n mes después de conocer a Lord Byron en 1816, que lo contrata como su médico de
cabecera, el doctor John William Polidori (1795-1821), creador de El vampiro,
la primera obra narrativa premoderna, inicia un viaje por Europa con el conocido
poeta y acaban en Suiza, en Villa Diodati (Cologny), cerca del Lago Leman [1].
Durante el verano de ese año coincidirán, además, en la misma villa la joven
Mary
Wollstonecraft Godwin
y su futuro marido
Percy Bysshe Shelley,
de quien ella tomaría el apellido, convirtiéndose en la célebre Mary Shelley. A
ellos los acompañaban otras dos mujeres: Mary Godwin y Jane Clairemont. La causa
fue una tormenta que les impidió a Mary y Percy continuar la noche del 16 de
junio y la pasaron en
Villa Diodoti con Byron y
Polidori.
Como entretenimiento nocturno, leyeron Fantasmagoriana, ou Recueil
d'histoires d'apparitions de spectres, revenants fantômes…
Byron
tuvo entonces la idea de desafiar al grupo a escribir una historia de miedo.
Percy Bysshe
Shelley escribió Los asesinos, basada en experiencias de su juventud;
Byron apuntó un fragmento de El entierro y Polidori comenzó El Vampiro
(1919) [2]. Mary Shelley no estuvo inspirada y no escribió nada esa noche. Sí lo
haría más adelante. En efecto, tras diversos avatares, comenzó a escribir el
capítulo IV de Frankenstein: «It was
on dreary night of November». Completó la novela un año después en Marlow,
gracias al apoyo de Percy
Bysshe Shelley, y
fue publicada en marzo de 1818.
Pero el
punto de partida premoderno del proceso vampírico es, a nuestro entender, esta
obra de Polidori, aunque atribuida ab initio a Byron y Polidori, su
continuador. Una hipótesis
más que discutible pero que existe:
A primeira ocorrência do vampirismo literário em prosa foi em um conto inacabado
de Byron, Fragment of a novel, de 1816, retomado, concluído e publicado
por seu companheiro de viagem, o médico John Polidori, em 1819, sob o título
The Vampyre, que apresenta vampiros masculinos sedutores, mundanos, e que
livremente viajam pelo continente europeu e circulam nos salões da aristocracia
londrina [3].
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John
William Polidori (1795 - 1821), médico personal de Lord Byron,
tuvo siempre por afán destacar en el campo de las letras. En 1816 se
trasladó a Suiza, a la Villa Diodati, propiedad de Byron, en donde
estuvo viviendo algún tiempo junto a éste (como su médico personal),
Percy Bysshe Shelley y su esposa Mary Shelley. Una tormentosa noche
estival tan propia del país alpino, acordaron los cuatro aprovechar
el lúgubre ambiente de esas noches para escribir relatos góticos, y
a ello se emplearon del 16 al 19 de junio. Polidori, inspirado en la
personalidad de Byron, escribió su relato El Vampiro. |
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Realmente, tres años antes, Lord Byron había publicado
El giaour
[4],
una obra
lírica, de las primeras que abordan el tema del vampirismo, fruto de la
inspiración del autor tras un viaje a Turquía. En ella, también el protagonista,
el giaour, rompe el orden social reinante (en este caso el turco),
enamorándose de Leila y matando a Hassan, que la había arrojado al mar. Como
consecuencia de ello, se dice que el giaour se convertirá en vampiro. Es
decir, deviene vampiro cuando rompe ese statu quo reinante. Por
consiguiente, la concepción del
vampiro de Byron tiene influencias orientales a través de un proceso de
acumulación de mitos y leyendas de la zona visitada durante su viaje por tierras
otomanas. Algunos de sus versos en este sentido son reveladores:
Nor ear can hear nor tongue can tell
The tortures of that inward hell!
