ada vez que me mentiste, cada vez que
desconfiaste de mí, cada vez que tus
miedos te vencieron, cada vez que me
dijiste una media verdad, cada una de
esas veces fabricaste una aguja,
fabricaste un alfiler, convirtiendo mi
corazón en un acerico.
No me protegí de ti. Vi la necesidad de
hacerlo cuando la sangría ya estaba
hecha. No me protegí de ti. Te amaba.
Más aún, te adoraba. Quise dártelo todo
y me di por entero a ti. Protegerme fue
el modo de ensartar hilo en esas agujas
para cerrar las heridas que tras de sí
dejaban.
Me confundiste. Creaste en mí las dudas
que antes no tenía. Provocaste un estado
de desazón continua. Ya no distinguía la
verdad de la no verdad. Porque el
problema no fue sólo que me engañaras;
el problema después fue cómo volver a
creerte. Porque todo se volvió confuso.
Si me mentías, tomara por cierto o no tu
embuste, no merecías mi confianza; si me
decías cosa cierta y por embuste la
tomaba, no era yo digno de la tuya.
¿Por qué tus miedos fueron mayores que
tus anhelos?, ¿por qué no te fiabas de
mí?, ¿o por qué no lo hacías de ti
misma?
¿Por qué desconfiabas de mí? ¿Quizá
porque piensa el ladrón que todos son de
su condición?
El problema no fue que me dijeras la
media verdad. El problema fue que yo
descubriera la media mentira, ¿o es al
revés?
No te digo hoy esto para echarte nada en
cara. No te reprocho nada. Quizá porque,
a lo largo de los años siempre,
permaneciste en mí. Y no me refiero a
las cicatrices que aquellas suturas
dejaron; aunque rehíce mi vida y he sido
feliz, me refiero a aquel sentimiento
tan puro que tan sólo por ti sentí.
Así pues, espero interpretes mis
palabras como el hilo para enhebrar la
aguja que pueda suturar tu herida (si es
que te hice alguna), porque el único
modo que encontré de protegerme fue
apartarte de mí alejándome de ti, como
también de ti aprendí, sin
explicaciones, sin darlas ni pedirlas,
ocultando tu desenmascaramiento y
enterrando mis sentimientos. De este
modo quiero hoy hacerte mi último
regalo, pues si enterré entonces mis
buenos sentimientos, el paso del tiempo
me ha ayudado a enterrar también los
malos. Ahora puedes saber por qué un
día, sin más, desaparecí para ti.
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