MARIE CURIE (1867-1934),
científica, investigadora, y
doblemente
galardonada con el Premio
Nobel de Física (1903) y de
Química (1911).
EL CONCEPTO DE superación
está asociado a un conjunto
de capacidades de naturaleza
positiva que tiene la
persona para afrontar las
circunstancias adversas que
se presentan en el decurso
de la vida y salvar con
eficacia los obstáculos que
en estas vivencias dolorosas
suelen presentarse.
Estas capacidades motivan a
la persona a estar
firmemente convencida de su
éxito en los objetivos
previamente propuestos,
convicción esta que la
induce a mejorar sus
condiciones físicas,
intelectuales y sociales a
nivel personal y
profesional, propiciándole
así el logro de los mismos
y, una vez logrados estos,
proyectarse otros nuevos.
La superación de que
hablamos va más allá de los
logros materiales y
económicos que se hayan
alcanzado. Cuando alguien
lucha contra la adversidad y
la vence, obtiene una
satisfacción personal tan
grande que le hace
reafirmarse en su forma de
ser, sentirse seguro de sí
mismo, de lo que es y de lo
que quiere, de que es una
persona capaz, y le ayuda,
en fin, a mejorar su calidad
de vida.
Ejemplos de superación
podemos encontrarlos en
todos los aspectos de la
vida humana (los estudios,
el trabajo…), pero es en el
deporte donde, por su
especial proyección social
como espectáculo de masas,
resulte quizá más fácil
ejemplificar esa actitud de
ánimo de las personas ante
los golpes de la adversidad.
Algunas de ellas se han
convertido en verdaderos
modelos de ejemplaridad, al
tratarse de personas que han
pasado por una vivencia
extrema de dolor físico y
emocional, y que, en un
alarde de convicción,
valentía y tenacidad, se han
negado al recurso de la
autocompasión y han logrado
superarse y seguir adelante
en sus proyectos de vida.
Este es el caso de Bethany
M. Hamilton, de cuya
traumática experiencia vital
nos proponemos trazar un
bosquejo en las líneas que
siguen.
BETHANY MEILANI HAMILTON
Bethany M. Hamilton nace el
8 de febrero de 1990 en la
localidad de Lihue, condado
de Kauái, Hawái. Son sus
padres Tom y Cheri Hamilton,
y sus hermanos, Noah y
Timothy, ambos mayores que
ella. El ambiente de amor al
surf entre la familia es
enorme, una pasión que lleva
a los padres a cambiar de
hogar en varias ocasiones
buscando un solo objetivo,
olas y oportunidades para
surfear. Ya en su nueva
residencia hawaiana, la
madre trabaja como
limpiadora y el padre como
camarero en los hoteles
locales, y, en los ratos que
las tareas se lo permiten,
cogen la tabla y surfean.
Bethany llevaba el surf en
sus genes y el surf no tardó
mucho en adueñarse del gusto
de la pequeña, que tiene ya
sus primeros contactos con
una tabla sin haber cumplido
todavía los dos años de
edad. Un par de años más
tarde, con solo cuatro años,
empieza a surfear, aunque
todavía lo hace con la ayuda
del padre. La que iba a ser
una gran surfista había
empezado a trazar sus
primeros surcos sobre la
superficie del mar.
Bethany llevaba el surf en
sus genes y el surf no tardó
mucho en adueñarse del gusto de la
pequeña, que tiene ya sus primeros
contactos con una tabla sin haber
cumplido todavía los dos años de edad.
(Foto: edición digital de la
enciclopedia cubana de difusión cultural
EcuRed.cu).
La afición empieza a tomar
tintes de pasión a los 8
años, cuando participa, por
primera vez, en una
competición, en el torneo
Rell Sun, en la playa Makaha,
en la isla de Oahu. En ese
torneo compiten chicas de 7
a 9 años, tanto en la
modalidad de tabla corta y
como en la de tabla larga, y
la pequeña Bethany logra el
primer puesto en ambos
estilos.
