tomas era lo
suficientemente clara como para
descifrar el enigma del extraño ser.
El tamaño de su cuerpo aumentaba con
la imaginación de los presuntos
testigos, a pesar de lo cual muchos
coincidieron en una longitud
estimada en treinta metros,
describiendo un animal con pequeñas
patas que utilizaría para
desplazarse por el agua, con un
extenso cuello, y que emitía
lastimosos quejidos.
Los sonares rastrearon sin resultado
positivo el fondo del Loch
Ness, y se estableció como
conclusión que la extraña figura
podría corresponder a un dinosaurio,
tal vez descendiente de los
primitivos habitantes del planeta.
La búsqueda, tan ardua como inútil,
terminó por convencerlos de que el
famoso “Nessy” solo representaba una
risueña leyenda de los pescadores
escoceses que deseaban la fama de su
aldea.
Mientras tanto, en un lejano lugar
denominado Patagonia, en las noches
de luna se puede observar sobre las
aguas del lago Nahuel Huapi, la
serpenteada figura de un reptil que
navega las aguas buscando a su
madre, aquella que perdiera poco
antes del gran sueño...
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