Bur first, on earth as Vampire sent,
Thy corse shall from its tomb be rent:
Then ghastly haunt thy native place,
And suck the blood of all thy race;
There from thy daughter, sister, wife,
At midnight drain the stream of life…
[5]
Con
estos antecedentes axiomáticos, en una veintena de páginas se configura El
vampiro [6] encarnado en Lord Ruthven [7], un monstruo claramente
identificado con Lord Byron como han visto algunos:
O passo decisivo para consolidar a imagem de Byron como o protótipo do vampiro
atual foi dado por John William Polidori. Valendose do fragmento de uma história
criada por Byron na Villa Diodati e, logo em seguida, abandonada, o
ex-companheiro de viagem, agora desafeto, escreveu o conto “O vampiro” (“The
vampyre”), em que moldava o perverso vilão à imagem e semelhança do poeta, de
forma explícita [8].
De él
nos interesa destacar nuestra hipótesis inicial: la idea de que el vampiro de
Polidori es un personaje ajeno a la sociedad burguesa, que vive en su propio
mundo, un espacio vital ajeno al resto. Se siente extrañado en esta sociedad,
contra la que se rebela atacando a sus seres más inocentes, sencillos y bellos.
La pasión del vampiro se dirige hacia las jóvenes que todavía no han sido
presentadas en sociedad, porque considera que es a partir de esa presentación
cuando se inicia su integración en un mundo que las corrompe; en cierto sentido,
él se considera una especie de benefactor suyo conduciéndolas a la disciplina de
su mundo propio:
¿Y qué puede querer este vampiro de sus semejantes? No persigue la vitalidad de
la sangre joven, las gargantas frescas de las inocentes muchachas, aunque sí
acecha siempre entre las almas más tiernas y llenas de ideales; siente la
necesidad, no obstante, de bucear en seres que todavía no han tenido contacto
con la realidad, que no han sufrido la amarga experiencia del desengaño [9].
En
consecuencia, él actúa antes, como le sucederá con su víctima propiciatoria, la
hermana de Aubrey, con la que finalmente se casará. La joven es una forma de
recuperación idílica de su propio mundo, de ese elemento primigenio que había
sido identificado por Rousseau o Voltaire en el umbral de cada ser humano. Por
eso Lord Ruthven, el vampiro,
«hablaba
de los peligros que le habían rodeado siempre, del escaso cariño que había
hallado en el mundo, excepto por parte de la joven con la que conversaba» [10],
como
dice Polidori en la obra.
El vampiro es un ser rebelde,
autónomo, individualista, independiente y libre que no cree en la sociedad, se
siente acosado por ésta y se autoexcluye de ella: no se considera un miembro
perteneciente a la misma. Advierte de que en ella han desaparecido los valores
propios de la hidalguía, la nobleza y la estirpe de rango medieval que lo habían
fortalecido en el pasado:
Byron e Polidori estabelecem o arquétipo do “vampiro aristocrata” (...),
elegantemente pálido e imberbe, com voz sedutora, lábios que passam a impressão
de enfado e inquestionável carisma sexual (...) Como não poderia deixar de ser,
o vampiro byroniano é um vampiro flâneur. Em Fragment of a novel
ele é Agustus Darvell,“homem de considerável fortuna e família antiqüíssima”
(BYRON,1988: 2), educado em “escolas e universidades”, que já havia “viajado
extensivamente” (Idem: 3) [11].
Las ideas que dominan la
sociedad, organizadas en torno al nuevo orden burgués, no le satisfacen. Están
putrefactas. Cuando se va a casar con la hermana de Aubrey, que trata de
impedirlo, Lord Ruthven le dice a éste:
—Acuérdate del juramento y sabe que si hoy no es mi esposa, tu hermana quedará
deshonrada. ¡Las mujeres son tan frágiles...!» [12].
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George Gordon Byron, sexto barón de Byron, (1788 – 1824), y
reconocido poeta inglés considerado uno de los escritores más
versátiles e importantes del Romanticismo. Por iniciativa propia,
propone a Percy Shelley, Mary Shelley (esposa del anterior) y su
médico personal John William Polidori trasladarse a su Villa Diodati
de Suiza. Participó también en la redacción de relatos de terror en
aquellas noches tormentosas de verano de 1816. En esta estancia en
suiza, Byron redactó El prisionero de Chillón, El himno a
la belleza intelectual, El sueño y Estancias a Augusta. |
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Existe, pues, un concepto del honor que se ha evaporado socialmente con la
pérdida de la aristocracia del lugar que le correspondía históricamente, un
elemento que había pertenecido a ella en el pasado, esa tradición romántica y
medieval que ahora reivindica el vampiro:
Y es que las clases sociales es (sic) un tema presente en todas las historias de
vampiros. No hay más que recordar a Lord Ruthven (de Polidori) y como (sic) su
aparición en sociedad se produce de la mano de una de las costumbres más
antiguas (y que aún hoy persiste, aunque de forma disfrazada): las fiestas de
sociedad [13].
