«¿Qué libro me
llevaría a una isla desierta?
Cualquiera, con
tal de que sea de B. Traven?»
Albert Einstein
os son las novelas consideradas las mejores de B. Traben1, La nave
de los muertos, escrita en 1926, y El tesoro de Sierra Madre,
redactada un año más tarde. En ambas se puede percibir buena parte de esa
misteriosa y enigmática vida de tan envolvente y extraño personaje de la
literatura y su mundo social y lo político, siempre rodeado de una misteriosa e
intrigante existencia por la que trascurrió toda su andadura no exenta de
cálculos y adivinanzas sobre lo verdadero y fantástico de su persona. Y aquí
quedan, pues, dos mágicas y envolventes historias con una temática diferente,
aunque con idéntico fondo, de las que brotan unos valores literarios
apasionantes, que no son otros que los comportamientos humanos en su más
fervoroso y calculado análisis de condición y comportamiento. B. Traben es, en
suma, un escritor de brillantez expositiva denunciando a burócratas y banqueros,
al poder arbitrario, expuesto como laberíntica aventura de intrigas, donde su
contenido resulta verdaderamente desafiante y de una actualidad que desasosiega.
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Ben Traven (Alemania, 23 de febrero
de 1882 - México, 26 de marzo de 1969) es uno de los tantos seudónimos (Traven
Torsvan, Hal Croves o Ret Marut), de un enigmático novelista que escribió en
alemán, famoso en Estados Unidos, principalmente por haber escrito la novela
El tesoro de Sierra Madre. |
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«La nave de los muertos» (1926)
La nave de los muertos
muestra una enloquecida desesperación, el alegato contra la marginación
provocada, capaz todavía de lanzar su grito contra el orden establecido,
mostrando al sector social mayoritario cada día más oprimido, alineado, víctima
de un apresamiento piramidal. Un vibrante manifiesto que va desmadejando
planteamientos con un estilo narrativo envolvente lejos de todo carácter
panfletario, manteniendo siempre una observación crítica, una clara denuncia,
contra la política al servicio de los poderosos. Brillante exposición, no sin
acusados riesgos por el desenmascaramiento de burócratas y banqueros y el poder
arbitrario de los gobiernos, convertidos en meros servidores de la invisible
fuerza situada allá, en la dorada colina del gran dinero, a la que se suma la
farándula del patriotismo como cínica parodia interpretada por los sectores más
conservadores de la sociedad.
Y es que en la vida «las cosas no suelen ser tan sencillas. Rara vez tienen en
cuenta lo que uno puede o no puede soportar», lo que se puede definir como la
estética del fracaso. Un joven marino norteamericano sale a pasear en un puerto
donde su barco ha hecho escala. Una dama lo invita y pasar la noche con ella,
cuando vuelve por la mañana para embarcar, su barco había zarpado. Al joven
marino no le queda nada en los bolsillos, ni siquiera la tarjeta de embarque que
lo pueda identificar. Aquí se inicia la complicada andadura de un ciudadano sin
patria, carente de identidad oficial que pueda ampararlo; de pronto, se ha
convertido en un marginado. Y este marinero, que ha viajado en muchos barcos y
visto miles de ellos, confiesa que jamás había encontrado «uno como aquél». Ése
que le ofreció la oportunidad de dejar de ser un ciudadano excluido en tierra,
para convertirse en un habitante del mar. Lo que no sabía es que esa nave era
una cámara de horrores, donde sus tripulantes pueden abandonar cualquier puerto,
pero los relatos quedan. «Una vez que el barco ha escuchado el relato, pasa a
formar parte de él. Penetra en los hierros, en las maderas, en los camastros, en
la bodega de carga, en la bodega del carbón, en la sala de calderas». Y en el
mundo infinito de los mares. Desde La nave de los muertos hace sus
cábalas sobre el eslogan de «los trabajadores y empleados pueden llegar a
director general de la empresa».
