«El supremo Arte de la Guerra
es someter al enemigo sin luchar»
SUN TZU
LOS DATOS MÁS antiguos disponibles sobre el lugar de nacimiento
de Sun Tzu [1] no son coincidentes ni en la cronología ni
en la ubicación de sus fechas de nacimiento y muerte. Así, por
ejemplo, los Anales de Primavera y Otoño [2] afirman que
nació en torno al 544 a. C. en el estado de Qi y que falleció
alrededor del 496 a. C. en el estado de Wu, en tanto que
registros posteriores dan fechas diferentes aunque aproximadas
para ambos eventos, que ubican en el estado de Wu. Por el
contrario, ambas fuentes coinciden en ratificar su autoría de
El Arte de la Guerra, obra que redactó hacia el último
tercio del siglo IV a. C., así como en decir que fue un general
y estratega militar al servicio de Helu, rey de Wu, además de
historiador y filósofo.
UN EJEMPLO DE RELATO
Con el solo propósito de dar a conocer mínimamente la
orientación del contenido del libro, me he permitido elegir uno
de los relatos que en él aparecen incluidos, el cual ilustra
fehacientemente el temperamento del estratega chino.
Cuando Sun Tzu acudió ante el rey de Wu ofreciéndose para
trabajar, el rey puso a prueba la pericia del aspirante a
general encomendándole instruir en las armas a su harén de 360
concubinas. Para afrontar semejante reto, Sun Tzu dividió al
grupo de concubinas en dos compañías, recayendo la
responsabilidad de ambas en las dos concubinas predilectas del
rey a las que nombró comandantes de las respectivas compañías.
Antes de proceder a su formación, Sun Tzu se cercioró de que
sabían distinguir la orden hacia delante de la hacia atrás, así
como las posiciones de derecha y de izquierda. Cuando les ordenó
ponerse a la derecha, las mujeres se rieron. Él les dijo que
cuando la tropa no entendía la maniobra, era culpa del general,
y, puesto que el general era él, les explicó la maniobra una vez
más, ahora con un gesto más grave.
Ellas se rieron nuevamente. A lo cual, él respondió que cuando
la tropa entiende la maniobra y no obedece la orden de llevarla
a cabo, es culpa de los oficiales, y ordenó la ejecución
inmediata de las dos concubinas a cargo del mando de sus
respectivas compañías.
El rey quedó horrorizado y le pidió a Sun Tzu que las librara
del castigo, pero el experto instructor le respondió que una vez
nombrado el general, este debe llevar a cabo su misión sin
considerar los comandos del rey. Las concubinas fueron
ejecutadas, siendo nombrados nuevos oficiales, y el harén fue
instruido perfectamente en las armas.
Más allá de lo escabroso de la anécdota, no cabe duda de que Sun
Tzu puso de manifiesto sus cualidades tácticas en el campo de
batalla, razón por la cual su obra El Arte de la Guerra
superaría la barrera del tiempo, precisamente porque su propio
autor pudo poner en práctica con eficiencia y eficacia los
aspectos bélicos que teorizó en su libro.
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«El
Arte de la Guerra», versión en bambú. |
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AUTORÍA DE LA OBRA
Los historiadores modernos desafían la interpretación
tradicionalista de la historia del texto basándose en la larga
tradición militar y táctica de la China anterior al año 500
antes de Cristo. Consideran, por lo tanto, improbable que Sun
Tzu creara todo un cuerpo de estudios tácticos ex nihilo.
Más allá de esta consideración, ante los conceptos básicos y
pasajes comunes que sostienen la hipótesis de una larga
tradición y experiencia militar en evolución, la obra en
cuestión presenta anacronismos históricos en lo referente a las
condiciones y tácticas que preconiza frente a las propias de la
época en la que supuestamente se creó, todo lo cual apunta a una
elaboración posterior durante el período de los reinos
combatientes.
Desde otro punto de vista, que reconcilia la visión
tradicionalista y moderna, se puede colegir que Sun Tzu
sintetizó en su obra el considerable legado estratégico recibido
de la tradición militar china, al igual que los presocráticos
como Pitágoras influyeron sobre la posterior filosofía elaborada
por Platón. Y, paralelamente, el texto habría sido actualizado
por sus seguidores con el decurso del tiempo, quienes habrían
aportado las novedades acaecidas en el campo de batalla como
reflejo de la nueva realidad inaugurada por el llamado «Período
de los Combates».
REPERCUSIÓN POSTERIOR
Esta obra ya era conocida en la mayor parte de la enigmática
China hacia el siglo IV antes de Cristo, a partir de la cual fue
difundida, copiada y parafraseada, tal como se acostumbraba en
el hermético país.
La edición considerada más verídica fue llevada a cabo por Ts’ao
Ts’ao hacia el siglo II a. C., sobre una recopilación de fuentes
realizadas por un tal Sun Tzu hacia el siglo VI a. C. del que
tratadistas chinos, como sucede con Homero, han llegado a dudar
de su existencia. Ts’ao Ts’ao eliminó de la obra todo lo
superfluo.
Desde entonces, las versiones de El Arte de la Guerra se
multiplicaron en China, llegando a considerarse como pauta para
proyectos comerciales con una base económica y bélica, así como
texto obligatorio para los aspirantes a oficial del Ejército.
