ABRAZOS DE AZÚCAR
Tus abrazos nunca duelen,
son de azúcar,
burbujas de caramelo
que vuelan a mi alrededor
y suben y caen del cielo.
Envuelven mi pecho
como nubes de algodón
con mi cara en tu pelo,
y en mis labios, su sabor.
Aire fresco,
calor,
blanca nieve bajo el sol
derretida sin sentir,
deshaciendo su pudor.
Tus abrazos son como tú,
añorados, huidizos,
lejanos en el tiempo,
a veces estirados,
siempre tiernos,
burbujas tibias de caramelo
que suben y caen del cielo.
CRUZ
Acaricié tu alma con mis versos
cuando las lluvias
humedecieron los campos.
Tarde de primavera,
de sol y viento
entre gentes ciegas.
Bajo los soportales
la humedad puso aromas
en tus labios de lirios frescos.
Apenas un susurro
al tronar los ecos del adiós
saltó entre los charcos.
Un instante vive roto,
solitario,
en la esquina de los sueños.
Vino derramado
en una encrucijada
en la reja de hierro.
PICOS DE HIELO
Hace frío junto a la lumbre.
Hiela tu recuerdo.
Tu ausencia diaria,
tu risa apagada
se clava en mi pecho
como picos de hielo.
Hace frío
en el corazón
cuando no estás cerca,
y los días pasan
y pasan, y pasan
sin tener nada más
que un vacío,
una oscuridad en las respuestas
a preguntas calladas.
Hace frío
si al atardecer
no escuché tu voz,
no sentí tu risa,
ni besé el aire de tu boca.
Soledad de una habitación,
inmensamente grande
si no estás.
Mi luna se muere
por tu ausencia
una noche más.
LA HUIDA
Huyes, en barcos de papel.
Cada amanecer llena el rocío tu alma.
Huyes, para no nacer con el día
que sin ti o contigo aguarda
creyendo tu insignificancia
ante aquel espejo roto.
Huyes y callas.
Escondes tu cara entre las manos
mojadas de llanto y agua.
Huyes, tembloroso verbo,
en la esquina de la vida,
donde pusiste tu cuerpo
en cuclillas con tu alma.
Huyes, por nada.
Miras al día,
levantas la frente
y arrasas la mañana.
Es la vida que te comes,
es la vida que te tragas
entre silencios fingidos,
entre palabras calladas.
CADENAS DE LÁGRIMAS
Mirar los ojos casi dormidos
mientras la boca sonríe
en un despertar travieso,
como nunca fue.
Mirar las manos,
cogidas a esa sábana
sometida entre tus dedos.
Nunca fueron
testigo de insomnios
ni de veladas eternas,
ni de amaneceres tardíos
ni de atardeceres rotos.
Mirar los ojos y callar,
porque todo queda dicho
como el susurro del aire
cuando rompe la quietud,
como tu respiración
cuando calla
para brotar
como el agua
que rompe
desde un naciente manantial,
como esas lágrimas de hoy,
mañana cadenas de vida
retorcidas y esclavas.
Silencio perpetuo
ante la mar brava. |