ANTE LA AGONÍA
I
Ignorar la muerte, es ignorar la vida.
Está tan callada la noche
devorando el sonido de la tierra;
hay momentos en que como una llama la tristeza me aferra.
El llanto entra en mi alma
y se me antoja llorar a boca abierta
hasta que me duelan los dientes,
hasta que haya sed en mis labios
y la sal se cuele en la vértice,
hasta que mi alma se vacíe de pena,
hasta que haya piedra en vez de carne.
Qué triste es llorar hacia dentro,
en vez de lágrimas,
resucitar mustias sonrisas,
y hallar en sonrisas, no flores sino espinas.
Qué difícil es llorar el alma
cuando todos ríen,
cuando todos gozan.
Algunos tienen la retórica voz
para desahogar su pena;
yo tengo mi prosa, mi poesía
y el consuelo divino del cielo.
II
Ahora enfrenta, argumenta,
¡Oh maldita muerte!,
poco durará tu victoria.
Tú llevarás el hedor de un cuerpo inerte
¡Yo seguiré siendo polvo!
Seguirás acechando desde la oscura gruta.
¡Cobarde!, arrastrando el hacha
entre la sombra y la soledad podrida.
¡Silencio reverente dirá mi propia vida!
Ni una palabra conocerás de mi boca
ante tu mano implacable
en mi alma herida.
Y aunque huya asustado aquel perro
que, en la distancia, maúlla y ladra,
¡no pediré clemencia!, aunque tu sombra sofoque.
Hoy, no solo quieres llevarte a mi padre,
sino también a mi mejor amigo.
¡No llevarás mi pasión
en el lúgubre momento en que yo vaya contigo!
III
Hoy más que nunca ¡yo te alabo!
¡No a ti! ¡No a ti!, insaciable muerte,
sino a aquel que es el Alfa y la Omega,
el Principio y el Fin,
sosteniendo en sus manos el mundo y el aquilón,
el que sentado entre piedras de fuego
tiene el poder de decir:
¡Oh muerte, dónde está tu aguijón!
IV
Y tú que me has hablado tan quedo
mientras tu voz se vuelve tea en extinción,
como si un ángel
tus labios hubiese cerrado.
Firme,
sin la mínima queja,
tan plural el silencio al pie del cañón,
como un soldado moribundo
con el ultimo anhelo de reír
con el deber en la sangre
con la experiencia del mundo.
¡Gracias, papá,
Porque me enseñas a vivir!
(23 de Diciembre de 2015)
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