a serie
televisiva
de terror
American
Horror Story,
de la
productora
norteamericana
FX, nos
muestra en
su segunda
temporada,
American
Horror Story:
Asilum,
estrenada en
2012, una
canción que
martillea
sin cesar
los oídos y
el alma de
los internos
que se
hacinan en
un
psiquiátrico
estadounidense
regido con
mano de
hierro por
una monja,
esperando
una mejoría
que nunca
llega. La
canción,
repetitiva
con
saciedad, y
que
contribuye a
cargar los
capítulos de
una asfixia
que envuelve
al
espectador
durante
cincuenta
minutos, es
un éxito de
comienzos de
la década de
los años
sesenta
titulado
Dominique,
compuesto
por Jeanne
Deckers en
1963. Nada
tendría de
especial si
no fuese
porque la
compositora
fue, en su
momento, una
monja que,
con el
pseudónimo
de Soeur
Sourire (Sor
Sonrisa) fue
capaz de
colocarse
entre los
artistas más
vendidos y
convertirse
en un
auténtico
fenómeno
mediático de
la época. A
la triste
historia
que,
irónicamente,
vivió Jeanne
Deckers,
intentaremos
acercarnos
en las
líneas que
siguen.
Una juventud
de
postguerra
Jeanne-Paule-Marie
Deckers (o
Jeanine
Deckers)
nació el 17
de octubre
de 1933 en
Bruselas
(Bélgica),
en el
Hospicio de
la Rue du
Grand, seis
años antes
del
estallido de
la II Guerra
Mundial. Por
aquel
entonces,
Bélgica,
como la
mayoría de
los países
europeos,
estaba
difícilmente
soportando
los efectos
de dos
terribles
calamidades
del momento:
de una
parte, las
secuelas
devastadoras
a largo
plazo de la
terrible
Gran Guerra
(1914-1919),
en la que se
había visto
involucrada
involuntariamente
[1], y de
otra, la
cruenta
crisis
económica
derivada del
crack
de la Bolsa
de Nueva
York en
1929, todo
lo cual iba
a marcar, y
de qué
manera, a la
generación a
que
pertenecía
la joven
Jeanine.
Hija de
Henri-Lucien
Deckers,
panadero de
profesión, y
del ama de
casa
Gabrielle
Denis, la
pequeña
Jeanine va a
sufrir,
desde su más
tierna
infancia, el
desarraigo
de una madre
con la que
jamás tuvo
una
auténtica
relación
materna
(parece ser
que la niña
fue el fruto
de un
embarazo no
deseado, que
Gabrielle
nunca
perdonó ni a
sí misma ni
a la hija y
que
cristalizó
en numerosos
episodios de
maltrato), y
la fría
indiferencia
de un padre
irresponsable
y fantasioso
que, al
estallar la
II Guerra
Mundial [2],
se alistó y
participó
activamente
en la
Resistencia,
alejándose
de ella.
Esta actitud
tan
deshumanizada
y poco
gratificante
de ambos
progenitores
y los
atroces
recuerdos
del
conflicto
bélico
(bombardeos,
muerte y
destrucción)
serán los
recuerdos
más vívidos
que Jeanine
va a
mantener
siempre de
sus primeros
años de vida
y que, de
alguna
manera, van
a influir en
todas sus
decisiones
posteriores,
posiblemente
más de lo
que podamos
imaginar.
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Portada de la edición española del disco en que aparece "Dominique". |
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Una
“llamada” un
tanto
inesperada
En los años
de
postguerra,
con una
Europa
devastada y
en plena
reconstrucción
económica,
política y
social, la
joven Jeanne
inicia su
formación en
la Escuela
Normal
Superior de
Artes
Decorativas
de la
capital
belga,
donde, a los
20 años de
edad,
obtiene su
título de
profesora de
dibujo. Pero
este sueño,
como muchos
de los que
esta mujer
tendrá a lo
largo de su
vida, no se
verá
cumplido en
la realidad.
Desilusionada
por este
fracaso, e
influida por
la
mentalidad
de la época,
su familia
le busca a
Jeanne un
matrimonio
de
conveniencia
que le
permita
posicionarse
cómodamente,
cosa que
ella, a su
vez, va a
interpretar
siempre como
un episodio
(otro más)
de su triste
infancia y
juventud.
