Invierno. Víspera de Saturnales. Mediático frío siberiano.
Las luces arden.
Desde aquí se divisa un mar petroleado.
Las sirenas cantan con sus voces naranjazules
y las raíces de los sauces han invadido la casa azul.
El timbre es una chicharra chirriante con ruda ronquera.
Abre el camarero-jefe de la casa que aguarda la tertulia de
contrabando.
Se templa en su rostro
la languidez de una juventud canosa. El poeta viste su vida
burguesa
bajo la apariencia de un dandi de etiquetas. Recita suave
como el que tiene la clave
para abrir el polvorín de Pandora.
Miro a su pareja con disimulo interesado:
mujer risa estirada treintaitantos Cae en su copa de rioja
una pestaña. Entre poema y poema, aplausos,
yo aprovecho para toser intelectualmente,
apurar la cerveza y los cacahuetes rancios. |