uesta trabajo empezar a
escribir
cuando
no se
entiende
muy bien
aquello
a lo que uno
piensa
referirse,
pero esa
dificultad
se
multiplica
por mil
cuando
lo que
sucede
resulta
absolutamente incomprensible.
¿Alguien
puede
pensar
eso?
Martínez Osete es quien parece
no
merecer
ni una
sola
línea
entre
los cien
autores
más
destacados
del
género
para la
Historia
de los
Cómics
de
Toutain
Editor.
Como
otros
autores
de la
primera
época
del
género
tebeístico
de
posguerra,
la que
comprende
entre
1940 y
1960,
Martínez
Osete ha
caído en
un
prematuro
olvido
para los
estudiosos
del
medio,
que no
para el
aficionado.
El caso de Martínez Osete es un
caso
más,
pero muy
ilustrativo
del
devenir
profesional
de esos
señores
que un
día
blandieron
el lápiz
y se
lanzaron
pletóricos
de ideas
y buenas
intenciones
a la
conquista
de
corazones
populares
para la
causa
historietística.
Juan Martínez Osete (Totana,
Murcia,
1921)
empezó a
garabatear
sus
dibujos
desde
muy
joven. Y
ya desde
muy
joven
empezó a
publicar
regularmente,
y, como
otros
tantos
dibujantes
españoles,
hubo de
pasar
(este
canon
artístico
parecía
inexcusable)
por
infinidad
de
estilos:
esto ha
sido
siempre
la ley
de
supervivencia
del
historietista
en
España;
el vía
crucis
de cada
uno de
ellos.
Desde el
lejano
Oeste
hasta la
ciencia
ficción,
Martínez
Osete ha
recorrido
todos
los
caminos
habidos
y por
haber en
su, a
veces,
ingrata
profesión.
Quizá
este
arranque
nos dé
algunas
claves
para
entender
su
estilo
gráfico
y
narrativo.
En este último punto creo que
ha
habido
pocos
que
hayan
llegado
a cotas
tan
altas de
comunicación
como las
alcanzadas
por sus
entrañables
tebeos.
Solo por
esto,
esta
creador
de
ficciones
merece
estar
entre
los
grandes
nombres
del
tebeo
patrio.
Su
categoría
artística
y
comunicativa
no
palidece
un ápice
por su
poliédrica
trayectoria,
más bien
al
contrario,
al lado
de los
maestros
de la
historieta
ya
consagrados.
Pocos
como él
han
llegado
tan
lejos a
la hora
de
transmitir
inquietudes,
de
comunicar
sentimientos,
de
participar
sensaciones…
en
definitiva,
de hacer
lo que
entendemos
por
tebeo.
Un
artista
irrepetible
Martínez Osete, uno de los más
prolíficos
dibujantes
de la
historieta
española,
junto al
mil
veces
recordado
todavía
Manuel
Gago,
estuvo
entre
los
mejores,
cuando
menos
para el
lector
aficionado,
que no
por la
crítica
(si
exceptuamos
entre a
Francisco
Tadeo
Juan en
su
COMICGUIA,
N.º 19),
en el
panorama
español
de
posguerra.
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Thorik
el
Invencible
es un producto que contiene un buen dibujo, una buena planificación, una excelente historia y unos interesantes personajes. |
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|
Su obra
está
lejos de los academicismos
de otros
autores,
sus
páginas
nunca
fueron
farragosas,
complejas
o
indescifrables.
Martínez
es
poseedor
de una
línea
muy
clara,
atractiva
y
limpia.
Para muchos lectores, el nombre
de
Martínez
Osete va
asociado
fundamentalmente
a las
series
de El
Príncipe
Dani, El
Poder
Invisible,
Rock
Robot,
Red
Dixon
o El
Puma.
Otros
más
veteranos
recordarán
sin duda
su
trabajo
en el
campo
del
humor.
En suma,
uno de
aquellos
autores
que
crearon
un mundo
mágico
que nos
llenó de
imágenes
luminosas
tantas
horas
grises y
tantas
tardes
de
penurias.
Un autor
que nos
hizo
crecer
alimentando
nuestros
sueños
poco a
poco,
semana a
semana.
Sus
héroes
hicieron
soñar a
toda una
generación
de la
juventud
española.
