ADIÓS, PALMERAS DEL CIELO
Que alumbrabais las sombras sin ángulos
en el sudor del mediodía
Que con nanas susurradas
acunabais
el líquido elemento
entre vuestras plantas
No os he podido salvar de tanta infamia
Por eso os pido perdón
desde el filo del cadalso
Qué ausencia de éxito fue el latido intento
Ya no será preservado el éter calmo
entre columnas vegetales
Vuestra médula no engendrará más al pito verde
Ni respirarán las almas
Ni reirán los niños de dulzor tan satisfechos
Bajo vuestra techumbre urdida por nudosos huesos
ya no suspirarán las lumbres
milenarias
Ahora
alacranes antediluvianos podrán danzar infames
con sus colas bien inhiestas
y acechar en el sesteadero denudado
El final del folíolo tremulante está sellado
Brota el rocío sobre el mármol solo con veros
Y en vuestra ancianidad
sois convertidas en blanco
de rufianes disfrazados
de plagas inmisericordes
del desdén mediterráneo
Aun así
como ajenas al devenir
obsequiáis el fruto antiguo
¡Ah! Cómo se nos acumula vuestra prodigalidad
sobre la piel del nuevo acerado
Sabe el dátil sagrado que no debe germinar
en esta ausencia de futuro
A la sombra de unos párpados clausurados
la espalda encorvada de un ancestro
os amamantaba
azada en mano
Era aún tiempos de esperanza
los de la templada espera
A vuestro regazo
Los hijos de estos hijos
Ya
No podrán ensayar sus sueños de ancianas dulzuras
Nunca más
(Páginas 13-15). |