Para
alejarse de
las nefastas
influencias
de una madre
que persiste
en sus
maltratos y
no cesa de
incitarla a
un
matrimonio
obligado y
sin amor,
Jeanne
ingresa, en
1956, en el
Instituto
Dominicano
de
Sainte-Anne
en Gosselies.
Allí entra
en contacto
con la
espiritualidad
y el carisma
de la Orden
Dominica [3]
y, tres años
más tarde,
en 1959, a
los 26 años
de edad,
decide tomar
el hábito
dominico en
el convento
de
Fichermont,
en Waterloo,
para vivir
según los
votos de
pobreza,
castidad y
obediencia
al amparo de
la Orden.
Una vez
allí, en
septiembre
de 1959, es
enviada a la
Universidad
de Lovaina
para seguir
cursos de
Graduada en
Ciencias
Religiosas.
Hasta qué
punto la
«llamada de
Dios»
respondía a
una
verdadera
vocación de
Jeanne
Deckers a la
vida
consagrada o
fue,
simplemente,
una «huida
hacia
delante» es
una
disyuntiva
de difícil
respuesta.
Según
algunas
fuentes, a
juzgar por
los
episodios
expuestos en
párrafos
precedentes,
no fue más
que la única
espada que
vislumbró el
instinto de
supervivencia
de una joven
desesperada
y agobiada,
afirmación
esta que
parece
cobrar visos
de realidad
si
consideramos
el decurso
que tomaría
luego su
vida.
Lo que sí
sabemos es
que Jeanne,
que recibirá
el nombre de
hermana
Luc-Gabrielle
por la
combinación
de los
nombres de
sus
progenitores,
convirtió,
desde los
inicios de
su nueva
vida
conventual,
la música de
su guitarra
y su dulce
voz no
simplemente
en una
distracción
para sí
misma y en
los momentos
más amenos
de una
comunidad de
religiosas,
sino que se
servirá de
ellas como
medio
litúrgico en
la
celebración
de la
eucaristía y
como
vehículo de
evangelización
en las
actividades
misioneras
de las
hermanas
dominicas.
Nace «Soeur
Sourire» y,
con ella, el
éxito y la
fama
Tan
melodiosa
era su voz,
tan suave el
sonido de su
guitarra
que, el 24
de octubre
de 1961, la
madre
superiora
del convento
de
Fichermont
decidió
hablar con
la compañía
Philips, que
pasaba por
ser uno de
los sellos
discográficos
más
poderosos y
prestigiosos
de la década
de los
sesenta,
para que la
hermana
Luc-Gabrielle
grabase un
disco. En un
principio no
había
grandes
pretensiones:
simplemente
sería otro
disco más
con
canciones de
contenido
religioso
que irrumpía
en el mundo
laico como
un aporte
para las
misiones que
la orden
tenía en el
mundo.
Las
cláusulas
del contrato
no daban pie
a dudar del
sentido
altruista y
caritativo
de la
grabación:
por una
parte, en él
se hacía
constar que
los
beneficios
serían
administrados
por la Orden
para
donarlos
como obras
de caridad
y, por otra,
con la
finalidad
última de
preservar el
anonimato de
una persona
consagrada a
Dios, Jeanne
Deckers,
ahora
hermana
Luc-Gabrielle,
experimentaba
su tercer
cambio de
nombre en
los
veintiocho
años de vida
que tenía en
ese momento,
que, tras
realizar un
panel de
escuchas
entre varios
encuestados,
la autora
del disco
recibiría el
nombre de
«Soeur
Sourire»
(«Sor
Sonrisa»).
En febrero
de 1962
salía a la
luz su
primer
sencillo,
que pronto
sería un
éxito contra
todo
pronóstico.
En una
página de su
diario
firmada con
fecha de
1962,
podemos
hacernos una
idea de lo
que pensaba
Jeanne de
todo esto,
así como de
las
motivaciones
que la
llevaron a
editar el
disco. Entre
otras cosas,
dice:
«Pascua de
1962 (Fichermont,
Waterloo):
Estas gentes
están locas.
Parece que
algunas
ejercitantes
han
conseguido
tener en
discos unas
de mis
canciones
que se les
han grabado,
y, al ser yo
religiosa,
ha sido el
gran éxito.
