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FRACTAL

Selección de Poemas

   

Por Luis Benítez

   

   

   

LOS OJOS DE RIMBAUD

            Azules, de bárbaro. Hoy cantan para ti

los suaves trinos y en el taller literario

adelgaza la voz el papagayo: conmovida,

endulza las Grandes Miradas su lección de confitero.

  

De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo:

que la bella ciencia es una habitación que da a lo oscuro

y el hombre, ese acertado inconstante,

es apenas unos pocos pasos que por ella van y vienen.

  

Hoy, que las profesoras de letras olvidaron todo

            lo que saben de ti los presidiarios,

y el vago que, a riesgo de ser aplastado por los automóviles,

detiene la metáfora de su paso por recoger el milagro

de una hoja sin alcanzar a explicárselo;

  

hoy, que apenas los ascensoristas se levantan

            de entre los demás,

hoy que esta loca materia aparece ahogada y vencida,

como lo estuvo siempre, como va a estarlo siempre,

flotando sobre las aguas de los números;

  

hoy, que en tus selvas vírgenes arraigaron los casinos

y suena música disco en todas las Áfricas tonantes,

hoy que en la calle 88 y Broadway una horrible fulana te pasea

impreso en su remera, sonriente con toda la Gloria Americana,

  

hoy, que encuadernado en cuero y con letras doradas

te exhiben los dentistas en sus huecas bibliotecas

y te honran a su modo, repartiendo venenos por las calles

            del mundo los ágiles traficantes,

  

hoy, que caen los muros y todas las posteridades se desploman,

  

hoy, que la Historia, esa vieja enemiga,

se ríe de nosotros diciendo que no existe,

como en tu tiempo repetía el Diablo;

   

hoy, que los blandos músculos de los diputados

pueden arrojar al mar, si quieren, a miles de forzudos extranjeros,

  

hoy, que la tímida democracia probó ser más efectiva que los reyes,

  

hoy, que todos por fin somos buenos

y alza su copa radiante el rosado, negro, amarillo y cobrizo

            banquete de la vida, más allá

            de los caritativos grupos que intentan el soneto,

a través de las bibliotecas barridas por el polvo y las secretarias,

sin dactilografía ni voz ni esperanza ni objeto,

cruzan las geografías dos luces gruesas

            y potentes anillando la Tierra.

  

No por el símbolo sino por la mirada

eres como el dios de plástico que cuelga de su pared el asustado,

para que esos Ojos le sigan por la casa.

  

Para nosotros, los mínimos; para nosotros, los pocos;

            para nosotros, los débiles,

que sólo queremos estar ociosos, tus párpados están

siempre abiertos, hermano desdeñoso, Jesucristo el Terrible,

hoy, que es una vergüenza tener hambre,

siguen mirando lo mismo tus fanales salvajes.

  

             

             

  

LA  BESTIA  DE LA  AURORA

El gato perpetuo en la mañana absoluta

está gritando que es bestia de la aurora,

            ¿y quién oye al mínimo animal que encarna

sino el árbol de oro a cuyo pie repite, se desgañita?

   

Está hecho de animales como una fábula antigua,

pero ni aquellos frisos encanecidos

por el polvo donde duermen los imperios,

            ni la fresca novia del amanecer alcanzan

            para adelgazar el oído que duerme,

que duerme, aunque hace mucho es de día.

  

            Brutal sombra que ves

con indiferencia la sombra de tu sombra

y la de todos hundirse lenta como un barco

en el océano que alardea de ser la única

            posible sombra,

  

como todo lo terrible, tú pareces pedir apenas

una caricia inconsciente de lo frágil,

simulas ser un sirviente y eres el amo que distingue

            entre el árbol de oro y la raíz,

por siempre hundida en la tierra,

            volumen apenas de la sombra.

  

             

             

  

CATÓN, EL CENSOR

“Duda como un griego, pero actúa como un romano”,

            acaba de decir  hace un rato,

perdido entre los pliegues del pasado,

a un niño poderoso que domina

su suerte y la del mundo que lo escucha.

  

Hace  un rato apenas: el tiempo es el tiempo que repite

las voces de Catón y otras maneras.

  

Sobre el eco del aplauso se ha enroscado la hiedra,

hoy otro Mediterráneo divide la tierra de la tierra.

   

Pero él sigue envolviéndose en su manto,

victorioso sobre el emperador y los mortales,

            huyendo hacia su villa donde el ánfora

y el pecho de dos adolescentes aún le esconden

            el peso del papel representado,

las arduas consecuencias para otros

que son la duda griega, quién  y cuándo.

