AZOGUE
«Fuera del
alcance de nuestra presencia.
En el
paraíso perdido de la probabilidad.
En otra
parte. En otra parte.»
WISLAWA
SZYMBORSKA
Se conocieron en la tienda de regalos,
cuando el calor de enero sudaba en los cristales.
Al mirarse cara a cara sonrieron a dúo.
Ella lo buscaba hace mucho,
y cuando vio su traje marrón tabaco y la camisa brillosa,
supo que tenía que llevarlo a su casa.
El insomnio compartido se hizo hábito entre los dos.
Lo convirtió poco a poco en su confidente y asesor de vestuario.
Él trató de no engañarla nunca
y sus consejos fueron reglas de oro.
Aquel día, los ojos de ella estaban raros,
arrojaban chispas incendiarias en el cuarto creciente.
Le confió casi en un susurro que había conocido a alguien muy especial,
que creía estar enamorada y que la vida empezaba a sonreírle.
Excusas pensó él,
ya no la tengo atrapada en mí,
su mirada se posó en otra que no es la que yo reflejo.
Lágrimas de mercurio se cuajaron en su luna.
El amor que se atrevía a mirarlo cara a cara ya no estaba.
Destino de espejo el suyo, de reflejo solamente,
ella puso el clavo y lo esclavizó a sus ojos.
Y ahora, él, colgando de su soga de ahorcado sigue extrañándola.
BRASAS
Extraña mezcla de calor en suspiros,
boca sedienta de besos en oasis imposibles,
junto a la chimenea estoy velando mis armas,
a la espera del combate final.
El fuego crepitando débilmente se está extinguiendo.
y se atisba tras la cortinas un nuevo amanecer,
ya no hay leña y las ultimas chispas se elevan en un adiós definitivo..
Las brasas queman las cuencas de mis ojos buscando tu figura.
Ahí estás, mitad humano y mitad animal, mirándome fijamente,
en tus manos, la lanza guerrera se convierte en rosa.
Y yo, sentada, con un frío glaciar que inmoviliza,
espero la herida de sus espinas sin más escudo que mi alma.
LA CRUZ DE TIZA
La puerta está marcada con tiza
dibujando la señal de la infamia.
El aldabón de bronce
se cierra en una mano que castiga.
Mi sueño quiere entrar.
No le importan el frío o el viento.
Como en el cine de la infancia,
quiere entrar y logra colarse
por un nudo abierto en la vieja madera.
Tirada en un rincón color ceniza está la almohada consejera
y, a su lado, el eterno libro de Neruda marcando el poema 20.
En el cenicero el fósforo apagado de la pasión vuelve a titilar.
Y el broche sujetando en la soga de la ropa
el pañuelo de seda secándose después del adiós,
lo saluda con un aleteo de paloma.
Este sueño insiste en volar,
mece en su revoloteo horas perdidas,
minutos y segundos olvidados en cajones vacíos.
Ahora, en la pirueta final,
levanta suavemente mi alma,
la coloca sobre un pétalo del pensamiento azul
que sobrevive en el jardín convertido en baldío
y la lleva suspendida hasta el espejo.
La acomoda, la peina, la maquilla,
completa su labor y logra que le devuelva una sonrisa.
Alma feliz la mía, me acerco al cuarto en penumbras
y te veo como antes, esperándome.
Antes de entrar en él y en vos, corro como una loca,
abro la puerta y borro con lágrimas de perdón
la cruz de la infamia marcada con tiza.
MOÑO ROJO
Tu nacimiento fue igual al de tantos,
una cama y una mamá de mirada furtiva,
una mamá con lágrimas y mucho miedo,
un papá ausente en retirada miserable.
Niñez con asombro,
ojos abiertos a un mundo de soledad,
tratás de entender y todo es muy difícil para vos.
Años de frío y temblor,
días con hambre,
horas sin sueño,
soñando la bici que sabés que nunca va a venir.