Pero los
superiores
religiosos
velan por mi
humildad.
Las fundas
de mis
discos no
llevarán
foto; mi
cara jamás
será
fotografiada
y debo
adoptar un
pseudónimo
para
proteger mi
nombre
religioso.
Encuentro
todas
precauciones
un poco
estúpidas.
Todavía más
estúpido el
pseudónimo
de “Sor
Sonrisa” que
ha sido
escogido
para
designar a
la religiosa
desconocida
que canta
Fleur de
cactus y
Plume de
radis.
… … …
Este éxito
me
desconcierta.
Realmente no
vale la pena
hacer tanto
ruido por
unas
cancioncillas.
No obstante,
me alegro
por el
mensaje que
este
acontecimiento
puede dar al
mundo: las
religiosas
no son
retrógradas,
editan
también
discos.
Además, el
beneficio de
toda esta
actividad
irá a las
misiones,
que tienen
buena
necesidad de
ello; a mi
comunidad,
lo cual es
normal, pues
soy miembro
de ella como
mi nueva
familia. No
cantaré en
público por
las mismas
razones de
humildad».
1963. La
monja que
desbancó a
Elvis.
Dominique
En 1963, una
de sus
canciones
iba a
alcanzar un
éxito aun
más
inesperado
que su
primer
disco,
Dominique.
El tema de
la canción
era
netamente
religioso y
versaba
sobre la
vida de
Santo
Domingo de
Guzmán:
decía de él
que, como
«caminante
pobre»,
«recorrió
toda Europa
en la santa
pobreza» y
que «sólo
hablaba de
Dios», que
«combatió a
los
albigenses»
y que, «bajo
el manto de
la Virgen»,
fundó la
Orden de
Predicadores.
La
composición,
sencilla y
con una
melodía
pegadiza, se
encuentra
muy bien
reflejada en
el
estribillo:
«Dominique,
nique, nique
s'en allait
tout
simplement,
routier
pauvre et
chantant,
en tous
chemins, en
tous lieux,
il ne parle que du Bon Dieu,
il ne parle que du Bon Dieu.»
«Dominique, nique, nique
marchaba en toda simplicidad,
caminante pobre y cantando,
en todos los caminos, en todos
los lugares,
solo habla del Buen Dios,
solo habla del Buen Dios.»
Desde ese
mismo
instante, la
locura. La
canción fue
traducida a
numerosos
idiomas y se
convirtió en
un auténtico
fenómeno de
masas de la
época. Todo
ello,
aderezado
con las
elucubraciones
de todo tipo
que
suscitaban
los rumores
del
anonimato de
la nueva
estrella de
la canción:
Sor Sonrisa.
Los rumores
contaban de
ella que
estaba
dotada de
una belleza
solo
comparable
con la
dulzura de
su voz y la
candidez de
sus
composiciones,
de ahí que
se
mantuviese
recluida,
voluntariamente,
en el
convento,
como un
rasgo más
del
angelical
espíritu
monástico
que
acompañaba a
tan inocente
voz. El
mundo del
periodismo,
pero también
el de la
farándula,
tan próximo
al primero
en algunas
ocasiones,
había
encontrado
un filón y
no iban a
abandonarlo
fácilmente
sin
conseguir
beneficios.
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Mientras
todo esto
ocurría, su
Dominique
continuaba
una
meteórica
carrera que
pocos
hubiesen
podido
augurar,
hasta el
punto de
llegar a
colocarse en
el puesto
número uno
de las
listas
Billboard
[4]
estadounidenses,
desbancando
de los
primeros
lugares no
solo a The
Kingsmen con
su canción
Louie,
Louie,
sino al
mismísimo
Elvis
Presley, el
‘Rey del
Rock’. Esto
no parecía
ser real: el
único
artista en
lograr tal
proeza era
una mujer,
y, para
colmo, una
monja. No
había duda:
Dominique
se había
convertido
en una
canción
universal:
era
escuchada
por
católicos y
no
católicos,
creyentes y
ateos… Había
traspasado
los límites
del
catolicismo,
para ser
escuchada no
como una
canción
evangelizadora,
sino como un
éxito más
del negocio
discográfico.
