ue Abelenda Fernández uno de los personajes notables del Coín de la primera mitad del siglo XX. Aunque gaucineño de origen, Bartolomé pasó en Coín la mayor parte del tiempo de su vida terrenal. De Coín fue alcalde en una de la etapas más difíciles de nuestra historia y en él escribió todas las obras que constituyen su legado literario, una herencia copiosa y en gran parte desconocida, obras de índole diversa, algunas de las cuales no serían publicadas hasta cierto tiempo después de su fallecimiento, rescatadas por editores o por particulares concienciados de su calidad literaria. Una vez más, el mal sino del ser español se ponía de manifiesto: muerto el autor, una vez hubo desaparecido quien los redactó, llega el momento en que sus habilidades como escritor comienzan a ser apreciadas por la intelectualidad de la época, si bien otra gran parte de esa obra quedó (y aún permanece) en la sombra de lo desconocido, olvidada en un oscuro rincón de un olvidado desván, dejándonos así sin la posibilidad de disfrutar plenamente de la belleza escrita y descrita por este gran escritor malagueño. Los primeros años de su vida A los dos años de haber fallecido Alfonso XII de Borbón, el rey que había venido a sustituir al primer fallido ensayo republicano en España, y de haberse encargado de la Regencia del país su esposa María Cristina; justamente el mismo año en que muere en el balneario de Santa Águeda, asesinado por el anarquista Angiolillo, el también malagueño y, por entonces, presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo, viene a la vida de esta España acuciada por los problemas el pequeño Bartolomé. Bartolomé Abelenda Fernández nace el 1 de agosto de 1887 en la villa de Gaucín, en la provincia de Málaga; un nacimiento que pasaría sin pena ni gloria en aquella época convulsa, en franco contraste con una provincia de Málaga en pleno auge cultural e industrial, cuando la cámara de comercio de la capital de la provincia había empezado a funcionar no hacía mucho tiempo y el Conservatorio de Música María Cristina se había inaugurado hacía tan solo un año. Todo apunta a que Bartolomé iba a disfrutar de una riqueza cultural y social, cuando menos en este contexto andaluz, merced al crecimiento exponencial en la provincia. Se dio la coincidencia de que su padre, Manuel Abelenda Pérez, natural de A Coruña y de profesión Guardia Civil con el empleo de teniente, resulta destinado, con motivo de su reciente ascenso, a la comandancia de La Línea, justo en el momento mismo del nacimiento de nuestro escritor. Su madre se llamaba Isabel Fernández Urbaneja y era natural de Coín, lugar adonde, más adelante, trasladaría la familia su residencia habitual y en donde Bartolomé pasaría los primeros años de su infancia y adolescencia. | | | |
Bartolomé Abelenda Fernández, durante el acto inaugural del comedor social que se instituyó en Coín (1940). (© Imagen del Archivo de la Fundación García Agüera, de Coín) | | Juventud: la Guardia Civil Llegada su juventud, Bartolomé opta por seguir los pasos de su padre en la carrera militar, decantándose por continuar la tradición familiar en la Benemérita. Durante el tiempo que estuvo en situación de servicio activo, gozó en todo momento de gran prestigio, tanto personal como profesional, demostrando su valía y sus aptitudes para la profesión y su don de gentes con compañeros del cuerpo. Desgraciadamente, por razones de salud, unos años más tarde de su incorporación, se ve obligado, muy a su pesar, a abandonar la profesión, cuando aún es muy joven y está en una edad óptima para servir en el cuerpo. Bartolomé Abelenda, en Coín Retirado ya de la profesión, Bartolomé se establece en Coín, pueblo de donde era oriunda su madre, en donde había pasado gratos momentos siendo niño y al que amaba desde aquellos tiernos años de su infancia. A partir de entonces, a él dedicaría su vida y todos sus esfuerzos. El 17 de febrero de 1937, tras haber desempeñado algunos cargos de importancia en la alcaldía del pueblo, y haber luchado desde su posición política por el bien de Coín, toma posesión de la alcaldía del pueblo, convirtiéndose en el primer alcalde que tiene la villa tras el inicio de la fatídica Guerra Civil. Su mandato se prolonga hasta 1940, durante el cual se preocupa, se esfuerza y trabaja de forma manifiesta y notoria por el bienestar y la mejora de su pueblo, gracias a lo cual se gana el amor y el respeto de sus conciudadanos. Personalmente, tenía