Ficha técnico-artística
Título: Audaces Legionarios | El Capitán Rey (a partir del N.º 33)
Guión: Juan Antonio de la Iglesia
Dibujo: Leopoldo Ortiz Moya
Género: Aventuras. Bélica. Fantástica
Año de aparición: 1958
Editor: Editorial Maga (Valencia)
Formato: Cuadernos apaisados de 17 x 21 cm
Color: Portada en color. Páginas interiores en blanco y negro
Colección: 42 números
* * *
i a los tebeos en el franquismo (que no del franquismo) se les ha acusado de estar asentados, en su mayor parte, sobre el inamovible trípode ideológico que constituían los conceptos de raza, religión y patria, en Audaces Legionarios, estos principios fundamentales del autoproclamado Movimiento Nacional-Sindicalista, inspirados a su vez en los de las J.O.N.S. (1931) y de F.E. (1933), parecen conjugarse hasta confundirse.
Por ello, es probable que una primera lectura de la serie nos induzca a afirmar que el argumento que en ella se desarrolla no es más que un resumen de las directrices conceptuales del régimen que surgió tras la victoria de Franco sobre la República en 1939, pero con un valor propagandístico muy superior al de la prensa del sistema.
|
|
|
|
|
Prensa y radio se hacían eco a diario de los combates fronterizos de nuestro ejército con los insurrectos moros instigados por Marruecos, con un final desfavorable para España.
Portada del N.º 1 |
|
|
Contexto histórico
Pero escribir sobre los tebeos de posguerra requiere un ejercicio de contextualización histórica: hay que juzgarlos (o evaluarlos) desde la perspectiva de aquellos años; de lo contrario, se corre el peligro de llegar a una conclusión tan equívoca como injusta. Partamos, pues, de la base de que Audaces Legionarios nace en 1958, precisamente el año en que se pone fin a la guerra de Ifni y el Sahara español se va a convertir en una persistente reivindicación del neonato reino de Marruecos. Hagamos un breve repaso histórico de esta época.
En 1946, todos los territorios coloniales de ultramar que poseía España en la costa noroccidental de África (excluyendo las islas Canarias) se habían agrupado constituyendo el África Occidental Española, agrupación que incluía el territorio de Ifni, Cabo Juby (zona situada al sur del Protectorado español de Marruecos), la zona de Saguia el Hamra y la colonia de Río de Oro. La protección de esta agrupación colonial quedó encomendada principalmente a la Legión o Tercio de Extranjeros (como se le llamó en su origen) que había fundado en 1920 el entonces comandante de Infantería José Millán Astray.
Diez años más tarde, cuando Marruecos alcanza su independencia de la administración conjunta de Francia y España en 1956, la reclamación de esos territorios, que consideraba como parte propia, se convierte en una constante en la vida diplomática. La primera reclamación la presenta en 1957, pero la negativa de parte del Gobierno español ocasiona que, a finales de ese mismo año, las guarniciones españolas de Ifni fueran atacadas por tropas irregulares lideradas por nacionalistas marroquíes (apoyadas tácitamente por el rey), incidente que originó un conflicto bélico al que se le dio el nombre de «guerra de Ifni».
Con el propósito de defender más fácilmente la capital de aquella zona, las tropas españolas se retiran de la mayor parte del territorio para formar en torno a la urbe una línea más consistente y menos impenetrable. Entre tanto, el territorio abandonado por los españoles es ocupado de inmediato por las fuerzas marroquíes, que ya no abandonarán.
Por fin, y aunque fue una guerra formalmente no declarada ni finalizada, España y Marruecos firman el 1 de abril de 1958 los acuerdos de Angra de Cintra, por los que España cede Cabo Juby a Marruecos, que también se queda de hecho con el territorio de Ifni que había ocupado, excepto la capital, Sidi Ifni, mientras que España conserva Río de Oro y Saguia el Hamra, que, a partir de entonces, formarían la provincia de ultramar del Sahara Español.
Prensa y radio se hacían eco a diario de los combates fronterizos de nuestro ejército con los insurrectos moros instigados por Marruecos, con un final desfavorable para España. Añádase a esto el hecho de que en el subconsciente de la mayor parte del colectivo español siempre se ha tenido claro —y esto es así desde siglos— que ‘el moro’ ha sido siempre un potencial enemigo, sin olvidar, además, que la nefasta fama —con razón o sin ella— que habían adquirido los aborígenes coloniales enrolados en las filas del ejército nacional durante la contienda civil.
Probablemente, es la suma de todos esos factores de índole tan diversa, pero sumamente imbricados, lo que propició la aparición de la saga de Audaces Legionarios (o El Capitán Rey), sin más aspiración que aprovechar una coyuntura en la que cobró especial relevancia el fervor patriótico nacional, zaherido en su ser más profundo por el descalabro que, en definitiva, supuso el final que se dio a la ‘guerra de Ifni’.