A pesar de
lo
estipulado
en el
acuerdo, la
cláusula que
garantizaba
el necesario
anonimato
para que la
hermana Luc-Gabrielle
pudiese
vivir sus
votos con
tranquilidad,
separada de
su alter
ego, Soeur
Sourire, iba
a resultar
imposible de
cumplir,
tanto fue
así que el
conocidísimo
Show de
Ed Sullivan
[5], uno de
los
programas
más
populares de
la
televisión
norteamericana,
conseguiría
la exclusiva
con la que
todos los
periodistas
soñaban: una
entrevista
con la
auténtica
Sor Sonrisa.
Para ello, y
como
condición
indispensable,
sería un
equipo del
programa el
que se
trasladase
al convento
de
Fichermont
para, desde
allí, poder
realizar la
entrevista
en
exclusiva.
Esto sucedía
en 1964. Ese
mismo año,
gana el
Premio
Grammy a la
Mejor
Interpretación
Inspiracional,
y, poco
después,
aprovechando
el éxito
fulminante
de
Dominique
y el tirón
mediático
del premio,
se saca a la
venta un
segundo
disco,
titulado
Una flor,
corazón de
Dios,
aunque la
monja
dominica,
por
indicación
de su
superiora,
intentó
centrarse en
la oración y
el estudio.
El ocaso de
una estrella
No obstante,
a pesar de
este rotundo
éxito del
programa,
las semillas
del fin de
la
popularidad
de Sor
Sonrisa
acababan ser
plantadas:
la famosa
entrevista
había
mostrado al
mundo a la
verdadera
mujer que
había detrás
del
misterio;
había puesto
al alcance
del gran
público un
primer plano
de su cara,
sus gestos,
el timbre de
su voz al
hablar… El
enigma había
sido
desvelado,
y, una vez
roto el
misterio, se
estaba
acabando la
curiosidad.
Para
comenzar, la
imagen real
de Soeur
Sourire no
correspondía
a la que se
había
forjado las
gentes: ni
la belleza,
ni el rostro
angelical
que se le
atribuía
pertenecían
a la
realidad, lo
cual generó
cierta
decepción
entre un
público que
había creado
en su mente
una artista
idealizada,
no una
artista
real. Si
todo ello no
era
bastante,
hay que
añadir el
hecho de que
acababa de
darse
comienzo a
la época a
«consumir»,
«digerir» y
«sustituir»
artistas de
un modo muy
rápido, y
esta mujer
de voz dulce
y estribillo
pegadizo
sencillamente
había sido
digerida. El
estilo y
carisma de
Sor Sonrisa
empezaban a
estar
pasados de
moda.
En un último
intento por
acomodar la
realidad a
la
idealización
del gran
público, en
1966 se
estrenó un
film,
inspirado,
en parte, en
Jeanne
Deckers,
titulado
The Singing
Nun [6],
que estaba
protagonizado
por la
estrella de
la época
Debbie
Reynolds,
que sí
respondía
más a los
estereotipos
creados por
el
imaginario
colectivo,
pero que no
dejaba de
ser una
película
vagamente
inspirada en
la realidad
y que, por
otra parte,
no reflejaba
—ni tenía
interés
alguno en
hacerlo— las
preocupaciones
y
situaciones
reales
vividas por
Jeanine
Deckers [7].
El final de
una vocación
y la
búsqueda de
una
identidad
Para esta
época, la
Jeanne
Deckers o la
hermana
Luc-Gabrielle
estaba
viviendo una
profunda
crisis de
vocación,
crisis que
había
comenzado
casi de
manera
simultánea a
su gran
éxito en el
mundillo de
la canción y
la
farándula,
como podemos
deducir de
una lectura
atenta de
algunas
páginas de
su propio
diario,
fechadas en
1964:
«19 de
noviembre
1964 (11 de
la noche):
Pese a todo,
me doy
cuenta de la
dificultad
que hay, de
tener
contacto con
los
estudiantes,
llevando el
hábito
religioso.
Es una
desventaja
el hecho de
que esta
vocación “de
estar con
los demás”
para
testimoniar
a Dios que
está con
nosotros,
sea frenada
por la
pantalla del
hábito, del
modo de
pensar, del
comportamiento.»