Prácticamente, todas sus
creaciones
fueron
un
éxito,
aunque
no todas
tuvieran
un mismo
nivel de
calidad.
Sus
tiras de
dibujos,
al igual
que
cuantos
se
dedicaron
a la
historieta
en esa
época,
son un
trabajo
pensado
en la
inmediatez
y, desde
luego,
sin más
documentación
que la
imprescindible
para no
atentar
contra
el
decoro
artístico
y, aun
así,
sorprende
la
calidad
que
supieron
depararnos
aquellos
artesanos
del
tebeo
nacional.
“Thorik
el
Invencible”.
Ficha
técnica
Dentro de su abundante producción
hay una
serie de
obras
que
destacan
entre
las
demás
por
méritos
propios.
Para
nosotros,
aparte
de sus
colaboraciones
en El
Capitán
Trueno
y El
Jabato,
con unos
trabajos
de
calidad
a las
órdenes
de
Víctor
Mora, el
más
destacado
de sus
personajes
lo
encontramos
en
Thorik
el
Invencible.
●
Colección:
Torik el
Invencible
●
Fecha de
publicación:
1959
●
Editorial:
Marco
(Barcelona)
●
Colección:
20
números
●
Formato:
17 x 24
cm
●
Dibujante:
Juan
Martínez
Osete
●
Guionista:
Probablemente,
el
propio
Martínez
Osete
Características
artísticas
más
relevantes
Se podría empezar diciendo que
Thorik
el
Invencible
es un
producto
que
contiene
un buen
dibujo,
una
buena
planificación,
una
excelente
historia
y unos
interesantes
personajes.
Además
podríamos
hablar
de un
excelente
montaje
y de su
magnífico
ritmo.
En general, la obra presenta
unas
características
artísticas
y
argumentales
que se
concretan
en un
montaje
interesante
y en un
magnífico
ritmo:
●
Un buen
dibujo:
Como
casi
todo en
esta
serie,
el
dibujo
de
Martínez
Osete
podría
calificarse
de
excelente;
es un
dibujo
que se
adapta a
la
perfección
a lo que
se nos
está
narrando.
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Un buen
dibujo:
Como
casi
todo en
esta
serie,
el
dibujo
de
Martínez
Osete
podría
calificarse
de
excelente;
es un
dibujo
que se
adapta a
la
perfección
a lo que
se nos
está
narrando.
|
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●
Una
buena
planificación: Presenta destacados
aciertos
relacionados
con
esta.
Decididamente,
la
planificación
es
buena.
En las
secuencias
de
acción,
donde la
continuidad
es
crucial,
se
observa,
de
manera
clara,
el
dominio
del
medio de
este
autor.
●
Una
excelente
historia:
Digamos
que la
historia,
como
excusa
argumental,
es mucho
más que
aceptable.
●
Interesantes
personajes:
Aunque
no dejan
de ser
arquetipos,
están
bien
construidos
y
consiguen
ser
creíbles.
Releo las entregas de Thorik
y vuelve
a mí
aquella
impresión
de
narrativo.
No hace
falta
mucho
saber
historietístico
para
diagnosticar
que lo
más
destacable
de esta
obra,
reside
en la
planificación
del
guión.
Tampoco
hace
falta
poseer
un ojo
muy
crítico
para
observar
la
brillantez
gráfica
y
estilística
de toda
la obra;
fácil es
concluir
que las
prisas a
las que
estaban
sometidos
los
dibujantes
de esta
época,
no era
óbice
para que
nos
ofrezca
un
trabajo
más que
agradable,
ya que
esta
colección
posee
puntuales
elementos
de
interés
estilístico
y
originalidad
narrativa.
Sirva todo lo anterior para
tomar
conciencia
de las
luces
que hubo
en la
carrera
profesional
de uno
de los
máximos
exponentes
de mal e
injustamente
calificado
«cómic
del
franquismo»,
apelativo
con el
que ha
pretendido
encasillar,
desde
hace no
muchos
años,
todo un
cúmulo
de (la
mayor
parte)
buenos
títulos
de
excelentes
narraciones
gráficas,
con más
afán de
desprestigiar
todo lo
referente
a una
época
que de
pronunciar
una
crítica
intencionadamente
acertada.
