N.º 73

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2011

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EL LUMUS

   

Por Ana Isabel Arias Espinosa

   

  

A

quella fría noche de invierno, Marta deambulaba por el cementerio como hacía cada noche desde que murió Víctor. Víctor había sido su gran amor, la única pasión de su vida. Era el único chico al que había amado y aún amaba, aunque este amor nunca se había visto correspondido.

Esa noche, el ambiente parecía enrarecido. Daba la impresión de que algo maligno pululaba por los vericuetos de aquellas callejuelas repletas de lápidas mortuorias por ambos lados.

Marta, sin embargo, mantuvo la compostura. Apretó fuertemente el puño hasta hundirse las uñas en la palma de la mano y continuó la marcha. Ya nada la atemorizaba. Desde la pérdida de Víctor, ya poco le importaba.

De improviso, un inesperado recuerdo le vino a la memoria, recordándole la existencia de un extraño ser, un tétrico animal cuyo aspecto se asemejaba al de un perro desnutrido y del que emanaba un olor putrefacto.

Había oído decir que este terrorífico animal habitaba en el cementerio, en aquel cementerio, y que, llegada la noche, recorría sus rincones, alimentándose de los cadáveres y de los recuerdos de sus seres queridos. La gente llamaba a esta extraña presencia el Lumus, y era tan conocido como temido.

Pasó un tiempo inmensurable.

Cuando Marta se disponía a marcharse, apareció de la nada ese terrible ser. Estaba envuelto en un misterioso halo, una atmósfera de terror enrarecía el ambiente.

Tal vez, el Lumus esperaba una respuesta de pánico, de miedo, pero nada más lejos. Marta se acercó poco a poco a él, y, cuando estuvo cerca, se arrodilló ante él y se entregó.

Desde esa noche, nada más se supo de Marta. Pero la realidad es que, a partir de entonces, el Lumus ya no está solo, que sus noches en el cementerio ya no son tan solitarias ni tan frías.

Marta se quedó a su lado y, ahora, ambos habitan juntos en el cementerio.

Finalmente, ella consiguió permanecer para siempre cerca de su eterno amado.

  

Un inesperado recuerdo le vino a la memoria, recordándole la existencia de un extraño ser, un tétrico animal cuyo aspecto se asemejaba al de un perro desnutrido y del que emanaba un olor putrefacto.

   

   

 

ANA ISABEL ARIAS ESPINOSA (Málaga, 1988). Técnico superior en Educación Infantil por el C. E. S Santísima Trinidad de Málaga y diplomada en Maestro en Lengua Extranjera por la Universidad de Málaga. Entusiasta de los relatos históricos y de terror, hasta ahora no había publicado nada de lo que guarda escrito en el cajón del escritorio de su mesa. Tómese este relato como índice de su iniciación en terrenos de la República de las Letras.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año X. II Época. Número 74. Novimbre-Diciembre 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 Ana Isabel Arias Espinosa. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.