… … …
«Martes, 1
de diciembre
de 1964: Ha
sido una
mentira esta
comunión no
deseada.
Cristo
aceptado,
tolerado
como
extraño,
para cubrir
las
apariencias,
para no
inquietar a
Sor E. Vacía
y ausencia.
Orar sería
mentir. Todo
me es
relativo,
indiferente,
neutro. Me
distraigo.
Ayer, en
equipo,
hemos
asistido al
concierto
que daban el
grupo de I
Musici:
obras de
Pergolèse,
Vivaldi,
etc. Había
posibilidad
de comunicar
con Dios por
la música,
pero la
música me ha
parecido de
una belleza
relativa que
no llena.
Estoy sin
deseos. Ni
abandonada,
ni
resignada.
Rezaré ahora
mismo el
oficio de
completas,
con el
corazón
seco, por
tener la
conciencia
tranquila, y
porque ahora
mismo tengo
miedo a la
muerte. Es
horrible.»
Todos estos
sentimientos
se irán
acrecentando
y acumulando
paulatinamente
con el paso
de los días.
A pesar de
estos
indicios de
crisis
espiritual,
en 1966
decide
continuar
con sus
estudios de
Teología en
la
Universidad
de Lovaina.
Pero ya no
es lo mismo
que antes:
las dudas
que la
asaltan son
cada vez
mayores, y
la hermana
Luc-Gabrielle
toma
conciencia
de que su
vocación no
es servir a
Dios dentro
de una
comunidad de
religiosas.
Y así,
convencida
de que entre
los muros
del convento
está
llevando una
vida
anacrónica y
estéril, y
movida por
el deseo de
dedicarle
más tiempo a
la música en
la misma
línea de
estilo de
aquella
monja
conocida por
el gran
público como
«Sor
Sonrisa», a
lo que hay
que añadir
algunos
problemas
personales
derivados de
sus cada vez
más
frecuentes
enfrentamientos
con sus
superioras,
en los que
pone en
cuestión
ciertos
dogmas y
algunas
reglas de la
Orden,
decide, por
fin,
abandonar el
convento de
Fichermont
el 4 de
julio de
1966, sin
haber tomado
los votos
perpetuos.
A partir de
estos
momentos,
Jeanne
Deckers va a
experimentar
un drástico
cambio en su
forma de
vida. Nada
más salir
del
convento, se
va a vivir a
casa de una
amiga, Annie
Pecher, con
la que, a
partir de
ahora, va a
compartir su
vida y con
la que
iniciará una
relación
sentimental
que
perdurará
hasta el
trágico
final de
ambas.
No debemos
confundir
este
abandono de
la vida
religiosa
como un
abandono de
la fe, ya
que Jeanne
Deckers
deseó
continuar
ligada a la
Orden,
formando
parte de la
Tercera
Orden
Dominica de
seglares, y
jamás dejó
de lado una
cruz colgada
al cuello
que vestía
siempre.
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Nada más salir del convento, Jeanne Deckers se va a vivir a casa de una amiga, Anne
Pecher, con la que, a partir de ahora, va a compartir su vida. |
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Con una vida
por delante
que dedicar
en cuerpo y
alma a la
música, el
principal
escollo de
Jeanne era
hacerse un
hueco en el
difícil
mundo del
arte siendo
una completa
desconocida,
ya que un
contrato
anterior
firmado con
su
productora
discográfica
le impedía
utilizar el
nombre de
«Soeur
Sourire» con
fines
comerciales.
No obstante,
todavía
tenía alguna
carta que
jugar a su
favor, y
firmó con su
antigua
productora,
Philips, un
nuevo
contrato con
el nombre de
«Luc
Dominique»,
en clara
alusión al
nombre de su
padre
biológico y
su padre
espiritual,
además de
ser el
título de la
canción que
la había
catapultado
a la fama
unos años
antes.
Durante esta
época, que
no le fue
muy pródiga
en éxitos,
sus
composiciones
se tornarán
cada vez más
en canciones
protesta,
con temas
muy críticos
con el
conservadurismo
en general,
la Iglesia
Católica y
los hombres
(a los que
consideraba
dominadores
y
machistas).