Y recuerda que desde niño se había dedicado a vender periódicos y también
trabajó como limpiabotas, «porque, desde los siete años, tuve que ganarme el
pan; sin haber llegado a ser director general ni multimillonario». Porque cuando
se está de vigilia en una noche, se puede pensar que si los soldados de Napoleón
hubiesen sacado el bastón de mando de sus mochilas y convertirse en mariscales,
quién haría los miles de remaches que necesita un barco. Y es esto lo que
retiene a los desalojados en este navío, metáfora de nuestra sociedad en la que
se tienen que refugiar los derrotados sociales sin identidad para sobrevivir en
condiciones de esclavos. Mas no es una metáfora, la sociedad está plagada de
ciudadanos cuya única opción para ir tirando es la esclavitud como navegantes en
las muchas naves que pueblan la tierra de los poderosos que los explotan hasta
el límite de sus fuerzas, donde, salvo los rebeldes, todos se adaptan y «están
acostumbrados. Una excusa retorcida, la misma que justificó en su día que se
azotara a los esclavos».
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«La nave de los muertos»
(1926)
Portada del libro
editado en español. |
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En la extraña y enigmática vida de B. Traven, por lo que se puede conocer,
apasionante, no se logra definir dónde se encuentra la ficción, si en la
personalidad del escritor o en la ficción que el escritor crea. Al final, y sin
que muera el combatiente, creo que la realidad del creador se funde con una
literatura magistral, que expone envuelta en un laberinto de misterios,
incógnitas y aventuras intrigantes cuyos enigmas desbordan. En efecto, reunió
tal número de situaciones mezclando historias y desafíos que logró extender una
misteriosa estela que ha continuado después de la muerte de tan portentoso
narrador, hasta formar con vida y obra un todo indivisible, un aura de misterio
nada fácil de desentrañar. Embriagador.
En 1924, tras un intenso vivir y luchar por aquella Europa palpitante de
revoluciones, se traslada a México huyendo de posibles venganzas. Y, en ese
alucinante país lleno de contrastes, permaneció el resto de su vida. Una
existencia especial en el espacio del mundo literario, hasta tal punto de que
cabe preguntarse si en verdad existió realmente. Sin embargo, al dejar una serie
de títulos de gran calidad publicados, no existe ninguna duda de que el
personaje oculto detrás de un seudónimo es el auténtico dueño de este legado
literario de indiscutible y embriagador valor.
«El tesoro de Sierra Madre» (1927)
Cuando una buena obra literaria es llevada al cine; generalmente, la solidez y
riqueza literarias corren siempre el riesgo de no lograr ese grado de calidad
para que la propia historia aumente en resonancia despertando indirectamente
interés en ese lector medio. En el caso de El tesoro de la Sierra Madre,
trasladada a la pantalla por John Huston en 1948, con Humphrey Bogart como
protagonista estelar, se convirtió en una obra magistral cuya fama saltó todo
tipo de barreras por la fuerza y fidelidad de la trama y contenido literario.
Esto la elevó a cuotas de gran altura en una sociedad tan manipulada, logrando
mantenerla más viva fuera de las minorías condicionales. Pese a esta magistral
adaptación, que procuró no extraviarse del espíritu del relato literario, la
novela es mucho más conmovedora en contenido y forma que la película, aunque la
que se considera la mejor novela de B. Traven es El barco de la muerte.
La historia de El tesoro de la Sierra Madre transcurre en México, donde
las carambolas de la vida unen a tres personajes de nacionalidad norteamericana,
que, cansados de los trabajos ocasionales y mal pagados en los campos
petrolíferos, deciden, según la historia que nos va contado el más viejo y
veterano de ellos, correr la aventura de escalar la Sierra Madre en busca del
codiciado oro dorado y maldito.
Ese oro que provoca la fiebre más feroz que puede contagiar al ser humano,
porque «el oro es algo endemoniado, creedme muchachos. En primer lugar, suele
cambiar totalmente de carácter de los hombres. Cuando se ha conseguido, el alma
no es la misma que antes de obtenerlo, y nadie escapa a esto». Así habla el
viejo Howard, que ha vivido cruelmente antes en su propia piel varios fracasos,
cruda experiencia anterior que le permite advertir a sus recientes compañeros
sedientos de aventuras, pero carentes de experiencias como mineros, de que sus
sueños y ambiciones estarán llenos de durezas y peligros. Por eso, explica con
claridad el papel que juegan en la sociedad los poderes establecidos, la rapiña
de los bancos y la obsesión totalitaria por el dominio absoluto del oro.
