rande es la versatilidad y la capacidad de trabajo del escritor
granadino Fernando de Villena, Premio Andalucía de la Crítica en
2009 con su obra El testigo de los tiempos. Conozco a
Fernando de Villena desde que vestíamos pantalones cortos y le
he seguido a lo largo de estos cuarenta años, y les puedo
asegurar que cada nuevo lapso nos sorprende con vibrantes,
inesperadas y rigurosas historias. Sus dos últimas han sido
Mundos cruzados (Madrid, Ediciones Evohé, 2012) y Fábulas
de un tiempo atroz (Guadix, Granada, Nieve y Cieno, 2013).
Crítica y “pesimismo” ante la situación social de hoy
Muy diferentes una de otra: la última entra de lleno en los
convulsos tiempos actuales a través de breves historias que
crean un espacio para la reflexión; la primera, en cambio, es
una novela histórica de largo alcance en la que Fernando de
Villena, a modo de casi novela admirable y aventurera, recorre
continentes y culturas, en un línea muy querida para él en otras
obras anteriores y que muestra sus grandes dotes para los
periplos por el mundo y la trascendencia que la temática del
viaje tiene como estructura novelesca en su producción
narrativa. Así sucedía en El testigo de los tiempos… y
tantas otras.
Con Fábulas de un tiempo atroz pretende iluminar (como
una “cerilla encendida”) esta larga noche en la que nos
hallamos. Son relatos breves de apenas un puñado de páginas que
tratan de expresar una óptica crítica y muy pesimista (en una
suerte de neoxpresionismo latente) de la situación
social. La pérdida de los valores encarnada en la naturaleza
primigenia y el desarrollismo descabezado, los victimarios del
11-S, las inhumanas condiciones de la mujer en el mundo
islámico, la monotonía del vivir, la alegoría de la desolación a
través de esas personas que, una vez que han servido
socialmente, se las desprecia, la soledad, la muerte, la
corrupción del poder, el sida, el control del mundo en manos de
unos pocos (los 24), el creciente fascismo contra la
inmigración… reúnen los peligros, los problemas, las melancolías
del ser humano en las sociedades contemporáneas. Son como breves
latidos del corazón exultante que clama ante tanta insensatez y
ante tanto dolor. Es como si el hombre, de pronto, hubiera
perdido el norte y anduviera extraviado en un mundo que no le
pertenece y con el que Fernando de Villena se muestra ácidamente
crítico. A medida que han ido avanzando los años, en sus
declaraciones también, observo que se ha apoderado de Fernando
de Villena una suerte de desmoralización consciente, de
meditabunda reflexión sobre el papel que juega el ser humano en
estas derrotas progresivas. No existe ni un gesto para la ironía
o el sarcasmo sino para la victoria de la sinrazón en una
sociedad que ya no le pertenece, en la que no cree ni con la que
se siente identificado.
Son cuentos breves, parcos en detalles, que van al epítome de
los argumentos y las historias con el afán de mostrar, como en
un gran diaporama, de lo que está configurado el hombre de la
posmodernidad, dónde se hallan sus raíces y qué camino sin rumbo
está dispuesto a seguir. Para ello ha desnudado el texto al
máximo llevándolo a los límites de la pureza expresiva pero con
la impureza semántica como acorde, como compromiso y como
reivindicación. Es un tipo de narrativa de enorme fortaleza que
ayuda, como dice en la introducción, a entendernos mucho más
como individuos en sociedad.
Una apuesta por lo que nos une con Hispanoamérica
Muy distinta es la novela histórica Mundos cruzados. Sus
registros cambian totalmente en una obra que calificaría de
enciclopédica por esa suerte de rueda del tiempo en la que nos
encontramos al leerla. Mundos cruzados es el tiempo en
movimiento. Dos conceptos narrativos queridos para él con los
que pretende ofrecer una visión amplia y generosa de ese diálogo
entre España e Hispanoamérica. Sus personajes van de uno a otro
espacio sin solución de continuidad. Los hijos crecen y los
hijos de sus hijos engendran a otros vástagos que van y vienen
por ambos mundos, creando una urdimbre con la que Fernando de
Villena apuesta fundamentalmente por lo que nos une y no por lo
que nos separa. Es la óptica que rige toda su narración y creo
que ha sido un objetivo conseguido.
Conformado por quince capítulos, cada uno lleva como subtítulo
el del personaje que lo protagoniza y sobre el que se sustenta
el mismo: desde María en el I, Marino en el II,
Marta en el III hasta Candela en el XIV y Claudio
en el XV. Un tipo de estructura que se ha practicado mucho en
narrativa hispanoamericana. Recuerdo que la primera obra de
Carlos Fuentes, La región más transparente, adoptaba esa
misma disposición.
Al final existe un Epílogo en el que, tomando como
espacio la colina de La Alhambra, dialogan dos personajes, un
anciano delgado y otro más joven: Ignacio y Antonio, dos
anticuarios que hablan sobre un reloj (el símbolo), y Antonio
trata de referir a Ignacio la historia del hombre que se lo
vendió.