un porte distinguido y amable, y una presencia que denotaba intelectualidad y nobleza; de una altura considerable y algo grueso, tenía una sonrisa amplia y sincera, y una mirada dulce y sosegada que trasmitía paz y serenidad, pero, a la vez, infundía respeto. De un apetito importante y una pulcritud impecable, no perdió, aun siendo culto, ni un ápice de cercanía con el pueblo llano, y nunca se le pudo tachar de ser distante con las gentes de su localidad. Comienza su actividad literaria Bartolomé siente la llamada de la pluma y el papel, y comienza su actividad literaria dedicándose al estudio e investigación de la historia de Coín, intentando recopilar y organizar todo lo escrito hasta entonces de esta bella y encantadora población. Para llevar a cabo esta labor, sigue los pasos de otros paisanos que, como ahora él, habían recogido por escrito, en tiempos precedentes, gran parte de la historia de la villa, principalmente del fraile trinitario Fernando Domínguez, autor de Noticia de la conquista, antigüedad y demás cosas notables de la villa de Coín, escrito en 1773; Antonio Agustín Ximénez de Guzmán, médico, que a finales de 1796 había escrito Historia de la Villa de Coín, y el canónigo Fernando de Hermosa Santiago, que, en 1872, había redactado unos Apuntes para escribir una historia en la villa de Coín. En sus estudios, Bartolomé se propone un doble objetivo: por una lado, llegar a lo más hondo y profundo del alma e identidad del coineño, del trabajador el campo del pueblo, y de la belleza de las huertas de ese lugar, y, por otro, recopilar y dar a conocer la riqueza cultural de la zona, injustamente infravalorada. Prueba de su dedicación al pueblo de Coín y al estudio de su historia es la labor que lleva a cabo en la organización y catalogación del Archivo Municipal, que, por aquel entonces, se hallaba en un estado lamentable, todo polvoriento y sumido en el caos y desorden más denigrantes. Gracias a Bartolomé, que dedicó muchas horas de su tiempo libre a recuperar y ordenar los legajos y demás escritos, hoy el pueblo de Coín disfruta de un valioso legado histórico. Son diversas y variadas las obras de investigación histórica que recopiló y escribió Bartolomé, y se sabe que dos de ellas fueron publicadas con sus propios recursos, por amor y devoción a su pueblo y a la historia del mismo. En primer lugar, escribe Historia y juicio crítico del monumento a los mártires de Coín, obra que vería la luz en 1943, y en la que habla, entre otras cosas, del obelisco que se halla emplazado en el centro del parque de San Agustín, levantado precisamente durante el tiempo que él estuvo a la cabeza del Consistorio coineño. Seguidamente, publica El lobo y la oveja, obra que data de 1944, en la que narra lo acontecido cuando tuvieron lugar las lluvias torrenciales de noviembre de 1831, las cuales provocaron que el río Nacimiento se desbordara y las embravecidas aguas inundasen muchas viviendas de la villa y fuesen causa de importantes daños en los habitantes y sus propiedades. | | | | Obelisco del parque de San Agustín, levantado en homenaje a los caídos en la Guerra Civil, levantado siendo él alcalde y sobre sobre el que escribió un tratado, publicado en 1943. (© Imagen de WebMalaga.com, sección 'Monumentos de Coín') | | El cénit literario Sin embargo, la obra de investigación histórica sobre la villa de Coín a la que más tiempo dedicó en redacción y extensión, tanto por gusto propio como por necesidad del tema que trataba en la misma, fue Historia de la noble y leal ciudad de Coín, extractada, que comprende desde su fundación hasta la conquista por Fernando V el Católico en el año 1485, que Bernardo termina de escribir en 1943, tras arduos y tediosos trabajos de investigación. Lamentablemente, tanto esfuerzo no dio el fruto que se esperaba: a pesar de que se conserva en su integridad, la obra continúa inédita, a causa de que no pudo ser publicada en su momento por cuenta del autor y porque ninguna organización cultural, oficial o privada, se ha interesado por la cuestión. «El crimen de Coín» La última obra escrita que se conoce de Bartolomé es la que se titula El Crimen de Coín, extenso relato bastante conocido en tiempo, e incluso, hoy en día, el tema que relata todavía despierta la curiosidad de muchos lectores. La obra narra, con el estilo sencillo pero riguroso que le caracterizaba, uno de los sucesos más dramáticos acaecidos en Coín y que dejaría