El reflejo
de todo esto
se encuentra
en el disco
No soy
una estrella
en el cielo
(1967),
donde
incluye una
canción en
la que
afirma: «Sor
Sonrisa ha
muerto. Ya
era hora», y
la polémica
La pilule
d’Or (La
píldora de
oro,
también de
1967),
canción
dedicada a
la píldora
anticonceptiva,
con cuyas
notas da
gracias a
Dios por
ella:
«Cuando nuestras abuelas
inclinaban sus cabezas en el
hogar
nos dijeron: “Mi hija, sepa
que estará sujeta a su marido.
Ponga una familia numerosa en
el mundo
Y los hijos que Dios le envía
debe darle la bienvenida con
alegría”.»
...
...
...
«La píldora del oro ha estado
allí.
La biología ha dado otro gran
paso,
Señor, doy gracias a ti.»
En 1970
inicia una
gira por
Estados
Unidos y
Canadá
convertida
ya en una
auténtica
cantautora
protesta
influida por
una curiosa
mezcla de
los nuevos
pensamientos
derivados
del Concilio
Vaticano II
y el mayo
del 68. No
obstante, y
a pesar de
la inicial
polémica
suscitada
por todo lo
que había
vivido
anteriormente
(la salida
del
convento, su
relación
íntima con
su amiga
Anne Pecher,
las
canciones en
contra de
ciertas
ideas
religiosas…),
tanto el
disco y la
gira, como
su libro
autobiográfico
Vivir su
verdad
[8] fueron
un fracaso.
Ese estilo
alegre,
desenfadado,
ingenuo y
casi
infantil que
tanto había
gustado al
público de
comienzos de
la década de
los 60 no
cuadraba ya
con las
nuevas
composiciones
del momento,
más
inclinadas a
hablar de
libertad
sexual y
pacifismo.
Esto, junto
con el golpe
recibido por
un
empresario
sin
escrúpulos
que se hizo
con casi
todos los
beneficios
que pudo
generar la
gira,
llevaron a
Jeanne a un
colapso
nervioso tan
severo que
tuvo que
someterse a
un
tratamiento
psicológico
para
superarlo.
Luc
Dominique,
antiguamente
conocida por
todos como
Sor Sonrisa,
hacía ya
tiempo que
había tocado
techo en el
mundo de la
música. A
partir de
ahora, todo
lo que podía
suceder es
que fuese a
menos su
popularidad,
hasta ir
hundiéndose,
poco a poco,
en el
olvido.
Paralelamente
a esta
vuelta a
empezar
desde el
punto de
vista
artístico,
Jeanne
Deckers
intentó
rehacer su
vida. En
ello jugó un
papel
fundamental
su compañera
sentimental
Anne
Pecher, con
la que vivía
una intensa
relación de
pareja.
Convencida,
finalmente,
de que su
carrera
musical
había
terminado,
Jeanne
decidió
abrir una
escuela para
niños
autistas
junto con su
pareja,
quizás
intentado
encontrar el
sosiego
espiritual y
la
tranquilidad
anímica que
tanto
ansiaba, y
de los que
no había
podido
disfrutar en
toda su
vida. Pero
desde un
comienzo, la
escuela no
marchó como
ellas
esperaban y
ambas
sobrevivían
a duras
penas, y, si
se mantuvo
algún tiempo
a flote, fue
gracias a
Jeanne, que
complementaba
los ingresos
con clases
de guitarra.
No había
grandes
noticias,
pero, al
menos, no
tenían
grandes
sobresaltos.
No obstante,
la
tranquilidad
no tardaría
en
desaparecer.
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Tumba en la que yacen, por voluntad expresa de ambas, Jeanne Deckers (Sor Sonrisa) y Annie Pecher. |
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El excesivo
precio de la
fama
A mediados
de la década
de los 70,
concretamente
en 1974, la
Agencia
Tributaria
belga
comenzó a
reclamarle a
Jeanne una
enorme suma
de dinero en
concepto de
impuestos
por los
beneficios
obtenidos de
la canción
que la hizo
mundialmente
conocida,
Dominique.
En
desacuerdo
con el Fisco
de su país,
tanto Jeanne
como su
compañera
Anne se
embarcan,
quizá mal
aconsejadas,
en un
proceso
judicial que
se
prolongará
durante ocho
largos años.