Es un motivo circular este del reloj que apunta al principio
como veremos. Pero sobre todo es el pretexto para hacer una
reflexión en donde se une el pasado con el presente: España un
país imperial que tuvo en las Indias refugio para desamparados y
ahora anda empeñada en los intereses del colonialismo yanki, y
hace también un resumen crítico sobre nuestro país: “La historia
solo nos permite conjeturas: un palpar a ciegas en la niebla. Lo
cierto es que un país como el nuestro, forjado a golpes de
guerras civiles, porque contiendas civiles fueron la Reconquista
(…) ha arrojado al destierro a través de su historia a muchos de
sus mejores hijos”. Es hacia la moraleja final hacia la que
quiere llegar Fernando de Villena en este libro profundo,
comprometido y de un enorme interés histórico y sociológico por
cuanto abunda de un modo perfecto en la temática del
transterrado, en término creado por el filósofo José Gaos frente
al de desterrado.
La obra posee un comienzo fulgurante, la recomendación de
Mohamet ben Hiata a Marian para que asesine al emperador Carlos.
La condición de la mujer —que ya sería materia en la última obra
comentada— preocupa desde sus inicios al autor y es con ella,
simbólicamente, con la que ha querido iniciar esta serie de
personajes que abandonan progresivamente sus tierras para
recalar en otras y poder seguir viviendo. Los elementos de tipo
histórico van entreverando esta obra que pretende ser de
aventuras y, sobre todo, de recorrido por lo que ha sido el
magma de nuestra historia, nuestras sensaciones, nuestros
desvelos y desventuras con un narrar raudo, rápido y de gran
velocidad narrativa que no repara en grandes descripciones ni
diálogos soportados sobre grandes discursos. En ese sentido, es
una buena heredera de la visión que también trasladó Cervantes y
hablar de su raíz cervantina.
El hijo de Marian, ya casada con el capitán Rodrigo Gil, dará su
paso en el capítulo siguiente a su hijo Marino y cambiaremos
desde Sevilla a América; pero, más adelante, el lector regresará
a España de nuevo, y Madrid aparecerá en ese siglo XVI, a través
del que se va gestando toda la acción y con la que Fernando de
Villena va sistematizando un mundo propio con las situaciones
particulares de los personajes en una novela muy bien ordenada y
con una secuencia lineal en el tiempo que nos permite hacer un
recorrido por ese mundo y comprenderlo con verdadero rigor.
Pero todo gira en torno al tiempo y ese símbolo del reloj que
aparece en el capítulo inicial y cierra circularmente el
epílogo: ese reloj que recibiría Marian del emperador tras yacer
con él y que le había regalado en la víspera Castiglione. En ese
reloj figura Saturno devorando a sus hijos. Toda una premonición
de la obra.
México, Quito, Potosí… serán centro de sus intrigas y
desarrollos narrativos, pero Fernando de Villena es maestro en
el progreso de la intriga y avanza raudo alternando los
parlamentos, el diálogo y la reflexión junto al espíritu
aventurero. Ahí surgirá toda la temática de la conquista y las
encomiendas y el concepto del dorado, que tanto generó. Pero lo
que más llama la atención es una doble idea: la noción de
transhumancia (y, como consecuencia, el de la incertidumbre de
todo transterrado) y el de violencia y desolación que va
conquistando progresivamente el espíritu que la sostiene. Al
final, el tiempo en su caducidad opera el milagro machadiano de
la consolidación de una época histórica que agrupa múltiples
generaciones y ordena un mundo con una voluntad totalizadora.
Desde luego que en ese cruce de mundos no se puede ser ajeno al
mestizaje cultural y biológico pero también a la destrucción de
individuos y civilizaciones, de desarraigo y desolación, y desde
luego de reencuentro o inseguridad. Una novela para el disfrute
narrativo y para hacer un recorrido por nuestra historia social
y personal.
UNAS NOTAS SOBRE EL AUTOR
Fernando de Villena (Granada, 8 de noviembre de
1956), escritor y miembro de la Academia de Buenas
Letras de Granada, es doctor en Filología Hispánica
por la Universidad de Granada, con una tesis sobre
el poeta cordobés del siglo XVII Luis Carrillo de
Sotomayor. Reside en Granada, donde es profesor de
Literatura Española. Ha publicado novelas, varios
libros de crítica literaria y poemarios.
Su obra poética nace influida por la belleza y
perfección formal de la poesía del Siglo de Oro, con
poemarios como Pensil de rimas celestes,
Barcelona, 1980; Soledades III y IV, Granada,
1981; o En el orbe de un claro desengaño,
Madrid, 1984; para abrirse más tarde a influencias
contemporáneas, con títulos como La década
sombría, Jerez de la Frontera-Sanlúcar de
Barrameda, 2008; Los siete libros del
Mediterráneo, Madrid, 2009; y Conticinio
y Por el punzón oscuro, Salobreña, Granada,
2009, entre otros.
En su obra narrativa cabe citar títulos como
El
desvelo de Ícaro, Granada, 1988; La casa del
indiano, Granada, 1996; Leffa y otros relatos,
Salobreña, Granada, 2006; o Iguazú, Granada, 2006.
Ya como autor de crítica literaria, pueden citarse
trabajos como El primer culto de España: Don Luis
Carrillo de Sotomayor, Granada, 1984; La
poesía que llega. Jóvenes poetas españoles,
Madrid, 1998; En la misma ciudad, en el mismo
río… Poetas granadinos de los 70, Granada, 1999;
y «Visión del siglo XVII», en Angélica, Revista
de Literatura, 9, Lucena, 1999.
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