Tras esta propuesta se halla
subyacente, a nuestro entender, el idealismo subjetivo de nuevo cuño que había
alimentado la filosofía alemana a través Fichte en sus obras Fundamento de la
doctrina de la Ciencia o Algunas lecciones sobre el destino del sabio.
Ensayos que se convierten en el alma de las nuevas ideas góticas y románticas en
las que se incardina el vampirismo de Polidori, claro exponente de la filosofía
de una época. Entre estas ideas, postula Fichte que la conciencia no está
asentada en el mundo real (como acaece en el vampiro) y, en consecuencia, la
conciencia sólo necesita de sí misma, no es el noumena, la cosa en sí, lo
que determina ese orden social reinante (añadimos), sino la representación de
las mismas, phenomena, y esto aviva el pensamiento de que la realidad es
un producto del sujeto pensante y no la cosa en sí.
Con ello se ha inaugurado el
idealismo subjetivo en el que el vampiro asienta sus cuarteles de invierno pues
también él opta por ese idealismo subjetivo al interpretar la razón de ser o no
ser de esa realidad social que no acepta y a la que combate en su esencia:
Toda realidad, llámese como se llame, se manifiesta a nosotros por el hecho de
sumergir y olvidar nuestro yo en ciertas determinaciones de nuestra vida, y ese
olvido de nuestro yo sería precisamente lo que conferiría el carácter de
realidad a esas determinaciones y lo que nos proporcionaría una vida
(experiencia) [14].
Existe
la necesidad de reclamar la creencia en la bondad de ese «yo» para configurar la
existencia, pero siempre y cuando, como afirma Lord Ruthven, no esté contaminado
por la sociedad. Una idea que realmente defiende a pie juntillas el vampiro. Y,
por tanto, dependiendo de la filosofía que se escoja estaremos ante uno u otro
individuo. Tesis del idealismo subjetivo de Fichte y también de Lord Ruthven:
Para Fichte realidad es igual a idealidad; todas las formas empíricas de la
conciencia (lo que llamamos realidad) son en definitiva deducibles del «yo». No
queda ya ningún material lógicamente amorfo, dirán los neokantianos. La nueva
ontología es, por consiguiente, una «historia pragmática del espíritu humano»,
como también llama Fichte a su teoría de la ciencia. Y no sin razón, una vez que
le ha asignado como tarea «el deducir a partir del entendimiento todo el ser del
fenómeno» [15].
Todas
estas ideas están en el ambiente, forman parte de esa larga tradición de
filósofos, poetas y pensadores que concluirán en el espíritu gótico y en el
romanticismo con sus postulados esteticistas desde finales del XVIII y comienzos
del XIX y que tanto tienen que ver, grosso modo, en determinados
momentos, con la ideología que da forma al vampiro. Una idea que estructuraba
esta nueva ideología que apuesta por un individuo libre, organizador de su mundo
a través de su pensamiento desde su «yoidad» y desde su conciencia personal, y
que lucha por la libertad hasta el punto de convertirla en su propia conciencia,
y, al no hallarla, porque la sociedad se lo impide, convierte a ésta en un
elemento que ha de batir. De hecho, la evasión, pauta romántica por antonomasia,
no es sino una forma de huida social (en ocasiones, como el consumo de opio,
usado en Villa Diodati) hacia una Edad Media idealizada. También el vampiro se
evade, huye permanentemente, como le sucede a Lord Ruthven en ese periplo por
Italia y Grecia (símbolos donde los haya de un pasado glorioso, noble y
aristocrático, donde los mejores —aristos, en griego, significa el
mejor— organizaban la sociedad) y posee un código de conducta que permanece
inalterable en la noche de los tiempos: lo que le
importa a ese Lord Ruthven es el honor [16]:
Temo tan poco a la muerte como al término del día. Pero puedes salvar mi honor.
