DECÍA EL ESCRITOR argentino Marcelo Figueras que ser escritor es
como ser padre, algo que tienes que demostrarte todos los días;
sin embargo, ya es mucho cuando existe una bibliografía
escritural detrás, y, sobre todo, cuando tu obra ha sido
reconocida con importantes premios como el García Lorca de
Teatro, el Ciudad de Segovia de Guion Cinematográfico o el
dramaturgo Moreno Arenas, con obras como El pez luchador, Flores
para Ginebra, Terapia de choque, Los zapatos
sucios o el ensayo La rebelión nace en el bosque, un
estudio detallado del escritor inglés afincado en Mallorca, Alan
Sillitoe.
Sin embargo, la primera novela, como es esta que presentamos
hoy, La botella de Bukowski (Editorial Tempestas, Madrid,
2015), significa para el escritor adentrarse de nuevo en un
proyecto diferenciado del resto. Aunque existe ese poso
bibliográfico anterior y el conocimiento del oficio que se tiene
entre manos, no en balde Ruiz Pleguezuelos es doctor en
Filología Inglesa y licenciado en Filología Hispánica y Teoría
de Literatura, la novela tiene sus propios engranajes y su
dinámica creadora. Los que escribimos en varios géneros sabemos
que la perspectiva, la proyección de la obra, la presencia de
los personajes está diferenciada. Es verdad que una novela, como
decía Cela, es aquello que, bajo el título, figura el nombre
novela, un cajón de sastre. Pero también es verdad que no
siempre la perspectiva es esta.
LA NOVELA Y EL ESPÍRITU DE BILDUNSGROMAN
Todo este excurso inicial es para decir que la novedad de lo
primero se percibe en la estructura y el espíritu de bildunsgroman en
que se convierte La botella de Bukowski. Algo muy
habitual en los escritores que comienzan: el ser aprendices de
brujo, el querer recorrer un camino de aprendizajes. El bildunsgroman fue
un término creado por el filólogo alemán Johann Carl Simon
Morgenstern a principios del siglo XIX para referirse a
la novela de formación o novela de educación. La botella de
Bukowski lo es por varias razones: el protagonista es un
escritor en ciernes, un escritor que comienza y vive preso de
sus ídolos. Es un joven que se está formando, que necesita coger
un camino. Al fin y al cabo, eso es escribir novela: escoger
caminos, adentrarse en las procelosas aguas de un mundo que
vamos creando paso a paso. Así lo va haciendo el protagonista,
Juan Navarta Pommera, de la mano de su ídolo Bukowski. Un
escritor perteneciente a la generación beatnik
norteamericana, que se convirtió en los años 70 en un icono del
realismo sucio con sus continuas llamadas a un neoexpresionismo
desgarrador de nuevo cuño en el que las referencias al alcohol,
el sexo y las drogas estaban muy presentes como un claro proceso
desmitificador de las nuevas sociedades neocapitalistas, un
ataque a esa sociedad degradada. También durante esa década de
los setenta, Bukowski fue un icono para nosotros, y obras como La
máquina de follar (1978) fueron libros emblemáticos durante
la transición que nos abrieron los ojos y permitieron avanzar
desde una sociedad franquista represiva a otra más libre.
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"La
botella de Bukowski",
Editorial Tempestas, 2016. |
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EL PROTAGONISTA, UN JOVEN APRENDIZ DE ESCRITOR
El protagonista de la novela, Juan Navarta Pommera, un joven
aprendiz de escritor, viaja hasta París porque sabe que Bukowski
va a participar en el programa de televisión de Bernard Pivot y
desea conocerlo. Existe la erótica de la imagen, existe la
erótica de la recepción, la erótica que produce en un escritor
que comienza el sentirse cerca, al lado… el tocar a sus grandes
ídolos. Fue la misma sensación que tuve en febrero del 80,
cuando entrevisté en su casa de Juan Ramón Jiménez a Francisco
Umbral con motivo de mi tesis de licenciatura. Sin embargo, lo
que ocurre habitualmente es que, a medida que se conoce al
hombre, este acaba por derrumbarse en tanto crece la figura del
escritor, pero ya la imagen proyectada es otra cosa.
La novela se concibe como el recorrido de un camino a través del
París de los 70 y, a medida que avanza la acción concreta en esa
búsqueda de Bukowski, se va reflexionando sobre el proceso de
creación novelesca y cómo, desde las palabras, a través de las
estructuras, de la sensibilidad, de las percepciones personales
y de las intuiciones propias, se configura la literatura. Toda
literatura tiene un camino. Juan Navarta, a través de ese
camino, está conformando el suyo propio.