El argumento de la serie y la realidad histórica
Lógicamente, las editoriales de tebeos, siempre atentas a cualquier posible incremento en sus ventas, no podían dejar pasar la oportunidad como la que les brindaba la realidad histórica de la España del momento, y así comenzaron las aventuras de Audaces Legionarios (El Capitán Rey).
Ahora bien, con todo lo expuesto hasta ahora, lo que nos narra la serie no guarda relación alguna con lo realmente acaecido en el conflicto con Marruecos. Las aventuras que acaecen a los personajes son extrapolables a cualquier otra serie de las que se publicaban en esos mismos años, solo que con los legionarios por protagonistas.
|
|
|
|
|
La protección de esta agrupación colonial quedó encomendada principalmente a la Legión o Tercio de Extranjeros (como se le llamó en su origen) que había fundado en 1920 el entonces comandante de Infantería José Millán Astray.
Portada del N. 3 |
|
|
Arranque de la serie
En cuanto al punto de arranque de la serie, el argumento nos sitúa en la posición de Sidi Araf, que se encuentra cercada por unos moros insurrectos, en donde se hallan destinados el capitán Carlos Rey, el hercúleo sargento Matamoros y un adolescente corneta llamado Basilio, los tres principales protagonistas de la saga; posteriormente, conoceremos a Elvira, la prometida de nuestro héroe.
La mujer, al igual que ocurre en la mayoría de los casos del tebeo posbélico, queda relegada a un lugar secundario con relación al militar que ama, al que, con su espera, debe alentar en sus empresas bélicas: véase la resignación con que esta acoge los continuos aplazamientos de su boda con Carlos Rey, boda que siempre se ve demorada, cuando no por sus continuos raptos por parte de los villanos, por las misiones encomendadas al héroe de la serie.
El recurrente trío de héroes
Tras el éxito del Capitán Trueno en 1956, toda la narrativa juvenil de posguerra suele estar protagonizada por el trío «héroe-forzudo-adolescente» (o, lo que es lo mismo, «la gallardía inteligente-la fuerza bruta-la audacia adolescente»), con cuyo contraste se logra introducir en el decurso de las aventuras una nota festiva, una pincelada de humor, al dramatismo de los enfrentamientos bélicos.
Audaces Legionarios es, en efecto, rica en rasgos humorísticos, con gestos desenfadados que logran desdramatizar las situaciones más enmarañadas. Ello corre a cargo del sargento Matamoros, apoyado, en algunas fases de la saga, por un legionario apodado ‘El Andaluz’. El personaje del sargento Matamoros tiene momentos realmente brillantes de imaginación y de iniciativa, con intervenciones ciertamente afortunadas.
Evolución del relato
Hacia la mitad de la narración, después de haber conocido los respectivos motivos que llevaron a Carlos Rey y a Matamoros al banderín de enganche de la Legión, la serie inicia un paulatino proceso de abandono de los postulados narrativos iniciales, alejándose del marco del desierto y de la lucha contra los musulmanes, y se adentra en un contexto en el que se entremezclan la aventuras, la intriga y el espionaje, para, finalmente, adentrarnos en unas aventuras del más puro corte fantástico, en las que encontraremos hombres gorila, monstruos prehistóricos, pigmeos, gigantescas y venenosas arañas y flores asesinas, entre otras bestias exóticas, e incluso nos encontraremos en Roma Nova, un ignoto vestigio del antiguo Imperio romano, gobernada por el tiránico Croton, todo lo cual deja bien patente la desbordante imaginación de De la Iglesia, quien, unos años más tarde, en 1959, nos ofrecería uno de los más imaginativos guiones del tebeo español de posguerra: Piel de Lobo.
|
|
|
|
|
La serie, a mediados de la narración aventurera, inicia un paulatino proceso de abandono de los postulados narrativos iniciales, alejándose del marco del desierto y de la lucha contra los musulmanes, y se adentra en un contexto en el que se entremezclan la aventuras, la intriga y el espionaje, para, finalmente, adentrarnos en unas aventuras del más puro corte fantástico.
Portada del N. 36
(Obsérvese el cambio de título) |
|
|
Estética de la serie
El dibujo es bueno y la narración mantiene la velocidad y el ritmo característicos de la llamada Escuela Valenciana. Leopoldo Ortiz dosifica sabiamente los ingredientes para mantener la tensión en todo momento, siendo las peleas todo lo entretenidas que cabe esperar de un tebeo de estas características. En general, todas las secuencias están excelentemente resueltas.
El guión no es nada farragoso y, tal como ya hemos apuntado, está lleno de situaciones inverosímiles, con unos personajes que apoyan lo que se nos cuenta, haciéndolo creíble para el lector.
Resumiendo, Audaces Legionarios (Capitán Rey) es un entretenido tebeo que se lee con agrado y acapara el interés del lector desde su comienzo. |