Sí, puedes salvar el honor de tu amigo» [17].
Y le
pide a Aubrey lo siguiente:
Oh, no puedo explicarlo todo... Mas si callas cuanto sabes de mí, mi honor se
verá libre de las murmuraciones del mundo, y si mi muerte es por algún tiempo
desconocida en Inglaterra... yo... yo... ah, viviré
[18].
Siempre
fue el honor uno de los fundamentos de las sociedades estamentales dominadas por
la nobleza [19]: el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios, dirá
Calderón de la Barca. Y este concepto del honor que asume como un hecho
incontrovertible el vampiro sólo yace en él, que representa a esa nobleza, a esa
aristocracia a la que en Francia acaban de cortarle la yugular. En tanto el
honor burgués es un honor económico, nunca una señal externa moral sino
dineraria: tienes dinero, posees honor, intuiríamos del aserto burgués, para el
vampiro, que representa los ideales de la aristocracia, en su honorabilidad
existe mucho de esencialización de su existencia y forma de actuar en la vida:
El apelar a la hidalguía como medio de urdir la trampa ya había sido un elemento
aparecido en The Vampyre, donde Aubrey —huérfano y romántico soñador— se
ve impotente para salvar a su hermana de las fauces de Lord Ruthven. Por tanto,
el tema del honor, de la caballerosidad, es un vestigio que reverbera en las
obras y que la época victoriana retomará con tanta fuerza: Jane Eyre,
Wuthering Heights, Pride and Prejudice, Sense and Sensibility...
[20]
El
germen de esta idea del honor había sido expuesto por Montesquieu, para quien
era evidente que estas prerrogativas del honor y este tipo de valores se
asentaban en la nobleza:
Serán particulares a la nobleza y no pasarán al pueblo si no se quiere ir contra
el principio del Gobierno —monárquico— y si no se quiere disminuir la fuerza de
la nobleza y la del pueblo [21].
Pero
también hay una componente no sólo en el pensamiento rector que determina su
conciencia y, por tanto, su visión sobre la realidad, sino en su trascendencia
como individuo en sociedad, y surge ese héroe contrario a las normas sociales
que le impiden su crecimiento como yo.
Y este
«héroe noble y social» que simboliza un modus vivendi podrá ser encarnado
en seres abyectos para esa sociedad: en un corsario, en un mendigo, en un reo de
muerte, en una prostituta, en Frankenstein (ese nuevo Prometeo de la Grecia
clásica), en don Juan Tenorio, en don Félix, el estudiante de Salamanca, en don
Álvaro, en Satanás… o en un vampiro, como sostenemos nosotros en nuestra
hipótesis de trabajo. Por esta razón, El vampiro de Polidori aspira al
vicio, a la vileza, a la infamia, a la amoral de la sociedad que lo regenta y
se convierte en un depravado:
En Bruselas y otras ciudades por las que pasaron, Aubrey se asombró ante la
aparente avidez con que su acompañante buscaba los centros de los mayores
vicios. Solía entrar en los garitos de faro, donde apostaba, y siempre con
fortuna, salvo cuando un canalla era su antagonista, siendo entonces cuando
perdía más de lo que había ganado antes. Pero siempre conservaba la misma
expresión pétrea, imperturbable, con la que generalmente contemplaba a la
sociedad que le rodeaba [22].
Es, sin duda, un «héroe» que se
mueve muy cómodamente en las ideas del romanticismo reinante y posee todavía esa
componente de excelso ilusorio que acompañará el idealismo romántico de los
primeros tiempos y su asociación a esa abyección y repulsa propia de los
personajes «asociales» nombrados con anterioridad:
Es posible percibir también ciertas notas de semejanza entre Lord Ruthven y el
monstruo en Frankenstein de Mary Shelley, o entre él y el personaje
epónimo de Melmoth (1820). Son personajes que, sin ser caracteres normales,
emergen, de algún modo, como centro de gravedad de toda la acción. Desafían
ferozmente los tabúes de la sociedad. Siendo éstos, a menudo, de carácter
religioso, se convierten, al hacerlo, en sujetos condenados, «satánicos» [23].