Luces en
las que
irremediablemente
hay que
reconocer
(basta
con
echarles
una
ojeada)
una
vitalidad
creadora
que
resulta
envidiable
y una
más que
meritoria
capacidad
de
entrega
ilusionada
a la
labor
artística.
Y eso,
en unos
tiempos
en los
que todo
invitaba
al
desánimo
y a la
desidia
creativa.
El
tebeo,
una
narración
atractiva
y
gratificante
Dejemos de mirar la fecha de
edición
de un
producto
y
fijémonos
en si es
divertido,
interesante,
gratificante…
El tebeo
de esa
época
―me
refiero
al
publicado
durante
la
dictadura―
tenía
como
objetivo
primordial
contar
una
historia
de la
manera
más
clara y
amena
posible,
lejos de
baldíos
esteticismos
y
retóricas
innecesarias,
habilidad
para la
que
Martínez
Osete
estaba
especialmente
dotado.
Quizá sea Thorik una de
esas
historias
mil
veces
contadas
y con un
buen
porcentaje
de
ocasiones
en que
ha
merecido
la pena
volver a
leerla.
Resulta
gratificante
comprobar
que, de
vez en
cuando,
aún se
pueden
reencontrar
estupendos
tebeos
que no
ofendan
la
inteligencia
del
lector.
En Thorik el Invencible
todo
resulta
muy
manido
(pariente
que
quiere
acceder
al trono
rapta al
hijo del
rey...),
es
cierto,
pero, al
menos,
se sigue
el curso
de una
historia
y no se
recurre
a
diálogos
deliberadamente
estúpidos.
|
|
|
|
|
Vibrante
y
emotiva, hace que uno se enganche rápidamente a unas imágenes que, desde el principio, ofrecen acción de la buena. |
|
|
Vibrante
y
emotiva, hace que uno se enganche
rápidamente
a unas
imágenes
que,
desde el
principio,
ofrecen
acción
de la
buena.
Se
consigue
con ello
una
espectacularidad
que
supera
con
creces
las
múltiples
explosiones
que
adornan
las
supuestas
epopeyas
que hoy
día nos
invaden.
Y los
personajes,
perfectamente
delimitados,
con
malvados
inteligentes
y no
neuróticos,
y con
circunstancias
personales
que
complican
la trama
a pesar
de la
sencillez
de su
planteamiento.
Su gran
mérito
consiste
en no
exigir
al
lector
otra
atención
que la
impaciente
curiosidad
de lo
que va a
suceder.
Como era habitual en los tebeos
de esos
años,
todos
los
hallazgos
son
rápidamente
relevados
en sus
páginas.
Este
sentido
de lo
inesperado,
como
algo que
no puede
fallar.
¿Qué
ocurre
entonces?
¿Qué va
a pasar
en esos
momentos
que los
perversos
llevan
las de
ganar?
Nunca se sabía qué iba a pasar.
Comprar
el tebeo
era
encontrarte
con la
sorpresa.
Era la
peripecia,
la
aventura,
la
ilusión…
a veces,
el
desencanto.
Nunca te
quedabas
indiferente.
A lo
máximo
que
podías
jugar
era a
imaginar
el
desenlace
de la
historia,
y, a
menudo,
te
quedabas
corto,
quizás
porque
eras un
adolescente,
quizás
porque
todavía
el medio
era
joven,
igual
que tú,
y se
podía
experimentar
y
encontrar
caminos
novedosos.
El fin
de
Thorik
el
Invencible…
Pero un día, tristemente, se
acabó.
Lamentablemente,
un
trabajo
tan
cuidadosamente
tratado
y en el
que
Martínez
Osete
había
puesto
todo su
cariño,
por ser
un tema
que le
apasionaba,
no
conoció
el éxito
que
merecía
y hubo
que
precipitar
el fin
de la
serie.
Thorik
el
Invencible
es una
historieta
extraordinariamente
valida,
aunque
insatisfactoria
por las
expectativas
que nos
creó y
no
culminó,
ya que,
casi sin
darnos
cuenta,
llegamos
al final
de
colección
en su
primera
parte,
en la
que se
nos
anuncia
una
segunda,
En
busca de
un nuevo
continente,
que
nunca se
llegó a
publicar.