consternados a sus habitantes: el robo y asesinato del sacerdote Juan García Collet, el ermitaño del santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, Patrona de Coín. No obstante haberse perpetrado el crimen en 1893, el relato popular de los hechos hubo de oírlos de niño el escritor infinidad de veces y de causarle profunda impresionarle, pues el suceso fue sumamente conocido y famoso en la época como para que los ecos de tan horrendo crimen perduraran durante años en la memoria del pueblo. Es reveladora la circunstancia de que, habiendo sido ésta la primera dura historia que conoció, haya sido también la que sirvió de ocasión para escribir su último libro, obra con la que concluye su vasta y honesta labor investigadora. Sin embargo, aunque el término de su redacción está fechado en 1945, la novela no verá la luz hasta 1997. Abelenda Fernández no quiso se publicase antes de su muerte por respeto a los familiares del anciano Juan García, el clérigo víctima del brutal asesinato. Bartolomé ilustró también el libro con diversos dibujos, ya que sus dotes para las artes gráficas eran también bastante notables, con especial mención a su sensibilidad en los retratos. Llegados a este punto, cabe dejar constancia de que El crimen de Coín fue publicado en 1997 como la primera obra que iba a inaugurar la edición de una futura biblioteca recopilatoria de temas coineños, iniciativa que no pasó de ahí, de una interesante intención. Llama la atención un hecho que vamos a referir ahora a título de curiosa coincidencia: el crimen que se relata había tenido lugar en 1893; justo 52 años después, 1945, nuestro escritor culmina la redacción que describe el brutal acontecimiento; y la publicación de la novela tiene lugar en 1997, transcurridos 52 años, precisamente cuando, además, estaba muy próximo a cumplirse el 52.º aniversario de la muerte del autor. | | | | Imagen ilustrativa de la novela «El crimen de Coín», que relata el horrendo asesinato del presbítero Juan García Collet, ermitaño del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, Patrona de Coín. | | Fallecimiento de Abelenda Fernández Bartolomé fallece en su amado pueblo, Coín, a los 59 años de edad, un triste día 30 de enero de 1946, y, como persona muy querida que fue, todo el pueblo mostró una de las mayores manifestaciones de duelo que se ha conocido jamás. Por estos años de su vida, Abelenda Fernández ya era una de las personalidades más importantes del pueblo y como tal se le homenajeó, pero también porque hizo tanto como pudo por el pueblo que amaba más que a nada, su Coín, al que se dedicaría desinteresadamente en cuerpo y alma por ser un proyecto en el que creía profundamente y por el que luchó hasta el fin de sus días. Por expreso deseo de Bartolomé, su tumba se encuentra a la entrada del cementerio municipal, sin epitafio. Fue su voluntad que todo el que visitara el pintoresco y rico pueblo de Coín pisase el lugar donde su cuerpo descansaría eternamente. El futuro de su legado Que se sepa, ninguna iniciativa, ni oficial ni privada, se ha preocupado un ápice en activar este fértil terreno en situación de barbecho. No ha surgido hasta el día de la fecha ningún proyecto editorial sinceramente interesado en concienciar a nuestra sociedad malagueña de la importancia de la historia de Coín y en poner al descubierto la importancia y riqueza del legado cultural de un municipio que no parar de crecer, remediando así, en lo posible, el injusto olvido de un autor, el atraso que se arrastra en una iniciativa seria y sincera de rescatar del olvido para la memoria colectiva de todos la importancia del rico y glorioso pasado de Coín y la grandeza de sus gentes, y, desde este presente, llegar a un futuro más prometedor en el ámbito cultural. Y, si esta inquietud existe, la investigación y el estudio sobre la historia de Coín es, desgraciadamente, llevada a cabo, gracias a iniciativas personales, y tan solo desde hace varios años, por un puñado de personas interesadas en ella y vinculadas al mundo de la cultura. Aunque parezca inverosímil, Bartolomé, hijo espiritual de las tierras de Coín, junto con otros autores del pueblo, que dejaron escritas, gracias un paciente y brillante trabajo, las primeras páginas de la historia de Coín para que algún día sirvieran al mejor saber del pueblo al que consideraron su patria, son inexplicablemente unos injustos desconocidos u olvidados por la mayoría de sus paisanos. |