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Mary
Shelley (1797 – 1851), narradora, dramaturga, ensayista,
filósofa y biógrafa británica, es reconocida sobre todo por ser la
autora de la novela gótica Frankenstein o el Moderno Prometeo
(1818), inspirada, al igual que El vampiro de Polidori, en la
personalidad de Byron. También editó y promocionó las obras de su
esposo, el poeta romántico y filósofo Percy Shelley. |
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En esa gestación y prototipo
del vampiro no sólo irá surgiendo su «código asocial» (en relación con los
valores de la sociedad actual, contra los que lucha), sino también su «código
amoral», que sustenta sobre el papel preponderante que siempre tuvo la
aristocracia o la nobleza en sociedad, considerando a los que estaban
jerárquicamente en un estatus inferior con absoluto desprecio y como seres
imperfectos: «En 1819, el escritor y poeta John Polidori (1795–1821) se encargó
de destilar la esencia literaria del vampiro, cambiando su apariencia fantasmal
por una aristocrática» [24]:
En todas las ciudades dejaba a la florida juventud asistente a los círculos por
él frecuentados, echando maldiciones (…). Aubrey deseaba a menudo decirle todo
esto a su amigo, suplicarle que abandonase esta caridad y estos placeres que
causaban la ruina de todo el mundo, sin producirle a él beneficio alguno [25].
Esa maldad se irá proyectando
paulatinamente a medida que avance la intriga y, si inicialmente existe una
perspectiva seductora en el personaje que va cautivando al lector y a Aubrey,
cuando el relato va llegando a su fin y Aubrey cae enfermo, surge su potencial
maligno con toda su intensidad. Si el poder de seducción, el desdén hacia las
adúlteras, el desenmascarar a las mujeres vírgenes a las que causaba su ruina…
formaban parte de su «código de conducta», también se alegrará del estado
enfermizo y de locura de Aubrey:
Cuando se enteró de que el joven estaba loco, apenas si consiguió ocultar su
júbilo ante aquellos que le ofrecieron esta información [26].
Pero existe otro elemento
esencial en este vampiro aristócrata, su proyección de poder sobre los que le
rodean. Ante el débil Aubrey Lord Ruthven actúa como una especie de deus ex
machina sobre la bonhomía de un joven cándido sobre el que incluso deviene
una voluntad de poder sexual en términos propios de Foucault, como nos recuerda
Sánchez Verdejo-Pérez:
El adagio narratológico consiste en describir al personaje monstruo por sus
acciones. Conseguido esto, se nos induce también a interesarnos por su víctima,
Aubrey, pues es sobre él sobre el que recae el efecto que éstas producen. Si
Ruthven es el agente, Aubrey es el paciente de la historia. Lord Ruthven se
halla en condiciones de proyectar sobre Aubrey sus deseos sexuales, sin que
éste, a su vez, pueda defenderse. Prevalece prisionero de la voluntad del Otro,
está continuamente sometido a nuevas pruebas y a nuevas privaciones. El colmo de
sus desgracias es enterarse de los esponsales de su hermana sin poder impedirlos
(…). Todo el entorno se pone de parte de Lord Ruthven y colabora en su venganza.
En cuanto a Aubrey, no se le da importancia, se le «tranquiliza». Acepta ser
tratado como un inferior y le es connatural «suplicar», «conjurar de rodillas» a
sus tutores. Es así como Lord Ruthven consigue someterlo a su voluntad, plegarlo
a su deseo de dominio [27].
El poder sexual, según
Foucault, es uno de los instrumentos de dominación máximos que, en el caso de
Aubrey-Lord Ruthven adquieren una mayor trascendencia. Siempre la sexualidad se
ha manifestado en el vampiro como un instrumento de poder.