Hoy en día, la pregunta
fundamental
sigue en
pie:
¿Cuál
fue la
clave
del
escaso
éxito de
Thorik
el
Invencible,
un
producto
a
priori
más
original
que
otros
muchos?
…Y el
declive
del
tebeo
español
La respuesta quizá podamos
hallarla
en esa
irrupción
tan
rápida
como
arrolladora
que, a
mediados
de los
años 50,
tuvo
lugar en
nuestros
hogares
de algo
que, sin
necesidad
siquiera
de pasar
unas
páginas,
lo
proporcionaba
todo:
aventuras,
viajes,
lugares
exóticos,
amor… La
televisión
había
entrado
a saco
en
nuestras
vidas
con paso
firme y
estaba
abriéndose
paso a
marchas
forzadas
en
nuestra
sociedad,
y, así,
en todo
lo
relacionado
con
ella: la
pequeña
pantalla
había
iniciado
su
imparable
y
demoledor
proceso
de
transformar
nuestras
vidas.
Lógicamente,
la lucha
entre un
medio
tan
acomodaticio
como la
televisión
y el
tebeo
como
medio de
entretenimiento
no
admitía
dudas
sobre el
vencedor.
|
|
|
|
Lógicamente, la lucha entre un medio tan aco-modaticio como la tele-visión y el tebeo como medio de entretenimien-to no admitía dudas so-bre el vencedor. |
|
|
|
La
década
de los
50 fue también el
comienzo
de la
época
dorada
de los
grandes
cambios
juveniles
en la
música:
el disco
de
vinilo
hizo más
asequible
la
música
pop
y el
rock and
roll
entró en
el alma
de la
juventud
arrasando
todo
vestigio
musical
anterior.
A partir
del
grupo de
Liverpool,
en
España
proliferó
la
formación
de
conjuntos:
Los
Relámpagos,
Los
Brincos,
Los
Pekenikes,
El Dúo
Dinámico…
La
discografía
como
forma de
entretenimiento,
como
influencia
de la
nueva
cultura
juvenil,
atrajo
hacia sí
a una
masa
enorme
de
jóvenes
ávidos
de
novedad,
recreo y
expansión.
Otro
rival
más para
el tebeo
y… para
la
lectura
en
general.
La
sociedad
española
había
empezado
a
cambiar
sus
gustos.
Añádase a todo esto, el auge
que
empezó a
tomar
por
estos
años la
importación
de
tebeos
extranjeros
(que
comenzaron
a ser
llamados
‘comics’,
como un
primer
indicio
diferenciador),
principalmente
norteamericanos,
editados
en
color,
muy en
consonancia
con el
cine y
la
música,
en los
que se
sustituía
el
caballo
por la
nave
espacial
y la
espada
por la
pistola
de
láser.
Esta
entrada
de
nuevas
orientaciones
en el
mundo de
la
narración
gráfica
hubo de
influir
notablemente
en la
producción
de
nuestra
industria
editorial,
contribuyendo
al
desfase
de
nuestros
temas de
años y,
en
general,
al
retroceso
del
tebeo
genuinamente
español.
A esta competencia arrolladora
hay que
sumarle
la
indiferencia
y en
ocasiones
el
desprecio
que los
sectores
consumidores
de
cultura
literaria
sintieron
por la
historieta,
a la que
consideraban
un
género
menor o
una
lectura
de
entretenimiento
para
niños.
Porque,
si
divierte,
si
entretiene,
no puede
ser algo
serio Si
lo lee
todo el
mundo,
no puede
ser
bueno.
A todo lo citado, entre otros
factores,
se
añadió
la
acción
trasnochada
de una
censura
tardía
para el
momento
en que
ya se
vivía,
todo lo
cual
hizo que
el tebeo
fuese
cediendo
progresivamente
puestos
en el
gusto de
los
niños y
jóvenes
españoles.
Recordemos que los finales de
los
cincuenta
y, sobre
todo, la
década
de los
sesenta
fueron
años de
cambios
culturales
profundos
y el
tebeo no
salió
airoso
de esas
transformaciones.