En lo que respecta a Europa, cabe resaltar que, entre los siglos
XIV al XVII, salieron a la luz más de cincuenta ediciones, que
sirvieron para la traducción a las lenguas occidentales. A este
hecho le debemos que podamos considerar esta obra entre las más
avanzadas de su género en cuanto a ciencia militar,
administrativa y de gestión, sin desmerecer ante las obras de
Maquiavelo, Clausewitz o Napoleón.
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Estatua
en honor de Sun Tzu en la localidad japonesa de
Yurihama-Cho, prefectura de Tottori. |
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SIGNIFICADO DE LA OBRA
Para Sun Tzu la guerra era un asunto de vida o muerte, pero
también una forma de conocimiento acelerada. La forma más
eficaz, a la vez que brutal, de influir en modas, costumbres y
adelantos técnicos de lo más diversos.
Por ese motivo, Sun Tzu le dedicó un estudio objetivo, el
primero y el mejor de la historia, a este tema en El Arte de
la Guerra. En este mismo libro formula la tesis de que, en
los conflictos armados, siempre será mejor salvar el mayor
número de vidas humanas que sea posible, de forma que el mejor
estratega es aquel que se afana en encontrar el medio más
adecuado y eficaz para conquistar una plaza fuerte sin tener que
recurrir, prácticamente, a la violencia del combare. Para ello
es imprescindible la combinación de inteligencia y astucia,
siguiendo la llamada «Ciencia del Disimulo».
«La mejor victoria es vencer sin combatir», nos dice Sun Tzu, «y
esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante».
Máximas como esta nos inducen a considerar a la imperecedera
obra del general chino Sun Tzu más que como a un libro de guerra
aplicable a los negocios y al deporte. Es, en suma, un tratado
sobre la instrucción en el modo de desenvolverse en momentos
críticos.
Efectivamente; Sun Tzu se percató de que el ejército sólo debía
emplearse como último recurso, cuando el enemigo ya estaba
debilitado. Porque las consecuencias inevitables en un conflicto
violento eran siempre económicas: la inflación y la subida de
precios; por ello que en logística hubiese que ocuparse de la
formación y capacidad de los generales, jefes y oficiales.
Es en este último aspecto, el relacionado con el estudio de la
personalidad del individuo en la resolución de situaciones
problemáticas, donde Sun Tzu ha contribuido a que su obra
perdure a lo largo del tiempo, y, por supuesto, explica el gran
interés suscitado hacia El Arte de la Guerra por parte de
colectivos tan dispares como los mencionados en líneas
precedentes.
Conocidas, pues, esta características de El Arte de la
Guerra, no debe extrañarnos el gran interés que despertó
entre las gentes de tiempos posteriores, pues si la Utopía,
obra publicada en 1516 por Tomás Moro, tuvo también su
influencia sobre estrategas e ideólogos posteriores, con
consecuencias lamentables, a pesar de tratarse de una obra de
ficción, otros muchos, con mucha más razón, se han visto
tentados por la sutileza con la que afrontaba sus retos este
individuo que vivió hace unos dos mil quinientos años. Y, a
pesar de que se la ha tachado de amoral, por mencionar de forma
recurrente el uso del engaño y de tácticas deshonestas como el
espionaje en el campo de batalla, sus consejos, en su aplicación
a la vida ordinaria, pueden revertir en astucia por parte de una
mente equilibrada.
Es el lenguaje empleado lo que traiciona al lector moderno,
ajeno al contexto en que se ubica la obra, porque un tratado
moderno de este tipo usaría en la actualidad la jerga
científica; por tanto, más objetiva y libre de prejuicios
morales. Hoy en día, Sun Tzu habría empleado términos como
“información” al referirse al “engaño”, y ya no se trataría de
“engañar”, sino que de evitar la fuga de información
privilegiada a la competencia.
En cuanto a la psicología de los personajes que intervienen en
una confrontación, Sun Tzu, en el capítulo VIII, que versa «Las
Variaciones en la Táctica», menciona que hay cinco peligrosos
errores que pueden afectar a un general; a saber: a) Si es
imprudente, puede perder la vida. b) Si es cobarde, será
capturado. c) Si es colérico, puede ser ridiculizado. d) Si
tiene un sentido del honor demasiado susceptible, se le puede
hacer sufrir. Y, a continuación, afirma que estos cinco rasgos
en un general son graves defectos y que, en las acciones
militares, son desastrosos.
CONCLUSIÓN
De la lectura del presente libro extraeremos mucho más que datos
y reglas que aplicar mecánicamente. El Arte de la Guerra
es mucho más que un recurrente manual de economistas y demás
caterva de oportunistas que infesta a nuestra sociedad.
Puede convertirse en libro de cabecera de quien albergue
inquietudes acerca del comportamiento humano y de su actuar en
el mundo, puesto que El Arte de la Guerra invita (o
incita) al lector a profundizar en las motivaciones de aquellos
que se ven envueltos en confrontaciones violentas, posiblemente
evitables si seguimos el consejo de Sun Tzu de dedicarnos a
hacer muchos cálculos para aumentar las posibilidades de ganar.
Como dice Freud acerca de las causas de la guerra, esta ha
constituido, a lo largo de la historia de la humanidad, una
tentación peligrosa pero casi irresistible para el ser humano.
Porque los sueños no bastan para evitar la neurosis, y el hombre
necesita la acción real que le aporta la guerra como vía de
escape a sus instintos más primitivos y criminales. Seamos,
pues, precavidos y tomemos, en su debida consideración, la
milenaria sapiencia de Sun Tzu.
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