Lord Ruthven, al igual que el monstruo de Frankenstein, Melmoth o Réginald,
sacia sus deseos humillando y destruyendo a sus víctimas. ¿Podemos suponer que
se trata de manifestaciones sádicas, o de una forma de placer escabroso que las
humillaciones de las víctimas inspirarían en los lectores? [28].
De hecho, el vampiro emplea la
sexualidad como una necesidad de mostrar su fortaleza, como un dispositivo de
afianzamiento y de intensificación, pero también como una estrategia, un
modus operandi que determina su simbología demoníaca:
En las relaciones de poder la sexualidad no es el elemento más sordo, sino, más
bien, uno de los que están dotados de la mayor instrumentalidad: utilizable para
el mayor número de maniobras y capaz de servir de apoyo, de bisagra a las más
variadas estrategias [29].
El sexo forma parte de ese
impulso vital que conforma también el despertar de la vida, tanto como los
referentes a la muerte el diapasón antitético que acierta en la simbología de
eros y thanatos en permanente conflicto, pero todo determinado por la
fortaleza que siempre tuvo el vampiro, auspiciado por la inmortalidad y por la
eterna juventud:
No lo podemos negar, ¿qué historia de miedo es ajena al erotismo? La maldad,
depravación, brutalidad y desesperación que emanan los temas relacionados con la
sexualidad son casi infinitas. La relación entre el deseo sexual y el instinto
de muerte existía mucho antes de Freud; el eros y el thanatos
siempre han ido de la mano, siempre han estado vinculados por todas las culturas
(por algo llaman los franceses al orgasmo la petite morte).
Según cita Frayling (1992: 387), Novalis afirmaba que: «perhapssexual desire is
only the frustrated desire to eat human flesh» [30].
En
Aubrey se proyecta desde el principio ese magnetismo y esa sensualidad que le
impele a seguir a Lord Ruthven como su acompañante. Aubrey se empeña en ver a
Lord Ruthven como un personaje de novela desde el comienzo, antes incluso de
intercambiar una sola palabra. Tras conocerse, emprenderán el Grand Tour
juntos y será entonces, llegando a la frontera con los turcos, en los límites de
la sociedad occidental, donde comenzará a ver a Ruthven como el vampiro. Allí es
donde empieza a temer y proyecta sus temores sobre quien ya tenía prejuicios
[31]. El momento determinante nace después de escuchar los relatos de Ianthe,
una joven que Aubrey conoce en Grecia (la inocencia, la juventud, la belleza),
casi carente de cultura, a quien le gustaba contar historias terribles. A
menudo, cuando contaba el cuento del vampiro vivo, que había pasado muchos años
entre amigos y sus más queridos parientes alimentándose con la sangre de las
doncellas más hermosas para prolongar su existencia unos meses más, la sangre de
Aubrey se helaba en las venas, sobre todo cuando le explicó su aparición:
Ianthe le detalló la aparición tradicional de aquellos monstruos, y el horror de
Aubrey aumentó al escuchar una descripción casi exacta de Lord Ruthven [32].
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Portada
de una edición alemana de El vampiro (Der Bampyr) y otra de
una reciente en español. Obsérvese que en la alemana, de 1919,
aparece Lord Byron como autor, lo que fue motivo de una encendida
controversia entre ambos. En realidad, El Vampiro fue
redactado por Polidori en el decurso de esas noches de verano ya
referidas. En este relato, la figura del vampiro recoge algunos
rasgos del poeta Byron, reconocibles por los lectores de la época.
Quizás fuera una pequeña venganza personal del hombre que siempre
estuvo a la sombra del genio romántico. |
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NOTAS
1. Un
lugar que se consideraba mágico porque en el pasado había vivido John Milton, el
autor de El paraíso perdido, y también había sido lugar de residencia de
Rousseau y Voltaire. En 1987, el director español Gonzalo Suárez llevó a cabo
una película llamada Remando al viento donde se desarrollaba esta
historia. El 27
de agosto de 1821, Polidori se suicida ingiriendo ácido prúsico, veneno
inventado por el alquimista Konrad Dippel, en quien Mary Shelley se inspirara
para crear su doctor Frankenstein. Se alude a que tenía muchos motivos; entre
otros, el que su obra El vampiro, publicada en 1919 con enorme éxito,
pasa por ser una obra de Byron.