Recapitulación
|
|
|
|
|
Es esta obra la que marcó una cumbre artística, donde se aprecia en toda su medida el talento de Martínez Osete como dibujante. |
|
|
Y es una lástima, porque Thorik
el
Invencible
es,
hablando
en
términos
de
calidad-cantidad,
una de
las
mejores
series
que ha
realizado
este
autor.
Es esta
obra la
que
marcó
una
cumbre
artística,
donde se
aprecia
en toda
su
medida
el
talento
de
Martínez
Osete
como
dibujante.
Sin
embargo,
una
serie de
circunstancias
la han
relegado
a un
olvido
absolutamente
injustificado.
Su
sintaxis
narrativa
se
adscribe
a las
convenciones
contemporáneas
más
propositivas,
pues
emplea
recursos
característicos
de la
historieta
de arte
o de
autor:
variaciones
y
cambios
notables
de la
dimensión
de la
viñeta,
lo que
le
imprime
dinamismo
a la
composición
de la
página;
cambios
de
enfoque
y
perspectiva.
Si le
sumamos
los
recursos
del
oficio,
el
manejo
de la
técnica
narrativa
y los
cuadros
magistrales
de
fulano
nos
encontramos
frente
al gran
salto de
calidad
de las
historietas
del
dibujante
murciano.
Cuando retrocedemos en el
tiempo y
miramos
el
pasado,
tal vez
lo
hacemos
hallar
respuestas
a
preguntas
todavía
sin
contestar,
tal vez
para
revivir
buenos y
malos
momentos,
o tal
vez para
buscar
un
tiempo
perdido,
como
puede
ser este
el caso.
Cabe la
posibilidad.
Pero lo
que sí
es
cierto
es que
cuando
avanzas
y
avanzas
en la
lectura
de
muchos
de los
tebeos
actuales,
quieres
retroceder
y buscar
lo que
te gustó
en un
principio
de todo
esto. La
historieta,
pues, no
fue solo
ese
mundo de
humor,
aventuras,
romances,
fantasías,
violencia
y
melodrama
que
aparecía
en las
viñetas,
sino una
fuerza
que se
extendía
a otros
ámbitos.
Dejamos
aquí
estas
reflexiones, pues no
pretendemos
entrar
en
disquisiciones
filosóficas
en esta
página
sobre la
historieta
española.
No somos
estudiosos
del
tema,
sino
«degustadores».
Lo que
sí queda
bien
claro es
que el
tebeo no
solo fue
un medio
de
«entretenimiento».
Fue un
medio
que
durante
años
funcionó
como
opción
ante la
escasez
de
lugares
de
esparcimiento
y
recreación.
Hemos disfrutado y disfrutamos
con
muchos
tebeos y
muchos
autores
y
guionistas.
Pero uno
de los
autores
que más
hemos
disfrutado
ha sido
a Juan
Martínez
Osete, a
Martínez
Osete,
como
rezaba
su
firma.
Sus
tebeos
representaron
algunos
de los
más
entrañables
y
queridos
momentos
de
evasión
y
diversión
de
nuestra
infancia.
Un autor
que, con
sus
creaciones,
logró
comunicarnos
los
sentimientos
que más
valoramos:
el amor,
la
solidaridad,
la
amistad
y la
alegría
de
vivir.
Que Martínez Osete ha sido uno
de los
pilares
básicos
del
tebeo de
aventuras
español
es una
realidad
innegable,
pero su
mérito
alcanza
una cota
inigualable
cuando
consideramos
cómo fue
capaz de
concebir
y de
plasmar
en el
papel
semejantes
historias
en un
contexto
inadecuado
y en
unas
condiciones
verdaderamente
lamentables.
He aquí
su
genialidad.
Y es su
genialidad
lo que
todavía
hace que
seamos
capaces
de
tragarnos
páginas
y
páginas
de sus
colecciones
como si
nada.
Volver a
la
infancia
y
recordar
cómo
engullíamos
los
tebeos
con la
misma
avidez
que
aquellas
meriendas
a base
de pan y
chocolate
es vivir
la vida
una
segunda
vez.
Sirvan estas líneas como el
homenaje
que
todos
los
aficionados
al tebeo
le
debemos
a este
autor, a
Martínez
Osete.
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"EL PUMA", colección compuesta de dos series, y desarrollada en el marco del Oeste americano, fue otro de los grandes éxitos de Martínez Osete. |
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