Tu única por siempre guía: mamá,
la misma que superó el miedo,
se calzó los guantes de boxeador
y dio pelea, por ella y por vos.
Ganó por knock out,
la vida de miseria quedó en la lona,
vos y ella, ella y vos,
juntos hasta el fin del conteo.
Ahora, a la distancia,
ves en los ojos de tu hijo,
el reflejo espejado de la bici que quisiste siempre.
Él la tiene, vos se la diste,
y estás orgulloso porque luce en su manubrio
un gran moño rojo colocado por su abuela.
CAFÉ CON LECHE
¿Qué fue eso?
Un sonido agudo y penetrante me taladra el cerebro.
Creo que es la sirena de la fábrica cercana llamando al trabajo.
Me equivoco, no hay trabajo.
No hay sirena, solo existe un ulular impiadoso en mi estómago.
Hace ya varios días que no alimento esta fragua.
Días en los que dormir es el recurso irremediable contra el hambre.
Me digo…, mañana sí,
mañana, al amanecer, voy a tener una sonriente media luna
que me suplicará la moje en un tazón de café con leche.
Mañana todo estará solucionado,
acabo de encontrar un trozo de soga que tal vez alcance.
Sólo un nudo me separa de la media luna,
lo ajusto a mi cuello
y alcanzo a ver por el rabillo del ojo
cómo mi cuerpo flaco y hambriento
se sumerge en el tazón de café con leche.
CHALECO DE PALOMAS
No tengo escapatoria.
Me sigue como perro faldero.
Se atraviesa y parte en dos la vereda que camino.
Trepa a los árboles y se engancha en sus verdes.
Voy a encontrarme con vos y ella se entromete.
Creo que por eso hoy está más alegre que otros días.
Me libera los minutos de mi viaje en subterráneo.
Vuelvo a pisar la vereda y sigue a mi lado.
Ya no le digo que me suelte.
Sonrío derrotado porque sé que quiere participar.
Soy feliz, y la alegría es contagiosa.
Ensayo unos pasos de tap, tropiezo, trastabillo.
Pasan a mi lado los desconocidos de siempre.
Y soy un loco con emplumado chaleco de palomas.
Ahora y esquivándole al sol que la deslumbra,
baila por vos y para vos la eterna compañía de mi sombra.
BOCAS
Con los ojos en otoño miro a mi vieja mochila.
cansada también ella de viajes sin llegada.
No recuerdo si le di la diaria ración de ilusiones.
Al levantarla del piso, su gran boca de cierre relámpago
apura la última bocanada de aire antes de la clausura.
La uno a la mía y murmuro entre sus dientes de metal la buena nueva.
Hoy es un hoy distinto, un hoy posible,
un hoy dibujado en las hojas de ruta del transcurrir.
Nervaduras de savia nueva
indican tu norte, y este sur mío, tesonero, te sigue.
Las dudas ya no quedan a la intemperie,
están sepultas y no duelen.
Todo mi yo es un baile frenético,
calzo mis zapatos de tap,
ciño en mi cabeza la gorra que me da de comer,
aumento la dosis de esperanza y juego a ser feliz.
Vos,
dejás de ser no luz
y te disfrazás de farola,
Ahora, apuesto a la calma y sólo espero tu boca para reconocerme.
EL CIRCO
El circo recaló en el pueblo
y levantó su carpa hacia la luna.
Se pobló de risas infantiles
y mezcló la mía con la tuya.
La niñez nos acercó, jugando,
devoramos pororó con caramelos.
Estrellas en los ojos, manitas con aplausos
para los dos Quijotes del peligro y sus trapecios.
Sin red, la vida en un hilo salto a salto,
nuestros ojos, pugnando por salvarlos.
Pasó el tiempo de jugar,
y en el trapecio del amor,
seguimos balanceando.
Quisiera el caramelo en una mano
y sólo con mirar poder salvarnos.
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