Una historia que se repite
Y en esta tónica va transcurriendo la historia de la Sierra Madre en el primer
tercio del siglo XX, en plena catástrofe de aquella inolvidable y terrorífica
crisis que refleja insistentemente nuestra actualidad, como si fuera un
invisible fantasma, culpable de intentar encubrir a quienes en verdad la
provocaron. Esos que, tarde o temprano, de nuevo intentan salvar la tragedia
social con el coste a la cuenta siempre en números rojos de los de abajo para
que sean ellos los que padezcan siempre el desastre, la miseria y la duración de
las cicatrices, hasta que vuelva a repetirse el idéntico juego especulativo y
salvaje. Porque el tiempo cubre las cosas y ellos, los poderes, saben disfrazar
esa suciedad de latrocinio, como peritos de oficio desde sus guaridas. Hipócrita
y fría manera de manejar las vidas ajenas y el reparto de virtudes caiga quienes
caigan.
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«El tesoro de Sierra Madre»
(1927)
Portada del libro
editado en español. |
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Y la narración, recuerda el viejo Howard, se retorna con la misma letra, «Uno de
los bancos se evaporó cantando la eterna canción, es decir, haciéndome saber que
de mis dólares no quedaba ni un centavo». ¿Nos suena a algo esta cantinela? Pues
es el centro, el meollo de esta magnífica novela editada en la lengua de
Cervantes y Borges para gloria de la literatura y los buenos lectores. Y, como
en todas las excelentes narraciones, no pueden faltar los juicios sobre la
«Iglesia Católica Apostólica y Romana», que allá, en ese México rico y
exuberante, fue el mayor poder existente, preocupado con insistencia por la
adquisición de bienes materiales «para llenar los cofres de Roma, sin importarle
la educación de sus súbditos dentro del verdadero espíritu cristiano».
Y, con una peculiar manera de contar, Howard va entretejiendo la historia
principal con otras más cortas, como Cervantes en su Don Quijote de la Mancha,
aquel loco solitario que todavía cabalga entre la multitud congestionada por el
consumo y las ambiciones. No hay prueba mejor de la siniestra actitud de la
Iglesia católica en estos países que el hecho de que los bandidos asesinen y
roben, en nombre de Cristo Rey, a hombres, mujeres y niños, a quienes saben
miembros de la misma Iglesia, pero qué importa a las alturas pertenecer a
la misma familia cuando las ambiciones bancarias y religiosas forman
parte de la codicia humana carente de justicia y gloria. Mas no es cuestión de
contar el final de la novela, pues por encima de todas estas luchas y tragedias,
el factor humano ocupa el espacio y presencia que merece en el contenido,
elevándose por encima de las mezquindades de la comedia humana.
B. Traven, ese enigma
Luego ¿quién es B. Traven? Su personalidad como creador literario es tan inmensa
que no importa cuál fue su verdadero nombre y patria. Puede que esta estuviera
enclavada en el corazón del mundo, pues era de origen judío y huyó de Europa, en
cuya historia tomó parte jugándose el tipo en las primeras revoluciones, también
contadas en las novelas escritas en alemán, su lengua materna, para ir a México
en busca de refugio, posiblemente por temor a represalias. Pero no especulemos
más sobre el personaje. Eso sí, hasta sostuvo un pulso con John Huston, a quien,
pese a la calidad de la película homónima que dirigió, no tuvo reparos en
considerar, en unas declaraciones a The Times, «un mal observador». Pobre
Huston. En esto último pudo más lo subjetivo que lo objetivo en el juicio de B.
Traven.
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Cartel de la
película «El tesoro de Sierra Madre»,
rodada para la Warner Bros. en 1948
y dirigida John Huston y protagonizada, entre otros, por Humphrey
Bogart y Walter Huston. |
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1. Ben Traven (Alemania, 23 de febrero
de 1882 - México, 26 de marzo de 1969) es uno de los tantos seudónimos (Traven
Torsvan, Hal Croves o Ret Marut), de un enigmático novelista que escribió en
alemán, famoso en Estados Unidos, principalmente por haber escrito la novela
El tesoro de Sierra Madre, que fue base de la película «El tesoro de Sierra
Madre», rodada para la Warner Bros. en 1948 y dirigida John Huston y
protagonizada, entre otros, por Humphrey Bogart y Walter Huston. El mismo año de
su estreno, la película mereció 3 Oscars (Mejor director, mejor actor secundario
(Walter Huston) y mejor guión); 4 nominaciones a los Globos de Oro y el galardón
de mejor película por Círculo de Críticos de Nueva York. |