2.
M. Argel y H. Moura Neto, O vampiro
antes de Drácula, São Paulo, Editora Aleph, 2008, p. 91: «Valendose do fragmento de uma
história criada por Byron na Villa Diodati e, logo em seguida, abandonanda, o
ex-companheiro de viagem, agora desafeto, escreveu o conto “O vampiro” (“The
vampyre”),
em que moldava o
perverso vilão à imagem e semelhança do poeta, de forma explícita. Publicado em
1819, com autoria falsamente atribuida a Byron, por engano ou má-fé, o conto foi
um sucesso total».
3. F. Monteiro de Barros,
«Baudelaire, Byron e Lucio Cardoso: a flânerie e o dandismo do vampiro»,
Soletras, año 3, núms. 5-6, 2003, pp. 53-64 [56]. También se añade un poco
más adelante: «O
conto de John Polidori, que muitos atribuíram erroneamente a Byron, tendo Goethe
inclusive afirmado ser esta a melhor produção literária do poeta inglês, é
bastante parecido com o texto de Byron, parecendo inclusive ser um pastiche do
mesmo. Os dois contos na verdade parecem ter surgido na célebre noite em que
Byron, Polidori, Shelley e sua esposa Mary estavam hospedados às margens de um
lago na Suíça e resolveram, para passar o tempo, escrever cada qual uma história
de terror, resultando no célebre romance Frankenstein» (p. 58).
4.
El Giaour (palabra
turca para designar a un infiel)
es un poema narrativo de Byron. Leila, una mujer que forma parte del harén de
Hassan, ama al giaour (el infiel occidental) y es ejecutada por Hassan,
que la arroja al mar. En venganza, el giaour mata a Hassan e ingresa en
un monasterio debido a sus remordimientos. En el fondo, el giaour
destruye el orden establecido. La muerte de Leila (simbolizada por la Grecia en
peligro ante Turquía) es asociada al vampirismo cuando se predice que el
giaour, por su crimen, estará condenado a convertirse en vampiro después de
su muerte y a matar a sus propios seres queridos bebiendo su sangre.
5. L.
Byron, The giaour. A fragment of a turkish tale [En línea].
Disponible en
web: < http:/ /rea-dytogoebooks.com/LB-Giaour.htm>. (Consulta del 3 de diciembre
de 2011).
6. En París, se publica en 1820 (un año
después) la primera novela de vampiros, Lord Ruthven ou les vampires, una
obra de dos volúmenes como continuación de la historia de Polidori; su autor
(aunque originalmente fue publicada anónimamente), Cyprien Bérard, que había
querido seguir la expectación de la historia de Polidori. También, el 13 de
junio de 1820, la obra de teatro de Charles Nodier, Le Vampire, melodrame en
trois actes avec un prologue, se estrena con un gran éxito de público en el
Théâtre de la Porte Saint–Martin de París.
7. Ibidem, p. 88: «Retornou ao solo inglês em
1811, e, nos dois anos seguintes, teve uma série de casos amorosos. Um deles,
escandaloso, foi com Lady Caroline Lamb, que anos depois iria vingar-se em seu
romance Glenarvon (1816), por meio de um personagem que era uma
caricatura mal disfarçada e francamente ofensiva de Byron, batizado como Lord
Ruthven».
8.
Argel y Moura
Neto, Vampiro, op. cit., p. 91.
9. M. García, «El
hambre del 'otro' o la sombra del vampiro», [en línea], Dirección:
<http://www.biblioteca.uma.es/bbldoc/paradigma/17479976.pdf> (Consultado el día
6 de diciembre de 2011).
10. P. 16.
11. onteiro,
«Baudelaire», op. cit., pp. 56-57.
12. Polidori,
Vampiro, op. cit. p. 16.
13. F. J. Sánchez
Verdejo-Pérez, Terror y placer. Hacia una (re)construcción cultural del mito
del vampiro y su proyección sobre lo femenino en la literatura escrita en lengua
inglesa, Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha, Cuenca, 2011, p.
58.