Por estas fechas, Bethany
había logrado triunfar en
varias competiciones de la
zona y su nombre empezaba a
perfilarse ya como una
brillante surfista. Así, en
1999, la compañía
australiana de ropa y
calzado deportista Rip Courl
se convierte en
patrocinadora suya. Los
esfuerzos de aquella niña de
9 años han empezado a dar
fruto.
En febrero de 2000, ya con
10 años, inicia su carrera
profesional participando en
el XXIII Campeonato Anual
Haleiwa Menehune, en el que
logra la primera posición
tanto en mujeres de 11 o
menos, como en mujeres de 15
o menos, y, por si fuese
poco, consigue la segunda
posición en hombres de 12 o
menos.
EL ATAQUE DEL TIBURÓN
El percance tuvo lugar la
mañana del 31 de octubre del
2003, cuando la joven
Bethany sale a surfear a una
de las playas de Kauái, cosa
habitual en ella. La
acompañan sus amigos Alana y
Byron, hermano de Alana, y
Holt Blanchard, padre de
ambos hermanos.
Todo ocurrió en muy poco
tiempo. Unos minutos antes
de las 8 de la mañana, Alana
y Bethany se hallaban
sentadas encima de sus
tablas a unos 300 metros de
la orilla. Como podría haber
hecho antes en muchas
ocasiones, Bethany introdujo
mecánicamente su brazo
izquierdo en el agua cuando,
de repente, un tiburón tigre
muerde la tabla y le atrapa
el brazo izquierdo hasta
arrancárselo a la altura del
hombro. Tras el mordisco, el
escualo desapareció mar
adentro con el miembro de la
joven entre los dientes.
La sangre empezó a surgir a
borbotones de la herida
tiñendo de un rojo intenso
el agua que rodeaba a las
chicas. Afortunadamente,
unos amigos que surfeaban
próximos a ellas, consiguen
rescatar a Bethany y la
llevan a la playa, de donde
el padre de su amiga Alana
la traslada de inmediato al
hospital.
A pesar del trauma que
suponía para una adolescente
de 13 años la pérdida de uno
de sus brazos, en nada
cambió su devoción por el
surf: su determinación por
volver a deslizarse entre la
cresta de las olas era
inquebrantable.
Y así, a tan solo una semana
del suceso que le había
costado la pérdida de un
brazo y dos intervenciones
quirúrgicas, Bethany estaba
paseando por el hospital y,
un mes después, una vez le
quitaron los puntos de
sutura, mostró su deseo de
volver a surfear.
Le costó mucho trabajo.
Primero aprendió a mantener
el equilibrio sobre la tabla
con un solo brazo, pero a
las diez semanas ya estaba
surfeando de nuevo y, en
menos de un año, volvía a
competir otra vez. Bastaron
unos pequeños retoques en la
tabla y, sobre todo, mucho
entusiasmo, mucho esfuerzo
personal y un espíritu de
superación inquebrantable
para que Bethany venciese el
miedo y evitase la
autocompasión, y volviera a
surfear.
Después del accidente,
participó en muchas
competiciones, en las que
quedó en los primeros
puestos y en las que siempre
rechazó cualquier tipo de
ventaja por su discapacidad.
Hoy, Bethany M. Hamilton
figura en la lista de las
grandes surfistas
profesionales, al igual que
su amiga Alana. En
reconocimiento al mérito de
su esfuerzo y pasión por el
surf, en 2004 le fue
concedido el Premio ESPY
como mejor atleta del año.
También ese año, quiso dar a
conocer su historia con la
publicación de un libro
autobiográfico, titulado
“Soul Surfer: A True Story
of Faith, Family, and
Fighting to Get Back on the
Board”, sobre cuyo argumento
el director norteamericano
Sean McNamara rodó en 2011
una película con el título
“Heart of Soul Surfer”, en
la que aparecen
declaraciones de la propia
familia para hacerla lo más
semejante a la realidad.