  

             

             

  

UNA AVISPA CRUZÓ EL HIMEN DE LA VENTANA

El astuto animal fue ingenuo dos horas por la casa:

antes del polvo de las cosas tocó los helechos salvajes,

            los gruesos valles del jardín diminuto,

la piedra que es llanura de lava para su ojo infinito:

  

un viajero aprensivo por las habitaciones casi desiertas

alentó inútilmente las plantas prisioneras,

            rondó la cabeza del perro semidormido

que lo espantó como a un remordimiento.

  

La antesala fue el Cañón del Colorado:

            antes, sus poderosos antepasados visitaron

otras comarcas ausentes de follaje.

  

Fue curiosidad: Rousseau no pensó

            en la avispa negra que anida sólo en tierra

            cuando labró la cara del salvaje conveniente, bondadoso;

   

curiosidad de ver dónde desova su estirpe

y  cómo amasa el barro de sus habitaciones el gran animal blanco

que le teme y espanta desde el origen del tiempo.

  

            Armado activista de otra casa,

antigua, abandonada, donde fuimos el intruso,

            curioso como una avispa negra.

  

             

             

  

EL MAR DE LOS ANTIGUOS

No volverá jamás el mar de los antiguos

a rebañar las costas creadas por sus olas.

  

Un año de ancho, una vida de largo,

se sumió en la honda bocanada del fondo.

  

Con él, las bandas de Erik el Violento

y la pacífica vela de otro ladrón, fenicio,

doblaron para siempre ese horizonte blando

            y abajo el precipicio que los tragó

a todos como se cierra un libro.

  

Ni el ceñudo pirata que un día fue

            estatura y bronceado y sombra,

ni el traficante sofocado bajo tricornio y títulos,

tuvieron el poder de detener

aquellas otras olas que se llaman horas;

  

menos el múltiple ahogado, ese sin nombre,

            puede asomar la cabeza ahora

para su intrépido persistir bajo la luna, a solas.

  

Ah mar de Eneas y de Ulises, que no eras éste y eras

            la cuna del delfín y las especias

y el camino del oro y siempre, lo Otro.

  

Qué portugueses y españoles eran

cuando eran los que eran en el mar.

  

¡Y el junco de esa otra historia, la ignorada,

            que salía a él bajando de los ríos

            como una rama armada de astrolabio,

con hombres amarillos bajo la tensa seda,

guardando sus secretos, sus caminos y sus signos!

  

Veo entre peces voladores cabalgar la trirreme del romano

            y al bajel del griego salir de la zozobra;

todas esas ambiciones que iban tras las Hespérides

encalladas en el arrecife del Minuto.

  

Y la Sirena, el paganismo de a bordo

recubierto de escamas y colocado fuera,

            y el oficial Leviatán del Viejo Testamento

            condensados en la ballena blanca

que surcó todavía, en mil ochocientos y tantos,

el querido inolvidable mar de los antiguos.

  

             

             

  

CARACOL DE  SUEÑO SOBRE UNA COSA QUE MATA

Una bestia terrible resbala sobre todo:

            terrible como  decir “yo permanezco”,

de la tribu que puede cruzar sobre una hoja de afeitar

            tomándose su tiempo,

            arrastrando su fuerza pausadamente

sobre el agudo diminuto abismo

que separa  un lado de otro lado.

  

Y no puedo ver la sonrisa de esta casi cosa

tras su hazaña que no puedo imitar,

            yo, frágil  materia que sólo puede aplastarla,

            ella, como casi todas las cosas, fuerte gelatina

determinada a seguir sin que yo exista.

  

Para mí, la certeza es el brilloso camino de su nunca.

  

      

      

  

  

*Extracto del poemario Fractal. Ediciones Correo Latino, Buenos Aires, 1992.

   

   

     

   

   

LUIS BENÍTEZ (Buenos Aires,  Argentina, 1956). Miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, USA, con sede en la Columbia University. Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poetes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores y de la Fundación Argentina para la Poesía.

Su labor creadora ha sido reconocida con galardones como Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991), Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996), Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996), Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996) y Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003), entre otros.

Autor de más de una docena de libros de ensayo literario, poesía y narrativa, entre sus últimos títulos se cuentan El Horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure (ensayo, Ed. de la Universidad de los Andes, Venezuela, 1996), La Yegua de la Noche (poesía, Ed. Ediciones Del Castillo, Santiago de Chile, Chile, 2001), Tango del Mudo (novela, Ed. de la Plaza, Montevideo, Uruguay, 1997. Ed. Piel de Leopardo/Wordtheque, Bs. As., 2003) y Jorge Luis Borges: La tiniebla y la gloria (ensayo, Ed. Lea, Buenos Aires, 2004).

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 2. Página 6. Año XIII. II Época. Número 84. Abril-Junio 2014. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2014 Luis Benítez. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2014 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.