En la causa,
ellas
alegaron
que,
conforme al
voto de
pobreza que
había hecho
Jeanne
durante su
antigua vida
conventual,
no había
percibido
beneficio
alguno en
concepto de
derechos de
autor de la
canción,
razón por la
cual todos
los
beneficios
habían sido
directamente
otorgados al
convento de
Fichermont,
que había
realizado
obras de
caridad y
misionales
con los
mismos en
Bélgica, el
Congo y
Chile.
Tras un
interminable
proceso que
culmina en
1982, el
gobierno
belga no
solo no
había cedido
en su
reclamación
sino que,
además, gana
el pleito.
Los
tribunales
obligaron a
Jeanne
Deckers a
pagar la
monstruosa
suma de casi
100 000
francos
belgas en
concepto de
impuestos y
recargos por
moratorias
vencidas.
Dicha
sentencia
dejó a
Jeanne y a
su pareja en
la más
absoluta y
total ruina.
Estos años
son una
etapa muy
dura para
las dos
mujeres. Las
presiones
llegan a tal
extremo que
el ánimo de
Jeanne cede
y comienza a
consumir
medicamentos
relajantes y
ansiolíticos
en enormes
cantidades,
así como
alcohol. Sus
visitas al
psicólogo
son
constantes y
sufre
frecuentes
crisis
nerviosas,
todo ello
sobre el
fondo
amenazador
de un cuadro
depresivo
que no logra
superar.
A pesar de
intentarlo
realmente,
la cantidad
de dinero
reclamado
por Hacienda
es tan
enorme que a
la pareja le
resulta
imposible
saldar tal
deuda. Como
consecuencia
del impago,
el Fisco les
embarga la
escuela de
niños
autistas, el
único medio
de sustento
que les
quedaba a
estas
mujeres,
sumidas ya
en la más
absoluta
precariedad.
Llevada por
la
desesperación,
Jeanne se
aventura
incluso a
producir y
sacar un
disco, a
principios
de los años
80, como Sor
Sonrisa, que
no fue más
que otro
intento
fallido.
Pidió,
entonces,
ayuda a su
antiguo
convento y a
la casa
Philips para
tratar de
salir
adelante.
Los detalles
de este
episodio
difieren
según la
fuente que
facilita la
información
de lo
sucedido.
Algunos
apuntan que
mientras
Philips
accedió a
ayudarlas,
sus antiguas
hermanas le
dieron la
espalda;
otras
versiones
afirman que
ocurrió
justo al
contrario,
que fue el
convento de
Fichermont
el que ayudó
a la pareja
a que
pudiesen
encontrar
una vivienda
digna en la
localidad de
Wavre
(Bélgica) a
cambio de
que Jeanne
abandonase
sus ácidos
comentarios
en contra de
la Iglesia
Católica.
Sea como
fuere, la
realidad es
que el
problema
económico no
se pudo
solucionar,
y un viernes
29 de marzo
de 1985, los
cuerpos sin
vida de
Jeanne
Deckers, de
52 años de
edad, y Anne
Pecher, de
41 años,
fueron
encontrados
sin vida en
su vivienda
de Wavre.
Habían
ingerido una
gran
cantidad de
barbitúricos
y alcohol en
un coctel
mortal.
Ambas
dejaron
sendas notas
de suicidio
en las que
explicaban
los motivos
de su
suicidio:
los
problemas
económicos a
los que no
encontraban
solución
posible. En
la nota
pedían
también ser
enterradas
por el rito
católico.
Su última
voluntad fue
respetada, y
tras
oficiarse el
funeral en
el
monasterio
benedictino
de San
Andrés de
Clerlande,
fueron
enterradas
en el
pequeño
cementerio
de Wavre. En
dos tumbas,
una junto a
la otra,
reposan sus
restos.
Irónicamente,
el destino
quiso ser
cruel con
estas
mujeres, y
ese mismo
día, la
Sociedad
Belga de
Autores,
Compositores
y Editores
había
recaudado
casi
seiscientos
mil francos
belgas para
su causa,
cifra muy
por encima
de lo que
necesitaban
y que les
hubiera
permitido
vivir
holgadamente
y solventar
sus
problemas
con
Hacienda.