14. Palabras de Fichte,
seleccionadas por C. Fernández, Los filósofos modernos, Madrid, B.A.C.,
1973, Vol. 2, p. 11.
15. J. Hisrschberger,
“Fichte, idealismo subjetivo”, en Historia de la filosofía, Barcelona,
Herder, 1974, Vol. 2, p. 228.
16. F. Fraile Ovejero,
«El honor y la fama», en Los derechos fundamentales y las libertades públicas,
Jornadas de Estudio, Centro de Publicaciones de la Secretaría General Técnica
del Ministerio de Justicia, Vol. 1, 1992, p. 644: «A nuestro entender el honor
es el sentimiento que anima al hombre en el propósito y la norma de conducta que
fundamenta el hacer de su vida, basándose esencialmente en el carácter de su ser
íntimo. Pero el sentido del honor no puede ser fijado ni arrancado por una
acción extraña a la persona. Nace en cada uno para marcar el rumbo de su propia
vida». También en la obra de M. Thesauro, Filosofía moral derivada de la
alta fuente del Grande Aristóteles Estagirita, Madrid, 1692, p. 12, se
indica que: «El honor, según los filósofos, no es otra cosa que una señal
externa de la estimación que interiormente hacemos de las excelencias de otros».
17. Polidori,
Vampiro, op. cit., p. 10.
18. Ibidem.
19. En un estudio muy
interesante de D. Carrión Morillo, «El honor y su relación con la virtud en el
pensamiento de Tocqueville», Revista Telemática de Filosofía del Derecho,
núm. 11, 2007/2008, pp. 207-229 [211], se plantea lo que sigue a propósito del
concepto de honor entendido en uno de los países donde la burguesía representó
sus logros (EE. UU.) y en la vieja Europa, haciendo referencia a la visión que
al respecto ofrecía Tocqueville: «El valor en los pueblos democráticos,
concretamente en Estados Unidos, lo cifra en la pérdida y recuperación de la
fortuna; siempre está apegado al hecho económico. En Europa, aún quedan
vestigios del honor del guerrero; en Estados Unidos, por el contrario, el honor
se cifra casi exclusivamente en lo económico. La comparación de ambos conceptos
también nos indica no sólo que no son iguales, sino que uno es superior al otro.
Tocqueville sigue en esta valoración el pensamiento de Montesquieu, cuyo estilo
era más crudo: «entre los primeros romanos, decía el barón de la Bréde, era
regla inviolable que el que abandonara su puesto o dejase las armas en el
combate era condenado a muerte. (...) Pero los bárbaros tomados a sueldo por los
romanos, habituados a hacer la guerra como hoy la hacen los tártaros, huyendo
para atacar después, buscando el botín más que el honor, eran incapaces de
semejante disciplina». En consecuencia, el honor burgués será entendido como
honor económico, ¡qué lejos de aquel honor que respiraba la aristocracia!
20. Sánchez
Verdejo-Pérez, Terror, op. cit., p. 412.
21. Montesquieu, Del
espíritu de las leyes, Barcelona, Orbis, 1984, Vol. I, p. 70.
22. Polidori, Vampiro,
op. cit., p. 3.
23. L. Terrón Barbosa,
«Vampiros y succionadores de sangre.
A propósito de Léa»,
en Les chemins du texte (Eds. Teresa García-Sabell, Dolores Olivares,
Annick Boiléve-Guerlet, Manuel García), 1998, pp. 417-428 [423].
24. Sánchez
Verdejo-Pérez, Terror, op. cit., p. 65.
25. Polidori,
Vampiro, op. cit., p. 4.
26. Polidori,
Vampiro, op. cit., p. 16.
27. Ibidem, p. 422.
28. Terrón, Vampiros, op. cit., p.
423.
29. M. Foucault,
Historia de la sexualidad, La voluntad de saber, Madrid, Siglo XXI, 1978,
Vol. 1, p. 126.
30. Sánchez
Verdejo-Pérez, Terror, op. cit., p. 204.
31. S. Lucendo Lacal,
«Vampirismo y grand tour», VArte, Madrid, 13 diciembre 2004.
32. Polidori, Vampiro, op. cit., p.
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