LA HISTORIA DE UNA SEMANA INICIÁTICA
La obra tiene un interesante prólogo del catedrático de la
universidad complutense, J. Ignacio Díez, donde dice, entre
otras cosas, que la novela es «la historia de una ‘semana
iniciática’ que usa y transforma tópicos literarios bien
conocidos para contar, como toda buena historia, una decepción,
tan divertida y fructífera. El relato apunta a un encuentro
alocado e imposible, y por el camino tritura los apriorismos de
los encuentros idealizados» (p. 9).
El punto de vista adoptado por el narrador es el de primera
persona por boca de su protagonista, Juan Navarta, que nos va
transmitiendo una visión personal, sistematizada y precisa de
ese recorrido por las calles de París en busca de Bukowski con
la presencia de diversos personajes como Armand, su hermana, o
Nadine.
Sistematiza el proceso de narración en diez capítulos y un
epílogo en el que confirma, finalmente, que ha conseguido
publicar su primera novela Les Garçons des Étoiles, y
realiza una serie de reflexiones metaliterarias —constantes a lo
largo de la novela— sobre el proceso de transformación y
metamorfosis que se opera en Juan Navarta y cómo va
progresivamente conformando la carrera creadora.
La obra transcurre en 1978. Un año en el que también yo andaba
por París en un intento de recuperar aire después de vivir casi
asfixiado en la sociedad española que se preparaba para el
emblemático año de la constitución. Por entonces, había ilusión,
pero todavía muchos temíamos que pudiera haber nuevos golpes de
estado o un retroceso social, como luego tuvimos tiempo de
comprobar. Durante este año emblemático, Juan Navarta sale de
casa, una casa con un padre que después descubriremos aspiraba a
ser escritor y acaba trágicamente. Instrumento de la retórica
novelesca que servirá para iniciar simbólicamente el comienzo de
la carrera escritural de Juan Navarta.
La novela conforma, desde la brevedad de sus doscientas páginas,
un mundo preciso en el que la literatura es el gran tema que hay
que desarrollar, la necesidad de la creación, y cómo esta se va
conformando en la mente de un joven, pero también las
disquisiciones en torno a un mundo que es reflejado
perfectamente por el autor con un estilo contenido, raudo y
preciso en el que el tempo narrativo es conducido con solvencia
y absoluta pericia.
UNOS APUNTES SOBRE EL AUTOR
Rafael Ruiz Pleguezuelos (Granada, 1974). Licenciado en
Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura por las
Universidades de Granada y Galway (Irlanda), respectivamente.
Doctor en Filología Inglesa. En la actualidad imparte clases de
inglés y francés en un Instituto de Secundaria y Bachillerato de
Granada.
Colabora como columnista de crítica literaria en el Diario de
Granada y la revista Rock Estatal. Es autor de
guiones para cortometrajes como Inteligente (dirigido por
Julio García Escames, 2009), Green (dirigido por Jesús
Rabasco, 2010), Veinticuatro (Julio García Escames &
Jesús Rabasco, 2010), Clawned (Jesús Rabasco, 2011),
La palabra (Álvaro Ramos, 2012), Grises (Jesús
Rabasco, 2012) y Objetos perdidos (Víctor M. Álvarez,
2014), entre otros. Ha publicado El Pez Luchador (Point
de Lunettes, Sevilla, 2010), Los zapatos sucios (2014),
Terapia de choque (Carena, Barcelona, 2014) y La
botella de Bukowski (Tempestas, Madrid, 2016). Es obra suya
el ensayo La rebelión nace en el bosque (2011).
Su obra ha sido resultado ganadora en concursos como el I
Certamen de Relato Hiperbreve Emaús (2008), Premio García Lorca
de Teatro (2009), V Certamen de Guion de Largometraje Ciudad de
Segovia MUCES, organizado por la Fundación Mapfre (2010);
Certamen de Teatro Mínimo Rafael Guerrero (2012) y XII Premio de
Textos Teatrales Raúl Moreno FATEX (2015), entre otros.
Asimismo, ha resultado finalista en el IV Premio de Relato Corto
“Ron y Miel” (Guadix, 2006), XVI Premio de Relato Corto “Cerdá y
Rico” (2007), Premio de Relato Corto “El Fungible” (2007),
Premio de Relato Corto “Puente de Letras” (2011), Premio de
Largometraje Julio Alejandro, otorgado por la SGAE (2012);
Premio de Teatro Dramaturgo José Moreno Arenas (2013), Segundo
finalista del Premio de Dramaturgia “La Jarra Azul” (2013) y
Premio de Textos de Teatro Breve Carro de Baco (2014).
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Rafael Ruiz Pleguezuelos
(Granada, 1974),
el autor. |
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