Epílogo
De esta
forma tan
triste se
apaga la
vida de una
mujer que
será
recordada,
paradójicamente,
con el
nombre de
«Sor
Sonrisa» y
que había
llegado a
declarar en
sus últimos
años de
vida: «Mi
música
sonríe, pero
yo nunca
sonrío». Una
mujer que
buscó
incesantemente
quién era, y
a la que la
fama, sin
desearlo, la
arrolló de
tal modo que
acabó con su
vida. Una
mujer que
tuvo un
final tan
trágico e
irónico como
el resto de
su vida,
puesto que
si no
hubiese
mediado su
mala
estrella,
con el
dinero
recaudado
ese mismo
día, Jeanne
Deckers
hubiera
podido
reinventarse
una vez más
para
comenzar su
vida de
nuevo
buscando su
lugar en el
mundo. Una
mujer que
pagó un
precio
demasiado
alto a
cambio de
unos pocos
minutos de
fama.
En el
cementerio
de Wavre se
encuentra la
tumba de la
pareja, con
un epitafio
que dice: «Vi
su alma
volar entre
las nubes».
Quizá en
otro lugar
lograse
encontrar la
felicidad
que tanto
ansiaba.
__________
NOTAS
1.
El 4 de
agosto de
1914,
Alemania,
que se
encontraba
en guerra
contra
Francia,
invadió la
ciudad belga
de Lieja con
el fin de
atacar a los
ejércitos
franceses
desde el
norte. La
batalla de
Lieja fue la
primera
batalla de
la Primera
Guerra
Mundial. El
ataque a la
ciudad duró
hasta el 16
del mismo
mes. Bélgica
dejaba de
ser un país
neutral para
formar parte
de los
países
ocupados por
el III
Reich. La
invasión de
Bélgica fue
el
acontecimiento
que
desencadenó
la entrada
del Reino
Unido en la
guerra.
2.
El 10 de
mayo de
1940, Hitler
ordena el
ataque un
ataque
simultáneo
contra
Holanda,
Bélgica,
Luxemburgo y
Francia,
mientras se
combatía
todavía en
Noruega. El
ejército
belga
capituló el
28 de ese
mismo mes.
Era esta la
segunda vez
que en
Alemania
invadía
Bélgica en
un espacio
de tiempo de
no muchos
años.
3.
La Orden de
Predicadores,
más
conocidos
como
«dominicos»,
fue fundada,
en el año
1216, por
Santo
Domingo de
Guzmán (1170
– 1221), un
religioso
español y
santo
católico,
para luchar
contra la
herejía
albigense,
así
denominada
por ser
Albi, ciudad
situada en
el suroeste
de Francia,
su núcleo
más
relevante.
El conflicto
armado, que
fue llamado
«cruzada
albigense» o
«cruzada
contra los
cátaros»,
tuvo lugar
entre los
años 1209 y
1244 y tiene
su origen en
la
iniciativa
del papa
Inocencio
III, que,
con el apoyo
de la
dinastía de
los Capetos
(reyes de
Francia en
la época),
se propuso
reducir por
la fuerza el
«catarismo»,
un
movimiento
religioso
calificado
como herejía
por la
Iglesia
Católica que
tiene su
origen y
desarrollo
en los
territorios
feudales del
Languedoc a
lo largo del
siglo XII.
El catarismo
es
frecuentemente
clasificado
como una
religión de
carácter
gnóstico y
maniqueísta,
y se inspira
especialmente
en el
movimiento
de los
bogomilos
que
surgieron en
el siglo X
en los
Balcanes,
con
influencias
litúrgicas
del
cristianismo
primitivo.
4.
Estas listas
muestran las
ventas de
discos y
singles; en
este caso,
nos
referimos a
la
estadounidense.
5.
Dicho
programa,
presentado
por el
periodista
del mismo
nombre, se
mantuvo en
antena desde
1948 a 1971.
6.
Literalmente,
La monja
cantante,
dirigido por
Henry Koster
y producida
por la Metro
Goldwyn
Meyer.
7.
Se incluyó
hasta un
romance
fracasado
con un
hombre, que
fue el
supuesto
desencadenante
para que la
joven Jeanne
tomara los
hábitos.
Nada más
lejos de la
realidad,
pero que era
muy del
Hollywood de
aquella
época.
8.
Publicado en
1968 con el
título
original de
Vivre sa
verité. |