Hoy, Bethany M. Hamilton,
al igual que su amiga Alana,
figura en la lista de las
grandes surfistas
profesionales. (Foto:
edición digital del diario australiano
The Courrier Mail).
HAMILTON, EN SU VIDA DIARIA
De convicciones religiosas, Bethany ha
dado siempre las gracias a Dios por
salir con bien de una situación médica
tan difícil, considerada por ella y por
los cirujanos que la atendieron como un
milagro. Vive su vida desde la fe y no
para en su afán de ayudar a los demás
cuando se presenta la ocasión, como en
Tailandia, donde ayudó a las víctimas
del tsunami a perder el miedo al agua.
También ha dado una gran cantidad de
charlas a soldados que han sufrido la
pérdida de algunos de sus miembros en
acciones bélicas.
Una prueba más de su inquietud por
ayudar a los demás lo constituye la
fundación “Bethany´s friends”, cuya
creación auspició para ayudar a personas
que han sufrido el mismo accidente que
ella. Son sorprendentes las
declaraciones que hace esta chica,
llegando a decir que no cambiaría el día
del accidente, ya que este le ha ayudado
mucho, pues, gracias a ello, ha podido
dar muchos más abrazos con un solo brazo
que los que hubiera dado con dos.
Bethany
M. Hamilton y
su esposo, Adam Dirks, el día en
que dieron a conocer a la prensa a
Tobias, su primer hijo, en un
impresionante entorno hawaiano. (Foto:
bing.com).
La vida de Bethany es una historia que
consigue erizar la piel y, a la vez,
darnos una lección de superación y
constancia en la lucha tenaz por lo que
se quiere, clamando a los cuatro vientos
que no hay imposibles si encauzamos
nuestras fuerzas y todo nuestro empeño
hacia los objetivos que nos propongamos.
Bethany M. Hamilton, todo un ejemplo de
superación para los jóvenes y para la
humanidad.
FUENTES CONSULTADAS
«Bethany Hamilton y su
extraordinaria historia de
vida», en la sección “Cultura:
Historias y reflexiones” de La
Mente es Maravillosa,
disponible en la web <httpss://lamenteesmaravillosa.com/bethany-hamilton-y-su-extraordinaria-historia-de-vida/>.
«Bethany Hamilton. Vida, edad y
familia», en BIOGRAFÍA. The
ARENA Group, disponible en la web <httpss://www.biography.com/ athlete/bethany-hamilton>.
José Antonio Molero Benavides
(Cuevas de San Marcos, Málaga,
1946). Diplomado en Maestro de
Enseñanza Primaria y licenciado
en Filología Románica por la
Universidad de Málaga.
Ha sido profesor de Lengua
Española en la Facultad de
Ciencias de la Educación de la
Universidad de Málaga hasta el
30 de septiembre de 2017, cuando
el Ministerio de Educación y
Ciencia deja de considerarlo
apto para la docencia y le
aplica la ley vigente de
actividad laboral, mandándolo,
sin capacidad de retorno, al
nirvana de la jubilación.
Y en esa condición, desde el 1
de octubre de ese mismo año,
vive (respira, aclara él)
lánguidamente el paso tardo de
los días entregado a la
meditación agnóstica del
intramundo onírico, a la espera
de esa iluminación de la
gnoseología límbica
transcendental que
irremisiblemente le espera.
En tanto el Eterno Omnisciente
le recibe en su Celestial
Despacho, entrevista que el
interesado desea se prolongue
sine die, ejerce como Profesor
Jubilado Cvm Venia Docendi,
capacidad que la Muy Docta UMA
ha tenido a bien reconocerle,
permitiéndole continuar con las
tareas de dirección,
coordinación y edición de la
revista digital GIBRALFARO,
revista digital de publicación
trimestral que se publica con el
beneplácito del Departamento de
Didáctica de las Lenguas, las
Artes y el Deporte de la
Universidad de Málaga,
compromiso que asumió con la
aparición de su primer número.