Carencias

  

Cuántas carencias

intuye la foliar nervadura

             camino al humus

 

Cuántas ausencias

llorará la hifa si no presiente

                     sombra de seta

 

Cuántos vacíos

afligiendo al planeta que no encuentra

                                       algún sentido

 

Cuánto cariño

precisa el crío transmutando en

                     anciano repentino

 

Cuánta acogida,

cuántos abrazos anhela el espíritu

                                   encarcelado

 

Cuántos ‘te quiero’

no pronunciaron esposa y esposo

                               llegado otoño

 

Cuánto rayo de sol

van soñando los jilgueros si

                llueve el invierno

  

Y, a lo lejos, en un patio de vecinos,

      la lágrima desconsolada de un recién nacido

                                                       en oscuridad

  

  

  

  

  

  

  

  

Ha transcurrido otro eón

  

Ha transcurrido otro eón.

Ni un fulgor quedó como huella en la nieve

ni la risa de un niño,

      huérfana de preocupación,

      llegó al oído del radioescucha.

      Estancada la propia tinta roja y reseca,

agonizante el pálpito del tuétano.

Los párpados, amantes,

a punto están de ocluir dos estrellas, antaño albas,

      fugaces fuegos en su deslizar por la negrura

      de otra oportunidad perdida.

 

Ha transcurrido otro eón.

¿Y dónde vivió la belleza?

Si la sístole aún aprieta el músculo

      con la fuerza inusitada de espejismos mundanos.

Si el aliento aún dibuja

      tres puntos suspensivos en los lienzos del anhelo.

 

Ha transcurrido otro eón… sí.

      Fue negligente la conciencia con el instante travestido

                                                           [de trajín estéril.

 

Si volverán a llover gotas de brisa solo Él lo sabe,

      pero el mineral efímero conoce bien la máxima arcaica:

Resta ya un paso menos

Para fundirse. O nada. ¡Oh, nada! Tiempo de angostura

      Finalidad desvanecida. Un día más

Cronos languidece

      hasta el final.

  

  

  

  

  

  

  

  

Palpita el pétalo

 

Palpita el pétalo aterrado,

contra anhelos de cierzo lejano.

Hematíes en la lágrima del vencejo,

lágrima crepúsculo, como anciano.

Remembranza de pasados

naciendo y renaciendo

            con cada paso.

 

Más latidos. El párpado, el párpado...

Por venir, ya solo lo ajado.

El sentido, una vez más, se ausenta.

Y así, ávido,

arribó el vacío,

ansia expansiva,

jugo de vida que se deshila sobre la tabla

                            de un tiempo circular.

 

Solo dos ojos de entre millones

aceptaron contemplar el núcleo tras la corteza

                                           Certeza mineral

y espíritu que anhela

Canta el verdón desde su jaula

y aquel rechifle se antoja azúcar

para el oído

                            nacido ayer.

  

  

  

  

  

  

  

  

Daniel Dehesa. Nació en la mitad de un estío. Desde entonces se ha movido lo necesario.

Varias son sus aficiones y necesidades, pero aletean alrededor de la naturaleza y el texto breve y, sobre todo, del anhelo de calma, de nube, de trino.

Escribe y escribe por alguna necesidad que desconoce y, a veces, por clara disconformidad frente a lo que acontece.

Ama, de eso sí tiene seguridad… a veces.

   

   

  

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral. Edición no venal. Sección 2. Página 10. Año XIX. II Época. Número 106 EXTRA. Enero-Junio 2020. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2020 Daniel Dehesa. Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2020 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana. Calle Castillón, 3, Ático G. 29730. Rincón de la Victoria (Málaga).

   

   

       

 

Servicio de tr�fico web