AL POETA
El poeta no presta la palabra,
la arranca.
Es tenaz, es valiente, se niega con semblante indiferente,
es amante del misterio, lo insondable,
es ojo al ciego,
describe lo que no ve.
Evade el odio, lo enfrenta,
hay un juramento de amor en sus versos,
antídoto efervescente,
hinca rodilla en la oscuridad,
busca luz más allá de la afrenta.
La palabra en su mano es pincel al arte,
flecha en el aire, hurga la naturaleza, labra la arista,
cincela, maza, deshoja la caricia,
ante el dolor se enardece,
se ruboriza muchas veces sin querer
cuando habla de placer, cuando, sin tocar,
besa el pezón de una mujer.
Es eco de íntimos acordes,
arpegio de guitarra, nota de acordeón,
libro abierto sin introducción,
es canto abreviado, suspiro sin frontera,
algunas veces incisivo aguijón.
Su más principal hazaña
es arrancarle al momento doloroso
la excelsitud de un verso,
tener el lucido frenesí de sacudir el alma
aun con suspiro quejoso,
plasmar con osadía ante la vicisitud
el coraje tímido anidado en el pericardio, darle forma,
amalgamarlo, extraerlo, amoldarlo
en el alba fría de un folio.
Cuando el vértigo de la decepción hiere,
cuando el tsunami inclemente arrasa,
cuando el amor en espuma se derrama
y no hay brío en los ojos,
cuando la coyuntura de la palabra entumece.
Un mártir, un iluso, un anacoreta
le nombra la plebe,
no entienden el poder que le confiere
el alfabeto a la revolucionaria alma del poeta,
busca la palabra, el verbo es mazo;
hay silencio penitenciario en su alma de asceta,
cuando no encuentra sino el ardor de una brasa,
ríe, llora, apresura su paso, devorando su condena.
He allí el fracaso del dolor,
del afán, del desamor,
cuando la herencia humana se aterra,
cuando todos cubren sus ojos para no ver,
resucita entonces la mano del escritor
y suscribe con su vida el acto que enajena.
Se burla de la muerte,
que solo llevará fríos labios sin color,
ante la farsa constante de la indiferencia muerde su labio,
tiende su mano cuando alguien negarla quiere,
no tiene miedo a perder, ni al fracaso, ni a ceder,
hay algo más allá de su ocaso.
Por besar un corazón, por plasmar el amor en verso
al asirse trémulo al sublime cuerpo de una mujer,
por curar con palabra una herida,
por poseer un alma insurrecta, por ser mas humano,
por buscar el decoro a la palabra más abyecta,
por eso, y mucho mas, yo...
¡...yo admiro al poeta! |